Donnerstag, Oktober 30, 2008

SIDEWAYS: MARSELLA (2).

Las anchoas estaban a mi gusto: carne prieta, generosa y firme; y dóciles a la hora de desprenderse de la sal que las había conservado en el tonel. Asimismo, logré ligar una compacta salsa Rouille — creo que me excedí con el azafrán—; tan era así que la mano del mortero permanecía enhiesta y desafiante. Y. y Botiflard regresaron de la exposición del «tío desorejado» con tres botellas de vino y unas valoraciones que para alguien carente de sensibilidad artística, como soy yo, resultaban una jerigonza incomprensible. El vino, no obstante, me gustó: Château d’Oupia. De la misma forma, la frescura del pescado que Ahmed había comprado mostró todo su esplendor en la bullabesa.
A Jörg Haider le acusaban de populista y demagogo; ahora bien, ¿quiénes eran los acusadores?: Los políticos monaguillos europeos que no tienen valor para afrontar y solucionar los problemas. Estimados parroquianos, ¿me creerán si les explico que José Luis Rodríguez, el Puma, es el presidente de la cofradía? Supongo que sí, porque tanto a ZP como a Rajoy sólo les interesan los inmigrantes (si son negros mejor) para hacerse una fotografía durante la campaña electoral. De cada muerto en el Estrecho o en las costas africanas, de cada puta que es explotada por una mafia y de cada ser humano que debe aceptar condiciones intolerables de trabajo, responsabilizo a ZP. Así debe ser, meine Damen und Herren, porque los políticos no están exentos de responsabilidades; otra cuestión es que los ciudadanos las exijan. Podrán observar que la esclavitud también tiene grados, no todos los que lucen grilletes poseen la tez morena.
Ahora, una vez más, toca el parchear, y ahí se aplicarán los dos grandes partidos. Sí, queridos lectores, esos apóstoles de la memez y el buenismo y sus empalagosas doctrinas sobre lo políticamente correcto; cretinos hipócritas, que diría el clásico. Conforme se acerquen las elecciones — yo las intuyo para el 2010—, ustedes observarán cómo los medios de comunicación y los políticos (son lo mismo) priorizan a los inmigrantes sobre los nativos; pero no será porque les importen, sino por quedar bien. ¡Es algo diabólico, meine Damen und Herren! Supongo que el próximo año escucharán que alguien demanda «políticas activas de empleo específico para los extranjeros»; para después recodarles «la valiosa contribución al PIB», «la situación excelente de la SS y la enorme riqueza que aportaron». Por el contrario, a mí no me cuadran las cuentas, aunque no me hagan caso, estimados parroquianos, ya les dije en una ocasión que las matemáticas no son mi fuerte y que sólo sé que existen tres tipos de personas: las que saben contar y las que no. No obstante, mi ignorancia supina no me impide comprender que algo nos ocultan, ya que si todo es tan bueno y beneficioso, ¿por qué las administraciones dedican millones de euros a integración y pamemas semejantes? Sería conveniente que alguien integrara de verdad; pero no a los inmigrantes sino los balances: ¿el saldo sería positivo? Yo propongo que la palabrería insustancial de ZP debe imprimirse, porque determinadas gansadas, en letra impresa, emergen con rapidez. El gran estadista, que es un asesino de nuestras inteligencias, nunca reconocerá que atraer a miles de personas con falsas expectativas y con miras electorales es algo propio de miserables e insensatos.
La prematura muerte de Jörg Haider nos impide observar la madurez que había adquirido el político austriaco y el valioso papel que podría haber jugado tanto en la política del país alpino como en la europea. Sólo tengo una duda, meine Damen und Herren: ¿qué hubieran pretextado los cobardes e hipócritas políticos europeos? Nunca lo sabremos, determinadas muertes resultan más dolorosas no por el deceso en sí sino por la inoportunidad; aunque no creo que haya ninguna muerte oportuna, excepto para los adversarios, claro está.
Disfruté mucho de mi estancia en Marsella y de la compañía de Ahmed, no creo que peque de exagerado si les explico que fue una de mis mejores experiencias vitales; si es que ése término puede utilizarse cuando el tiempo se comparte con un moribundo. El día de nuestra partida, Ahmed nos ayudó a bajar el equipaje. Yo estaba sentado al volante y él junto a la ventanilla. Ambos nos miramos con la certeza de que estaríamos un largo tiempo sin vernos, muy largo. Después, Ahmed se llevó la mano al pecho, a los labios, la frente y la elevó al cielo. De nuevo yo no supe qué decir, meine Damen und Herren, y le planteé la misma pregunta: «¿Recuerdas la faena de Luis Francisco Esplá en Nimes?». Él sonrió, sabía que yo respetaba nuestro código no escrito de comportamiento, y mientras Botiflard introducía los bultos en el maletero, Ahmed encendió un Gitanes y emitió su parecer: «No fue la mejor, Nico, y eso que es un buen torero; pero…un mal día lo tiene cualquiera».

Foto: Otra cajetilla de Gitanes.


SIDEWAYS: MARSELLA (1).

