Freitag, November 28, 2008

LA BIOGRAFÍA: PARÍS.

En el verano de 1985, ZP y Pepiño entienden que se encuentra ante la encrucijada más difícil de sus vidas. Sin embargo, y gracias en gran medida a la amistad simbiótica entablada, ambos no se amilanan ante lo que sabían era una empresa ardua: completar su formación en el extranjero; ahora bien: ¿en qué países? Es indubitable que Pepiño era consciente del reto al que el destino enfrentaría a ZP— erigirse en faro de la humanidad—, y decide consagrar su existencia en cuerpo y alma al éxito de su amigo. No obstante, ninguno de ellos confesó al otro las vacilaciones, incluso temores, que anidaban en sus ánimos. No obstante, en uno de los últimos libros que escribió Pepiño Blanco— Conceptos heterodoxos de la ptosis del pterodáctilo— podemos observar, en la dedicatoria del libro, una velada alusión a las incertidumbres del pasado. Por lo tanto, y a pesar de no poder constatar mis sospechas, creo que Pepiño zanjó sus titubeos con el viejo sistema: observar la dirección del chorro de orina, aunque añadió un nuevo elemento: un mapamundi que colocó debajo del urinario para después observar dónde había caído el mayor número de salpicaduras. Por el contrario, uno de los mayores eruditos en la vida y obra de Pepiño, el japonés Yositoko Tunabo, aporta una sugestiva al tiempo que académica alternativa: Pepiño se encaramó al tejado del rectorado, lanzó un escupitajo al mapa que dejó sobre el césped, y después, al observar el impacto del gargajo, tomó una decisión. Sea como sea, el profesor Tunabo y yo estamos de acuerdo en la presencia del mapa, aunque diferimos, eso sí, en el método.
ZP, por su parte, acudió de nuevo al abuelo, que durante una sesión espiritista le indicó los dos países a los que debería viajar: Francia y Alemania. Curiosamente, cuando los dos jóvenes hablaron sobre su destino, ambos coincidieron. La analogía, que otros podrían considerar propia del azar, supuso para ZP y Pepiño la demostración de que la Providencia guiaba sus pasos para que cumplieran su misión. Después de obtener unas brillantes calificaciones, que ZP se llevó clavadas en el cráneo y Pepiño en la espalda, los dos amigos deciden que su primer destino sería París. Sin embargo, la parquedad de sus recursos les obligaba a viajar hasta la capital francesa en autostop. Afortunadamente para los intrépidos intelectuales, un camión que transportaba melones y recorría la ruta entre Murcia y París les recoge. El viaje fue fatigoso, lento y sin comodidades, ya que debieron realizarlo en la caja del camión. De todas formas, ZP aprovechó el tiempo y adquirió una cierta práctica en el arte de escoger melones, algo que sin duda alguna ha demostrado a la hora de formar su equipo de gobierno.
En París alquilaron una buhardilla en la rue Pédale, en el número 69 en concreto. La primera semana la pasaron encerrados, con una dieta frugal y mil pensamientos que bullían en sus cabezas. Ese voluntario aislamiento lo dedicaron a estudiar cuál sería el lugar adecuado para adquirir los conocimientos que les permitieran aplicar los conceptos políticos que ZP atesoraba en la mente. El octavo día, quizás estimulados por la carencia de dinero, llegaron a la misma conclusión: Les Folies Bergère.
Debo señalar que este episodio de la vida de ZP ha quedado relegado en el olvido (me atrevo a decir que se oculta) por el interés de los protagonistas; de hecho me fue imposible conseguir información al respecto en España. Por ése motivo encaminé mis investigaciones hacia la famosa sala de music-hall, en la que todo fueron facilidades a pesar de que los documentos de ese período fueron destruidos. Tan fue así que el actual gerente me sugirió que visitara a la persona que dirigía el espectáculo en 1985— Françoise Cochononne—, incluso me entregó una carta de presentación para vencer las posibles reticencias. En su retiro de Normandía, la mujer todavía recordaba a aquel par de jóvenes españoles que con más voluntariedad que aptitudes entraron en su despacho para solicitar un puesto de trabajo y aprender a ejercer la política. Junto con una fotocopia de los contratos de trabajo de ZP y Pepiño (Doc. CDD/987566-85 y CDD 654879-85), la mujer me entregó una serie de anécdotas, muy útiles para completar la biografía del insigne estadista. Durante la entrevista, Mme. Cochononne reconoció la desconfianza que le despertaron los muchachos, pero la diluyó en la voluntad férrea no exenta de descaro que exhibieron. Asimismo, fue taxativa cuando recordó que fue Pepiño el que tomaba la palabra, dejando en un segundo plano a su amigo. Ése rasgo protector impresionó a la anciana, aunque su sorpresa aumentó al preguntarle a ZP si hablaba idiomas y éste responder lo siguiente: «No, pero los escucho muy bien: tengo una facilidad innata».
Sea como sea, ZP y Pepiño fueron contratados durante nueve meses en Les Folies Bergère. Fue una época atractiva para ellos: disfrutaron de París, adoptaron la moda y demostraron el cosmopolitismo adquirido en la universidad. El director del espectáculo tuvo muchas dificultades para encuadrarles en el espectáculo, aunque la experiencia de ZP en la academia de baile del profesor Friedrich Senkfuß le resultó útil para conseguir una plaza en el ballet. Pepiño, por el contrario, quedó relegado al trabajo entre bambalinas: luminotécnico (llegó a desviar los focos cuando ZP daba un traspié), cambio de decorados y tramoyista.
Transcurrido el primer trimestre y en vista del potencial de los muchachos, el director decide darles una oportunidad: un número de ventriloquia en el que Pepiño, sentado sobre un piano de cola, representaba el papel del muñeco; y ZP, el de ventrílocuo. Lo que puedo ser un buen número se convirtió en un desastre, ya que era difícil compaginar la prosodia de ZP— neumas, repetición, arrítmica— con los movimientos de Pepiño, que llegó a salir solo al escenario ante los renuncios a las tablas de ZP: no soportaba los abucheos del público. Ante la magra calidad del dúo y con el fin de no erosionar la reputación de Les Folies Bergère, el director decidió no renovarles el contrato. ZP, no obstante, propuso para evitar el despido realizar una actuación de dualidad — un mismo personaje interpreta dos papeles, normalmente uno masculino y otro femenino— o bien probar suerte con la prestidigitación, al tiempo que Pepiño se ofreció como contorsionista: las ofertas fueron rechazadas. Aun así, la pareja entendió que la experiencia adquirida les sería útil en su trayectoria política. En cualquier caso todavía les faltaba ascender otro escalón: un viaje a Alemania; en concreto a la ciudad de Hamburgo.

Foto: Fotografía del programa de Les Folies Bergère (1985)

Montag, November 24, 2008

LA BIOGRAFÍA: EL ME(GA)LÓMANO.

