Donnerstag, November 29, 2007

LAS MENINAS


MENINA: 1. f. Dama de familia noble que desde muy joven entraba a servir a la reina o a las infantas niñas.

El cuadro titulado Las Meninas, que fue pintado por Diego Velázquez en 1656, es uno de mis favoritos. Toda la obra del artista sevillano no es de mi agrado, sin embargo, la pintura antes mencionada ejerce sobre mí un embrujo especial y nunca me canso de observarla. El porqué es sencillo: me atrae la composición de la escena y la actitud de los personajes: unos se muestran sorprendidos y otros no se enteran de lo que ocurre. El inmenso lienzo recoge el momento en el que los soberanos españoles— Felipe IV y Mariana de Austria— llegan al taller del artista, que en ése momento está pintando un retrato de la infanta Margarita de Austria. Velázquez tuvo una idea genial al concebir el cuadro.
José Luis Rodríguez, el Puma, también esgrime los pinceles para pintar la realidad española con los colores que a él le agradan: aporía, bozal, correa, especulaciones y macramé, mucho macramé. Insiste en que los españoles vayan, pero éstos hace tiempo que van y todavía desconocen a qué. No obstante, meine Damen und Herren, hemos de reconocer que el Puma es capaz de realizar anómalas composiciones «pictóricas»; aunque lo exacto sería decir que todos los que creyeron las pamemas del gran estadista leonés se han retratado fielmente.
Ahora que la fetidez de la podredumbre moral del Puma no puede ocultarse, todos los devotos se comportan como pollos decapitados; «exceto» el irreductible, que no ha comprendido que él puede peinarse aun descabezado. El olor de la próxima derrota del Puma es más pungente que el del óleo combinado con aceite de linaza. Con todo y con eso, es difícil desmarcarse de un perdedor después de un cuatrienio de servilismo, felación y de introducir la lengua siempre entre las mismas nalgas. Sé que la memoria de los españoles es tan efímera como la espuma de una cerveza demasiado fría; pero muchos periodistas no podrán ser escuchados con la misma atención después de tanta mentira, encubrimiento y complicidad. Si ustedes, queridos parroquianos, quieren vislumbrar el fracaso del Puma, no deben fijarse en encuestas, sino en la actitud de sus aliados. El último ejemplo lo tenemos en un aspirante a interpretar el gran papel de su vida: Artur Mas; ya saben, el visitante de notarías. Magro crédito tiene un político que necesita a un notario para que levante acta de sus intenciones. El prematuro ofrecimiento mercantil al PP (apoyo parlamentario a cambio de retirar el recurso contra el Estatut de Catalunya) obedece a que Herr Mas intuye cuál será el escenario después de la batalla: el PP ganador de las elecciones, un sector del PSOE que mandará al Puma al zoo del que nunca debió salir, y acuerdos puntuales entre socialistas y conservadores para acometer las reformas necesarias para cerrar el paso a los nacionalistas. Herr Mas, que considera que con una sonrisa tatuada y un peinado esculpido es suficiente, ha comprendido que sus diez escuálidos escaños tendrán el mismo valor que las actas que levanta su notario; y lo que es peor: será así hasta el fin de los días. Poco ha durado el dret a decidir y «la refundación de la casa común del catalanismo». De aquí a poco tiempo, recordaremos al Puma como se hace en un velatorio: « ¡qué pena, no era nadie
Nunca me cansaré de observar el cuadro de Velázquez, aunque ahora existen nuevas versiones que también conviene mirar. Si ustedes lo hacen, percibirán personas que apenas se devuelven el saludo; y si ello sucede, lo hacen sin mucho afán, como si les molestara aunque les resulta necesario. Pero ellos no hacen negocios sucios ni chanchullos, no hay de qué acusarles: se limitan a relacionarse entre ellos. Extrañas fisonomías y dependencias que se hacen como algo extra. ¿Quién sabe? Cuando hablen desde los púlpitos políticos o los editoriales, sus expresiones volverán a ser mundanas. Ustedes, por el contrario, merodearán por las calles y se alejarán o aproximarán al pasteleo, como insectos agosteños que zumban; pero sólo catarán las migajas. Cuando les llamen, ustedes irán, aunque desconociendo para qué. Habrá ocurrido lo de siempre: lo políticamente correcto desaloja a lo socialmente verídico.

Foto: Las Meninas. (1656). Diego Velázquez.

Sonntag, November 25, 2007

EL BAYÓN

CUALQUIERA: 1. loc. verb. Ser de poca importancia o indigno de consideración.

Una de las secuencias cinematográficas más eróticas es el baile de Silvana Mangano en la película Anna (1951). Ah, meine Damen und Herren, la Mangano: ¡qué poderío! La escena del contraluz mientras se bambolea al ritmo de El Bayón y gesticula con las manos es…¡sublime! ¿Recuerdan la letra de la canción, queridos parroquianos?:
«Ahí viene el negro zumbón, bailando alegre el bayón…»
José Luis Rodríguez, el Puma, nos ha participado una importante noticia; importante para su familia, porque para el resto deviene en una auténtica tragedia: será el candidato por el PSOE en las próximas elecciones. No me ha extrañado, meine Damen und Herren, ya que un hombre que piensa que «cualquiera puede ser presidente de Gobierno» era lógico que se considerase capacitado para repetir; pero alguien debería explicarle que no es lo mismo «cualquiera» que «un cualquiera», como es él. No obstante, debemos reconocer que ha sido fiel a su afirmación, ya que ha llenado el escenario político y gubernamental de «cualquieras»; a cual más chusco. Gente con la preparación suficiente hay poca, por el contrario como el Puma existen millones: es lo que se denomina mediocridad. Pero seamos generosos, estimados lectores, el Puma no es un completo inútil, por lo menos sirve de mal ejemplo.
«Le pica la zambomba y baila su mujer, ahí viene el negro zumbón…»
Ahora el Puma pretende que continuemos observando su baile. Hasta la fecha, el PSOE y sus palanganeros se han esforzado en explicar el porqué no debe votarse a Rajoy; pero sería conveniente que comenzaran a explicar el porqué sí debe hacerse al Puma. En pocas semanas se cumplirá el aniversario de aquella frase que ha pasado a los anales de la historia: «Dentro de un año estaremos mejor». No es ésa mi percepción, ni tampoco la de millones de españoles. El castillo de naipes del Puma hace ya tiempo que se derrumbó, y ahora, mientras que él baila El Bayón, pretende extender el manto del olvido.
En las filas socialistas el nerviosismo campa a sus anchas, las encuestas, y no me refiero a la del CIS, indican que el PP conserva una ventaja de 6 puntos; y el momento de lanzar perdigonadas de mensajes es el oportuno: «El PP, para ganar, necesita caras nuevas», ¿tan nuevas como las de Rubalcaba, Solbes, De la Vega, Cháves, etc.? «El PP, si quiere ganar, debe modernizarse». Meine Damen und Herren, si de la mano de la modernidad llegan personajes como Pepiño Blanco, prefiero quedarme en la noche de los tiempos. Si ustedes se percatan, los socialistas propagan ideas contra el adversario porque ellos no tienen ideario alguno y fundamentan sus opiniones en la nada; pero así es el Puma: un sujeto que desplaza sus intereses hacia una irrealidad que articula a través de la prosodia pomposa del paleto. Me temo que el gran estadista leonés no es un mensaje sino un estado de ánimo: el del pordiosero.
«Y todos cuando le ven pasar, ¿chico, dónde vas?»
Rajoy realizó una propuesta moderna y realista en cuanto a la tributación: recaudación a través de impuestos indirectos que gravan el gasto demostrado y no la renta ganada. Los socialistas, por el contrario, prefieren lo de siempre: mayor presión fiscal y malgastar lo recaudado; son como chiquillos tardos. Un político resulta inútil si no habla de la realidad, pero el Puma, ante las nóminas escasas, el ahorro menguante y la cesta de la compra creciente, se limita a exhalar el aire divino que les ayudará a vivir mejor. Con todo y con eso, meine Damen und Herren, que el Puma diga tonterías no tiene más importancia, el problema es que lo hace en lugares donde asiste público. Pero a él no le importa, ya saben lo que diría: «Me voy a bailar el bayón».
Sin poderlo constatar, creo que el Puma baila con la misma habilidad que emplea para gobernar: ¿tendrá los pies planos?