Ahmed nos recibió en su casa de Marsella con su tradicional hospitalidad y el saludo que siempre me dedica: «Alá es grande, Nico, Él te trae a mí». Había transcurrido mucho tiempo desde nuestro última encuentro y ambos deseábamos vernos de nuevo, disfrutar de nuestra compañía y recordar viejas anécdotas. Yo siempre le digo que por sus venas no corre sangre sino agua del Mediterráneo, ya que sus ancestros provienen de diferentes países: Italia, Francia, España, Argelia y Turquía. Asimismo, ambos compartimos dos pasiones: los toros— quizá lo que más echo de menos de España— y la música de los Gipsy Kings. Y. y Botiflard estaban excitados porque deseaban ver una exposición sobre dos pintores: Van Gogh y Monticelli. A mí, por el contrario, no me despertaba la menor curiosidad, meine Damen und Herren, ya que malgastar una tarde radiante ante los «cromos» de un tipo que se cortó una oreja es no comprender la vida; ¡si por lo menos se la hubiera cortado al afeitarse sería distinto! Una vez libres de «los amantes del arte», Ahmed y yo nos sentamos en la terraza de su piso, un espacio con unas vistas magníficas sobre el puerto viejo de Marsella. Disponíamos de un par de horas para solazarnos, ya que después debíamos limpiar anchoas — una tarea que me encanta— y el pescado para la bullabesa, así como elaborar la salsa Rouille. Ahmed, con su sempiterno Gitanes en los labios, abrió una botella de Château Tour Boisée mientras yo me acomodé en una hamaca. Nos dedicamos a repasar nuestras vivencias recientes y la botella de vino, que fue el testigo mudo de la renovación de nuestra amistad. Todo era grato, estimados parroquianos: los arrumacos del Sol; el lejano murmullo del puerto y el tráfico; la remembranza de otros amigos; y nuestra fláccida manera de fumar y beber. Sin embargo, entendí que algo afligía a Ahmed cuando éste permaneció callado y con una expresión demudada. Le miré por encima de mis Wayfarer a la espera de una explicación: era innecesaria una pregunta, meine Damen und Herren, los amigos se entienden con la mirada. Ahmed, antes de responder, encendió otro Gitanes y bebió un largo trago de vino; pero no lo hizo para disfrutar, sino porque necesitaba el precario valor que proporciona el alcohol para expresar en voz alta algo que no deseaba escuchar: «Nico, me quedan tres meses de vida; seis a lo sumo si el tratamiento… “funciona”». Sé que existen dos cuestiones en las que los médicos nunca se equivocan, estimados parroquianos: los honorarios y los plazos de vida que conceden. Yo no sabía qué decir; además, intuía que cualquier palabra que reflejara mi pena resultaría ofensiva para Ahmed, y opté por complacer a mi amigo: «¿Recuerdas aquella faena de Luis Francisco Esplá en la plaza de Nimes?».
La muerte de Jörg Haider me entristeció, meine Damen und Herren: le consideraba un político inteligente y con la casta que necesita Europa en las actuales circunstancias. Lo poco que pude leer en la cateta prensa española— a ese paso será el blog de Pepiño el que gane el premio Pulitzer— me demostró el declive y simplicidad de lo que antes yo consideraba una buena prensa. Todo lo resumieron en tres palabras: racista, xenófobo, neonazi; es la última moda en España, meine Damen und Herren: dar una escudilla de simpleza a los simples; ¡cómo han degenerado los periódicos españoles! Sin embargo, esa prensa española que depende de los «comedores de caridad» para subsistir olvidó varias cuestiones. Los postulados que Haider defendía en la década de los 90 referentes al control de la inmigración — no por cuestiones raciales sino económicas (con incertidumbres económicas no podemos aceptar a todos) — son los que el engendro de la UE discute y aplica en la actualidad. ¿Se han convertido todos en racistas, xenófobos y neonazis? En realidad, los vaivenes de los políticos europeos no son más que una nueva muestra de su ineptitud y del galimatías que padecen: confunden la política con ejercer de monaguillos en una parroquia de pueblo para beberse el vino de la sacristía. Un claro ejemplo lo encontramos en nuestro siempre admirado José Luis Rodríguez, el Puma; ya saben: «Aquí caben todos». La irresponsabilidad de ZP es la esencia de su trayectoria como presidente del Gobierno; una trayectoria, por otro lado, que está plagada de mentiras y falsedades. Cuando Caldera (otro pordiosero intelectual y moral) y ZP se llenan la boca con frases del tipo «España necesita un millón de inmigrantes al año», «aquí caben todos», «España requiere 100.000 inmigrantes al año» (la reducción de la cifra nos indica que el mercado de la carne va a la baja), deberían ser sinceros y añadir una coletilla: que estén dispuestos a ganar 800 euros al mes por ser explotados. Porque ésa explotación, meine Damen und Herren, es la piedra angular de la economía española. Yo, que soy un pobre ignorante, no entiendo en qué arco debo encajar ese pedrusco: ¿en la investigación?, ¿el desarrollo?, ¿la innovación? Son misterios insondables que sólo mentes tan privilegiadas como las de ZP pueden comprender. Por otro lado, resulta que aquellos que debían asegurar las pensiones de los españoles reciben 145 millones de euros en prestaciones de desempleo (no tengo nada que objetar ya que cotizaron para ello); sin embargo es difícil entender esa extraña ecuación que forma la privilegiada cabeza de ZP: bajas bases de cotización a la SS, reagrupamiento familiar, prestaciones sociales, ayudas varias y salvar las pensiones de los españoles. Asimismo, más extraño resulta que alrededor del 50% tenga acceso a esas prestaciones. ¿Y el resto, meine Damen und Herren? Sospecho que algunos no cotizaron el tiempo necesario; pero insisto: ¿Y el resto? ¡Ah, qué bonito!, trabajan sin estar asegurados. Con todo y con eso, ZP es el gran valedor de los míseros, el que vela para que todos encuentren su lugar en el mundo; un negrero hipócrita, que decía el clásico. Ya sé que no es ninguna novedad, queridos lectores, pero no olviden que un mal día lo tiene cualquiera.

Foto: Cajetilla de Gitanes.


Dienstag, Oktober 28, 2008

SIDEWAYS: TURÍN (2).


