LA BIOGRAFÍA: PARÍS.
En el verano de 1985, ZP y Pepiño entienden que se encuentra ante la encrucijada más difícil de sus vidas. Sin embargo, y gracias en gran medida a la amistad simbiótica entablada, ambos no se amilanan ante lo que sabían era una empresa ardua: completar su formación en el extranjero; ahora bien: ¿en qué países? Es indubitable que Pepiño era consciente del reto al que el destino enfrentaría a ZP— erigirse en faro de la humanidad—, y decide consagrar su existencia en cuerpo y alma al éxito de su amigo. No obstante, ninguno de ellos confesó al otro las vacilaciones, incluso temores, que anidaban en sus ánimos. No obstante, en uno de los últimos libros que escribió Pepiño Blanco— Conceptos heterodoxos de la ptosis del pterodáctilo— podemos observar, en la dedicatoria del libro, una velada alusión a las incertidumbres del pasado. Por lo tanto, y a pesar de no poder constatar mis sospechas, creo que Pepiño zanjó sus titubeos con el viejo sistema: observar la dirección del chorro de orina, aunque añadió un nuevo elemento: un mapamundi que colocó debajo del urinario para después observar dónde había caído el mayor número de salpicaduras. Por el contrario, uno de los mayores eruditos en la vida y obra de Pepiño, el japonés Yositoko Tunabo, aporta una sugestiva al tiempo que académica alternativa: Pepiño se encaramó al tejado del rectorado, lanzó un escupitajo al mapa que dejó sobre el césped, y después, al observar el impacto del gargajo, tomó una decisión. Sea como sea, el profesor Tunabo y yo estamos de acuerdo en la presencia del mapa, aunque diferimos, eso sí, en el método.
ZP, por su parte, acudió de nuevo al abuelo, que durante una sesión espiritista le indicó los dos países a los que debería viajar: Francia y Alemania. Curiosamente, cuando los dos jóvenes hablaron sobre su destino, ambos coincidieron. La analogía, que otros podrían considerar propia del azar, supuso para ZP y Pepiño la demostración de que la Providencia guiaba sus pasos para que cumplieran su misión. Después de obtener unas brillantes calificaciones, que ZP se llevó clavadas en el cráneo y Pepiño en la espalda, los dos amigos deciden que su primer destino sería París. Sin embargo, la parquedad de sus recursos les obligaba a viajar hasta la capital francesa en autostop. Afortunadamente para los intrépidos intelectuales, un camión que transportaba melones y recorría la ruta entre Murcia y París les recoge. El viaje fue fatigoso, lento y sin comodidades, ya que debieron realizarlo en la caja del camión. De todas formas, ZP aprovechó el tiempo y adquirió una cierta práctica en el arte de escoger melones, algo que sin duda alguna ha demostrado a la hora de formar su equipo de gobierno.
En París alquilaron una buhardilla en la rue Pédale, en el número 69 en concreto. La primera semana la pasaron encerrados, con una dieta frugal y mil pensamientos que bullían en sus cabezas. Ese voluntario aislamiento lo dedicaron a estudiar cuál sería el lugar adecuado para adquirir los conocimientos que les permitieran aplicar los conceptos políticos que ZP atesoraba en la mente. El octavo día, quizás estimulados por la carencia de dinero, llegaron a la misma conclusión: Les Folies Bergère.
Debo señalar que este episodio de la vida de ZP ha quedado relegado en el olvido (me atrevo a decir que se oculta) por el interés de los protagonistas; de hecho me fue imposible conseguir información al respecto en España. Por ése motivo encaminé mis investigaciones hacia la famosa sala de music-hall, en la que todo fueron facilidades a pesar de que los documentos de ese período fueron destruidos. Tan fue así que el actual gerente me sugirió que visitara a la persona que dirigía el espectáculo en 1985— Françoise Cochononne—, incluso me entregó una carta de presentación para vencer las posibles reticencias. En su retiro de Normandía, la mujer todavía recordaba a aquel par de jóvenes españoles que con más voluntariedad que aptitudes entraron en su despacho para solicitar un puesto de trabajo y aprender a ejercer la política. Junto con una fotocopia de los contratos de trabajo de ZP y Pepiño (Doc. CDD/987566-85 y CDD 654879-85), la mujer me entregó una serie de anécdotas, muy útiles para completar la biografía del insigne estadista. Durante la entrevista, Mme. Cochononne reconoció la desconfianza que le despertaron los muchachos, pero la diluyó en la voluntad férrea no exenta de descaro que exhibieron. Asimismo, fue taxativa cuando recordó que fue Pepiño el que tomaba la palabra, dejando en un segundo plano a su amigo. Ése rasgo protector impresionó a la anciana, aunque su sorpresa aumentó al preguntarle a ZP si hablaba idiomas y éste responder lo siguiente: «No, pero los escucho muy bien: tengo una facilidad innata».