Foto: Silvana Mangano durante los ensayos de Anna.

Freitag, November 23, 2007

LA DUDA DE XIHUATETEO


En mi escrito anterior, titulado Imbecilidades, Xihuateteo ha publicado un comentario en el que pide una aclaración. Al solicitar que algún español le responda, yo debo excluirme ya que mi patria y nacionalidad son otras. De todas formas, he creído pertinente trasladar la duda para que ustedes, si lo consideran oportuno, respondan. Les dejo el campo libre y me dedico a observar desde la barrera. Antes, por eso, agradezco a Xihuateteo su comentario y a ustedes la generosidad que demostrarán.


«Yo soy sólo un indígena chalpatlahua con estudios logrados a base de ser autodidacta y persistente. Las oportunidades en mi país para nosotros son casi inexistentes, no digamos que para toda la población.
He leídos los suficientes libros para despuntar del grueso de mis compañeros agobiados por la guerrilla, el estado centralista y la pobreza extrema, para sobrevivir como un indígena en la suficiencia limitada.
Entenderan que en este contexto, mi siguiente pregunta lejos de ser malintencionada es mas bien inocente, pues siempre he querido preguntarle a un español: ¿Cuál es la función del rey, qué tiene a su poder y quien lo mantiene allí?
Si alguien toma abien mi pregunta y es lo suficientemente humilde para contestarme les agradeceré.
He publicado algunos comentarios en este blog y me interesaron algunos temas, y dado que por lo que se ve en mi futuro jamás podré ir a Europa a preguntarle a alguien mis dudas, lo hago por este medio. Gracias».
Foto: Evelyn Waugh.

Samstag, November 17, 2007

IMBECILIDADES


IMBÉCIL: (Del lat. imbecillis). 1. adj. Alelado, escaso de razón. U. t. c. s.

Ayer me sentí como un imbécil, meine Damen und Herren; sin embargo no me preocupa: no fue la primera vez y tampoco será la última. La situación, chusca donde las haya, creo que guarda un cierto interés para ustedes. Una colega italiana, a la que llamaremos V. para que ustedes no sepan que se llama Valentina, llegó a Berlín para observar la huelga de los ferrocarriles alemanes (Deutsche Bahn). Por una apuesta cuyo motivo he olvidado, le debía una cena; así que decidí saldar la deuda mediante una invitación a mi casa. Me esmeré en los fogones, por lo que ella quedó satisfecha; y el debe, a cero. Con el fin de alargar el grato encuentro, le propuse que viéramos una de mis películas favoritas: Doctor Zhivago. Transcurridos diez minutos de película, la milanesa tuvo una idea «genial»: abrir todas las ventanas del piso y las puertas de la terraza para sentir el frío; es decir, quería crear un ambiente ficticio pero acorde al contexto de la película; en definitiva: una pamema.
José Luis Rodríguez, el Puma de la Moncloa, pretende algo parecido. Y para ello nada mejor que rodearse de intelectuales, fauna variopinta y ganadores del Premio Nobel. No obstante es lógico, meine Damen und Herren, ya que si Jesucristo tuvo doce apóstoles, el nuevo mesías no podía ser menos y decidió aumentar la plantilla con dos misioneros más. Pero es que los tiempos cambian, y con ellos varían la necesidad de asesoramiento, la imbecilidad de los políticos y la magra capacidad de reflexión de los electores. No debemos olvidar, por eso, que el Puma necesita que alguien le ayude a soportar el peso brutal de la verdad, a arrastrar el carromato de la decencia de un país y a ejercer de garante de la paz mundial, la convivencia entre los pueblos y la unión interestelar de los mundos que coexisten en el cosmos. Con todo y con eso, sospecho que resulta inútil, ya que el Puma causa la impresión de ser un turista de su propia vida. Su sagacidad me recuerda esa agua que fluye lenta y silenciosa por las llanuras, que nada deja y nunca regresa. Rodearse de los que se arrastran por la cloaca de la cultura mercenaria no le servirá de nada, porque la presunta lucidez del Puma resulta extraña, líquida e insonora. Muchos juran que la percibieron, pero me temo que esa percepción depende más de la visión del observador que de la realidad. Las actuaciones del Puma pueden indicarnos que nos encontramos ante un ser pervertido, subnormalizado, y que provoca el miedo cerval de los que creen ser la verdad.
Al igual que en el periodismo, en la política no existen los géneros menores, pero el Puma se empeña en representar óperas bufas y ridículas. Además, él es el primero que ríe sus propias gracias, y lo justifica con una frase de postal navideña: «Todo se puede decir con una sonrisa». Es cierto, queridos parroquianos, aunque uno de los nuevos asesores debería explicar al Puma que alguien que nunca sonríe posiblemente sea un estúpido; por el contrario, alguien que siempre ríe seguramente es un bobo; y más cuando tan edulcorada frase, que mataría a un diabético, la pronuncia enfundado en el traje del hombre de Saimaza; ya saben: «mi café». Qué envidia sentiremos cuando veamos al Puma rodeado de la flor y nata de la intelectualidad; y no será una envidia sana, sino una de ésas que te hacen mover los ojos. Asimismo, debo decirles que una duda me atormenta: ¿de qué hablarán? Es difícil saberlo ya que el Puma es un gestor de silencios que en realidad no esconden sabiduría o reflexión, sino insolvencia intelectual e incapacidad de entendimiento. Aun rodeado de intelectuales, un tonto siempre será un tonto, porque la inteligencia no se contagia, ni siquiera se heredera: se desarrolla como un talento, y éste tampoco se transmite ni forma parte del legado del abuelo o de los designios de la madre moribunda. El Puma desconoce que el olor de la mentira es inconfundible y que nuestro olfato mejora al de un sabueso.
Cuando terminó Doctor Zhivago, V. estaba exultante: «ha sido como viajar por Rusia», me dijo. La pobre no sabe que los Urales que aparecen en el film corresponden a la meseta castellana; la estación de tren de Moscú es la de Delicias, en Madrid; que la nieve es sal y el hielo resina plástica; que el horizonte nevado se creó con lonas de plástico blanco; y que el Moscú de David Lean se encontraba a 20 Km. de Madrid. En resumen, ella vivió una ficción; al igual que el Puma, que se cree que por rodearse de intelectuales él también lo es. Yo, por el contrario, al verme en el sofá de mi casa con el abrigo puesto, tuve la constancia de que soy un imbécil.
Foto: ¿Quién se la pone?

Mittwoch, November 14, 2007

COTILLEOS / 3


LEÑO: 5. m. coloq. Persona de poco talento y habilidad. 6. m. coloq. Persona pesada e insufrible.