Llegué con antelación al lugar estipulado con Antonella y no percibí ningún cambio; tan era así que los recuerdos se precipitaron deprisa, como un caballo desbocado. Una de las camareras me reconoció, y un gesto tan banal me tranquilizó, estimados parroquianos: mi pasado y mi presente confluían. Faltaban veinte minutos para que la mujer a la que he amado como nunca he vuelto amar estuviera frente a mí. Pasado, presente, y otro presente más prolongado al que llamamos futuro: veinte minutos.
En realidad, meine Damen und Herren, Herr Garzón se comporta como el perrito faldero de ZP, y éste le lanza un hueso (porque de eso se trata, de buscar huesos) de vez en cuando; aunque los filetes (pagos por extrañas conferencias e innecesarios viajes bien remunerados) los ponen en el plato algunos de los jefes y cómplices de ZP. La predisposición mandibular de Herr Garzón nos permite comprobar que la justicia española es como la polla de una pajillero: un día se la casca con la derecha, y otro día, con la izquierda. No lo criticaré, queridos lectores, ¡lo importante es que haya orgasmo!; aunque algunos deberían vigilar las salpicaduras: el semen sobre una tela negra se percibe enseguida; no debemos olvidar que una democracia, y la creencia de los ciudadanos en la misma, se sustenta sobre la justicia, ya que lo contrario— la arbitrariedad— es propio de dictaduras.
Ahora, si ustedes me lo permiten, aprovecharé que el río Po pasa por Turín y arrimaré el vermut a mi sardina; sin olvidar, por eso, a nuestro justiciero universal.
En el auto de Herr Garzón, observamos que pretende investigar y juzgar los crímenes contra la humanidad cometidos durante la guerra civil española y el franquismo. Acto seguido, la legión de cuidadores de ZP— periodistas que escriben al dictado— nos recuerda el juicio de Nuremberg. Yo no tengo nada que objetar, meine Damen und Herren: sé que España es el país de los potajes y la olla podrida. Continuemos con Nuremberg y los acusados del juicio, que tuvieron que responder a cuatro cargos: Conspiración; crímenes contra la paz; crímenes contra la humanidad; crímenes de guerra. Por un lado sorprende que pueda juzgarse a alguien bajo la acusación de un delito que no era tal cuando se produjo el hecho. Yo creía que el tiempo rige al acto — Tempus regit actum— y que la irretroactividad de las normas penales es uno de los baluartes de los derechos humanos. Asimismo, fue curioso que el fiscal ruso acusara a los reos de delitos que la URSS había cometido en la misma medida: Conspiración y crímenes contra la paz. ¿Acaso no incurrió en esos delitos la URSS al invadir Polonia?, ¿no fue responsable Stalin de la ejecución de 20.000 jefes y oficiales del ejército polaco en Katyn? De igual manera, sería interesante que alguien nos explicara el porqué un millón de soldados alemanes cautivos no regresaron a sus hogares; ¿eso no son crímenes de guerra? Supongo que no, fueron algo peor: crímenes de paz. Observarán que soy generoso, meine Damen und Herren, porque no menciono esos bombardeos brutales sobre mujeres, niños y ancianos, o el millón y medio de mujeres alemanas (hubo otro medio millón que comprendía checas, ucranianas, polacas, etc.) que fueron violadas o asesinadas por los Aliados. No lo hago por una sencilla razón: las leyes de la guerra no caminan por la misma senda que el raciocinio y la época en la que se juzgan.
Sin embargo, Baltasar Garzón, el empresario de la espada, la balanza y la venda, está dispuesto a pasarse la justicia por el forro de la toga y ganarse un nuevo salario. Todos sabemos que eso quedará en nada; en todo caso en alguna fosa abierta con premura y poco más: huesos para el perro. En Turín cené un magnífico rabo de buey en Casa Vicina, además lo regué con un Rosso di Verzella de las bodegas Benanti; ¡si llego a saber que ZP está tan necesitado de huesos le hubiera enviado los restos que quedaron sobre el plato! ¿Qué no haría yo por un menesteroso mental que desea ocultar su ineptud, meine Damen und Herren?; ustedes saben que soy una buena persona. En cuanto a Herr Garzón, sería conveniente que alguien le montara un nuevo Nuremberg en el que él podría ejercer de juez, fiscal, abogado, periodista, taquimecanógrafo, alabardero y bedel; de público no porque para eso Herr Garzón necesita su claque; como le ocurre a José Luis Rodríguez, el Puma: sin claque no es nada.
Antonella y yo habíamos quedado en Al Bicerin, el que durante muchos meses fue nuestro café. Yo estaba nervioso: manos frías, boca seca, mirada esquiva y encontraba un gusto ferruginoso en el tabaco. No obstante, cuando Antonella apareció, todo se condensó en algo: el latir blasfemo de mi corazón. No les mentiré, estimados parroquianos, su beso de saludo fue cordial aunque medido; ni más ni menos: cordial y medido. Yo la encontré tan atractiva como siempre y mi mente me retrotrajo al día que abandonó mi hogar: dolida pero serena al tiempo que decepcionada y resentida. Lo que en aquel entonces no supe entender, estimados parroquianos, lo comprendí en pocos segundos en el interior del café Al Bicerin: el lapso que media entre la primera mirada y el primer parpadeo. Asimismo, marcó el terreno de juego con prontitud: «sólo tengo dos horas». Un trueque perverso, queridos lectores: dos horas por dos años. No me ofendí, ya que el perdedor, y en esa historia yo soy el perdedor, no tiene muchas opciones. El tiempo transcurrió con premura y sus ojos nunca se contagiaron de la sonrisa de sus finos labios. Diez minutos antes de lo previsto me dispuse a partir; se lo debía, meine Damen und Herren, era yo el que debía salir derrotado del lugar. Nos despedimos con otro beso, aunque nuestras mejillas permanecieron unidas un tiempo prolongado; demasiado prolongado para que fuera casual.
Al salir al exterior me sentí destemplado y subí el cuello de mi gabardina. Caminé frente a la iglesia de la Consolata y encendí un Lucky; nada había cambiado: manos frías, boca seca, mirada esquiva y el sabor metálico del tabaco; son los riesgos de asomarse al pasado, meine Damen und Herren. Además, el cielo encapotado de Turín amenazaba lluvia, y cuando las primeras gotas comenzaron a caer, entendí que un mal día lo tiene cualquiera.

Foto: Botella de vermut Cinzano.


SIDEWAYS: TURÍN (1)