Sea como sea, ZP y Pepiño fueron contratados durante nueve meses en Les Folies Bergère. Fue una época atractiva para ellos: disfrutaron de París, adoptaron la moda y demostraron el cosmopolitismo adquirido en la universidad. El director del espectáculo tuvo muchas dificultades para encuadrarles en el espectáculo, aunque la experiencia de ZP en la academia de baile del profesor Friedrich Senkfuß le resultó útil para conseguir una plaza en el ballet. Pepiño, por el contrario, quedó relegado al trabajo entre bambalinas: luminotécnico (llegó a desviar los focos cuando ZP daba un traspié), cambio de decorados y tramoyista.
Transcurrido el primer trimestre y en vista del potencial de los muchachos, el director decide darles una oportunidad: un número de ventriloquia en el que Pepiño, sentado sobre un piano de cola, representaba el papel del muñeco; y ZP, el de ventrílocuo. Lo que puedo ser un buen número se convirtió en un desastre, ya que era difícil compaginar la prosodia de ZP— neumas, repetición, arrítmica— con los movimientos de Pepiño, que llegó a salir solo al escenario ante los renuncios a las tablas de ZP: no soportaba los abucheos del público. Ante la magra calidad del dúo y con el fin de no erosionar la reputación de Les Folies Bergère, el director decidió no renovarles el contrato. ZP, no obstante, propuso para evitar el despido realizar una actuación de dualidad — un mismo personaje interpreta dos papeles, normalmente uno masculino y otro femenino— o bien probar suerte con la prestidigitación, al tiempo que Pepiño se ofreció como contorsionista: las ofertas fueron rechazadas. Aun así, la pareja entendió que la experiencia adquirida les sería útil en su trayectoria política. En cualquier caso todavía les faltaba ascender otro escalón: un viaje a Alemania; en concreto a la ciudad de Hamburgo.
Foto: Fotografía del programa de Les Folies Bergère (1985)
En París alquilaron una buhardilla en la rue Pédale, en el número 69 en concreto. La primera semana la pasaron encerrados, con una dieta frugal y mil pensamientos que bullían en sus cabezas. Ese voluntario aislamiento lo dedicaron a estudiar cuál sería el lugar adecuado para adquirir los conocimientos que les permitieran aplicar los conceptos políticos que ZP atesoraba en la mente. El octavo día, quizás estimulados por la carencia de dinero, llegaron a la misma conclusión: Les Folies Bergère.
Debo señalar que este episodio de la vida de ZP ha quedado relegado en el olvido (me atrevo a decir que se oculta) por el interés de los protagonistas; de hecho me fue imposible conseguir información al respecto en España. Por ése motivo encaminé mis investigaciones hacia la famosa sala de music-hall, en la que todo fueron facilidades a pesar de que los documentos de ese período fueron destruidos. Tan fue así que el actual gerente me sugirió que visitara a la persona que dirigía el espectáculo en 1985— Françoise Cochononne—, incluso me entregó una carta de presentación para vencer las posibles reticencias. En su retiro de Normandía, la mujer todavía recordaba a aquel par de jóvenes españoles que con más voluntariedad que aptitudes entraron en su despacho para solicitar un puesto de trabajo y aprender a ejercer la política. Junto con una fotocopia de los contratos de trabajo de ZP y Pepiño (Doc. CDD/987566-85 y CDD 654879-85), la mujer me entregó una serie de anécdotas, muy útiles para completar la biografía del insigne estadista. Durante la entrevista, Mme. Cochononne reconoció la desconfianza que le despertaron los muchachos, pero la diluyó en la voluntad férrea no exenta de descaro que exhibieron. Asimismo, fue taxativa cuando recordó que fue Pepiño el que tomaba la palabra, dejando en un segundo plano a su amigo. Ése rasgo protector impresionó a la anciana, aunque su sorpresa aumentó al preguntarle a ZP si hablaba idiomas y éste responder lo siguiente: «No, pero los escucho muy bien: tengo una facilidad innata».