Creo que en la vida es conveniente fijar límites a todo, hasta a la solidaridad y el amor. España todavía no quiere aceptar que el matrimonio con Hispanoamérica sólo se sustenta sobre los lazos fríos de la historia, un idioma más o menos deformado, y un pasado común que ha engendrado un sentimiento de desafecto y crítica indiferencia. En ése matrimonio no existe el deseo, ni la ternura ni el aprecio; ningún placer por la compañía mutua, ningún interés en resultar atractivo, ninguna curiosidad por lo que pueda hacer, decir o pensar el otro. Sin embargo, es lógico que el abismo se amplíe, meine Damen und Herren, ya que los europeos estamos convencidos de que la democratización necesita maduración social, involucrar a la sociedad civil y prosperidad económica para que se cree una clase media que es la base de la democracia. Por el contrario, los sudamericanos aceptan vivir en un estado de democracia secuestrada, en el que el poder se consigue por aquellos que no dudan en utilizar la violencia o pervierten la democracia para alcanzar sus fines políticos. Con ello logran que los ciudadanos se conviertan en entes pasivos a merced del profeta de turno. Si los electores no tienen un mínimo nivel de conocimientos, serán manipulados por los cuatro demagogos de rigor. Por lo tanto, no existirá la democracia sino una élite de manipuladores que consigue con unas pocas frases demagógicas el voto de la plebe idiotizada.
ZP, el Leño, basa su diplomacia de leche merengada en el apaciguamiento y en una política ambigua hacía regímenes dictatoriales; algo, por otro lado, a lo que el Rey se ha prestado en muchas ocasiones. Sin embargo, entendemos que ZP, el Leño, busque relaciones preferentes con Chávez para conseguir petróleo; pero ése tipo de actuación siempre pasa factura, ya que Rodríguez considera que puede ganarse al enemigo dejando de ser uno mismo, aunque el resultado difiere: para el enemigo siempre lo será; para uno mismo no. Los países sudamericanos hace ya varias décadas que son independientes; es decir, son dueños de su destino. Si ellos prefieren disfrutar de Chávez, Ortega, Kirchner, Morales, etc. — que nunca se dedicarán a invertir en sanidad, educación o infraestructuras, y sí a esquilmar y amasar fortunas—, nosotros no tenemos nada que decir ni debemos ayudar con fondos de cohesión, llamativos proyectos humanitarios o malgastando el dinero de los contribuyentes europeos. Ellos se conforman con mucho menos: mensajes demagógicos. Las empresas españolas que operan en Sudamérica, cuyas inversiones superar los 90.000 millones /€, han impuesto políticas económicas para rentabilizar rápidamente las inversiones que consideraban de alto riesgo, siendo los ciudadanos los perjudicados. Con todo y con eso, la responsabilidad no es de las empresas sino de los políticos. Los históricos y graves problemas del continente no se acaban con ese ridículo «¿por qué no te callas?»; más bien al contrario, los acentúa. El porqué es sencillo: semejante actitud cohesionará a las sociedades a favor del gobernante, que utilizará esa bula efímera para silenciar a los disidentes. Y todo porque el Leño es un inepto y al otro la hija se le separa. Parche sobre parche y engaño sobre engaño. Aunque al final se consiga la victoria, toda lucha desgasta; y al introducir al soberano en la batalla electoral se propicia su desgaste, que cada vez es más evidente. Pero así es el Leño, meine Damen und Herren, un maestro en crear problemas, traspasar la solución a otros y provocar siempre peligrosos efectos secundarios. Alguien debería explicarle que en ocasiones es mejor perder a ganar sin ética. Con todo y con eso, intuyo que sería un esfuerzo baldío, ya que el Leño pretende ser algo tan arraigado en España como lo son el gremio de notarios y la tuna. No quisiera terminar con el regusto agrio del reproche y reconoceré que ZP, el Leño, está capacitado para gobernar; el problema es que debería hacerlo en otro país; en Venezuela o Bolivia, por ejemplo: allí estaría en su ambiente. Este ha sido el último escrito del trío que he titulado Cotilleos. No olviden, por eso, que los chismorreos y ZP guardan una similitud: son inútiles pero nos hacen reír.
Foto: ZP y su facilidad para entablar amistades.

Dienstag, November 13, 2007

COTILLEOS / 2

ESTRÁBICO: 2. adj. Med. Dicho de una persona: Que padece estrabismo. U. t. c. s.

Llegado ese punto, intuí que obtendría el mismo provecho de «curiosear» en la delegación argentina que arar en el desierto del Sahara. Por ello, quise comprobar qué ambiente reinaba entre el sequito del presidente de Méjico, Vicente Fox. No sirvió de nada, pasé del Sahara al Gobi: el presidente había decido visitar Bratislava. Ya es sorprendente que alguien desee visitar la capital de Eslovaquia, pero todavía lo fue más que lo hiciera en su Boeing 747. Para aquellos de ustedes que lo desconozcan, les diré que Bratislava dista de Viena 60 Km.; es un trayecto que en automóvil puede recorrerse en tres cuartos de hora. Sin embargo, Herr Fox decidió hacerlo en su flamante Jumbo. Según me informaron, el avión presidencial tuvo que volar por encima de toda Hungría para realizar las maniobras de despegue y descenso; además por partida doble. ¿Pecaría de imprudente si dijera que algo así es un derroche? ¡Ándale!
Era evidente, meine Damen und Herren, que yo no estaba de suerte; pero intuí que podía llegar a tiempo de observar la llegada de Evo Morales al encuentro con el presidente Fischer. ¡Impagable, queridos parroquianos! El pobre hombre llegó con ese prêt-à-porter andino que tan bien le sienta. Yo no estuve presente en la batalla de Little Big Horn, pero sospecho que semejante vestimenta guardaba muchas semejanzas con la de los sioux de Tasunka Witko, alias Caballo Loco. Debo reconocerles, estimados lectores, que al observar a ese extraño espécimen hollar los suelos de madera que pisaron el káiser Francisco José y la Kaiserin Sissi dudé de mis sentimientos republicanos; o quizá es que mi sentido de la estética se impuso a ellos. Con todo y con eso, hubo alguien que se ganó el sueldo: la intérprete. Nunca he visto un trabajo tan primoroso, ya que debió lijar, pulir, dar forma y barnizar, a lo que era una sarta de palabras…«impenetrables». Por fortuna, Herr Fischer es un ejemplar axiomático del charme vienés, y supo demostrarlo. En un acto de sentido común, Herr Morales declinó la invitación al banquete de gala que debía celebrarse en el palacio de Schönbrunn: supongo que enfrentarse a tantos cubiertos alineados, y además sin intérprete, hubiera sido algo insalvable; el pobre decidió compartir velada «alternativa» con su querido Chávez. Sin saber el porqué, creo que cuando terminó la cena de gala alguien se dedicó a contar la cubertería. Es lógico, meine Damen und Herren, la categoría de los invitados así lo aconsejaba.
El último día, Frau Kirchner logró levantarse a una hora… ¿adecuada? ¡Qué emoción, estimados parroquianos!, todo el séquito se movía como un enjambre enfrentado al humo del apicultor: la rioplatense había decidido visitar la ópera. Yo estaba exultante de gozo, ansioso por contemplar la veneración de semejante portento intelectual al templo de la música. Además, para engrandecer todavía más el sitio, Herr Kirchner alumbraría el lugar con su augusta presencia: ¡dos por el precio de uno, meine Damen und Herren! Entendí que me enfrentaba a uno de esos momentos que por su sola existencia justifican una vida. ¡Alabado sea Dios, gracias Señor!
Si alguno de ustedes no conoce la ópera de Viena, debo explicarles que su estilo es inconfundible: neorrenacimiento francés; su construcción data de 1867. Destruida por uno de los últimos bombardeos que sufrió la ciudad durante la II Guerra Mundial, se completó su restauración en 1955. Sin embargo, Frau Kirchner percibió otra cosa. Su marido, que para algo es estrábico, goza de un campo de visión más amplio. Ella, por el contrario, es ciega. Y lo demostró con la rotundidad del inculto: «Kirchner, viste, es Art Decó».
¡Más cerca de ti, Señor, más cerca de ti!
Foto: Cartel de la próxima cumbre Iberoamericana.

