CARAJILLOS / 4
Y el redentor llegó. El fenómeno se hizo carne; fofa, pero carne al fin y al cabo. ZP eligió para la ocasión un terno oscuro y camisa blanca; pero la impresión que causaba era otra: parecía un camarero que ha terminado su jornada después de un banquete de boda y duerme vestido. Sus andares me inquietaron al tiempo que me sugerían varias posibilidades: temía que un nuevo socavón se abriera bajo sus pies y la tierra lo tragara, había pisado mierda y quería limpiar la suela disimuladamente o quería emular a los pingüinos durante sus ociosos paseos sobre el hielo. Sin embargo, meine Damen und Herren, en todas las ocasiones en las que he visto a ZP de cerca, no he podido ignorar una intuición olfativa: los pies le huelen. El Molt Honorable Montilla, fiel a su costumbre, se vistió como un dependiente de El Corte Inglés. Tan era así, que cuando pasó por mi lado temí que me dirigiera la consabida fórmula: «ya le atienden». Algunos obreros, que en ese momento ejercían de extras cinematográficos, lucían monos nuevos y limpios, cascos de seguridad y unos llamativos chalecos amarillos. Yo sabía que eran ellos los que podrían indicarme dónde tomar un carajillo. De todas formas, mi intención era otra: conocer la opinión de los que no pisan moquetas y trabajan con el barro hasta las rodillas. Un locuaz individuo, que me confesó que era de Cuenca — como ustedes saben es la patria del crimen—, fue sincero: «No sé por qué se alborotan tanto: llevamos una media de 14 socavones por mes desde que entramos en estos terrenos. Son arcillas expansivas, y con ésas todo es muy jodido». Después de emitir el dictamen se giró, lanzó un gargajo y aspiró a la búsqueda de otro. Mientras la flema ascendía, redondeó la opinión: «el nivel freático es muy alto, ya veremos qué pasa».
Un sordo murmullo distrajo mi inquietud y me volví para observar cuál era la causa del sonido: ZP, en medio de un corrillo, había dicho algo gracioso. No pude evitar pensar que la tríada mágica (Rodríguez, Montilla y Corbacho) era un ramillete de flores en el fango. De nuevo, ZP mostró su querencia a rodearse de gente en lugar de hacerlo con personas. No se lo tengan en cuenta, queridos parroquianos, ya que un político acostumbrado a mentir, fingir, despistar y hablar mucho para no decir nada, necesita de la lejanía que proporciona el anonimato y un decorado para creerse sus propias patrañas. Para Rodríguez, el objetivo estaba cumplido: que otros apaguen el fuego que él encendió; como siempre. Él ha convertido un problema de infraestructuras y dejadez en un problema político, y ése tipo de cuestiones, cuando ZP esta por medio, ya sabemos qué final tendrá. La principal preocupación del gran estadista leonés es que éste quiere inaugurar algo, lo que sea, pero todo se derrumba antes de colocar la cinta y entregarle la tijera. Tuve una idea, aunque no sé si es acertada: que inaugure el Valle de los Caídos. Sí, meine Damen und Herren, soy consciente de que puede resultar algo descabellado, pero al paso que va el Demoliciones, es todo lo que podrá inaugurar; no descarto, por eso, algún pantano. Cuando el obrero iba a decir algo más, mi móvil sonó: una malvada mujer me indicó que debía partir hacia Madrid; llegaba el momento de la sentencia, y ya que yo estaba en España…
Yo había olvidado el carajillo, pero el operario se dirigió a mí para recordármelo: «Jefe, su carajillo». Tras unos segundos de deliberación entre ellos, me sugirió que me dirigiera a Cal Pep, donde según él, se hacen los mejores carajillos y almuerzos (de cuchillo y tenedor) de toda la zona. Además, me advirtió de que el anís es casero. Yo, que soy hijo del siglo XX, tengo una tendencia exacerbada a desconfiar de lo casero en favor de lo industrial, y así se lo dije. Cuando le hablé de mi predilección por el Anís del Mono, cuchicheó algo con su compañero y me miraron a la búsqueda de una aclaración: «es el mejor, la ciencia lo dijo y yo no miento», pretexté. El hombre chasqueó sus labios y torció su gesto antes de emitir su opinión: «¿la ciencia?, también dijo la ciencia que éste era el mejor lugar para abrir túneles, y ya ve usted. A mí me la suda, cobro horas extras. Olvídese de monos, ahí tiene tres y no tienen ni puta idea».
Yo había olvidado el carajillo, pero el operario se dirigió a mí para recordármelo: «Jefe, su carajillo». Tras unos segundos de deliberación entre ellos, me sugirió que me dirigiera a Cal Pep, donde según él, se hacen los mejores carajillos y almuerzos (de cuchillo y tenedor) de toda la zona. Además, me advirtió de que el anís es casero. Yo, que soy hijo del siglo XX, tengo una tendencia exacerbada a desconfiar de lo casero en favor de lo industrial, y así se lo dije. Cuando le hablé de mi predilección por el Anís del Mono, cuchicheó algo con su compañero y me miraron a la búsqueda de una aclaración: «es el mejor, la ciencia lo dijo y yo no miento», pretexté. El hombre chasqueó sus labios y torció su gesto antes de emitir su opinión: «¿la ciencia?, también dijo la ciencia que éste era el mejor lugar para abrir túneles, y ya ve usted. A mí me la suda, cobro horas extras. Olvídese de monos, ahí tiene tres y no tienen ni puta idea».
Mi fidelidad se tambaleó, estimados lectores.
Foto: Cartel de Anís del Mono. Ramón Casas (1898)
3 Comments:
Podías haber titulado esta entrada 'Crónica del socavón y del socabrón' xD
CERRAJERO:
Te hago una confesión, destroza bombines: hubo un momento en el que pensaba en ti cuando estuve tan cerca de ZP. Sé que hubieras disfrutado, aunque supongo que la lengua te hubiera jugado una mala pasada.Aquello era un golpe de efecto, y hasta los que parecían críticos habían sido elegidos; ya sabes: para guardar las apariencias de cara al consumo interno.
Saludos.
jajajajaja si me pilla cerca de Rodríguez, grande es la tentación de que oiga unas zetas provenientes de mí:
Zzzzzzzzzzzzzzzzzzziuzzzzz plaffff ¡toma pedrada! jajajjajajajaja
Pero como no soy violento, le cantaría alguna coplilla xD
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