Sea como sea, ZP y Pepiño fueron contratados durante nueve meses en Les Folies Bergère. Fue una época atractiva para ellos: disfrutaron de París, adoptaron la moda y demostraron el cosmopolitismo adquirido en la universidad. El director del espectáculo tuvo muchas dificultades para encuadrarles en el espectáculo, aunque la experiencia de ZP en la academia de baile del profesor Friedrich Senkfuß le resultó útil para conseguir una plaza en el ballet. Pepiño, por el contrario, quedó relegado al trabajo entre bambalinas: luminotécnico (llegó a desviar los focos cuando ZP daba un traspié), cambio de decorados y tramoyista.
Transcurrido el primer trimestre y en vista del potencial de los muchachos, el director decide darles una oportunidad: un número de ventriloquia en el que Pepiño, sentado sobre un piano de cola, representaba el papel del muñeco; y ZP, el de ventrílocuo. Lo que puedo ser un buen número se convirtió en un desastre, ya que era difícil compaginar la prosodia de ZP— neumas, repetición, arrítmica— con los movimientos de Pepiño, que llegó a salir solo al escenario ante los renuncios a las tablas de ZP: no soportaba los abucheos del público. Ante la magra calidad del dúo y con el fin de no erosionar la reputación de Les Folies Bergère, el director decidió no renovarles el contrato. ZP, no obstante, propuso para evitar el despido realizar una actuación de dualidad — un mismo personaje interpreta dos papeles, normalmente uno masculino y otro femenino— o bien probar suerte con la prestidigitación, al tiempo que Pepiño se ofreció como contorsionista: las ofertas fueron rechazadas. Aun así, la pareja entendió que la experiencia adquirida les sería útil en su trayectoria política. En cualquier caso todavía les faltaba ascender otro escalón: un viaje a Alemania; en concreto a la ciudad de Hamburgo.
Foto: Fotografía del programa de Les Folies Bergère (1985)
8 Comments:
Herr Van Orton, se supera Vd. por momentos con esta biografía. El quinto párrafo me parece magistral por lo que encierra, pero no comprendo por qué fueron contratados sólo por nueve meses. Trataré de documentarme, pero mis medios son muy escasos.
Saludos.
Hahahahaha!!!!
Mme.Cochonne... ya imagino,pero ¿rue Pédale? ¿supongo que proviene de pédé? hahahaha....
¡descacharrante! el método de fijación del destino de viaje es digno de elevación a los laicos altares de la psicología deductiva post-postmoderna xD
sólo usted y su biógrafo de cámara saben qué nuevas aventuras tendrán nuestros jóvenes protagonistas en Alemania
n a c o
quiénsoyadóndevoy
Una vez más desternillante, como no podía ser de otra manera tratándose de relatar la vida y milagros de ZP.
Sin duda en la mencionada sala Zapatero tuvo un buen aprendizaje del que ha sacado rendicimiento toda su vida, y que reconoció con su frase de que, en democracia, lo que importa es tener cintura.
En Alemania me temo lo peor, pues es lugar apto para filosofías.¿Seguirá el estadista los pasos de Ortega y Gasset?
JOSE:
La respuesta está en la información que proporcioné: CDD (Contrat à durée déterminée). Lo habitual en ese tipo de contrato, aunque no existe duración mínima, suele ser 9 meses. Saludos.
MARY WHITE:
Diste en la diana. De todas formas no existe mala intención por mi parte: era el nombre de la calle. Saludos.
OSAKA:
Reconozco que se trata de un método…cómo decirlo…no muy ortodoxo, pero en muchas ocasiones parece que lo utilicen. Espero que no hagan después de comer espárragos. El próximo escrito es la conclusión de la biografía.
Saludos.
EL ESPANTAPÁJAROS:
No me extraña que un sujeto como ZP considere que lo importante es la cintura. Yo, por el contrario, creo que son fundamentales los principios y la honestidad; pero con ZP por medio…
Curiosamente, torturador de gorriones hambrientos, el período alemán fue el que más dificultades me planteó a la hora de documentarme; es más, creo que existe una mano negra encargada de ocultar información o eliminar documentos; pero no puedo asegurarlo.
Saludos.
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