COTILLEOS / 1

CUMBRE: 3. f. Reunión de máximos dignatarios nacionales o internacionales para tratar asuntos de especial importancia.
Algunos de sus comentarios me han retrotraído en el tiempo, meine Damen und Herren. Yo no soy alpinista, prefiero recorrer metros en horizontal en lugar de hacerlo en vertical. Con todo y con eso, he pisado alguna «cima». En mayo de 2006, fui a observar la cumbre que se celebró en Viena, y que tenía por objeto reunir a los representantes de la U.E. y América Latina-Caribe. La finalidad de dicho encuentro me resultaba ignoto— todavía perdura el desconocimiento—, por lo que me dediqué a observar lo que ocurría entre las bambalinas; es decir: a cotillear. Ya que este espacio tiene vocación de feuilleton, creo que puedo explicarles algunas de las curiosidades que nunca nadie suele comentar. Antes, por eso, creo conveniente señalar que muchos de los países que asistían gozan de una pobreza endémica, que redunda en el «elevado nivel de vida» de sus habitantes. Todos los mandatarios escogieron para su alojamiento los mejores hoteles vieneses: Imperial, Sacher, Grand Hotel, Bristol, etc. Lo cierto es que no me sorprendí, meine Damen und Herren, ya que el nivel de sibaritismo de un presidente sudamericano es directamente proporcional al nivel de miseria del país al que representa.
Por uno de esos extraños caprichos que la fortuna me depara, pude observar de cerca al matrimonio Kirchner; ya saben: los próximos candidatos para ampliar el círculo de amistades de ZP, el Sobrio. Herr und Frau Kirchner se alojaban en el Hotel Sacher— comme il faut— , y lo primero que me llamó la atención es que su esposa Cristina— la próxima presidenta de Argentina— le llamaba por el apellido: Kirchner. Mi fantasía, ya de por si disparatada, no me privó de imaginármelos en plena coyunda: «así, Kirchner, así»; «fóllame, Kirchner, fóllame»; «méteme de todo menos miedo, Kirchner»; «tiras como un tractor, Kirchner»; «hasta las bolas, Kirchner». Reconozco, meine Damen und Herren, que nunca seré un romántico; pero es que llamar a tu marido por el apellido…no sé…¡se me antoja algo mercantil!; o quizá, como diría ella, es que soy un boludo.
Unos extraños hombrecillos de pegajoso acento nos informaron de que Frau Kirchner era una persona culta y amante del arte; y lo que es mejor: sabe apreciarlo. Por ése motivo, se preparó un programa digno de tan erudita visita: Kunsthistorisches Museum, Belvedere, Leopold Museum, Albertina, etc. Yo, que sé que los argentinos sólo vibran con cuatro cosas (hablar, hablar, hablar y hablar), quedé algo sorprendido. Además, el programa de Frau Kirchner comenzaba temprano: 09:00 horas. Una legión de personas, tanto del séquito como contratadas al efecto, es decir, cobraban por horas, esperaba todas las mañanas en vano: nunca se levantó antes del mediodía; llegando, incluso, a desfilar por el reformado vestíbulo del Sacher a las 17:00 horas. ¡Qué bueno que viniste! Llegado ese punto, intuí que el amor al arte y a la cultura de Frau Kirchner tenía la misma fortaleza que una cerilla frente a una ventana abierta en una tarde de tempestad. Ni pintura, ni escultura, ni música ni nada que merezca el nombre de arte; a no ser, claro está, que dedicarse a las compras en las mejores tiendas del Graben y el Kohlmarkt sea una nueva versión de arte; abstracto, lógicamente. La rioplatense, sin embargo, demostró una gran preocupación: encontrar una peluquera que pudiera arreglar las extensiones de su cabello. ¡Qué espectáculo, queridos parroquianos!, la guardia pretoriana movilizada para encontrar…¡una peluquera! Mejor que un tango, meine Damen und Herren. No obstante, lo más sabroso, al menos para ustedes, estaba por llegar. El presidente de la república austriaca— Heinz Fischer— ofrecía una recepción a los dignatarios bananeros. ¿Se imaginan quién llegaba tarde? Si para un alemán la puntualidad es obligada, para un austriaco es señal de educación. Así se lo comenté al tipo que dirigía el rebaño, el cual me replicó, con un acento que me recordó al de Maradona (atiborrado de cocaína), lo siguiente: «no pasa nada, al Rey de España le hicimos esperar más de una hora».
¡Qué bueno que viniste!
Foto: Es motivo de orgullo y honda satisfacción...

Sonntag, November 11, 2007

LA COMEDIA

COMEDIA: 6. f. Farsa o fingimiento.

La representación ha sido buena, meine Damen und Herren, y los actores merecen nuestro aplauso entusiasta. Lo cierto es que hacía tiempo que no veía una obra cómica tan ingeniosa.
Aunque ustedes no lo crean, son las comedias, las buenas comedias, las que requieren mayor dosis de inteligencia en su elaboración, ya que de lo contrario lo agudo puede convertirse en zafio. Sé que ustedes son personas perspicaces, y por ése motivo adivinarán que me refiero a una obra que dejaría a los hermanos Álvarez Quintero y a Carlos Arniches como escritores de un auto sacramental: la función se titula ¿Por qué no te callas?
Nunca he comprendido qué utilidad tiene esa reunión que denominan Cumbre Iberoamericana; a no ser, claro está, que sea para recordar las glorias españolas del pasado y presenciar el triste presente de esos países que ahora son pasto de saqueadores, corruptos, iluminados y timadores. Un país serio, como creo que es España, nunca debería mezclarse con semejante caterva de bribones; y mucho menos involucrar al monarca y al Gobierno de una nación democrática en un pasteleo con dictadores, déspotas y carteristas. Todavía recuerdo el simpático y campechano gesto de Su Majestad al regalarle a Fidel Castro una corbata: ¡son tan sencillos!
En esta ocasión, sin embargo, el soberano ha sobrepasado la llaneza para alcanzar un grado superior: el de cantamañanas. No obstante, queridos parroquianos, es lo habitual cuando se confía en un piernas como ZP. De todas formas, no creo que sea una cuestión de confianza aunque sí de necesidad recíproca, sazonada con una pizca de tribulación molida. El libreto de la obra es astuto; observen, meine Damen und Herren: ZP necesita mostrarse como un líder mundial ante los españoles; el monarca…pues…no sé…que hace algo; y de retruque que alguien ponga a caer de un burro a José María Aznar, la bestia negra del PSOE. El truco es refinado, para qué negarlo; pero no olviden que un trilero siempre utiliza las mismas artimañas y acaba por ser descubierto, de ahí la importancia de los compinches. Muy mal debe estar «la cosa» — y no me refiero a Pepiño Blanco— en el PSOE para que hasta el soberano entre en la precampaña electoral y se preste a engañifas de tres al cuarto. Hasta el próximo mes de marzo, ZP necesita desmontar uno por uno todos los errores cometidos. Sabe que muchos españoles no consideran responsable al PP del clima crispado de la política española y que la pamema del cinturón sanitario sólo es compartida por los feladores de rigor. Por lo tanto, debe mostrarse conciliador, elegante y enérgico en la defensa del orgullo español. ZP, el Siete Machos, ha representado, una vez más, una majadería para consumo interno, ya que sabía que el gesto del Borbón sería el amplificador para que sus palabras fueran repetidas hasta la saciedad en los medios españoles y abrieran, a su vez, un debate sobre el anterior presidente del Gobierno. Me resulta llamativo, sin embargo, que alguien que aspira a mostrarse ante su pueblo como un gran estadista, no tenga el mismo pulso cuando se encuentra ante Sarkozy, Blair, Merkel o Bush. Con el francés hace el Tancredo a pie de escalinata; con el inglés responde a todo con un «yesverygood»; con la canciller sonríe siempre sin comprender nunca; y con el americano departe en cuatro segundos. De todos ellos, no obstante, se despide de la misma manera: «Adiós, amigo; goodbye my friend; ciao, ciao, bambino; arrivederci; Auf Wiedersehen».
Y el otro…pues…ya saben: ¿Por qué no te callas?
Elogiemos el regio esfuerzo, meine Damen und Herren: memorizar un texto tan complicado y decirlo a tiempo no es nada fácil. ¿Será cierto que Dios los junta?

