SIDEWAYS: BARCELONA (2).
¿Por qué alguien que acude a una cena de ex alumnos lleva en el maletero del coche un pico y una pala, meine Damen und Herren? Sé que les puede parecer extraño, pero está relacionado con algo que ocurrió una noche de julio de 1986 y que debía concluir en el 2008.
Me encontré con Botiflard en el Bar Chipén mediada la tarde: deseábamos tomar un gin-tónic antes de acudir a nuestra cita. Nada más llegar demostró su impaciencia con una pregunta: «¿Lo has traído?, hoy tenemos que hacerlo». Yo asentí con desgana y un cierto nerviosismo, sabía que nos enfrentaríamos a algo difícil cuyas consecuencias eran una incógnita. Intuí que a mi amigo le ocurría algo parecido; las mandíbulas apretadas y la mirada resuelta así me lo indicaron. Malgastamos el tiempo en silencio junto a uno de los ventanales de local, un lugar privilegiado, ya que desde una esquina la vida se observa mejor. Durante un lapso, el tintineo de los cubitos de hielo y el chasqueo de nuestros encendedores fueron toda nuestra conversación. Un poco antes de las nueve decidimos partir. Botiflard, sin embargo, estaba inquieto: « ¿Crees que debemos hacerlo?»; un lacónico «sí» fue mi respuesta.
La cena transcurrió en un ambiente cordial y amistoso: abrazos y saludos; proyección de una película en la que todos aparecíamos; historias revenidas; el reencuentro con antiguos profesores (es nuestra tradición, quizás un rito, invitar a dos profesores); y dos de mis riojas preferidos: Martínez Lacuesta y Viña Pomal; ambos eran un Gran Reserva de 1998. Asimismo, el discurso— casi una arenga— fue emocionante. Con el hilo del pasado se enhebraron situaciones, lugares, anécdotas y la remembranza de los que ya no pueden compartir sus vidas con nosotros pero que formarán parte de nuestras existencias hasta el final. A la hora del café, los licores y los habanos, las conversaciones giraron en torno al presente: éxitos, fracasos, expectativas, conformismo y frustraciones; ¡la esencia de la vida, estimados parroquianos! Algunos asistentes se despidieron y nosotros entendimos que el momento se aproximaba. Dos buenos amigos, X. y H., intercambiaron sus miradas con nosotros a la espera de la señal para partir: un pico y una pala nos esperaban, queridos lectores.
Ya que he mencionado a esas dos herramientas, meine Damen und Herren, no podemos dejar de referirnos a nuestro siempre admirado José Luis Rodríguez, el Puma; un picapedrero del talento. Sea como sea, reconozco que estamos ante un hombre que es una evolución constante y un escultor de la verdad. Con su inteligencia en carne viva ha conseguido que sus propios actos le conviertan en caricatura, ya que ha pasado del sentarse al paso de la bandera de USA a arrastrarse como un caracol— no lo digo por los cuernos y las babas— para poder mostrar su cretinismo de nuevo; del dedo sobre la ceja— una demostración de cómo se transmuta la imbecilidad en coquetería— al dedo sobre la boca de los medios para acallar la verdad; de la Champions League de la economía a jugar sobre campos de tierra; del corazón de Europa al colon —supongo que las clases de anatomía también duraron dos tardes—; del pleno empleo al pleno a secas, pero en inoperancia; del «aquí caben todos» al «acompáñales a la puerta, Ambrosio; pero déles un Ferrero Rocher»; del «España no se merece un Gobierno que miente» al «un Gobierno que miente se merece España»; y de « el capitalismo a muerto» al «inyectaremos liquidez a los bancos». Al principio pensé que la estulticia de ZP era una isla, pero después he comprendido que estamos ante un nuevo continente. No obstante no debemos sorprendernos, meine Damen und Herren, porque ZP sigue tres doctrinas políticas: a salto de mata; no dedicarme de lleno a nada; y sala de estar de piso pobre con mesa camilla y brasero. ¡Un peazo estadista!; que diría el clásico.
