LA EPIDEMIA
EPIDEMIA: 1. f. Enfermedad que se propaga durante algún tiempo por un país, acometiendo simultáneamente a gran número de personas.
Estoy preocupado, meine Damen und Herren, muy preocupado, y el motivo es sencillo: una epidemia de Alzheimer se expande entre los políticos catalanes. Sólo así podemos entender que Jordi Pujol explique a través de una página web que los taxistas madrileños expulsan del coche a los pasajeros que hablan en catalán. A pesar de que el vehículo de contagio nos resulta ignoto, podemos suponer que se trata de un síndrome previo que contempla varias condiciones: mediocridad de los políticos nacionalistas, orfandad de ideas, avaricia desmedida, ausencia de escrúpulos y una robusta afición a no abandonar la poltrona.
Todos los regímenes dictatoriales necesitan un enemigo — externo o interno— que les permita cohesionar los segmentos de la población: adictos, críticos, indiferentes, dubitativos, etc. Los políticos catalanes han descubierto que sus vasallos cuestionan las muchas excusas que siempre han utilizado para justificar su mala gestión al frente de Cataluña. Por ése motivo, deben redundar los esfuerzos, tocar a rebato y envolverse con la bandera para crear más enfrentamiento con el eterno enemigo: Madrid, y por derivación, España. Esos fascistas de boina y tribu continúan con el mismo galimatías y confunden «servir a un pueblo» con «servirse de un pueblo». La plebe, sin embargo, entra al trapo y demuestra que la idiotez colectiva tiene voz de trueno. Jordi Pujol, con sus palabras, ha ampliado los límites de la expresividad; pero lo ha hecho con la apertura de un abismo que nos fascina. Un enorme despeñadero que se abre ante nosotros y al que no podemos resistir la tentación de mirar hacia un fondo nunca diáfano. Herr Pujol, el mesías catalán que no dudó en pactar con el PP, el PSOE o cualquiera que estuviera dispuesto a pagar las libras de carne. Un personaje tan enredado como primario en sus pulsiones y que nunca mostró las cartas de su juego. Quizá sea él quien conoce mejor las profundidades insondables del alma. Resulta curioso que alguien que ejerció como reyezuelo en su reino y que sembró en una sociedad el nepotismo, la corrupción, el favoritismo, la dádiva, el control y diferentes formas de represión y censura, hable ahora de taxis; de unos taxis que nunca utilizó. Lejos quedan ya los tiempos de Banca Catalana, los suculentos contratos para las empresas de la familia, los silencios pusilánimes y el mirar hacia otro lado con la nariz tapada mientras se esquilmaba el dinero de los contribuyentes mediante una hábil y artera red de corrupción: ¡todo era por Catalunya!
Las ideas se adquieren por biografía y capacidad cognitiva, por eso nos ha sorprendido la elucubración de barra de tasca de Herr Pujol. Sé que hasta lo injusto puede resultar lógico, pero mezclar taxistas con nació e intentar alimentar el fuego del enfrentamiento con semejante majadería, se nos antoja algo cuya lógica descansa en el fondo del abismo antes mencionado. Esos paletos nacionalistas — disculpen el pleonasmo— pretenden sintetizar y forjar el patriotismo de la plebe a golpe de anécdota, chascarrillo o embuste. ¿Qué será lo próximo para ocultar la ineficacia, ineptitud y desidia de los gobernantes catalanes? Nos lo podemos imaginar: ¡en Madrid se comen crudos a los niños catalanes!
Con todo y con eso, no les acusemos de nada, todo obedece a una razón epitelial y a otra más prosaica: entretener a los gañanes.
No seré mal pensado, meine Damen und Herren, y achacaré ese fraccionamiento de la realidad a la epidemia de Alzheimer, que le provocará a Pasqual Maragall que los recuerdos se conviertan en gelatina y el raciocinio en un espejo convexo o cóncavo: lo sentimos. Posiblemente le esté ocurriendo lo mismo a Jordi Pujol, el primer síntoma ya se ha manifestado en forma de tierno chochear; pero así es la decrepitud del ser humano. Hay quien considera que el hombre que no tiene precio no vale nada, pero yo nunca pensaré algo así de Herr Pujol, ya que él siempre dejó claro su precio, aunque nunca mencionó su valor.
Cuídense, estimados parroquianos, la epidemia está al acecho.
Foto: Vestuario médico para prevenir el contagio de la peste (1656).
5 Comments:
Nadie se puede creer que un taxista --'pelas' según denominación castiza-- eche a un cliente por muy catalán que sea.
Si me creería que les intentara cobrar el doble o el triple, como si fueran guiris, que es justo lo que están reclamando desde el Imperio Cataplino todo el santo día.
CERRAJERO:
Por lo menos no dijeron que los bajan del coche para arrastrarlos enganchados al parachoques.
Saludos.
Desde luego, genial entrada, me ha gustado muchísimo la idea de la epidemia de Alzheimer.
Y estoy de acuerdo con Cerrajero, no creo que ningún taxista eche a un cliente porque hable en catalán si se gana una pasta con eso. Qué tonteria.
SCHWAN:
¡Menuda sopresa!, un nick en alemán. Sea bienvenida a Josephsplatz. Celebro que le guste el escrito. Creo que usted ha resumido la explicación de Jordi Pujol con una sola palabra: "tontería".
Saludos.
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