Foto: Público entusiasmado; y con razón.

Donnerstag, November 08, 2007

LA EPIDEMIA

EPIDEMIA: 1. f. Enfermedad que se propaga durante algún tiempo por un país, acometiendo simultáneamente a gran número de personas.

Estoy preocupado, meine Damen und Herren, muy preocupado, y el motivo es sencillo: una epidemia de Alzheimer se expande entre los políticos catalanes. Sólo así podemos entender que Jordi Pujol explique a través de una página web que los taxistas madrileños expulsan del coche a los pasajeros que hablan en catalán. A pesar de que el vehículo de contagio nos resulta ignoto, podemos suponer que se trata de un síndrome previo que contempla varias condiciones: mediocridad de los políticos nacionalistas, orfandad de ideas, avaricia desmedida, ausencia de escrúpulos y una robusta afición a no abandonar la poltrona.
Todos los regímenes dictatoriales necesitan un enemigo — externo o interno— que les permita cohesionar los segmentos de la población: adictos, críticos, indiferentes, dubitativos, etc. Los políticos catalanes han descubierto que sus vasallos cuestionan las muchas excusas que siempre han utilizado para justificar su mala gestión al frente de Cataluña. Por ése motivo, deben redundar los esfuerzos, tocar a rebato y envolverse con la bandera para crear más enfrentamiento con el eterno enemigo: Madrid, y por derivación, España. Esos fascistas de boina y tribu continúan con el mismo galimatías y confunden «servir a un pueblo» con «servirse de un pueblo». La plebe, sin embargo, entra al trapo y demuestra que la idiotez colectiva tiene voz de trueno. Jordi Pujol, con sus palabras, ha ampliado los límites de la expresividad; pero lo ha hecho con la apertura de un abismo que nos fascina. Un enorme despeñadero que se abre ante nosotros y al que no podemos resistir la tentación de mirar hacia un fondo nunca diáfano. Herr Pujol, el mesías catalán que no dudó en pactar con el PP, el PSOE o cualquiera que estuviera dispuesto a pagar las libras de carne. Un personaje tan enredado como primario en sus pulsiones y que nunca mostró las cartas de su juego. Quizá sea él quien conoce mejor las profundidades insondables del alma. Resulta curioso que alguien que ejerció como reyezuelo en su reino y que sembró en una sociedad el nepotismo, la corrupción, el favoritismo, la dádiva, el control y diferentes formas de represión y censura, hable ahora de taxis; de unos taxis que nunca utilizó. Lejos quedan ya los tiempos de Banca Catalana, los suculentos contratos para las empresas de la familia, los silencios pusilánimes y el mirar hacia otro lado con la nariz tapada mientras se esquilmaba el dinero de los contribuyentes mediante una hábil y artera red de corrupción: ¡todo era por Catalunya!
Las ideas se adquieren por biografía y capacidad cognitiva, por eso nos ha sorprendido la elucubración de barra de tasca de Herr Pujol. Sé que hasta lo injusto puede resultar lógico, pero mezclar taxistas con nació e intentar alimentar el fuego del enfrentamiento con semejante majadería, se nos antoja algo cuya lógica descansa en el fondo del abismo antes mencionado. Esos paletos nacionalistas — disculpen el pleonasmo— pretenden sintetizar y forjar el patriotismo de la plebe a golpe de anécdota, chascarrillo o embuste. ¿Qué será lo próximo para ocultar la ineficacia, ineptitud y desidia de los gobernantes catalanes? Nos lo podemos imaginar: ¡en Madrid se comen crudos a los niños catalanes!
Con todo y con eso, no les acusemos de nada, todo obedece a una razón epitelial y a otra más prosaica: entretener a los gañanes.
No seré mal pensado, meine Damen und Herren, y achacaré ese fraccionamiento de la realidad a la epidemia de Alzheimer, que le provocará a Pasqual Maragall que los recuerdos se conviertan en gelatina y el raciocinio en un espejo convexo o cóncavo: lo sentimos. Posiblemente le esté ocurriendo lo mismo a Jordi Pujol, el primer síntoma ya se ha manifestado en forma de tierno chochear; pero así es la decrepitud del ser humano. Hay quien considera que el hombre que no tiene precio no vale nada, pero yo nunca pensaré algo así de Herr Pujol, ya que él siempre dejó claro su precio, aunque nunca mencionó su valor.
Cuídense, estimados parroquianos, la epidemia está al acecho.
Foto: Vestuario médico para prevenir el contagio de la peste (1656).