De todas formas, estimados parroquianos, admiro la lucha que sostiene ZP; el problema es que pelea contra lo que él considera «el insano hábito de pensar». La realidad es que estamos ante un sujeto que hace política de autor y se dedica a pellizcar los cristales de la diplomacia internacional; aunque eso no es lo peor, no: luego mira entre sus dedos y se sorprende al no encontrar nada. ¡Qué tierno! De todas formas, estimados parroquianos, ZP es un hombre que admiro, porque sus palabras son la letra que requiere la música de la necedad, aunque sin melodía sus discursos también sonarían bien: majaderos hubo toda la vida. Por otro lado, de los peripatéticos esfuerzos de ZP para demostrar lo que no es emana un tufo tan intenso como para marear a un puerco en su pocilga; incluso a toda la piara: me temo un exterminio de la cabaña porcina española, meine Damen und Herren.
Siempre he considerado que toda escritura es autobiográfica— valga como ejemplo el blo heterodoso del filólogo vocacional—; ahora bien, los actos de una persona reflejan con la misma intensidad su biografía. Queridos lectores, ¿qué le ocurrió a ZP en la infancia?: ¿se columpiaba en los cables de alta tensión?; ¿introducía la cabeza en una poza para jugar al «a ver quién se intoxica antes»?; ¿dormía en la cuna con una bolsa de plástico en la cabeza? Lo cierto es que lo ignoro, por ello debemos esperar a que el peazo estadista escriba sus memorias; hasta le propongo un título: All Bran, laxantes y bífidus: Mis años en la Moncloa. ¡Magnífico, estimados parroquianos!, refleja con exactitud lo que es ZP y sus actos: una unión que favorece el tránsito intestinal; pa’cagarse, que diría el clásico. De todas formas espero que no tenga el atrevimiento, ya que no hay tinta más indeleble que la de la majadería: mancharíamos nuestros dedos.
Les pido que no consideren que mi intención es humillar a ZP, meine Damen und Herren, es innecesario que yo lo haga: él mismo ya se humilla con su proceder; para muestra un botón: las magníficas relaciones de ZP y mi tocayo, Sarkozy. El pobre Puma todavía no ha entendido que Sarko maneja muy bien a las damas; por ése motivo le trata con tanto cariño. ¿Interpretará ZP una nueva versión de La dama de las camelias? Queridos lectores, traigan las sales por si la damisela se desmaya. ¡Qué no haríamos por ZP!, un hombre de pico y pala; el inconveniente es que se los clavó en el cráneo y todavía no se ha enterado.
Le pedimos al camarero tres botellas de Moët&Chandon Brut Imperial y nos dirigimos al lugar en el que en una noche de julio de 1986 seis amigos enterraron una caja que contenía muy pocas cosas: una fotografía de nosotros y una pequeña nota en la que cada uno escribió sus deseos. Enfilamos la carrera de Vallvidrera con la congoja traslapada por la charlatanería. No nos resultó difícil encontrar el lugar; es el sitio adecuado para disfrutar de las mejores vistas de Barcelona, sobre todo por la noche. Mientras que Botiflard y H. buscaban en la ladera, X. y yo descorchamos la primera botella. De vez en cuando les escuchábamos discutir; toda la vida han hecho lo mismo. Transcurridos unos minutos, el sonido de la pala nos indicó que habían encontrado el lugar. Acto seguido, Botiflard apareció con la caja entre las manos y la depositó sobre el capó de mi coche. Fue algo curioso, meine Damen und Herren: tantos años de espera y en ese momento nadie quería abrirla. Sin embargo, X., que para algo es director de cine, tomó la iniciativa, y ante nosotros se mostró el contenido conocido de antemano; no obstante algo había cambiado: de seis amigos quedábamos cuatro. La fotografía pasó de mano en mano; nadie dijo nada, ninguno quiso compartir sus pensamientos. Después llegó el momento más delicado: abrir las notas para leerlas en voz alta y contrastar nuestros anhelos juveniles con la realidad del adulto: el balance no fue malo. Nadie quiso señalarlo, estimados parroquianos, pero quedaban dos notas por abrir. Retardamos el momento de enfrentarnos al dilema con brindis y copas de champán; debo reconocerles que era una alegría impostada. La primera botella de Moët rodó ladera abajo y Botiflard preguntó qué hacer. Tras una breve discusión, decidimos no leer las notas y quemarlas junto a la fotografía. Yo estuve de acuerdo, ya que las estafas de la vida duelen más cuando se hacen públicas. Una a una, entre comentarios y chanzas, las botellas de champán cayeron de forma inmisericorde. Más tarde, al igual que aquella noche de 1986, X. y H. partieron sin despedirse; simplemente se fueron, saben que las despedidas nos desagradan. Por el contrario, Botiflard y yo nos sentamos para esperar el amanecer mientras a nuestros pies un sinfín de luces moteaba la cuadrícula barcelonesa. Mi amigo puso su brazo sobre mis hombros y me acercó hacia él, yo sabía que era el prólogo a una pregunta ineludible; no me equivoqué: «Nicholas, ¿de verdad esperabas eso?».