Una de las facetas más desconocidas de la vida de José Luis Rodríguez, el Puma, es su me(ga)lomanía. Sin embargo, durante su juventud cursó estudios de solfeo y armonía en el conservatorio de la ciudad lombarda de Pesario del Coglioni; aunque ya antes, durante la infancia, José Luis se había dedicado a tocar el órgano; el suyo sobre todo. El que fue su mentor musical, el profesor Maurizio Ciucciacazzi, vislumbró el innato y afinado talento del muchacho, procurándole una sólida formación. Años más tarde y con el bagaje adquirido, José Luis intentó abrirse camino en los elitistas círculos operísticos vieneses, que le cerraron las puertas al considerar que aquel muchacho desgarbado más que cantar…daba el cante. A pesar de ello, ZP pudo trabajar durante una temporada en la ópera de Viena; pero como tramoyista, afición ésta que todavía ejerce de vez en cuando.
Durante su corta estancia a orillas del Danubio, José Luis frecuentó la escuela de danza de Friedrich Senkfuß, que le dio la oportunidad de participar en el ballet Romeo y Julieta. De todas formas, ZP entendió que la danza no era lo suyo y decidió regresar a España e ingresar en la universidad. Una vez más, el encuentro con Pepiño Blanco fue definitivo para que el gran estadista supiera encauzar sus talentos artísticos. El joven gallego había fundado en Palas de Rei el club de admiradores de Raphael, cantante por el que sentía una profunda devoción. Tan era así que sus vecinos todavía recuerdan a Pepiño, cuando era un niño, paseando por las calles durante la Navidad para recaudar el aguinaldo mientras cantaba El tamborilero: más de uno no podía contener las lágrimas; pero de la risa. Tras la tetralogía literaria, Pepiño— el último hombre renacentista sobre la Tierra— le propone a ZP retomar su abortada carrera musical, y acometen la composición de una ópera rock que titularon Pepiño Horror Show. En realidad, tanto el libreto como las partituras eran arreglos y adaptaciones de las canciones de Raphael, aunque la narrativa lineal de la historia recaía en un par de muchachos de provincias con inquietudes políticas— son innegables las reminiscencias autobiográficas— que deciden recorrer la famosa Ruta 66 (Chicago- Los Ángeles) a lomos de un pollino. A lo largo del trayecto se verán obligados a afrontar múltiples vicisitudes que dan pie al espectáculo musical. Asimismo, la posibilidad de que el público interactuara con los actores creó una nueva concepción que desdibujó los límites entre escenario, interpretes y espectadores; es lo que los críticos teatrales denominaron «teatro total».
El día del estreno, que se produjo el 20 de febrero de 1984 en el teatro de la Country Bumpkin University, Pepiño y ZP interpretaron los papeles protagonistas. A pesar de la cuidada puesta en escena y los varios meses de ensayos, el estreno no transcurrió como estaba previsto, ya que el público alteró la secuencia de efectos que le correspondía. Así, por ejemplo, cuando ZP, desde el puente Brush Creek, inicia una canción (un arreglo de Yo soy aquél) en la que explica sus ideas sobre el mundo, los espectadores imitaron el sonido de una cisterna al vaciarse en lugar de emitir exclamaciones de asombro y admiración. De la misma forma, durante uno de los números estelares, en el que ZP y Pepiño a dúo cantan una versión de Te voy a contar mi vida, el público irrumpió en el clímax dramático con eructos, carcajadas y cuchufletas; cuando correspondía lanzar pétalos de rosa sobre el escenario. Asimismo, una inoportuna diarrea del pollino terminó por deslucir lo que sin duda alguna tendría que haber sido un éxito rotundo. No obstante todo no estaba perdido, ya que el día de la tercera y última representación, asistió entre el público Paco Jones, el hermano del cantante galés Tom Jones. Paco, que tenía una cierta reputación como productor en el Off Broadway y era amigo de Dennis Hopper, intuyó que con los «arreglos» necesarios la obra podía ganar interés y calidad. Guiado por su intuición, les propuso producirles una pequeña gira por otras universidades a cambio de adquirir los derechos de la obra. ZP y Pepiño, entusiasmados por la perspectiva, accedieron rápidamente. Sin embargo, Paco Jones incumplió lo estipulado y regresó a EE.UU, donde trabajó con Hopper en la mejora del libreto de ZP y Pepiño hasta conseguir un éxito cinematográfico que fue llevado a la pantalla con el título de Easy Rider. Los autores comprendieron la estafa sufrida e interpusieron una demanda por plagio contra Paco Jones y Dennis Hopper, e incluso asumieron su propia representación ya que ambos cursaban estudios de Derecho. Sin embargo el veredicto no fue el esperado, porque el juez, después de ver un vídeo de la obra de teatro y otro de la película, condenó a ZP y Pepiño como reos de un delito de leso buen gusto a la pena de leer 50 libros al año y accesoria de inscribirse en un taller literario durante un plazo no inferior a 1 año ni superior a los 3 años.
Fue un duro golpe para ZP y Pepiño, al que además se unió el rechazo a su candidatura para ostentar la presidencia del club de admiradores de Raphael: las puertas, otra vez más, se habían cerrado. Ambos entendieron que sólo existía una actividad en la que podrían demostrar las acrisoladas virtudes que atesoraban: la política.

Foto: Fotografía publicada en la revista Esquire en 1984.

Sonntag, November 23, 2008

ENTREACTO.


ENTREACTO: 1. m. En una representación dramática, intermedio (II espacio de tiempo durante el cual se interrumpe la representación).