Dienstag, November 06, 2007

CARAJILLOS / 5

Siempre me ha gustado el color de los taxis de Barcelona: negro y amarillo; en Boston y en Buenos Aires también encontré la misma combinación cromática para los vehículos de servicio público. Debido al colapso en los trenes de cercanías barceloneses, el trayecto al aeropuerto resultó interminable: 65 minutos. La radio del coche emitía un noticiario que explicaba las nuevas amenazas que Al-Qaeda ha vertido contra España. Yo partía hacia Madrid para observar la lectura de «la sentencia de todas las sentencias», y no pude dejar de sorprenderme al pensar que si el atentado del 11-M se debió a la guerra de Irak…¿por qué Al-Qaeda amenazaba de nuevo? De todas formas, un jirón de tranquilidad se abrió en mis reflexiones: gracias a la buena gestión de Montilla, ZP y Álvarez, los catalanes no deben temer un atentado en sus trenes de cercanías. A lo mejor ése es el motivo de que no funcionen: ¡Gracias, ZP!
Ya en el aeropuerto, decidí tomar un carajillo en un establecimiento llamado Pausa. Cometí un error, ya que en un aeropuerto todo es diferente: el ritmo, la vida, la forma de entablar relaciones, la comida y hasta un carajillo; ¡es todo tan aséptico!
Al llegar a Madrid, pude percibir ese nervio castizo del que la ciudad jamás se desprenderá. Creo, incluso, que flotaba sobre ella un punto de mal augurio. Al llegar al lugar donde se leería «la sentencia de todas las sentencias» y observar a los allí expectantes y escuchar sus comentarios, comprendí que en Madrid nunca el embelesamiento derrotaría al realismo. El lugar parecía un hormiguero cuyos habitantes se movían nerviosos; inquietos; a la búsqueda de una salida, un nuevo camino o algo peor: una respuesta. En las caras de algunos la tristeza se había engarzado al alivio y la inquietud traslapaba al sufrimiento. Se acercaron al desamparado lugar como un grupo de enfermos que busca sanarse y peregrina hasta la ermita milagrosa. Sin embargo, algunas conversaciones con varios letrados me indujeron a pensar que, si la vida es teatro, allí estaba el mejor escenario con un magnífico plantel de actores. Tan era así, que la llegada de Frau Manjón me lo confirmó: teatro, puro teatro; luto riguroso, el paso enérgico del que considera al sufrimiento un patrimonio, un ejemplar visible del diario Público, como si fuera el estandarte de batalla, y el obsceno exhibicionismo del dolor por método. Estaba nerviosa, sospecha que las luces del escenario se apagarán, el público abandonará la platea y que después, excepto si media la canonjía o mamandurria de rigor, deberá vivir del viejo recuerdo de una única actuación magistral en el templo de la interpretación: será como el que se denomina escritor habiendo escrito una sola novela. Algunos comentarios salpicaban el lugar con la maledicencia española: «la segunda esposa del juez Bermúdez ha escrito un libro sobre el proceso y su marido»; «hoy nace el verdugo de Garzón»; «otro que nos utilizará [a los periodistas] para encumbrarse»; «esto es un enjuague y todo está pactado»; «como siempre en España, intentará contentar a todos»; «al Gobierno la sentencia no le ha parecido mal». Curioso comentario porque se hizo cuarenta minutos antes de proceder a la lectura; pero es evidente que el juez Bermúdez ha tejido una polivante red de...relaciones públicas.
Sobre la sentencia no voy a escribir nada; además soy lego: obtengan ustedes sus propias conclusiones. Por el contrario me gustaría comentar algunos aspectos de sus consecuencias. Todo sigue donde estaba y nada ha cambiado, pero es al PSOE al que le interesa que el tema del 11-M se mantenga vivo hasta la elecciones. No se encargará ZP de ello, es muy exquisito, pero trasladará el encargo a sus secuaces. No deben ofenderse por ello, meine Damen und Herren, ya que esos 192 asesinados fueron muertos politizados desde que la primera mortaja de plástico les acogió: el PSOE sacó provecho de ellos para alcanzar el poder. Por lo tanto,¿por qué iban a perder la condición de politizados una vez enterrados? Debemos reconocer, por eso, que es una manera nada milagrosa de resucitar a los muertos. Pero ZP les necesita, no tiene nada más que ofrecer y debe sacar partido de las…viejas glorias. Lo único que puede cerrar la herida del 11-M son las próximas elecciones: ése será el dedo ensalivado que pasará la página.
El PP ya pagó con la derrota su exceso de confianza — quizá el más peligroso de los errores—, pero ahora será el PSOE el que recibirá la factura. A los socialistas el soufflé se les ha deshinchado porque lo sacaron del horno antes de tiempo. La sombra de la duda beneficiaba a ZP, que podía moldear, mediante sus medios afines, cualquier información. Ahora, sin embargo, no puede utilizarse Irak, Al-Qaeda, las mentiras del PP ni nada que se le parezca. Debemos confiar, estimados parroquianos, en que la refulgente inteligencia de Pepiño Blanco nos ofrezca una nueva versión. El espectáculo que presencié me recordó al sorteo de Navidad: todos contentos, porque el que no ha sido agraciado tiene salud. Abandoné el tabernáculo de la componenda con premura, pero en el exterior me crucé con dos personas que hablaban con uno de los abogados y emitían su opinión entre sollozos: «¡Qué bajo hemos caído!»
Mientras esperaba en Barajas la salida de mi vuelo, decidí tomar un carajillo. El sabor me resultó amargo, aunque yo sospechaba que la diferente percepción no se debía al café. Le pregunté al camarero, que me sacó de dudas: «Se ha terminado el Anís del Mono y le he puesto Machaquito; dicen que es el mejor». Yo le quise hablar de la ciencia y el simio, pero me contuve: ¿por qué un mono no puede equivocarse si hasta los humanos lo hacemos?
Cuando el avión aterrizaba en el aeropuerto de Berlín-Tegel, un poco después de las 22:30, todavía conservaba el sabor del carajillo. Para entonces mis convicciones se habían rehecho y mantuve el mismo pensamiento: «es el mejor, la ciencia lo dijo y yo no miento».


Foto: Detalle cartel de Anís del Mono. Ramón Casas (1898)

Samstag, November 03, 2007

CARAJILLOS / 4


Y el redentor llegó. El fenómeno se hizo carne; fofa, pero carne al fin y al cabo. ZP eligió para la ocasión un terno oscuro y camisa blanca; pero la impresión que causaba era otra: parecía un camarero que ha terminado su jornada después de un banquete de boda y duerme vestido. Sus andares me inquietaron al tiempo que me sugerían varias posibilidades: temía que un nuevo socavón se abriera bajo sus pies y la tierra lo tragara, había pisado mierda y quería limpiar la suela disimuladamente o quería emular a los pingüinos durante sus ociosos paseos sobre el hielo. Sin embargo, meine Damen und Herren, en todas las ocasiones en las que he visto a ZP de cerca, no he podido ignorar una intuición olfativa: los pies le huelen. El Molt Honorable Montilla, fiel a su costumbre, se vistió como un dependiente de El Corte Inglés. Tan era así, que cuando pasó por mi lado temí que me dirigiera la consabida fórmula: «ya le atienden». Algunos obreros, que en ese momento ejercían de extras cinematográficos, lucían monos nuevos y limpios, cascos de seguridad y unos llamativos chalecos amarillos. Yo sabía que eran ellos los que podrían indicarme dónde tomar un carajillo. De todas formas, mi intención era otra: conocer la opinión de los que no pisan moquetas y trabajan con el barro hasta las rodillas. Un locuaz individuo, que me confesó que era de Cuenca — como ustedes saben es la patria del crimen—, fue sincero: «No sé por qué se alborotan tanto: llevamos una media de 14 socavones por mes desde que entramos en estos terrenos. Son arcillas expansivas, y con ésas todo es muy jodido». Después de emitir el dictamen se giró, lanzó un gargajo y aspiró a la búsqueda de otro. Mientras la flema ascendía, redondeó la opinión: «el nivel freático es muy alto, ya veremos qué pasa».
Un sordo murmullo distrajo mi inquietud y me volví para observar cuál era la causa del sonido: ZP, en medio de un corrillo, había dicho algo gracioso. No pude evitar pensar que la tríada mágica (Rodríguez, Montilla y Corbacho) era un ramillete de flores en el fango. De nuevo, ZP mostró su querencia a rodearse de gente en lugar de hacerlo con personas. No se lo tengan en cuenta, queridos parroquianos, ya que un político acostumbrado a mentir, fingir, despistar y hablar mucho para no decir nada, necesita de la lejanía que proporciona el anonimato y un decorado para creerse sus propias patrañas. Para Rodríguez, el objetivo estaba cumplido: que otros apaguen el fuego que él encendió; como siempre. Él ha convertido un problema de infraestructuras y dejadez en un problema político, y ése tipo de cuestiones, cuando ZP esta por medio, ya sabemos qué final tendrá. La principal preocupación del gran estadista leonés es que éste quiere inaugurar algo, lo que sea, pero todo se derrumba antes de colocar la cinta y entregarle la tijera. Tuve una idea, aunque no sé si es acertada: que inaugure el Valle de los Caídos. Sí, meine Damen und Herren, soy consciente de que puede resultar algo descabellado, pero al paso que va el Demoliciones, es todo lo que podrá inaugurar; no descarto, por eso, algún pantano. Cuando el obrero iba a decir algo más, mi móvil sonó: una malvada mujer me indicó que debía partir hacia Madrid; llegaba el momento de la sentencia, y ya que yo estaba en España…
Yo había olvidado el carajillo, pero el operario se dirigió a mí para recordármelo: «Jefe, su carajillo». Tras unos segundos de deliberación entre ellos, me sugirió que me dirigiera a Cal Pep, donde según él, se hacen los mejores carajillos y almuerzos (de cuchillo y tenedor) de toda la zona. Además, me advirtió de que el anís es casero. Yo, que soy hijo del siglo XX, tengo una tendencia exacerbada a desconfiar de lo casero en favor de lo industrial, y así se lo dije. Cuando le hablé de mi predilección por el Anís del Mono, cuchicheó algo con su compañero y me miraron a la búsqueda de una aclaración: «es el mejor, la ciencia lo dijo y yo no miento», pretexté. El hombre chasqueó sus labios y torció su gesto antes de emitir su opinión: «¿la ciencia?, también dijo la ciencia que éste era el mejor lugar para abrir túneles, y ya ve usted. A mí me la suda, cobro horas extras. Olvídese de monos, ahí tiene tres y no tienen ni puta idea».
Mi fidelidad se tambaleó, estimados lectores.
Foto: Cartel de Anís del Mono. Ramón Casas (1898)