APOSTILLA: Este ha sido el último escrito de la serie que titulé Sideways. Espero que hayan disfrutado con la lectura; pero si no fue así, les ruego que sean indulgentes, meine Damen und Herren: un mal día lo tiene cualquiera.
Foto: Bcn de noche.
Me encontré con Botiflard en el Bar Chipén mediada la tarde: deseábamos tomar un gin-tónic antes de acudir a nuestra cita. Nada más llegar demostró su impaciencia con una pregunta: «¿Lo has traído?, hoy tenemos que hacerlo». Yo asentí con desgana y un cierto nerviosismo, sabía que nos enfrentaríamos a algo difícil cuyas consecuencias eran una incógnita. Intuí que a mi amigo le ocurría algo parecido; las mandíbulas apretadas y la mirada resuelta así me lo indicaron. Malgastamos el tiempo en silencio junto a uno de los ventanales de local, un lugar privilegiado, ya que desde una esquina la vida se observa mejor. Durante un lapso, el tintineo de los cubitos de hielo y el chasqueo de nuestros encendedores fueron toda nuestra conversación. Un poco antes de las nueve decidimos partir. Botiflard, sin embargo, estaba inquieto: « ¿Crees que debemos hacerlo?»; un lacónico «sí» fue mi respuesta.
La cena transcurrió en un ambiente cordial y amistoso: abrazos y saludos; proyección de una película en la que todos aparecíamos; historias revenidas; el reencuentro con antiguos profesores (es nuestra tradición, quizás un rito, invitar a dos profesores); y dos de mis riojas preferidos: Martínez Lacuesta y Viña Pomal; ambos eran un Gran Reserva de 1998. Asimismo, el discurso— casi una arenga— fue emocionante. Con el hilo del pasado se enhebraron situaciones, lugares, anécdotas y la remembranza de los que ya no pueden compartir sus vidas con nosotros pero que formarán parte de nuestras existencias hasta el final. A la hora del café, los licores y los habanos, las conversaciones giraron en torno al presente: éxitos, fracasos, expectativas, conformismo y frustraciones; ¡la esencia de la vida, estimados parroquianos! Algunos asistentes se despidieron y nosotros entendimos que el momento se aproximaba. Dos buenos amigos, X. y H., intercambiaron sus miradas con nosotros a la espera de la señal para partir: un pico y una pala nos esperaban, queridos lectores.
Ya que he mencionado a esas dos herramientas, meine Damen und Herren, no podemos dejar de referirnos a nuestro siempre admirado José Luis Rodríguez, el Puma; un picapedrero del talento. Sea como sea, reconozco que estamos ante un hombre que es una evolución constante y un escultor de la verdad. Con su inteligencia en carne viva ha conseguido que sus propios actos le conviertan en caricatura, ya que ha pasado del sentarse al paso de la bandera de USA a arrastrarse como un caracol— no lo digo por los cuernos y las babas— para poder mostrar su cretinismo de nuevo; del dedo sobre la ceja— una demostración de cómo se transmuta la imbecilidad en coquetería— al dedo sobre la boca de los medios para acallar la verdad; de la Champions League de la economía a jugar sobre campos de tierra; del corazón de Europa al colon —supongo que las clases de anatomía también duraron dos tardes—; del pleno empleo al pleno a secas, pero en inoperancia; del «aquí caben todos» al «acompáñales a la puerta, Ambrosio; pero déles un Ferrero Rocher»; del «España no se merece un Gobierno que miente» al «un Gobierno que miente se merece España»; y de « el capitalismo a muerto» al «inyectaremos liquidez a los bancos». Al principio pensé que la estulticia de ZP era una isla, pero después he comprendido que estamos ante un nuevo continente. No obstante no debemos sorprendernos, meine Damen und Herren, porque ZP sigue tres doctrinas políticas: a salto de mata; no dedicarme de lleno a nada; y sala de estar de piso pobre con mesa camilla y brasero. ¡Un peazo estadista!; que diría el clásico.