El día amaneció en Turín con el cielo plomizo que suele engalanar a la ciudad en el otoño. Desde la cama y a través de la ventana, observé las alturas encapotadas de una de las localidades que más me gusta de Italia. Quizá sea así porque en ocasiones es difícil creer que Turín forma parte del mismo país que incluye al Mezzogiorno y a esos seres extraños que denominan meridionales o terroni, los responsables de que Italia sea víctima de los tópicos; ustedes ya me entienden, meine Damen und Herren, en España ocurre algo parecido. La belleza de Turín no es monumental ni descansa sobre el limo de la historia, pero es difícil no sentirse subyugado por la cuna del vermut— Cinzano es mi favorito—, la elegancia de sus mujeres y ese estilo de vida austero aunque exigente que se respira en las calles.
Y. había solicitado que nos sirvieran el desayuno a las nueve en la habitación. Sin embargo, faltaban pocos minutos para las siete y yo estaba despierto (les aseguro que no lo hice para observarla). Después de varios intentos por conciliar el sueño, opté por mirar el techo. Ya sé que suelen ser todos iguales, estimados parroquianos, pero mi imaginación se mostró tacaña a la hora de proporcionarme una alternativa; además me apetecía rebullirme entre la sábana; que no era la Santa Sindone precisamente: crujía en exceso. Con todo y con eso, fue la sábana la que me ayudó a tomar una decisión, ya que Y., al girarse, quedó destapada. La visión de su cuerpo, la camisola con la que duerme y la culotte me hicieron comprender que hay otras formas de comenzar el día: afortunadamente, ella compartió dicha opinión; después ambos desayunamos con apetito.
Las dos jornadas en Turín queríamos destinarlas a lo habitual: pasear por la ciudad, encontrarnos con amigos y realizar algunas compras; todo relajado y sin prisas. Sin embargo, yo debía dedicar el primer día a algo que siempre es espinoso, meine Damen und Herren: asomarme al abismo del pasado. La noche de nuestra llegada cenamos en el restaurante del hotel junto a dos antiguas amigas. Durante el encuentro pretexté algo que a Botiflard le resultó increíble— así lo indicó su gesto— y me ausenté: regresé a la habitación para llamar a Antonella. Mantuvimos una breve conversación en la que ella venció su sorpresa inicial, y yo, mi inquietud. Les reconozco, estimados parroquianos, que yo ignoraba qué pretendía al obrar de ésa manera. Tal era mi incerteza, que mientras Y. se maquillaba junto a mí y yo me afeitaba me sentí incómodo. Ella interpretaba que mis miradas soslayadas eran para apreciar su desnudez, pero yo sabía el auténtico motivo: disfrutar del presente cuando el pasado no se entiende es difícil.
Baltasar Garzón es un hombre aficionado a asomarse a los abismos, aunque de hecho lo que le gusta es atravesarlos con el donaire de un funámbulo cojo; es lo que algunos denominan prevaricación. Mi condición de lego me impide opinar al respecto, aunque sin embargo me permite ser objetivo en otras cuestiones que afectan al justiciero universal. Sé que algunos acusan a Herr Garzón de ser un vendido, pero creo que están equivocados, queridos lectores; sí, ya que el juez Garzón es algo peor: un realquilado con derecho a cocina; porque eso es lo que le interesa al ecuánime de chicha y nabo: la cocina; ya saben, meine Damen und Herren, ése lugar donde todo se «cuece». El último esperpento de Herr Garzón no es más que una nueva muestra de esas vertientes deformadas de la vida que el otro perla — José Luis Rodríguez, el Puma— considera que rigen los destinos de un político: manipulación, oportunidad, interés personal y falsedad. Una vez más, estimados parroquianos, no me sorprende la impericia de un juez de «todo a 100» que utiliza su toga de la misma forma que un torero su capote: ¡Olé! ¿Herr Garzón forma parte de la cuadrilla del «maestro»? Si así fuera, meine Damen und Herren, tendríamos que buscarle un mote: ¿el niño de las puñetas?; ¿el palanganero del amanecer?; ¿finito de chupo y trago?; ¿el largo meas?; ¿el castrati del vozarrón? Es algo difícil, queridos lectores: los motes taurinos conforman un género literario propio.
Hoy no mencionaré esas instrucciones deleznables y toda la parafernalia que esa vedette judicial necesita y que a ustedes les cuesta un huevo de la cara. Por el contrario, y fiel a mi bonhomía, les propongo una solución que ahorrará dinero al erario: apunten a Herr Garzón, aunque sea por suscripción popular, a un programa de esos en los que los famosos bailan. Sí, sí, no se sorprendan: él estaría contento con sus evoluciones por la pista y sus apariciones semanales, y ustedes se ahorraría unos cuantos millones de euros: ¡todos contentos, meine Damen und Herren! Ahora bien: no constituyan de jurado a los miembros del CGPJ; ya que ellos ya demostraron que no les importa que la justicia sea ridiculizada a diario en España: no hay nada mejor que una buena toga para «protegerse de los rigores del invierno». De todas formas y mientras llega el momento de ver al Fred Astaire jienense en acción, yo le propondría que fuera más allá en su astracanada. Sí, queridos lectores, porque con Herr Garzón me ocurre lo mismo que con ZP: ¡me río tanto!; desde que los hermanos Calatrava no actúan no había presenciado otro dúo con tanto talento. Ya que Herr Garzón comenzó la bufonada con la solicitud de la partida de defunción de Francisco Franco, sería divertido que nadie se la enviara; de ésa forma no le quedaría otra opción— después de citar al interesado en su domicilio; ya saben: Valle de los Caídos s/n— que declararle en rebeldía; ¡yo pagaría por verlo!
Por otra parte, sospecho que ése glorioso momento del hazmerreír llegará el día que ZP ya no tenga nada más que sacar de la chistera; aunque el hecho de que la citación llegue o no dependerá del destino, porque a pesar de los grandes medios —humanos y técnicos— de los que la justicia española dispone, podría ser que llegara tarde. Si así ocurriera, ustedes no deben molestarse, meine Damen und Herren. Tengan presente que la justicia que emana de los hombres está sujeta a nuestras carencias, aunque los corporativistas hombres de negro siempre se disculparán con el pensamiento de que un mal día lo tiene cualquiera.

FOTO: Fabbrica Italiana Automobili Torino.


Sonntag, Oktober 26, 2008

SIDEWAYS: CREMONA.

