DE CAMINO A CASA
Sin que fuera mi intención, meine Damen und Herren, les he descubierto algunos de mis defectos, o quizá sean virtudes: mi afición al gin-tonic; mi necesidad de la tensión que supone una partida de póquer en un garito; retazos de mi infancia; mi excesiva afición al Lucky Strike y ese sabor que transmite de pasto ahumado; y mi amor infinito por José Luís Rodríguez Zapatero, El Meteysaca. Sin embargo, les he ocultado la espina dorsal de mi carácter: la maldad. Sí, queridos lectores, Nicholas van Orton es un ser abyecto que desconoce la compasión y no siente el dolor ajeno.
Hoy les hablaré de Barcelona, ciudad donde transcurrió mi infancia y que puedo recorrer con los ojos cerrados, cuando quiero huir del invierno berlinés, sin tropezar con ninguno de sus bancos o árboles: me la conozco de memoria. La metrópoli catalana siempre ha tenido vocación de capital europea, aunque nunca lo será. Me temo que, una vez más, se quedará a medio camino. Despojada por los políticos de su genuina identidad, la Ciudad Condal se ha convertido en un decorado para turistas; de frugal nivel adquisitivo, todo hay que decirlo. Una vez que el escalpelo de los diferentes burgomaestres arrasó Barcelona, éstos se percataron de que debían llenarla con algo, por ficticio que fuera, y acudieron a la tienda de «Todo a 100» donde compran las ideas los próceres barceloneses: la obras del arquitecto Gaudí, repudiado hasta la saciedad por la burguesía catalana y algunas de cuyas construcciones fueron derribadas; el diseño, palabra que eleva lo inútil y poco práctico a los altares de la memez; y la cultura, con la que los políticos garrulos se llenan la boca. ¡Qué sabrá Montilla, el pobre gañán, de cultura! Les pondré un ejemplo: el presupuesto de cultura de la ciudad de Berlín dobla al de toda Cataluña. Pero hoy no hablaremos del Presidente de la Generalitat — catalán de pura cepa, de cepa cordobesa, claro está —, que exige a los barrenderos un nivel de catalán que ni siquiera él posee. Por el contrario, hoy traeremos a colación a una pareja que son la viva imagen del porn bizarre: Joan Saura e Inma Mayol; conseller de Interior de la Generalitat y tercera teniente de alcalde del ayuntamiento barcelonés, respectivamente.
APOSTILLA: Nunca se fíen de alguien que primero les advierte de su malignidad y después anuncia sus deseos de bondad; suele ser un mentiroso. Ya he cometido mi fechoría, ahora sigo mi camino.