De todas formas, estimados parroquianos, admiro la lucha que sostiene ZP; el problema es que pelea contra lo que él considera «el insano hábito de pensar». La realidad es que estamos ante un sujeto que hace política de autor y se dedica a pellizcar los cristales de la diplomacia internacional; aunque eso no es lo peor, no: luego mira entre sus dedos y se sorprende al no encontrar nada. ¡Qué tierno! De todas formas, estimados parroquianos, ZP es un hombre que admiro, porque sus palabras son la letra que requiere la música de la necedad, aunque sin melodía sus discursos también sonarían bien: majaderos hubo toda la vida. Por otro lado, de los peripatéticos esfuerzos de ZP para demostrar lo que no es emana un tufo tan intenso como para marear a un puerco en su pocilga; incluso a toda la piara: me temo un exterminio de la cabaña porcina española, meine Damen und Herren.
Siempre he considerado que toda escritura es autobiográfica— valga como ejemplo el blo heterodoso del filólogo vocacional—; ahora bien, los actos de una persona reflejan con la misma intensidad su biografía. Queridos lectores, ¿qué le ocurrió a ZP en la infancia?: ¿se columpiaba en los cables de alta tensión?; ¿introducía la cabeza en una poza para jugar al «a ver quién se intoxica antes»?; ¿dormía en la cuna con una bolsa de plástico en la cabeza? Lo cierto es que lo ignoro, por ello debemos esperar a que el peazo estadista escriba sus memorias; hasta le propongo un título: All Bran, laxantes y bífidus: Mis años en la Moncloa. ¡Magnífico, estimados parroquianos!, refleja con exactitud lo que es ZP y sus actos: una unión que favorece el tránsito intestinal; pa’cagarse, que diría el clásico. De todas formas espero que no tenga el atrevimiento, ya que no hay tinta más indeleble que la de la majadería: mancharíamos nuestros dedos.
Les pido que no consideren que mi intención es humillar a ZP, meine Damen und Herren, es innecesario que yo lo haga: él mismo ya se humilla con su proceder; para muestra un botón: las magníficas relaciones de ZP y mi tocayo, Sarkozy. El pobre Puma todavía no ha entendido que Sarko maneja muy bien a las damas; por ése motivo le trata con tanto cariño. ¿Interpretará ZP una nueva versión de La dama de las camelias? Queridos lectores, traigan las sales por si la damisela se desmaya. ¡Qué no haríamos por ZP!, un hombre de pico y pala; el inconveniente es que se los clavó en el cráneo y todavía no se ha enterado.