Las tres horas que Botiflard necesitaba para sus quehaceres Y. y yo las dedicamos a un paseo por la zona comercial de Cremona y después por el casco antiguo, cuya configuración radial dificulta extraviarse. De todas formas, meine Damen und Herren, el campanario de la basílica de San Miguel, que se eleva más de 100 metros por encima de la ciudad, ejerce de particular brújula que siempre guía los pasos del viajero. Fue en ésa iglesia cuando puede apreciar algo que me fascina: la combinación de varios estilos arquitectónicos. En el caso que nos ocupa eran tres: románico, gótico y renancentista; sin duda alguna es una obra que demuestra la capacidad de los italianos para el diseño. Mientras observaba la fachada y la mezcla, no pude evitar pensar en otro «monumento» en el que también se armonizan varios estilos: nuestro siempre admirado José Luis Rodríguez, el Puma; un hombre que combina con el donaire cutre que le caracteriza la mentira, la ignorancia y la cara dura.
Hasta la fecha, ZP sólo nos ha demostrado que es un hombre que camina varios años luz por detrás de sus cojones y siempre llega tarde adonde nunca pasa nada: un tipo tardo, que decía el clásico. Fiel al estilo pomposo del ignorante que lo aprende todo en dos tardes, ZP anunció un chorreo de millones destinado a comprar activos de la banca. Su expresión, sin embargo, me recordaba a la de alguien que se sienta a cagar sin tener ganas: confía en que «salga algo» para justificar el tiempo perdido; aunque lo cierto es que ZP no tiene nada mejor que hacer. Supongo que las dos tardes las invirtió en lo que hace un mal estudiante: pegar mocos y espinillas en la bombilla del flexor, hurgar su nariz y tocarse pecaminosamente. Sólo así puedo entender que ZP crea que sus planes de rescate servirán para algo. Tengan presente, meine Damen und Herren, que el 60% de los activos bancarios españoles están en el sector inmobiliario, sector éste que presenta un excedente de casi 700.000 viviendas. ¿Dónde piensa colocar ZP las emisiones de la banca española? Supongo que el gran estadista confía en encontrar otro ZP que caiga en el timo. Asimismo, casi 37.000 millones de otras emisiones vencen en corto plazo. ¿Podrá pagarlas la banca? Yo creo que no, de ahí que las famosas medidas de ZP quedarán en lo único que él sabe hacer: parchear. ZP debería explicar el porqué el bono español tiene una prima de riesgo de 60 puntos más cara que el bono alemán. ¿No jugaba España en la Champions League?, ¿no era el sistema financiero español la envidia mundial?, ¿no era una economía sólida?, ¿acaso no tenemos los europeos una moneda única?
Lo cierto, meine Damen und Herren, es que lo único sólido que existe en España — al margen del gremio de notarios y la tuna— es la capacidad del PSOE para arruinar un país y a sus ciudadanos. El pobre ZP, un político de esquina de barriada, nos enseña una exultante ineptitud que a mi me parece una experiencia maravillosa. Sí, estimados parroquianos, aunque para encontrar catetos de tantos quilates es innecesario ir muy lejos.
Hoy tengo el día gallardo y les explicaré qué fue lo primero que me hizo desconfiar de ZP: el bajo de sus pantalones. No se sorprendan, queridos lectores, porque eso demuestra que ése personaje de la alta sociedad idiotizada no percibe lo que tiene próximo: ¡nunca vi unos bajos tan mal cortados; qué poco charme! Él se llena la boca con macroeconomía y una jerga tan extraña como la pronunciación de cabrera de Maleni Álvarez; pero olvida que las familias españolas, el aumento de la morosidad y las cifras del paro, unidas a una crisis que abarcará el próximo año, no son una buena combinación. Él, no obstante, fingirá una estudiada preocupación por los pobres españoles— la escena del taxista fue enternecedora— y después se encargará de que los compadres mantengan las huchas repletas de monedas. Si el plan de ayuda a bancos y cajas se ejecuta en tu totalidad—así será—, supondrá destinar el 15% del PIB español al parcheo; algo, por otro lado, que podría elevar el déficit público al 20%. No obstante, ustedes no deben preocuparse: ¡viven en la España del sorpasso, qué suerte!
Yo, por el contrario, soy pesimista en cuanto al resultado del plan y sobre todo a su gestión. Tan es así, que considero que a ustedes se les ofrecerá una versión actualizada del timo de la estampita; ya saben: el tonto, el gancho y el incauto (el reparto de papeles lo dejo a su sentido común, queridos lectores). Acorde a los nuevos tiempos, la forma de practicarlo será diferente: los bancos y cajas venderán al Banco de España sus activos tóxicos a un precio que no tendrá en cuenta la depreciación ni el resultado de los mismos (cuestión de largo plazo y suerte), y éste repartirá el coste entre los españoles; es algo parecido a aventar la mierda en un campo inmenso. Por otro lado, la opacidad que los políticos han impuesto al timo nos hace sospechar que todos tienen intereses propios. Sería interesante que nos explicasen los tejemanejes de Eduardo Zaplana con la CAM o los de José Bono con la CCM; temo que en España veremos una nueva teoría económica: favor con favor se paga y acuérdate de lo mío. No obstante, agradezco que en el panorama nebuloso que vislumbro para la economía española aparezcan voces optimistas; como la de Celestino Corbacho: «La crisis debería finiquitarse en dos meses». Meine Damen und Herren, creo que hemos encontrado en ése garduño con apariencia de capataz al nuevo presidente del FMI; ¡loa al prócer!
En la otra orilla las cosas no van mejor, no. Mariano Rajoy, por ejemplo, debería mesurar el apoyo que presta al Gobierno, ya que de lo contrario puede quedarse sin argumentos para ejercer la oposición: ¿Cómo criticar aquello que se respalda? El inconveniente para ustedes, estimados parroquianos, es que los «activos tóxicos» forman parte del Gobierno y de la clase política española; y a esos no los compra nadie. Sirva como muestra el peripatético espectáculo que protagoniza ZP y su periplo por la reventa internacional para conseguir una entrada para la cita del G-20. Me apeno, meine Damen und Herren, lo reconozco; aunque no debemos olvidar que los grandes genios siempre fueron incomprendidos: Pepiño, Maleni, Bibiana, etc. Una vez más y para demostrar mi carácter bondadoso, creo que puedo proponerle al gran estadista una solución que le permitirá ocupar un puesto fijo en la escena internacional; es una idea interesante, estimados parroquianos: En vista de que el astrofísico Stephen Hawking ha decidido jubilarse y restringir sus apariciones, propongo que ZP ocupe la vacante. Sí, sí, no se sorprendan; sólo es cuestión de subirle en una silla de ruedas eléctrica, pedirle que luzca ese rictus crispado que él confunde con una sonrisa alelada, permanezca callado y ladee la cabeza. Creo que sería un buen destino para ZP: ¡una magnífica carrera merece el mejor colofón!
Mientras que yo escribía algunas notas, Y. permanecía en la silla de la terraza con la cabeza apoyada en el respaldo: disfrutaba del sol del atardecer. Tanta inmovilidad me sorprendió, así que miré por el lateral de sus gafas y percibí que estaba dormida. Con el fin de despertarla sin sobresaltos, besé sus labios: ¡ni se enteró!
Opté por pedir otra copa de prosecco Di Valdobbiadne, encender un Lucky y pensar que un mal día lo tiene cualquiera.