Durante mi etapa de bachiller en Barcelona acudí en alguna ocasión a un local de ambiente gay que se llamaba Intermezzo y que estaba situado en la calle San Mario. Era un local discreto que abría hasta la madrugada y en el que podían mantenerse conversaciones tranquilas: el mejor colofón después de una juerga. Asimismo, era el único lugar de Barcelona en el que podía encontrar la que entonces era mi ginebra favorita: Plymouth gin. A fuerza de ser un parroquiano, trabé una cierta amistad con una pareja de asiduos, a los que denominaré E. y S. para que ustedes no sepan que se llaman Enrique y Santiago. Intermezzo tenía dos cosas que siempre me impresionaron: un portero cuyos bíceps, enfundados en un esmoquin, tenían el diámetro de unos muslos, y un cuarto al final del local en que se “abordaban” extrañas cuestiones; sin embargo a mí no me importa: tenía mi Plymouth.
E. y S. eran pareja, convivían juntos. Un día, preso de mi curiosidad, le pregunté a S. si una relación de esas características encerraba alguna dificultad añadida. Él, con la amabilidad que le caracterizaba y una voz atiplada, me confesó cuál era el truco que utilizaba para que relación fuera por buen camino: «Yo no tengo ningún problema con E.: siempre le dejo hacer lo que él quiere». Reconozco que me sorprendí, meine Damen und Herren, porque intuyo que la convivencia es como un melón: hasta que no se abre no sabemos qué sabor tendrá. Ahora bien, con la actitud de S. es evidente que nunca surgirán disputas; pero… ¿eso no implica estar subyugado a los caprichos del otro y basar la armonía en la renuncia?
Mariano Rajoy, y por extensión el PP, debe compartir el pensamiento de S.; sólo así puedo aceptar el tipo de…«oposición» que ejerce. Antes de proseguir, meine Damen und Herren, debo pedirles que me acompañen al cuarto oscuro del intermezzo del PP, estoy seguro de que algo encontraremos, aunque sea a tientas: vigilen dónde pisan.
Herr Rajoy debe acometer y afrontar varios tipos de oposición: al PSOE; la interna de los descontentos del PP y la de los «medios afines», respectivamente. Inquietante panorama, estimados parroquianos, muy inquietante. De la misma forma, el lastre que acarrea el gallego cachazudo es pesado, y no me refiero a su designación «digital» por Aznar y las cuestiones dimanantes de la gestión del hombre de pelo pringoso; ¡qué horror, no quiero pensar en su almohada! La rémora de Herr Rajoy es su propia incoherencia, que fue demostrada en temas cruciales durante la pasada legislatura: los estatutos catalán y andaluz fueron un buen ejemplo, ¡y suerte que nadie quiso establecer comparaciones con el fuero navarro!
Es difícil de entender por el electorado un cambio de juego tan rápido como el que supone pasar del «hablo catalán en la intimidad» al «se persigue al castellano en Cataluña». ¿Acaso no se aplicaba la misma legislación, meine Damen und Herren? Otro de los errores de Herr Rajoy, en mi modesta opinión imperdonable, es haber vestido su presidencia con la mortaja de la precariedad, ya que alguien que anuncia a los cuatro vientos que en el 2011 se celebrará otro congreso del PP y que de él saldrá el líder que se enfrente a las elecciones del 2012 lo único que hace es lanzar un mensaje a los electores: ahora estoy yo pero luego no sé si estaré. ¿Qué tipo de oposición puede ejercer alguien al que los demás ven como un inquilino con derecho a cocina? Creo que es innecesario que me remonte más en el pasado, sé que ustedes me entienden y saben que lo importante es el presente, que suele sellar el futuro.
En España existen dos organizaciones que marcan los tiempos con la exactitud de un metrónomo: ETA y PSOE; ya saben, meine Damen und Herren: superlative chronometer officially certified. Eso me induce a pensar que ZP adelantará las elecciones al 2010, pero no sólo porque la situación económica será complicada, sino porque tendrá ante él al mismo contrincante al que alguien convenció de que las derrotas del PP no se deben al candidato y sí a un mensaje que no cala en sectores importantes de los nichos electorales. Sin embargo, al relajar el mensaje, Herr Rajoy pone en peligro algunos de los réditos conseguidos. No obstante yo soy optimista, porque el PP no debe compartir votos con nadie, al contrario que el PSOE. En los próximos comicios (europeos sobre todo) el PP sufrirá un castigo, pero cuando llegue la hora de la gran cita, todos cerrarán filas alrededor de Rajoy para eliminar al iluminado (¡qué bonito juego de palabras!, hoy estoy en racha: grazie Signore). Lo conveniente para ZP sería convocar elecciones justo después del congreso del PP, porque fuera cual fuera el resultado él podría obtener beneficios: Rajoy, un candidato que ejerció una oposición de «bajo perfil», o un nuevo contrincante que todavía no pudo dar a conocer ni su ideario ni su persona. Sea como sea, no creo que ZP pueda apurar tanto la pista.
La actitud actual del PP me parece correcta, meine Damen und Herren. Sé que les puede sorprender mi opinión, aunque no deben olvidar que la política incorpora engranajes propios de la sociología que se lubrican con el mejor aceite: profesionalidad, rigor y una mente fría; ¡3 en 1! Ahora bien, conviene que Herr Rajoy entienda que el próximo año debe pelear como un púgil que no busca el KO— espera que las apuestas se incrementen— y prefiere restar fuelle al contrincante castigándole los costados. Si no pelea de ésa manera y apura los asaltos, a Rajoy le puede ocurrir lo que a otros, que a fuerza de hacer lo mismo durante mucho tiempo pierden la perspectiva. ¿Es ZP un buen ejemplo de lo anterior?
Sospecho que a muchos de ustedes les gustaría un desenlace rápido del combate, con un ZP noqueado sobre la lona y con la mirada perdida del que ha encajado un gancho mientras tenía la guardia baja y bailaba sobre el cuadrilátero para satisfacer al público; pero la política no es eso, meine Damen und Herren, sobre todo cuando se persigue la victoria. Acepto que es difícil de aceptar que los mismos que negaban la crisis tan sólo hace nueve meses ahora pontifiquen sobre las soluciones y alardeen de economías sólidas; que los mismos que antes tildaban de hombres de paz a los terroristas ahora se ufanen de los éxitos que «consiguen»; sin embargo ésa es la génesis de su desgaste.
Reconozco que en la actualidad el PP no hace oposición al Gobierno y que su líder resulta demasiado flemático; pero les planteo una pregunta, estimados parroquianos: ¿Cuál es la alternativa?: ¿Gallardón?, ¿la Evita 2.8?, ¿el arroz La Fallera? Reconózcanlo: no hay alternativa. Ya que este espacio es un feuilleton, es conveniente que lleguemos a los límites del cuarto oscuro del intermezzo: ¿Zaplana: un tipo que demostró cuáles eran sus intereses en la política?, les recuerdo que ni siquiera asistió al congreso del PP; ahora bien, ¿para qué hacerlo cuando gracias a la mediación de Pepiño consiguió otra bicoca? ¿Rato, que se fugó del FMI al intuir lo que se avecinaba? ¿El espectro de Aznar, que todavía se cree que tiene los pies encima de la mesa y desaira en público al presidente de su partido político? Lo de Aznar me fascina, lo reconozco: no le verá y le escuchará de vez en cuando; pero ahí está…¡la presencia!
Al filo de la primavera, ZP provocará una crisis de gobierno, y ésa será la campanada para que Herr Rajoy comience a ejercer la oposición como muchos esperan; además se verá obligado a ello para contrarrestar el desgaste sufrido por su largo…entreacto. No obstante, estimados parroquianos, si Herr Rajoy no actúa de ésa manera sólo nos quedará una opción: pensar que su música favorita es la de Village People; para eso hubiera sido mejor colocar de portavoz del grupo parlamentario al concejal aquel de Palma de Mallorca que dilapidó (¡o no!) 50.000 euros en locales de «ambiente»; ¡por lo menos ya sabríamos a lo que atenernos!
La última vez en la que acudí a Intermezzo me encontré a S. con otro tipo. Me sorprendí ya que consideré que su fórmula para cohesionar la pareja era infalible, y así se lo dije. Él, sin embargo, me explicó lo sucedido: «Mientras que E. hacía lo que quería, yo le imité: me enamoré de otro».
¡Qué dulce intermezzo, meine Damen und Herren!

Foto: Mucho macho men.


Mittwoch, November 19, 2008

LA BIOGRAFÍA: UNIVERSIDAD (3).


El siguiente alto en el camino llegó con la escritura del segundo libro— Cruribus apertir (Piernas abiertas) —, en el que ZP realiza unas sugestivas y meditadas reflexiones, en realidad son consejos, sobre cómo debe ejercerse la política exterior. El capítulo cuarto merece un estudio detenido, porque ZP explica en él cuáles deben ser los ejes fundamentales para incrementar la importancia de una nación en el escenario internacional. Asimismo, es conveniente comparar las conclusiones a las que inteligentemente llega ZP con la profecía que su abuelo realiza en una de las charlas, y que consta en la página 5.426 del primer libro; cito: «Te encontrarás con el Jean Paul Belmondo de la política y deberás darle todo; porque él, a cambio, te dará por…“todo”. Bicarbonato y vaselina; ésas serán las armas de tu éxito».
Estas reflexiones que a priori podían resultar farragosas devienen en una sencillez abrumadora gracias a la prosa bien trabada, cartesiana e inteligente de Pepiño Blanco; en definitiva: el buen hacer de un escritor talentoso. Ello se percibe con claridad en el tercer libro— Adeamus ad montem fodere putas cum porribus nostrum (Vamos al monte a sembrar patatas con nuestras azadas) —, en el que ZP explica los intrincados mecanismos que un político debe utilizar para afrontar con éxito una crisis económica. La irrupción en el mercado editorial del tercer volumen de la trilogía supuso una revolución en las facultades de Economía del mundo occidental, que abjuraron de las teorías anteriores. Valga como ejemplo del reconocimiento obtenido el hecho de que la Bankruptcy Business School incorporó a su temario la obra de ZP, o los cursos de postgrado que imparte la universidad de Osuna y que llevan el nombre de José Luis Rodríguez, el Puma. La importancia que la comunidad académica concedió a las ideas de ZP no reside sólo en la novedad, sino en que su lectura nos permite comprobar que se tratan de escritos de formación moral en los que el ideólogo crea una estructura de elementos asimétricos que conforma una imagen de todo tan abstracta como nebulosa: discutido y discutible; adapto mi discurso al lugar y al público; el gesto se impone al mensaje. Asimismo, la habilidad de Pepiño, que utilizó organizaciones propias de la novela (planteamiento, nudo, desenlace) para unos ensayos, fue un huracán narrativo que abrió nuevos horizontes en el panorama prosístico. Una vez más, sin embargo, surgieron voces discordantes sobre el éxito de Pepiño. El crítico literario del O bobo do mundo, Jofazer Boquete, mostró su contrariedad mediante una dura reseña; aunque reconocía de una forma implícita que esa estructura es la adecuada en cualquier escrito que verse sobre ZP, opinión ésta que comparto ya que en el insigne estadista todo son planteamientos (ampulosos en muchos casos), nudos en los que él mismo se enreda y desenlaces que nada tienen que ver con el planteamiento inicial y mucho menos con el nudo.
La culminación de la tetralogía fue el cuarto volumen: Aequam servare mentem (Mantener la mente tranquila). En él se nos muestra la riqueza de matices, a cual más valioso, que atesora el razonamiento clarividente de ZP. La inteligencia de los autores es innegable cuando observamos las metáforas perspicaces que utilizan; sobre todo en los capítulos 4, 5 y 6. Quizá es en esos apartados donde mejor se percibe el dominio fascinante del idioma que Pepiño emplea, ya que durante casi 200 páginas escribe sobre marionetas, el manejo de los hilos, polichinelas, teatrillos de guiñol y la forma de rellenar con guata a un pelele. Reconozco, por eso, que es necesario leer los tres primeros volúmenes antes de acometer la lectura del cuarto; de lo contrario, las reflexiones de ZP podrían considerarse pensamientos deslavazados de cualquier lógica.
La admiración fue unánime, y aquellos que antes dudaban de las aptitudes de la pareja comprendieron su error al leer la crítica que Siegfried Schwanz publicó en el FAZ: « Después de leer la tetralogía de ZP, Ulises, de James Joyce, y Los siete pilares de la sabiduría, de T.E.Lawrence, pueden considerarse literatura infantil».
ZP y Pepiño habían logrado el tan ansiado éxito, pero ante ellos se presentaba un nuevo reto: conseguir la presidencia del club de admiradores de Raphael; una empresa nada fácil.