CARAJILLOS / 3


Mientras tomaba un carajillo en el bar Marcel, sonó mi teléfono móvil: era M. Nuestro último encuentro no fue bien: ella sigue con sus dudas y a mí ya me han toreado en varias plazas, soy un resabiado; no obstante atendí la llamada, que no tenía nada que ver con nuestras cuitas amorosas y sí con el protagonista indiscutible de este feuilleton virtual: ZP, el Manco de León. M., anteponiendo su profesionalidad a su disgusto, me informó de que Rodríguez visitaría el potaje de la negligencia al día siguiente. Fiel a su exasperante retranca, me hizo una advertencia: «Ya sabes que todo es improvisado».
«Improvisado», el término perfecto para definir la historia de ZP. Los tontos siempre siguen una rutina, por lo que supuse que ZP no requería de grandes preparativos. La jornada que Barcelona me ofrecía era tentadora: cena en La Venta, copas en Merbeyé y madrugada en Otto Zutz. Para aquellos de ustedes que no conozcan Merbeyé, les diré que es un lugar desde cuya terraza se disfrutan las mejores vistas de la Ciudad Condal. Mientras observaba la cuadrícula de Barcelona y fingía escuchar las explicaciones de una colega francesa, no pude dejar de pensar lo mucho que ha cambiado la que considero mi segunda patria. La culpa, por eso, es de los catalanes. Todavía no han comprendido que tanta verborrea ociosa, tan calculada imprecisión con la simple finalidad de ganar elecciones y estar en el poder, a corto plazo se paga, y se paga muy caro. Los políticos, sin embargo, realizan una buena faena con el capote o la muleta: la nació, la llengua, Frankfurt, la senyerasom una nació; sin duda alguna: de borregos.
ZP, el Barrenero, sabe que su futuro se encuentra en Cataluña y quiere llegar a las elecciones con el panorama despejado y sin gabelas; pero su gestión no acompaña y su innato mal fario ejerce de embajador. Los ciudadanos observan con estupor y desconcierto cómo unos culpan a otros de los problemas en el aeropuerto, los apagones y el derribo en cómodos plazos de Barcelona. Los políticos aplican árnica con la siguiente fórmula: «primero las soluciones y después la autocrítica». Todos sabemos, meine Damen und Herren, que las soluciones no existen y la autocrítica viaja a lomos de un pollino: llegará tarde y mal, si es que llega. Aquí es conveniente que hagamos una reflexión: Andalucía, con un presupuesto inferior en 2.788 millones/ € al de Cataluña, dedica 1.566 millones/ € más a inversión; por lo tanto…¿dónde va ese gasto corriente tan enorme? Es fácil de imaginar: 3% ó 20%, administración llena de corruptelas y amigos, sueldos disparatados, protección de la lengua catalana, etc.
Al día siguiente, después de la juerga, llegó el trabajo: la «improvisada» visita de ZP. ¡Qué emoción, meine Damen und Herren! La claque ya estaba preparada, se encargó de ello la oficina del PSC del Baix Llobregat y del Barcelonés: «no nos falles, José Luis»; «aguanta, Zapatero, que eres fenomenal»; «mi hijo era ciego y ahora ve»; «mi suegra paralítica ahora camina»; «ere er ma grande»; «danos tu bendición, ZP». Desde el primer momento tuve la sensación de que asistir a semejante aquelarre era una pérdida de tiempo: aquello era una puesta en escena. Además, se avisó de que el presidente no atendería a preguntas de la prensa, aunque los allí presentes gozaríamos del privilegio de ser contemporáneos de tan egregio estadista. Montilla, no podía ser de otra manera, ejerció de portaestandarte. Tan era así, que le imaginé abriendo camino con el blasón de ZP: sobre campo de gules, un torero de abultada y ceñida taleguilla, bajo la cual luciría el moto: dejadme solo. ¡Impagable, queridos parroquianos! No fui testigo de la batalla de Culloden, pero semejante esperpento despertó las mismas pasiones. En ocasiones Montilla hablaba con ZP, pero lo hacía entre murmullos, alejados de la plebe, con temblores en los labios y palabras masculladas. Alguien anunció que no había tiempo y el cordón de seguridad nos privó de continuar con el culto divino. Sin embargo, Rodríguez hizo algo muy hábil: reconoció que los problemas de las obras del AVE son responsabilidad de España. Ladino, muy ladino. Dijo en la tierra de los que pueden hacer que gobierne o no lo que éstos querían escuchar. Es un buen truco ya que cuando el Gobierno catalán derrumbó un barrio culparon a Porcioles, un alcalde de la década de los 70; cuando los problemas con el AVE comenzaron a mostrarse, la responsabilidad la achacaron a la empresa constructora. A pesar de que las excusas son como el culo — todos tenemos uno— el Tripartit se quedó sin evasivas: necesitaba un redentor; y yo, un carajillo.
Foto: Etiqueta de Anís del Mono. 2002