Foto: Cremona.


Samstag, Oktober 25, 2008

SIDEWAYS: CANNETO.

Dejamos atrás Conegliano y la amabilidad de Mario y Rossana. Una distancia de 400 Km. nos separaba de nuestro siguiente destino: Turín. Sin embargo, antes de alcanzar la capital del Piamonte debíamos realizar una visita a Cremona, ya que Botiflard, por «cuestiones laborales», así lo requirió. El cansancio acumulado durante la densa jornada del día anterior menguó nuestras fuerzas, por lo que en la primera parte del trayecto no estuvimos muy locuaces; de hecho, Y. dormitaba en el asiento trasero. De vez en cuando la miré por el retrovisor, me pareció especialmente bella; sería por la luz, meine Damen und Herren. Los tres cafés del desayuno no habían logrado despabilarnos lo suficiente y Botiflard propuso conectar la radio. Lo que vomitaron los altavoces no era más que un condensado de idiosincrasia italiana: conversaciones rápidas; cuatro personas que hablaban a un tiempo (¡y eso en un programa radiofónico!); y varios cantantes italianos de esos que curten sus cuerdas vocales con gárgaras de cazalla de la sierra o lejía Alfonso, para después adobarlas con Celtas sin filtro o Ducados, y conseguir el resultado esperado: un tono de conflicto colectivo. Al final, y ya cansado del batiburrillo, clavé el dial en una emisora de noticias, ninguna de la cuáles era buena: crisis, caída de los mercados de valores, recesión, etc.
El panorama era tan sombrío que Botiflard oteó el paisaje a la búsqueda del hongo nuclear mientras yo vigilaba el cielo para observar cómo se abría y bajaban los cuatro jinetes del Apocalipsis: ZP, Pepiño, Solbes y Corbacho. Es innecesario explicarles, estimados parroquianos, que no vimos hongos ni jinetes; pero por el contrario observamos el cartel que anunciaba la llegada a la localidad en la que comeríamos: Canneto. Un conocido nos recomendó el restaurante y decidimos probarlo: Dal Pescatore Santini. Cuando descendimos del vehículo, entendí que el entorno no era más que una promesa vinculante, una promesa de mayores y exquisitos manjares; la vigilia de una fiesta gastronómica. Por otro lado, la amabilidad del propietario y la cantidad y calidad de los vinos que guardaba en la bodega nos abrumaron. Abrir esa carta de vinos equivalía a ver un mapamundi de delicadezas en el que cada nación aportaba el resultado de combinar cuatro elementos: Sol, uva, tierra y mimos. Las sugerencias del maítre allanaron el camino para escoger nuestros menús. Yo me decanté por foie sobre un timbal de setas — pedí que eliminaran la mantequilla, eso sí— y pato escabechado en vinagre balsámico: fue una buena opción, meine Damen und Herren. Por el contrario, a la hora de escoger el vino entablamos una pequeña disputa entre nosotros; algo lógico por otro lado, queridos lectores: tres nacionalidades, tres paladares, tres culturas y tres bagajes. Al final, ya cansados de argumentar, decimos fiar nuestra elección a la suerte, y el resultado también fue grato: Tenuta Nuova; un Brunello di Montalcino de la bodega Casanova di Neri.
Nuestra discrepancia vinícola, sin embargo, me hizo pensar en la UE y en la crisis económica. ¿Cómo vender a los ciudadanos una unión europea cuando es evidente que al aumentar la marejada las cuadernas del engendro crujieron? Ahora todos se esfuerzan en calafatear, aunque bien es cierto que en función de intereses propios. Por un lado, Sarko se nos muestra como el siete machos que todo pequeño lleva dentro; ZP, como el siete bobos que dirige los destinos de una nación con «la mano de mear»; Berlusconi, como el siete mercaderes que conoce la importancia del dinero y de su fluir; y Angela Merkel, como la siete raciocinios que no ha logrado comprender que Alemania necesita creer, de nuevo, en algo intangible: confianza. ¡Menuda chufla de «unión», estimados parroquianos!
Si ustedes lo recuerdan, meine Damen und Herren, cuando el lobo de la crisis asomó las orejas— aunque sus aullidos ya nos aterrorizaban por las noches—, se gritó el…¡sálvese el que pueda! El resultado, como no podía ser de otra manera, tenía la misma solidez que la prosodia de Juan Carlos I y Pepiño Blanco. En pocos días, nos presentaron siete formas diferentes de «rescatar» la economía y cuatro estrategias distintas, que implicaban a nueve países. ¡Suerte que estamos en una unión, queridos lectores! Sea como sea, me sorprendió que los que nos venden el timo piramidal del «mercado financiero único» sean los primeros que no creen en él, y se han limitado— soy generoso en mi apreciación— a muchas reuniones para compartir su estulticia, ineptitud y mentiras. Mientras que ellos se llenan la boca con la expresión «liquidez» para justificar las inyecciones de capital, nosotros intuimos que quieren decir «solvencia». Ustedes, meine Damen und Herren, apreciarán el contraste entre ambos términos cuando escuchen el crujir de dientes de esas extrañas entidades denominadas cajas de ahorros; sí, un submundo bancario en el que conviven el mangoneo político, el nacionalismo y el desprecio absoluto a los impositores o clientes. ¡Qué maravilla!, conozco a putas que tratan con más cariño a sus asiduos. Sea como sea, estimados parroquianos, es evidente que los políticos europeos andan flojos de remos y nos prometen cosas que al día siguiente quedan en buenas intenciones. Yo ignoro si los pescadores obtienen más beneficios en aguas revueltas; de hecho nunca me interesó el agua, tan es así que bebo el Jack Daniel’s sin cubitos. No obstante, algunos de esos mequetrefes aprovecharán la coyuntura no sólo para esquilmar nuestros bolsillos sino para ascender al Olimpo de los elegidos. Tanto me preocupan las decisiones que pueda tomar nuestro estimado ZP, un hombre que se deleita con el girar de sus aspas mentales, como la premura de Nicolás Sarkozy, un sujeto que incrementa su estatura con alzas y vigila los tacones de su esposa para que no le sobrepase; ¡con lo bellas que son las mujeres altas! Alguien debería hacerle una densiometría ósea; más que nada para tener la certeza de que su tuétano mantiene la misma solidez: dormir con determinadas lobas consume mucha energía, meine Damen und Herren; y más cuando entre la ambición y las capacidades media un abismo.
La comida nos produjo una modorra pesada; por suerte Cremona estaba próxima y el tráfico era escaso. Y. optó por dormitar de nuevo mientras Botiflard daba buena cuenta de un Montecristo. Con la finalidad de vencer al sopor, conecté la búsqueda automática de la radio, en la que Fausto Leali encadenó una serie de berridos a la entrada de Cremona. Botiflard se sobresaltó: «Nicholas, me parece que has atropellado a un gato; ¡qué chillidos!». Después escupió una hebra de tabaco, aunque no percibió que el cristal de la ventanilla estaba subido. Yo no lo tuve en cuenta, meine Damen und Herren: un mal día lo tiene cualquiera.