Foto: Fotografía publicada en O bobo do mundo en octubre de 1980.

Dienstag, November 18, 2008

LA BIOGRAFÍA: UNIVERSIDAD (2).


José Luis Rodríguez, el Puma, quedó fascinado por la personalidad y el bagaje cultural de Pepiño Blanco. De hecho, en su primer y casual encuentro, que se produjo en los urinarios de la Sociedad Fabiana de la Country Bumpkin University, ambos comprendieron que sus principios se regían por la misma metodología: observar la dirección del chorro de orina y después contar las salpicaduras en la puntera de los zapatos. Sin embargo, Pepiño Blanco había accedido a la universidad mediante una beca concedida por la Mongo’s Foundation; algo que por sí mismo era un exordio del innegable talento del joven gallego. En esa época, Pepiño Blanco ya había publicado un ensayo sobre filosofía aristotélica — Aristóteles cagó un decreto y pasó de lo abstracto a lo concreto— y ejercía de corresponsal del periódico brasileño O bobo do mundo. De la misma forma, sus traducciones de la obra del escrito marroquí Alí Ben Al-Katre así como la de los clásicos helénicos — Heskupitajo, Metaxa, Moussaka y Kalandrakos— le permitieron labrarse una gran reputación entre los ambientes intelectuales universitarios. Asimismo, su erudición sobre los textos greco-latinos embelesó a ZP hasta tal punto que ambos dedicaban largas jornadas a la lectura bajo un alcornoque.
Esas lecturas en latín obraron un efecto portentoso en ZP: pasó del ímpetu juvenil a un estado de madurez intelectual que fue el yunque sobre el que templó su pensamiento de gran estadista. De la misma forma, y tal como indiqué en el capítulo anterior, Pepiño Blanco obtuvo beneficio de esa simbiosis creativa, algo que se percibe con claridad en la prosa con la que acomete su siguiente ensayo: Salamanca, Salamanca, académica palanca. Con un estilo elegante, ágil y cuidadoso pero sin renunciar a la efectividad, el autor gallego realizó un análisis riguroso— alcanza la autocrítica descarnada— sobre la carencia de valores morales en la juventud española. El éxito cosechado por Pepiño fue abrumador y sirvió de acicate para que ZP venciera anteriores resentimientos y acometiera una nueva aventura literaria. No obstante, antes de llegar a ése momento, ZP disfrutó de los selectos círculos universitarios en los que le introdujo Pepiño: la tuna (la interpretación de Clavelitos por parte de Pepiño mereció un artículo en la revista Rolling Stone); el bar de la facultad (ambos intentaron resucitar el dandismo y tenían una mesa reservada a todas horas); y la sala de fotocopias, en la que Pepiño fotocopiaba su regio y aerodinámico perfil; hecho éste que hizo comprender a ZP la importancia de permanecer siempre de perfil. Sin embargo, y tal como señala el historiador alemán Anton Scheiße, la metamorfosis de la pareja, que supuso un salto cualitativo a favor de la faceta política sobre la literaria, se produjo durante uno de los encuentros en los urinarios (Scheiße incluso menciona el número de salpicaduras [66]). Pepiño, un hombre ambicioso sin duda alguna, comprende la conveniencia de vincular su futuro al de ZP, y le anima a plasmar en varios libros su pensamiento político. Scheiße interpreta ésa actitud como una muestra de interés personal; por el contrario, yo considero que Pepiño entiende que esa amalgama de ideas brillantes que ZP atesora en su mente necesita alguien capaz de moldearla para que sea comprensible a las masas. Tan es así que durante la semana siguiente ambos acometen un doble esfuerzo titánico: legar a la posteridad el pensamiento de un hombre tan cabal como capacitado, y hacerlo, además, en latín. Las exhaustivas jornadas de escritura, en las que ZP hablaba sin decir nada mientras Pepiño escribía a un ritmo frenético, dieron como resultado una tetralogía que todavía hoy se estudia en las facultades de Ciencias Políticas de todo el mundo. Asimismo, cada una de las obras puede considerarse un compendio de una parcela concreta de la política. El primer libro — Asinus asinorum in saecula saeculorum (Asno entre los asnos por los siglos de los siglos) — ayuda a situar al lector en el presente de ZP mediante una mirada retrospectiva a lo que fueron sus orígenes. Sin llegar a ser una biografía, podemos considerarlo una declaración de principios espirituales y espiritistas, ya que en sus páginas leemos las conversaciones que desde la primera crisis psicótica ZP mantiene con su abuelo. No obstante, y ya que la ambigüedad es la condición de los clásicos, no podemos saber si en la actualidad las charlas se repiten o ambos se limitan a cultivar el género epistolar. Fuera como fuera, ZP había iniciado un camino del que nadie podría apartarle.

Foto: Fotografía de la contraportada de Asinus asinorum in saecula saeculorum.

Mittwoch, November 12, 2008

LA BIOGRAFÍA: UNIVERSIDAD (1).