Le pedimos al camarero tres botellas de Moët&Chandon Brut Imperial y nos dirigimos al lugar en el que en una noche de julio de 1986 seis amigos enterraron una caja que contenía muy pocas cosas: una fotografía de nosotros y una pequeña nota en la que cada uno escribió sus deseos. Enfilamos la carrera de Vallvidrera con la congoja traslapada por la charlatanería. No nos resultó difícil encontrar el lugar; es el sitio adecuado para disfrutar de las mejores vistas de Barcelona, sobre todo por la noche. Mientras que Botiflard y H. buscaban en la ladera, X. y yo descorchamos la primera botella. De vez en cuando les escuchábamos discutir; toda la vida han hecho lo mismo. Transcurridos unos minutos, el sonido de la pala nos indicó que habían encontrado el lugar. Acto seguido, Botiflard apareció con la caja entre las manos y la depositó sobre el capó de mi coche. Fue algo curioso, meine Damen und Herren: tantos años de espera y en ese momento nadie quería abrirla. Sin embargo, X., que para algo es director de cine, tomó la iniciativa, y ante nosotros se mostró el contenido conocido de antemano; no obstante algo había cambiado: de seis amigos quedábamos cuatro. La fotografía pasó de mano en mano; nadie dijo nada, ninguno quiso compartir sus pensamientos. Después llegó el momento más delicado: abrir las notas para leerlas en voz alta y contrastar nuestros anhelos juveniles con la realidad del adulto: el balance no fue malo. Nadie quiso señalarlo, estimados parroquianos, pero quedaban dos notas por abrir. Retardamos el momento de enfrentarnos al dilema con brindis y copas de champán; debo reconocerles que era una alegría impostada. La primera botella de Moët rodó ladera abajo y Botiflard preguntó qué hacer. Tras una breve discusión, decidimos no leer las notas y quemarlas junto a la fotografía. Yo estuve de acuerdo, ya que las estafas de la vida duelen más cuando se hacen públicas. Una a una, entre comentarios y chanzas, las botellas de champán cayeron de forma inmisericorde. Más tarde, al igual que aquella noche de 1986, X. y H. partieron sin despedirse; simplemente se fueron, saben que las despedidas nos desagradan. Por el contrario, Botiflard y yo nos sentamos para esperar el amanecer mientras a nuestros pies un sinfín de luces moteaba la cuadrícula barcelonesa. Mi amigo puso su brazo sobre mis hombros y me acercó hacia él, yo sabía que era el prólogo a una pregunta ineludible; no me equivoqué: «Nicholas, ¿de verdad esperabas eso?».
APOSTILLA: Este ha sido el último escrito de la serie que titulé Sideways. Espero que hayan disfrutado con la lectura; pero si no fue así, les ruego que sean indulgentes, meine Damen und Herren: un mal día lo tiene cualquiera.
Foto: Bcn de noche.
11 Comments:
Era más sencilla la explicación de lo que le paso en la infancia a tu admirado zp.
Ha sido un placer, Nicholas. Deberías viajar más y seguir la serie.
Me preocupa la estrategia del caracol... lento pero seguro. Este intento desesperado de lavar su mala imagen fuera de España, el despliegue de medios (¿cuánto lleva gastado en viajes y demás?) es muy penoso para mí. No tiene dignidad, no sabe el significado de esa palabra. Y los medios apoyándole y clamando que si no va ZP a la reunión es una afrenta a España. No en vano este país protege a los burros como especie nacional... ahora en vez de en Torremolinos están por todos lados.
Tenías razón!!! ;D GRACIAS
Lo siento Nicholas -perdona que te tutee- pero, leida tu historia, me aburre profundamente tener que hablar de Zapatero. Tu historia me emociona, en parte porque siempre me lleva a ella, a mi dulce amiga Ada.
La fotografia me ha traido a la memoria el dia en que me habló de la contaminacion luminica de Barcelona, ella fué la encargada de leer unas lineas despues de una manifestacion, o algo parecido. Como tu, gustaba de una buena copa de vino, cava o whisky. Las mejores marcas, como tu, y los mejores amigos.(incluido yo)
Gracias de nuevo por el tiempo que nos dedicas. Ya se que sin nuestra presencia no tendria sentido escribir, pero es de agradecer el esfuerzo que haces en que "todo", escritura, historia, analisis politico, fotografia, musica, etc y hasta el diccionario de la Academia, esté perfectamente hecho.
Gracias.
Felicidade Nicholas, acertó la elección de Barcelona como sede de la Unión para el Mediterraneo ( o como se llame).
¿El que clavaba el chorizo también estaba en la cena?
IGNACIO:
Efectivamente, galáctico amigo: algo de eso hay. Lo explicaré en los próximos escritos; pero es evidente que la Galaxia, de nuevo, señaló la dirección correcta.
Saludos.