Freitag, November 02, 2007

CARAJILLOS / 2

Nada existe tan deprimente como una cena de ex – alumnos. Es la ocasión propicia para comprender que los recuerdos y el paso del tiempo no forman un buen matrimonio; y que las experiencias, nacidas de un parto vergonzoso, cambian cada quinquenio en función del desgaste o el castigo de la vida. El que prometía se quedó en promesas; el que apuntaba maneras observa la vida a través del punto de mira; el que quería operar a corazón abierto es visitador médico y tiene el corazón cerrado; el que pensaba que el devenir es un camino recto ha descubierto lo serpenteante del destino y no tiene mapa ni brújula; el gracioso sigue con las mismas bromas; y el tonto, tan tonto como siempre. Anécdotas revenidas y rancias, recuerdos trucados y el paso grotesco y contradictorio de la vida. Lo cierto es que me aburrí, meine Damen und Herren, y decidí retomar los pensamientos que me asaltaron al mediodía mientras tomaba un carajillo en el Zanzi-bar. Para entonces ya había comprendido que Barcelona era un queso Emmental y que, gracias a la habilidad de Montilla y ese grupo de ineptos que se denomina Tripartit, apestará como un Cabrales.
Los trenes de cercanías de Barcelona, que siempre me han recordado la línea que cubría el trayecto entre Colombo y Candi, en la antigua Ceylán, no funcionaban. El colapso, por la tanto, era inevitable. Las alarmas sonaron en el Govern y también en la Moncloa. ZP, el Derrumbes, sabe que el cobre debe batirlo en Cataluña, y por los datos que el palanganero Montilla le proporciona, intuye que la abstención tiende a superar todas las expectativas. Pero es que el pobre ZP construye atajos, y lo que es peor: los recorre. Alguien debería explicarle que desde que nacemos todos somos enfermos terminales y que tardaremos más o menos, pero el día de la despedida llegará. Él, sin embargo, rezuma verdad, hace del humor una ideología y de la imbecilidad una patria; pero es ése humor el que nos sirve a los demás para comprender el dramatismo y la miseria que encierran los chascarrillos del gracioso. Los ciudadanos, mientras tanto, forman largas colas en improvisadas paradas de autobús. El Molt Honorable Montilla dudaba sobre cómo esconder la evidente ineptitud o erigirse un monumento al desaguisado. Ante la orfandad de soluciones, los próceres catalanes optaron por el peloteo: «alabamos el civismo de los ciudadanos». ¡Hombre, meine Damen und Herren, muchas alabanzas!, pero escondidos en las bocacalles cercanas a los puntos de reunión de los autobuses, las dotaciones antidisturbios de la policía autonómica esperaban la orden de propinar garrotazos y mandobles — en catalán, por supuesto— si alguien generaba una ola sobre las aguas plácidas del oasis. Yo, que soy un amante de la zoología, quise presenciar cómo se pastorea un rebaño en una ciudad y me desplacé a varios lugares. Bucólica y tierna escena, estimados lectores: ovinos que pastaban sobre el asfalto. Con un bamboleo cansino y dócil, los pasajeros subían a los autobuses; algunos, los más hartos, se atrevían a exorcizar su frustración mediante ignotas invocaciones: «les votará su puta madre». La mayoría, por el contrario, emitía imaginarios balidos y lucía la mirada mansa del que se sabe borrego. ¡Ah, queridos parroquianos, cuánta lana hay por el mundo!, y no es lana virgen, ya que el pensamiento de los catalanes ha sido procesado una y otra vez. Lástima que yo sea fiel a Burberry, de lo contrario podría haber tejido muchos jerséis y un par de bufandas. Decidí acercarme al bar Tahita para tomar otro carajillo. Mientras removía el café con la cucharilla, no pude dejar de pensar en la cadena de resignados; que al pie del autobús y con el desengaño por uniforme, semejaba un ejército derrotado camino del cautiverio. Para un observador ajeno como yo resulta curioso que los políticos catalanes se lamenten de que desde el aeropuerto del Prat no puede llegarse sin escalas a cualquier rincón del planeta, cuando no pueden garantizar ni que los barceloneses recorran en tren los escasos 20 kilómetros hasta el aeropuerto.Sé que los catalanes no lo entienden y siguen creyendo que Madrid y España tienen la culpa de todos sus males. Pero deberían saber que en los últimos ocho años Madrid ha construido 110 Km. de metro suburbano; en Barcelona, por el contrario, 10 Km. La financiación era la misma pero el objetivo era otro: Madrid construye un metro; Barcelona, una nació, una literatura universal en Frankfurt o en cualquier lugar de feriantes, y una selección de bolos. Si yo fuera catalán, estaría cansado de serlo. Decidí tomar otro carajillo para eliminar la inquietud; de Anís del Mono, como siempre.
Foto: Etiqueta de Anís del Mono. 1907.

Donnerstag, November 01, 2007

CARAJILLOS / 1


Una de las costumbres españolas que más me agrada es la del carajillo; el cual, lógicamente, ha de ser de Anís del Mono: «es el mejor, la ciencia lo dijo y yo no miento»; reza el pergamino que el simio sostiene en su mano. Además, el carajillo debe tomarse siempre en un bar ya que en casa no es lo mismo. Por ello, cuando me confirmaron mi viaje a España, me llevé una gran ilusión y un deleite prematuro ante los carajillos que bebería. Mi primer destino era mi querida Barcelona, a la que llegué expectante y con ganas del reencuentro con mis antiguos compañeros de colegio, debido a la tradición instaurada de celebrar una cena de ex – alumnos cada quinquenio. La oscuridad sólo me permitió apreciar desde el avión las luces titilantes de la ciudad que me vio crecer. Algo cansado por el viaje y el trabajo acumulado, me dirigí al hotel. Sin embargo, al día siguiente mi ánimo era otro. El cielo parecía engalanado para mí y el sol catalán de octubre se mostraba tan afable y servicial como en otras ocasiones. Al contrario que un turista, que se limita a mirar, el viajero observa a su alrededor: eso hice durante las tres horas de vagabundeo. Sin percatarme de ello, mis pasos me dirigieron hacia el bar Chipén. Sentado en la terraza y con ganas de despachar la prensa del día, me tomé el primer carajillo. ¡Qué placer!: el dulzor del anís que se impone al amargor del café, el crujir de las páginas de los periódicos, el sabor del Lucky Strike y mujeres hermosas que desfilaban con el coqueto acicalado que la española imprime a su vida cotidiana. Tantos estímulos me obligaron a mantener una distraída concentración que fijé en las conversaciones que se producían en las mesas colindantes. El anuncio de que Pascual Maragall padece Alzheimer marcaba la pauta, pero no creí percibir ninguna señal de pesar; más bien al contrario: los catalanes encontraban una explicación a tanta tontería maragallesca. De hecho, un hombre lo señaló con una simple frase: «Lo del Estatut fue el primer síntoma». ¡Qué despiadada es la política, meine Damen und Herren! En fin, estimados parroquianos, dejaremos que las neuronas de Herr Maragall se desconecten poco a poco hasta que camine por un sistema confuso de vías y sin ninguna señalización. De todas formas, creo que los mediocres políticos catalanes deberían entender que su importancia radica en el contexto y que la palabrería barata y huera es insignificante y secundaria en todo cuanto ellos hacen. Con todo y con eso, alguien repetía el mantra que culpabiliza de todos los males catalanes a España y a un ente abstracto, que se denomina Madrid. Yo llevaba gafas de sol, lo que me permitió mirar de soslayo sin que nadie pudiera adivinarlo. Mis pensamientos, que no necesitan escudarse detrás de un cristal oscuro, fluyeron a mi cabeza con una simple opinión: qué fácil es hundir un país — o nació, según se mire— de borregos. Llegado ese punto, intuí que el destino, de nuevo, me haría testigo de grandes momentos.
El Gobierno de la Generalitat está deshilachado, vestido con harapos, y sigue utilizando la mentira y la incapacidad como forma de gestión. Los catalanes, no obstante, creen en el oasis, en el edén de la eficacia frente a la desorganización mesetaria. Pero no lo hemos de tener en cuenta, queridos lectores, ya que llevan muchos años escuchando la cantinela de que son diferentes, el pueblo elegido y el centro del universo. A fuerza de atenderlo, lo han creído. Estoy convencido de que si ustedes explican a un catalán que las vacas vuelan, éste sólo les formularía dos preguntas: ¿Son vacas catalanas?; y después, si la respuesta fuera afirmativa, la siguiente: ¿A qué altitud? ¡Qué tiernos e ingenuos, meine Damen und Herren! Yo me sentía satisfecho con la vida y tan exultante como un escalador que ha llegado a la cima, aunque sólo hubiera recorrido una parte de la ciudad. Puede ser que los dos carajillos influyeran en mi estado anímico, pero lo cierto es que M. me había llamado — para mi sorpresa y preocupación— y la hora del encuentro se acercaba. No me lo tengan en cuenta, queridos parroquianos, ya saben que en la vida sólo existe una cosa que tire más que dos carretas: tres carretas.
Foto: Vidriera de la fábrica de Anís del Mono, Badalona.