El ingreso en la Country Bumpkin University supuso la culminación de los anhelos de José Luis Rodríguez, el Puma. Asimismo, el contacto con la excelencia intelectual deslumbró al joven ZP, si bien es cierto que un temor difuso anido en su espíritu: no estar a la altura de las circunstancias y el entorno académico. Fueron unos primeros meses de dudas, vacilaciones y prudencia; hasta la aparición en la vida de ZP de dos jóvenes estudiantes que serían cruciales para el devenir de José Luis: la poetisa palentina Jacinta Dildo y Pepiño Blanco. Ambos estaban considerados como dos de las promesas más sólidas de las letras hispanas, y supieron entrever la sensibilidad y talento innato que guardaba la retraída personalidad de ZP. Otros estudiosos de la biografía de ZP— Joaquín Soportable por ejemplo— consideran que esos literatos en ciernes ejercieron una influencia conjunta sobre José Luis, tanto en la personalidad política como en la literaria. Yo, sin embargo, discrepo de dicha opinión, y prefiero bifurcar el influjo de ambos: Jacinta moldeó la personalidad del literato y el hombre mientras que Pepiño hizo lo propio con la del estadista. Con todo y con eso, reconozco que el hábil dominio del idioma que demuestra Pepiño Blanco también forma parte del acervo prosístico de ZP, aunque más que influencia yo prefiero denominarlo «simbiosis creativa». Más adelante profundizaré sobre esta cuestión.
Ahondar en la relación que ZP mantuvo con Jacinta fue difícil, ya que la inexistencia de documentos— sólo pude encontrar algunas cartas y fragmentos del diario de Jacinta (se encuentra repartido por varias instituciones culturales) — y la ausencia de testigos se mostraron como un obstáculo insalvable. De todas formas, y a pesar de la escasez documental, creo que son suficientes para formarnos una idea y cubrir las lagunas de la vida de José Luis. En un fragmento del diario personal de Jacinta (Idioticsonian Institution ,Doc. nº 809, pág. 249) descubrí que el llamativo comportamiento de ZP fue lo que embelesó a la poetisa: paseaba desnudo por las instalaciones de la universidad al tiempo que portaba bajo los brazos dos objetos inútiles: la cabeza y un ejemplar del periódico El País; aunque lo curioso— también consta en el diario— es que durante los cuatro primeros años el ejemplar siempre fue el mismo. Ése detalle nos abre nuevas dudas: ¿lentitud en la lectura?, ¿dificultad para comprender textos?, ¿escasez de dinero? Lo que en un principio consideré accesorio devino en trascendental unos meses más tarde, cuando mantuve una entrevista con un estudiante colombiano que compartió aula con ZP, Wilebaldo Mero, y éste me explicó que José Luis sólo leía El País sentado sobre el inodoro porque le gustaba «disfrutar de los “aires” de libertad que respiraba». Sin embargo, una puntualización posterior de Wilebaldo, que a priori no guardaba la menor importancia, abrió una nueva perspectiva en mi investigación: según me confesó, en cada ocasión en la que ZP entraba en el baño el número de páginas del periódico disminuía (no resulta difícil imaginar el porqué). Una nueva duda me asaltó: ¿Esa costumbre está relacionada con Felipe González, Jacinta Dildo y la oratoria brillante de José Luis? Para mí es evidente que sí, y la respuesta la encontré en una carta que Jacinta le remitió a ZP en octubre de 1979. En ésa misiva, Jacinta, en un arrebato de pasión, explica a su amado que echa de menos una determinada postura sexual (69), en la que ella se limitaba a leer en voz alta los discursos que Felipe González pronunciaba en el Congreso de los Diputados y que quedaban marcados en las posaderas de José Luis; en definitiva, algo que ZP realiza con una cierta práctica: manejar varios asuntos a un tiempo sin conseguir el éxito en ninguno. El estudio del intercambio epistolar entre ellos fue revelador y me permitió observar la evolución de la relación, que pasó del apasionamiento al hastío a lo largo del cuatrienio. En una de las primeras cartas que ZP remite a Jacinta, éste hace mención del momento en el que «extravié la virginidad» (llamo la atención del lector sobre el verbo utilizado) para después, en la última misiva, despedirse con un escueto «buenas noches, y buena suerte, Jacinta».
Sea como sea, la relación apasionada que mantuvieron fue un acicate para la creatividad de la pareja, ya que ZP decidió escribir su primera obra— una novela policíaca titulada La maté porque era de Alcoy— y Jacinta, por su parte, alcanzó el cenit de su carrera con uno de los mejores poemarios de las letras hispanas: Conozco a un tal Angulo que toca la trompeta con el culo.
Sin embargo, el éxito de Jacinta, una poetisa reconocida en los ambientes intelectuales de la época, erosiona el amor propio de ZP, que intenta recomponerlo con un proceder que aplica en la actualidad: mejor rodearse de mediocres que no hacen sombra y tienen un estómago agradecido en lugar de hacerlo con personas brillantes. Cosechar un fracaso con su opera prima llena a José Luis de resentimiento, y se dedica a culpabilizar a los demás de su propia incapacidad e inexperiencia. Las críticas demoledoras— incluso encarnizadas— se suceden, y ZP telefonea a todos los críticos literarios para que sean «objetivos en sus valoraciones». Es cierto que algo consiguió con los periódicos españoles; por el contrario, la prensa extranjera fue inmisericorde. Valga como ejemplo la reseña publicada en noviembre de 1979 en el periódico japonés Chichi Shimbun, firmada por la prestigiosa crítica literaria Keputa Kesuna: «tan desenfrenada orgía de analfabetismo nos hace desear que el joven autor español siga el ejemplo de Yukio Mishima». Asimismo, la crueldad de algunos de sus compañeros, que se dedicaban a colgar las críticas negativas en el tablón de anuncios de la universidad, impele a ZP a tomar dos decisiones: destrozar el tablón y volcar su rabia sobre Jacinta. Son momentos delicados para la pareja, que se sumerge en una profunda crisis de consecuencias funestas; sobre todo para uno de sus componentes: Jacinta Dildo. La sensible poetisa fue incapaz de soportar el distanciamiento y frialdad que reinaba entre ellos. Reconcomida por el pesimismo se vuelca en su nueva obra, una continuación del primer poemario que verá la luz con el título Y conozco a un tal Antón que tocaba con el culo el saxofón. En esos postreros versos de Jacinta, que son un epitafio poético, percibimos con claridad el fatalismo resignado y la desilusión vital que la abocan a una drástica decisión: el suicidio. Según consta en las diligencias policiales (nº 451/79), Jacinta se dirigió a la plaza de toros en la que se desarrollaba el espectáculo de El bombero torero y compró dos entradas: una en los tendidos de sol y otra en los de sombra. Durante el festejo, la muchacha se dedicó a pasar de un tendido al otro hasta que contrajo una pulmonía que le provocó el fallecimiento. Sin duda alguna fue una prematura pérdida para las letras hispanas que deja un hueco todavía sin llenar.
La reacción de ZP ante el drama vivido fue la típica en él: pasó de la indolencia a erigirse como el «viudo oficial» de la poetisa para obtener algún rédito personal y la compasión del profesorado. De hecho, durante el responso de Jacinta, ZP leyó un breve escrito: «Este desgraciado accidente es la consecuencia de algo discutido y discutible; pero entre nosotros no existió ninguna crisis. Buenas noches, y buena suerte, Jacinta». Sin embargo, Giovanni Stronzo, profesor de ZP en esos años, sugiere en sus memorias — Mi vida entre atontados— que José Luis había comenzado una relación con otra mujer. Sea como sea, ZP tuvo que enfrentarse al rechazo de sus compañeros y a una nueva etapa de ostracismo, que pudo vencer al volcarse en su amistad con Pepiño Blanco, un estudiante de Filología. Un nuevo horizonte se abría ante ZP.

Foto: Fotografía de la contraportada de La maté porque era de Alcoy.

Samstag, November 08, 2008

LA BIOGRAFÍA: ADOLESCENCIA.