Foto: Carta de vinos.


Donnerstag, Oktober 23, 2008

SIDEWAYS: VENECIA.

Quizá sea al dormir cuando nos mostramos más vulnerables, meine Damen und Herren; no sólo a lo que nos rodea sino a nuestras propias pesadillas: yo duermo poco, lo justo; alguien me dijo que ya tendré ocasión de dormir un sueño eterno. De la misma forma, cuando duermo con una persona a la que no conozco lo suficiente prefiero despertarme antes que ella. Ya sé que les puede parecer algo tramposo, estimados parroquianos; pero no olviden que la vulnerabilidad del otro es nuestra ventaja. Y. tiene un dormir tranquilo: respiración pausada; inmovilidad; no emite ruidos extraños; y mantiene la boca cerrada, detalle éste muy importante para no ofender mi sentido de la estética. Después de fumarme tres cigarrillos, Y. se despertó; para entonces yo ya me había afeitado, duchado y estaba listo para nuestra próxima cita: Venecia.
La ciudad de los canales dista 70 Km. de Conegliano, y ya que para Y. era la primera visita a la capital del Véneto, decidimos madrugar para que pudiera apreciar la belleza de esa cloaca a cielo abierto, ¡el paraíso de un reumático! Mario tomó prestado el Cinquecento de Rossana y nos acompañó en la excursión. Embuchado en ése pequeño vehículo me sentí como Alberto Sordi, queridos lectores, pero Mario pretextó que era lo conveniente dadas las restricciones y dificultades del tráfico. Después de estacionar el coche en un aparcamiento de la Piazzale Roma, comenzamos nuestra andadura por Venecia, un paseo que puede dedicarse a varias cosas: esquivar grupos de japoneses, cruzar puentes y mirar canales; o mirar puentes, cruzar canales y esquivar grupos de japoneses.¡Maravilloso, meine Damen und Herren! Por fortuna no «disfrutamos» del acqua alta; ya saben: sube la marea y de los canales emana el mismo tufo hediondo que expelen las ideas de Pepiño Blanco; bueno, quizá no llegue a ser tan putrefacto como el de las ideas del rucio gallego.
Mario, fiel a la amabilidad que le caracteriza, había acordado un paseo con su primo Franco, un gondolero de la vieja escuela; es decir: no canta y sólo piensa en «clavar» a los turistas. La perspectiva de un paseo en góndola no me satisfizo, estimados parroquianos, así que pretexté que había olvidado tomar Biodramina, con la esperanza de disfrutar de un momento solaz en la terraza del Florian. Nadie se ofendió por ello, meine Damen und Herren, mis amigos saben que aprecio la soledad, aunque los tres estuvieron de acuerdo en castigarme con abonar la cuenta de la comida: el inconveniente de estar en una ciudad de mercaderes, ¡todo tiene un precio! Sea como sea conseguí mi objetivo, y me dirigí en la dirección equivocada: me perdí. Al final, ya cansado de la caminata, decidí sentarme en la pequeña terraza de una «auténtica trattoria» — regentada por chinos (Marco Polo estaría contento) —, junto a un canal. Mientras bebía una cerveza, dejé vagar la vista por el agua turbia; hasta que descubrí algo blanco que flotaba: ¡una compresa, meine Damen und Herren!, además con…«el cuño imperial»; ustedes ya me entienden. Ver a un elemento tan exótico planear sobre las aguas— no le era difícil ya que disponía de alas— hizo que recordase a nuestro siempre admirado José Luis Rodríguez, el Puma: un tipo que desentona en cualquier lugar que visita. Asimismo, las connotaciones vaginales del objeto reforzaron mi remembranza, ya que uno de los problemas que padece el gran estadista es su ignorancia sobre el punto G. Sí, no se sorprendan, estimados parroquianos, porque nuestro querido ZP escuchó algo de la importancia del punto G, pero él no sabe cuál tocar: G20, G7, G8, G5. Algo así me sorprende en un hombre tan virtuoso, queridos lectores, aunque no debemos olvidar que ZP es un político tan tranquilo que prescinde de aventuras trepidantes y paisajes desconocidos; lo suyo es el pelo de la dehesa. Mientras que las potencias económicas se reúnen para tratar los problemas derivados de la crisis económica y planificar el futuro, ZP es ignorado. Yo creo que es un craso error, meine Damen und Herren, porque ZP debería comparecer— por méritos propios— a bordo de una churrería ambulante; el espectáculo sería inigualable: ZP y Pepiño manejarían el manubrio churrero; Moratinos espolvorearía el azúcar; Solbes, con el rigor mortis que le caracteriza, pasaría la bandeja para que los asistentes se sirvieran del manjar a discreción; y creo que la presencia de Frau De la Vega con un acordeón sería conveniente para mantener las buenas relaciones con USA: Los pajaritos siempre animan. Asimismo, creo que podrían anillar cada churro, al igual que se hace con los vegueros, con una etiqueta que luciera la siguiente inscripción: Gobierno de España. Les garantizo un éxito apoteósico, queridos lectores. No obstante, estimados parroquianos, creo que ZP no debe asistir a esas reuniones de fracasados, ya que la economía española es la más sólida del mundo y juega en la Champions League; por lo que a ZP sólo le queda convocar una cumbre mundial de la Champions League. Quiénes asistirán lo ignoro, aunque eso es lo menos, porque un sujeto cuyas citas parecen una broma chusca y sus opiniones forman parte de una memez polifónica puede reunirse con cualquier cateto que esté dispuesto a escuchar un rosario de mentiras; algo que en España no es difícil: me han dicho que hay once millones. Sea como sea, meine Damen und Herren, no sientan su orgullo patrio herido, ya que con un individuo como ZP es mejor que les ignoren a que éste demuestre la estulticia que le caracteriza y de la que hace un evangelio al que seguir. No olviden cuál fue la propuesta de ZP: proponer la asistencia de un país árabe. Ése prólogo promete; mejor que no asista.
La compresa inició una deriva que la alejó de mí. Sin embargo, yo estaba perdido en Venecia y con el móvil olvidado en casa de Mario. Cuando decidí rehacer el camino y tentar a la suerte y a mi sentido de la orientación, unas carcajadas que provenían de una góndola se fijaron en mí. Allí estaban los tres, riéndose de un tipo que había perdido el tiempo en Venecia en una trattoria de chinos. Quise subir a la embarcación, pero Franco me indicó que estaba prohibido. Tuve que seguirles a lo largo de los angostos canales durante casi treinta minutos, y lo que yo quise evitar— esquivar japoneses, atravesar puentes y mirar canales— tuvo que hacerlo por obligación. La vida nunca es perfecta, meine Damen und Herren, ni siquiera en Venecia, y yo me consolé mientras ellos se reían de mí: ¡un mal día lo tiene cualquiera!