MARY WHITE:
Antes viajaba más; en la actualidad estoy algo cansado de acarrear maletas. No obstante, dentro de pocos días partiré hacia mi retiro invernal y no regresaré hasta enero. El truco de ZP —vincular su ridícula efigie a España— es algo típico. De la misma forma que él desea que se critique al Gobierno y no a su gestión personal, favorecer la confusión ayuda, eso cree él, a que su imagen no se vea erosionada. El papel de los medios, de nuevo, me resulta patético y una afrenta para la profesión. Ahora bien, ya sabemos que los peleles necesitan guata y los españoles un poco más de madurez democrática; no me atrevo a escribir “sentido común”. No sería una mala idea incorporar los burros de Torremolinos a la vida política española: no creo que la diferencia fuera perceptible a simple vista. Ahora bien: les obligaría a comparecer en el Congreso de los Diputados sin sombrero mejicano. ¡iahhh, iahhh, iahhh!
Políticos y fauna, ¡me fascina ésa mezcla!
Saludos.
ANÓNIMA:
De nada; ya te avisé. Besos.
VAN:
No tienes que disculparte, Van, podemos tutearnos. Ése es un tema en el que rara vez tomo la iniciativa. Es cierto que tratar sobre un tipo tan anodino e inútil como ZP es aburrido, por ello redondeo los escritos con otras cuestiones. Tu comentario, sin embargo, ha despertado una eterna cuestión: ¿las personas deben escribir aunque nadie lea sus obras? Yo creo que sí, porque de igual forma que la lectura favorece la adquisición de una estructura de pensamiento, reflejar por escrito ideas también lo consigue; y no me refiero a Josephsplatz. Ahora bien, agradezco vuestros comentarios y que pierdas tu tiempo con la lectura del feuilleton. Escribir en él es algo grato, me procura momentos de diversión y me ayuda a mantener fresco mi español. Con todo y con eso, el saber que mi blog tiene seguidores asiduos me obliga a ser cuidadoso en todo: es una muestra de respeto hacia los lectores.
Observo por tus explicaciones que Ada era una mujer combativa y militante. ¡La contaminación lumínica de Barcelona, menudo tema! Todo sea por los pingüinos del Ártico y las gaviotas.
Saludos.
ANÓNIMO 10:37
Gracias. El alimento de ZP, como político, se resume en un solo manjar: el chocolate del loro. Mientras él tenga algo que ofrecer— una fotografía, un discurso huero y pomposo, que los medios ampliarán hasta extremos ridículos— ya está contento. Siempre he dicho que ZP es el rey del parche. Lo que fue un nuevo ninguneo por parte de Sarkozy ZP lo venderá como un gran éxito: chocolate y loros. ¡Uahrrr, Uahrrr, lorito, lorito! Le explicaré algo más anónimo. ¿Qué ocurrió durante la visita de Carlos Ghosn (presidente del grupo Renault-Nissan ) a España? Es algo muy bonito que demuestra la visión e interés de ZP por los temas importante. El presidente de Renault-Nissan tenía previsto celebrar una entrevista con ZP para tratar asuntos vinculados al futuro de Nissan en España; algo, como usted comprenderá, que afecta a miles de puestos de trabajo. ZP no quiso recibirle y pasó el muerto a un segundón. Con todo y con eso, Ghosn consideró que podía plantear la cuestión a Miguel Sebastián, ya que estaba prevista una visita a una fábrica de Renault. El ministro, sin embargo, se quitó el muerto de encima: él quería la foto con el mono de trabajo y decir alguna de las tonterías habituales. Ghosn, por lo tanto, regresó a París sin haber hablado con nadie. Días más tarde, dio instrucciones para que se presentara el ERE que afecta a 1680 trabajadores de la fábrica Nissan de Barcelona. En la actualidad, todo son prisas para parchear como sea un asunto tan delicado. El viaje repentino de Montilla a París para visitar a Ghosn es una muestra más. ¿No hubiera sido mejor recibir al presidente de la alianza automovilística cuando visitó España y escuchar sus preocupaciones? Esas cuestiones ZP no las entiende, lo suyo es el chocolate; el del loro, claro está. ¡Uahrrr, uahrrr, lorito, lorito!
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