José Luis Rodríguez, el Puma, nació a la edad de 16 años, mientras las primeras nieves de agosto caían sobre Valladolid y las olas del mar Mediterráneo batían las calles de la antigua Vallisoletum. Según el informe médico del obstetra— Dr. Rastrero— todo se desarrolló sin complicaciones: «llegó un mensajero de UPS y nos entregó el paquete. Acto seguido telefoneamos a los familiares para que vinieran a recogerlo». Sin embargo, otros eruditos de la vida de ZP, como Rutheford y Collins por ejemplo, discrepan en varios puntos de la versión: el paquete lo transportó DHL y la mercancía se envió a portes debidos, hecho éste que ocasionó un retraso de dos meses en la recogida del mancebo. Sea como sea lo considero accesorio, ya que en ambas teorías se percibe con claridad la forma de llegar de ZP: de improviso y con un precio que pagan otros.
Esos primeros años los dedicó a sus pasatiempos favoritos: dormir —llegó a dormir 27 horas al día (según él podía añadir horas a la jornada porque «dormía deprisa») — y a comer chufas y garbanzos tostados. Tal era su voracidad que podía engullir casi 250 Kg. diarios. Semejante dieta le provocó problemas de aerofagia; tan era así que durante esos años se ganó el sobrenombre de el Galernas. Asimismo, esa alteración flatulenta dificultó sus relaciones sociales, que quedaron restringidas al ámbito familiar. Fueron unos años de fétido y sonoro aislamiento —llegó a tal extremo la acumulación de gases que se prohibió fumar en la vivienda— que el adolescente dedicó a la lectura: El aventurero Simplicissimus y Las aventuras del barón Von Münchhausen fueron sus obras favoritas. Sin embargo, un golpe de suerte se cruzó en la vida de ZP, procurándole una cierta notoriedad en la ciudad al tiempo que rompió el enclaustramiento: el ayuntamiento le propuso que hiciera coincidir las ventosidades con las horas en punto, ya que el reloj de la plaza debía repararse. Semejante iniciativa, pionera en la época, le supuso a José Luis Rodríguez, el Puma, y por extensión al municipio, que la Fart Academy le nominara para los Flatulence Awards; un galardón que se concede a los impulsores de las energías alternativas. Poco duró el alborozo en el inmaduro José Luis, ya que el premio fue concedido a un joven gallego, de Palas de Rei en concreto (en los archivos consultados no consta el nombre, todo está en blanco), que poseía la misma habilidad de ZP; aunque él tenía la facultad de señalar los cuartos y la media con sonoros eructos: el veredicto del jurado apreció tan portentoso talento. Lógicamente, el fracaso y la desilusión mellaron el ánimo del adolescente, que se abocó al consumo compulsivo de habas fritas y almendras saladas.
Aunque Luca Vernícola— catedrático de Historia Contemporánea de la Peasant University — disiente de mi opinión, creo que esos años moldearon el pensamiento de José Luis respecto a las cualidades que debe atesorar un político: ideas y principios gaseosos; generoso a la hora de entregar a los ciudadanos algún «fruto seco», incluso reseco (lo importante es el ruido no el sabor); y que muestre el «juicio» del barón Von Münchhausen al tiempo que oculta las similitudes con Simplicissimus. Considero de vital importancia el término «fruto seco» aplicado a la vida de ZP; de hecho, el título de la biografía —ZP: pienso a domicilio— no se refiere al presente de indicativo del verbo «pensar» sino a la forma de actuar de José Luis: repartir pienso (1. m. Porción de alimento seco que se da al ganado; entiéndase electores).
El revés sufrido por ZP le sume en una depresión que combate con largas jornadas postrado frente al televisor mientras contempla la carta de ajuste; detalle éste que trasciende a su personalidad política y que aplica en innumerables ocasiones: cuadros, rayas y líneas…pero siempre es lo mismo. El estado decaído del muchacho no pasa desapercibido para los habitantes de Valladolid. Tan es así que en La Gaceta del Pisuerga se publica una carta al director en la que Cervuno Lerdo, castrador diplomado, expresa su descontento por la tardanza en la reparación del reloj y el desajuste de las ventosidades de ZP: el joven se adelantaba o atrasaba; algo, por otro lado, que mantiene en la actualidad: no controla bien los tiempos ni los lugares.
Con la intención de romper la perniciosa rutina del muchacho, un día le visita el ex jesuita guineano Exuperancio Mondongo; figura clave en lo que será el devenir político de José Luis. Dicho sacerdote se había labrado una fama merecida como ayudante del exorcista dominico Damien Karras; aunque su pasado lejano era oscuro. Ambos mantuvieron interminables conversaciones, y José Luis quedó fascinado por las teorías de su interlocutor. Asimismo, Mondongo le explicó la importancia cabalística del número 2, una cifra básica en el acaecer de ZP: todo lo aprende en dos tardes; todo lo repite dos veces. Sin embargo, fue la lectura del tratado del físico y filósofo polaco Pracie Czkawka — La dinámica de los gases aplicada a la política—, en concreto una nota al pie de la página 2.345, la que derivó mis investigaciones hacia la figura del ex jesuita. En el archivo personal del profesor Czkawka (Exp. 279, Doc. 465) encontré la fotocopia (ignoro dónde se encuentra el original) de una carta manuscrita en la que Exuperancio reconoce su auténtica identidad. La persona bajo cuya tutela ZP aprendió a ejercer la política era en realidad Bobby Farrell: el negro de Boney M. Aunque otros autores— Erich Schwul por ejemplo— no compartan mi criterio, considero que mis conclusiones son categóricas, y para ello señalo las similitudes: rodearse de mujeres, «bailar» de una forma extravagante y llamativa, y de vez en cuando decir algo con voz profunda: «She is crazy like a fool».
De la misma forma, asevero que el ascendente de Exuperancio/Bobby logró la recuperación de ZP, ya que éste abandonó la dieta de frutos secos así como el trabajo de reloj humano y se preparó para lo que era una nueva etapa: el ingreso en la universidad.

Foto: ZP a la edad de 17 años. Fotografía tomada después de una conversación con Exuperancio Mondongo.

Donnerstag, November 06, 2008

LA BIOGRAFÍA.

BIOGRAFÍA: 1. f. Historia de la vida de una persona.

Siempre he creído que la biografía de un personaje no debe limitarse a una cronología de hechos, meine Damen und Herren, sino que más bien debe ofrecernos un retrato del sujeto, el carácter, los rasgos que le impelieron a tomar determinadas decisiones y la fortaleza que demostró al asumir sus consecuencias; en definitiva: el hombre, sus circunstancias y sus pensamientos. Ahora bien, estimados parroquianos, todo eso me provocó una duda: si Ackroyd escribió la biografía de Shakespeare; Suetonio la de Julio César; Emil Ludwig la de Beethoven; y Parker y Kamen la de Felipe II… ¿por qué nadie ha escrito la biografía de José Luis Rodríguez, el Puma? Tamaña carencia nos indica algo: los biógrafos actuales son unos gandules. Sí, no se sorprendan; asumo mis palabras. Me resulta increíble que nadie haya decido legar a la posteridad las obras y milagros del peazo estadista que atiende por el insecticida acrónimo de ZP. Tan es así que desde hace varios meses decidí acometer lo que es el proyecto más importante de mi carrera profesional: escribir la biografía de José Luis Rodríguez, el Puma.
El trabajo de documentación fue extenso y farragoso, y comprende muchos viajes (León-Madrid y Madrid-León), así como miles de entrevistas con personas que fueron testigos de la vida de ZP. Asimismo, dediqué innumerables horas a rebuscar entre archivos y legajos; el resultado, sin embargo, fue positivo; sobre todo en lo que se refiere a documentos fotográficos. Hace pocos días autoricé las galeradas, y el fruto de mis esfuerzos se titulará ZP: Pienso a domicilio. Con todo y con eso, y como deferencia a los fieles de Josephsplatz, les ofrezco una primicia: leer varios fragmentos de la primera biografía (no autorizada lógicamente) del mejor político de todos los tiempos. A lo largo de los próximos escritos les descubriré varios temas que nos ayudarán a formarnos una idea acertada del peazo estadista que alegra la geografía mundial con sus actuaciones; ahora bien, ahondaré en los aspectos privados, casi íntimos, del egregio mandatario; valga un pequeño adelanto: ¿Qué papel jugó en la educación de ZP un ex jesuita guineano llamado Exuperancio Mondongo?; ¿perdió la virginidad con la poetisa palentina Jacinta Dildo Gordo?; ¿ustedes sabían que ZP es un literato prolífico, autor de varias obras?; ¿qué ocurrió durante sus años universitarios?; ¿en qué forja intelectual se templa un político de semejante dureza?; ¿todavía «habla» con el abuelo?; ¿de qué fuentes bebe un talento tan sublime?; ¿la amistad con Pepiño Blanco influenció la obra de ZP?; ¿cuándo nació la admiración que siente por el cantante Raphael? Todo eso y mucho más lo desvelaré durante los próximos días, meine Damen und Herren.
No obstante, pecaría de ingrato si no mostrara mi agradecimiento a las personas e instituciones que me ayudaron en el arduo trabajo de investigación y me prestaron amablemente su tiempo, conocimientos y ayuda; ya que sin ellos hubiera sido imposible la elaboración de la biografía. En especial, agradezco la ayuda del profesor Benito Camela, catedrático de la universidad de Peñaranda de Bracamonte, cuyos consejos y orientación me sirvieron para encaminar mis investigaciones en algunos de los aspectos desconocidos de la vida de José Luis Rodríguez, el Puma. Ante ustedes, meine Damen und Herrren, la que considero mi obra más ambiciosa: ZP: Pienso a domicilio.

Foto: ZP a la edad de 16 años.

Montag, November 03, 2008

SIDEWAYS: BARCELONA (2).


¿Por qué alguien que acude a una cena de ex alumnos lleva en el maletero del coche un pico y una pala, meine Damen und Herren? Sé que les puede parecer extraño, pero está relacionado con algo que ocurrió una noche de julio de 1986 y que debía concluir en el 2008.
Me encontré con Botiflard en el Bar Chipén mediada la tarde: deseábamos tomar un gin-tónic antes de acudir a nuestra cita. Nada más llegar demostró su impaciencia con una pregunta: «¿Lo has traído?, hoy tenemos que hacerlo». Yo asentí con desgana y un cierto nerviosismo, sabía que nos enfrentaríamos a algo difícil cuyas consecuencias eran una incógnita. Intuí que a mi amigo le ocurría algo parecido; las mandíbulas apretadas y la mirada resuelta así me lo indicaron. Malgastamos el tiempo en silencio junto a uno de los ventanales de local, un lugar privilegiado, ya que desde una esquina la vida se observa mejor. Durante un lapso, el tintineo de los cubitos de hielo y el chasqueo de nuestros encendedores fueron toda nuestra conversación. Un poco antes de las nueve decidimos partir. Botiflard, sin embargo, estaba inquieto: « ¿Crees que debemos hacerlo?»; un lacónico «sí» fue mi respuesta.
La cena transcurrió en un ambiente cordial y amistoso: abrazos y saludos; proyección de una película en la que todos aparecíamos; historias revenidas; el reencuentro con antiguos profesores (es nuestra tradición, quizás un rito, invitar a dos profesores); y dos de mis riojas preferidos: Martínez Lacuesta y Viña Pomal; ambos eran un Gran Reserva de 1998. Asimismo, el discurso— casi una arenga— fue emocionante. Con el hilo del pasado se enhebraron situaciones, lugares, anécdotas y la remembranza de los que ya no pueden compartir sus vidas con nosotros pero que formarán parte de nuestras existencias hasta el final. A la hora del café, los licores y los habanos, las conversaciones giraron en torno al presente: éxitos, fracasos, expectativas, conformismo y frustraciones; ¡la esencia de la vida, estimados parroquianos! Algunos asistentes se despidieron y nosotros entendimos que el momento se aproximaba. Dos buenos amigos, X. y H., intercambiaron sus miradas con nosotros a la espera de la señal para partir: un pico y una pala nos esperaban, queridos lectores.
Ya que he mencionado a esas dos herramientas, meine Damen und Herren, no podemos dejar de referirnos a nuestro siempre admirado José Luis Rodríguez, el Puma; un picapedrero del talento. Sea como sea, reconozco que estamos ante un hombre que es una evolución constante y un escultor de la verdad. Con su inteligencia en carne viva ha conseguido que sus propios actos le conviertan en caricatura, ya que ha pasado del sentarse al paso de la bandera de USA a arrastrarse como un caracol— no lo digo por los cuernos y las babas— para poder mostrar su cretinismo de nuevo; del dedo sobre la ceja— una demostración de cómo se transmuta la imbecilidad en coquetería— al dedo sobre la boca de los medios para acallar la verdad; de la Champions League de la economía a jugar sobre campos de tierra; del corazón de Europa al colon —supongo que las clases de anatomía también duraron dos tardes—; del pleno empleo al pleno a secas, pero en inoperancia; del «aquí caben todos» al «acompáñales a la puerta, Ambrosio; pero déles un Ferrero Rocher»; del «España no se merece un Gobierno que miente» al «un Gobierno que miente se merece España»; y de « el capitalismo a muerto» al «inyectaremos liquidez a los bancos». Al principio pensé que la estulticia de ZP era una isla, pero después he comprendido que estamos ante un nuevo continente. No obstante no debemos sorprendernos, meine Damen und Herren, porque ZP sigue tres doctrinas políticas: a salto de mata; no dedicarme de lleno a nada; y sala de estar de piso pobre con mesa camilla y brasero. ¡Un peazo estadista!; que diría el clásico.
De todas formas, estimados parroquianos, admiro la lucha que sostiene ZP; el problema es que pelea contra lo que él considera «el insano hábito de pensar». La realidad es que estamos ante un sujeto que hace política de autor y se dedica a pellizcar los cristales de la diplomacia internacional; aunque eso no es lo peor, no: luego mira entre sus dedos y se sorprende al no encontrar nada. ¡Qué tierno! De todas formas, estimados parroquianos, ZP es un hombre que admiro, porque sus palabras son la letra que requiere la música de la necedad, aunque sin melodía sus discursos también sonarían bien: majaderos hubo toda la vida. Por otro lado, de los peripatéticos esfuerzos de ZP para demostrar lo que no es emana un tufo tan intenso como para marear a un puerco en su pocilga; incluso a toda la piara: me temo un exterminio de la cabaña porcina española, meine Damen und Herren.
Siempre he considerado que toda escritura es autobiográfica— valga como ejemplo el blo heterodoso del filólogo vocacional—; ahora bien, los actos de una persona reflejan con la misma intensidad su biografía. Queridos lectores, ¿qué le ocurrió a ZP en la infancia?: ¿se columpiaba en los cables de alta tensión?; ¿introducía la cabeza en una poza para jugar al «a ver quién se intoxica antes»?; ¿dormía en la cuna con una bolsa de plástico en la cabeza? Lo cierto es que lo ignoro, por ello debemos esperar a que el peazo estadista escriba sus memorias; hasta le propongo un título: All Bran, laxantes y bífidus: Mis años en la Moncloa. ¡Magnífico, estimados parroquianos!, refleja con exactitud lo que es ZP y sus actos: una unión que favorece el tránsito intestinal; pa’cagarse, que diría el clásico. De todas formas espero que no tenga el atrevimiento, ya que no hay tinta más indeleble que la de la majadería: mancharíamos nuestros dedos.
Les pido que no consideren que mi intención es humillar a ZP, meine Damen und Herren, es innecesario que yo lo haga: él mismo ya se humilla con su proceder; para muestra un botón: las magníficas relaciones de ZP y mi tocayo, Sarkozy. El pobre Puma todavía no ha entendido que Sarko maneja muy bien a las damas; por ése motivo le trata con tanto cariño. ¿Interpretará ZP una nueva versión de La dama de las camelias? Queridos lectores, traigan las sales por si la damisela se desmaya. ¡Qué no haríamos por ZP!, un hombre de pico y pala; el inconveniente es que se los clavó en el cráneo y todavía no se ha enterado.
Le pedimos al camarero tres botellas de Moët&Chandon Brut Imperial y nos dirigimos al lugar en el que en una noche de julio de 1986 seis amigos enterraron una caja que contenía muy pocas cosas: una fotografía de nosotros y una pequeña nota en la que cada uno escribió sus deseos. Enfilamos la carrera de Vallvidrera con la congoja traslapada por la charlatanería. No nos resultó difícil encontrar el lugar; es el sitio adecuado para disfrutar de las mejores vistas de Barcelona, sobre todo por la noche. Mientras que Botiflard y H. buscaban en la ladera, X. y yo descorchamos la primera botella. De vez en cuando les escuchábamos discutir; toda la vida han hecho lo mismo. Transcurridos unos minutos, el sonido de la pala nos indicó que habían encontrado el lugar. Acto seguido, Botiflard apareció con la caja entre las manos y la depositó sobre el capó de mi coche. Fue algo curioso, meine Damen und Herren: tantos años de espera y en ese momento nadie quería abrirla. Sin embargo, X., que para algo es director de cine, tomó la iniciativa, y ante nosotros se mostró el contenido conocido de antemano; no obstante algo había cambiado: de seis amigos quedábamos cuatro. La fotografía pasó de mano en mano; nadie dijo nada, ninguno quiso compartir sus pensamientos. Después llegó el momento más delicado: abrir las notas para leerlas en voz alta y contrastar nuestros anhelos juveniles con la realidad del adulto: el balance no fue malo. Nadie quiso señalarlo, estimados parroquianos, pero quedaban dos notas por abrir. Retardamos el momento de enfrentarnos al dilema con brindis y copas de champán; debo reconocerles que era una alegría impostada. La primera botella de Moët rodó ladera abajo y Botiflard preguntó qué hacer. Tras una breve discusión, decidimos no leer las notas y quemarlas junto a la fotografía. Yo estuve de acuerdo, ya que las estafas de la vida duelen más cuando se hacen públicas. Una a una, entre comentarios y chanzas, las botellas de champán cayeron de forma inmisericorde. Más tarde, al igual que aquella noche de 1986, X. y H. partieron sin despedirse; simplemente se fueron, saben que las despedidas nos desagradan. Por el contrario, Botiflard y yo nos sentamos para esperar el amanecer mientras a nuestros pies un sinfín de luces moteaba la cuadrícula barcelonesa. Mi amigo puso su brazo sobre mis hombros y me acercó hacia él, yo sabía que era el prólogo a una pregunta ineludible; no me equivoqué: «Nicholas, ¿de verdad esperabas eso?».



APOSTILLA: Este ha sido el último escrito de la serie que titulé Sideways. Espero que hayan disfrutado con la lectura; pero si no fue así, les ruego que sean indulgentes, meine Damen und Herren: un mal día lo tiene cualquiera.

Foto: Bcn de noche.






Samstag, November 01, 2008

SIDEWAYS: BARCELONA (1).

Nuestros libros antiguos tienen un olor especial, meine Damen und Herren; en realidad es un perfume que provoca a nuestra memoria para que regurgite los recuerdos y emociones que nos ocasionaron con su lectura. Algo parecido ocurre cuando se visita un lugar en el que vivimos durante una parte de nuestra vida. Barcelona nos recibió con un clima tranquilo y soleado que hasta nos permitió ir a la playa; algo que Y. disfrutó con el alborozo de una chiquilla. Botiflard y yo nos divertimos con nuestro papel de cicerones; aunque él fue el protagonista al ser nativo. Ello no implica que mi conocimiento sea menor, estimados parroquianos; pero es conveniente que el que muestra una ciudad la ame, ya que sus explicaciones contagiarán los sentimientos hasta el punto de compartirlos, y el visitante dudará si vivió esos momentos, son prestados o inculcados. Nunca dejo de sorprenderme de la sensación que provoca sentirte un turista en un lugar que conoces como la palma de la mano; es algo similar a ver una representación teatral desde las bambalinas. Durante el día, las típicas baldosas del pavimento barcelonés fueron los testigos de nuestro deambular. Sin embargo, cuando el atardecer engullía a la ciudad — siempre con la parsimonia de una urbe mediterránea—, nos retirábamos a descansar para después movernos como gatos por la noche. Nuestra cita comenzaba en el bar Chipén, un local tan pequeño como grato y plagado de recuerdos; de buenos recuerdos. Durante las siguientes jornadas nos hicimos habituales de Gimlet, Rosebud, Atlantic Club, Speakeasy, Búcaro, Merbeyé y Otto Zutz.
Sin embargo, una mañana en la que tomamos el aperitivo en la terraza del Bar Turó, el perfume especial se tornó en pestilencia; cometí un error, meine Damen und Herren: comprar prensa catalana. ¡Qué lástima, estimados parroquianos! Donde antes encontraba artículos de opinión brillantes (es independiente que coincidan con la mía), críticas (para leer alguna tuve que ojear las páginas culturales) y unos escritos que reflejaban la visión anticipada del buen periodista, en ese momento sólo pude hallar compadreo— cuando no convivencia—, eufemismos variados para ocultar la ineptitud de los gobernantes, babas, y un lenguaje tan pulido, incluso cincelado, cuya finalidad es encajar un pensamiento único en la cabeza de la sociedad y dotar a los políticos de una patente de corso; en román paladino: la antitesis de lo que debe guiar la función de un periódico. No obstante no me ofendí, meine Damen und Herren, porque ustedes ya saben que siempre he considerado a José Luis Rodríguez, el Puma, ése peazo de estadista y presidente que ustedes tienen, como un pelele carente de relleno. Sin embargo, esa guata artificiosa que redondea sus formas se la procuran los medios de comunicación; algo que puede hacerse extensivo, por ejemplo, al Gobierno de la Generalitat. Algo así es lógico, queridos lectores, porque tanto uno como el otro— Gobierno, Govern— dedican muchos millones al autobombo, y para ello necesitan a los medios, que alargan la mano con prontitud e inclinan la cerviz para captar las «subvenciones» camufladas. En realidad, estimados parroquianos, esos periódicos son amantes de las obras de Luigi Pirandello, ya que hacen teatro en el teatro y se pasean a la búsqueda de un autor; mercenarios, que decía el clásico. De todas formas, de vez en cuando marcan una presa y amagan una cierta sinceridad; pero todos sabemos que forma parte de la superchería, del engaño del peazo estadista. Permítanme un ejemplo: los 9.000 euros del coche de Benach, el presidente del Parlament. ¿Cuál es el inconveniente, meine Damen und Herren?, ¡me parece una cantidad ridícula! Por el contrario, existen otras cuestiones más suculentas y que afectan a todos los partidos. Sea como sea me parecen polémicas estériles, no olviden que ustedes viven en un país cuyo Jefe del Estado no rinde cuentas del dinero que recibe del erario; es más, nunca se dice. Si el «padre de la nación» da ése ejemplo, ¿qué no hará el hijo pequeño?; ya saben, queridos lectores: puta la madre, puta la hija y puta la manta que las cobija. Disculpen: comencé a divagar; retomemos el tema de la prensa.
En Cataluña todos los periódicos sufren un quebranto, tanto en las cifras de negocio como en los contenidos; aunque ese último punto no preocupa a los directores y propietarios. Todos apelan a la crisis y la pérdida de ingresos publicitarios para justificar su mal negocio; bien, pero…¿por qué caen las ventas? Creo que porque cada vez menos personas están dispuestas a pagar por un panfleto; en eso se ha convertido la prensa catalana: en panfletos. Es un asunto hediondo que los editores se preocupen de conseguir más dinero de las administraciones públicas que de los lectores. Reflexionen, meine Damen und Herren: ¿Alguna vez morderán la mano que les da de comer?; ¿alguna vez les explicarán a ustedes la verdad?
En el resto de España, los periódicos siguen la misma senda. La reunión del peazo estadista con los jerifaltes de la prensa no me sorprendió; por el contrario, que ninguno abandonara la lectura del catecismo sí. Aunque el argumento principal fuera la crisis y la forma de comunicar las noticias sobre ella, sospecho que todo era más simple: el pelele necesita guata. Una vez más no me sorprendo por ello, estimados parroquianos, porque ésa forma de actuar es inherente al peazo estadista: manipular, mentir, ocultar e intervenir. De nuevo, meine Damen und Herren, nos encontramos ante una situación extravagante: los que tienen que informar no informan y se ciñen el bozal con agrado. ¡Teatro en el teatro!; me fascina, me fascina…
Decidimos alargar el aperitivo hasta convertirlo en comida, la situación lo aconsejaba: un sol mimoso; un buen amigo; los ojos azules de Y.; dátiles de mar; y una botella de Viña Esmeralda. No obstante algo me molestaba: los periódicos. Me levanté y los tiré en una papelera. Al poco pasó un hombre, se detuvo y extrajo los ejemplares que yo había tirado. Yo pensé que se los llevaría, era prensa del día; pero me equivoqué: los devolvió a la papelera sin hojearlos siquiera. Supongo que eso no gustó a los periódicos, aunque ellos ya saben que un mal día lo tiene cualquiera.


Foto: Baldosas de Barcelona y mis zapatos.