APOSTILLA: Después de comer fuimos a Florian: también pagué la cuenta.

Foto: Entrada del café Florian.


Mittwoch, Oktober 22, 2008

SIDEWAYS: CONEGLIANO (2)

Las vieiras a la veneciana estaban exquisitas, aunque adolecían de un exceso de nuez moscada. Sin embargo, fue en la cazuela de anguila donde Rossana se superó: carne compacta pero melosa en el boca; una cocción lenta que impregnó los trozos del pez y después nuestros paladadares; y una salsa emulsionada que contenía una miríada de sabores especiados. Asimismo, Mario abrió varias botellas de Amarone della Valpolicella, un vino que incrementó los matices de los manjares y que obró como la sustancia secreta de un alquimista para crear nuevos elementos. Tan fue así que el esqueleto de cinco botellas testimonió nuestra satisfacción. Antes de los postres hicimos una pausa para fumar y dar tiempo al estómago para el siguiente desafío: tiramisú y crema frita. Lo cierto es que me sentía algo pesado y con la lengua saturada, meine Damen und Herren; por ello demandé a Mario una copa de grappa. Él me pidió que le acompañase a la bodega para escoger, aunque su entrecejo burlón me indicó que me deparaba alguna sorpresa; como así fue: desde hace dos años elabora su propia grappa.
El contraste de temperatura entre el cálido salón y la fría bodega me provocó un escalofrío, pero Mario escanció de una damajuana un poco de grappa y con el primer trago entré en calor. En varios estantes de obra las telarañas se bamboleaban al capricho de una misteriosa corriente de aire, y ésa imagen provocó que recordara a nuestro siempre admirado José Luis Rodríguez, el Puma, un tipo que luce telarañas en su intelecto y se bambolea al albur de la brisa que le marcan las potencias mundiales: un mandao, que decía el clásico. No obstante, estimados parroquianos, debemos disculparle, porque ése hombre luce un talento que podríamos denominar de segunda instancia. España no aprovechó los años de bonanza para realizar reformas estructurales que deben corregir la baja productividad y la escasa competitividad. Por el contrario, los políticos se han dedicado a favorecer la venta de ladrillos cuyo precio se infló hasta márgenes impúdicos y a ejercer su poder sobre las cajas de ahorros que financiaron a los ladrilleros. Asimismo, todos se olvidaron del deterioro de los sueldos españoles y la desigualdad creciente entre las familias españolas; pero a ellos no les importa, queridos lectores: las vacas flacas nunca llegan a la política. De la misma forma, los españoles deben destinar más recursos a pagar productos alimenticios y energéticos— con un IPC superior al real—, algo que los empobrece día a día. El modelo económico español agoniza, meine Damen und Herren, aunque hasta que exhale el último hálito, ZP alardeará de “economía sólida”, sorpasso, adelantar a Francia y Alemania, y de cualquier chufla que un tipo que hace de su memez una filosofía de vida sea capaz de crear. La única ventaja de ese individuo tan chusco es que metaboliza sus propias mentiras como si fueran verdades irrefutables. La realidad, por el contrario, es otra. Mientras que Italia es el quinto exportador mundial, España es el país con el déficit comercial más alto del mundo. De igual manera, la tasa de paro española ha iniciado un ascenso que la llevará a niveles estratosféricos; Italia, sin embargo, rondará el 7,5%. El porcentaje de trabajadores en precario es mejor no mencionarlo, porque mientras que España llega al 32%, Italia lo mantiene en el 11%. Con todo y con eso, debemos recodar la mentalidad de los empresarios italianos, que les lleva a reinvertir una parte de los beneficios en I+D (de verdad, no como en España que en los balances se incluye en ésa partida las campañas publicitarias para acceder a las deducciones), hasta el punto que aplican el diseño a los bienes industriales y hacen gala de una envidiable gestión para internacionalizar sus productos.
Entiendo que nuestro querido ZP es un pobre paleto que confunde la anécdota inteligente con el chiste, algo lógico en un humorista sin garbo al que muchos le ríen las gracias; pero debería emplear otras dos tardes en pasear por el norte industrial italiano. Aunque lo hiciera, no creo que obtuviera ninguna conclusión, meine Damen und Herren, es un incapaz cuyo único objetivo es demostrarnos el secreto de la facilidad de la política y enamorarnos con pequeños detalles: ¡es un hombre tan sensible!
Mario llenó una botella y regresamos al comedor, donde los postres nos esperaban. A pesar de ello, decidí no atiborrarme más y me mantuve fiel a la grappa. Rossana se sorprendió por nuestra tardanza y Mario le explicó que habíamos hablado de política y del sorpasso. Rossana sonrió de una manera que confirmó que su belleza es más griega que italiana y emitió su parecer: «ZP siempre ríe, aunque los españoles deberían entender que se ríe de ellos. Los italianos tenemos más experiencia en políticos que se carcajean de los ciudadanos». Botiflard terció para señalar que si en Italia la política alcanza el esperpento, España también conseguirá otro sorpasso en ése aspecto. Después, animado por las muestras de acuerdo, redondeó su opinión sobre ZP: «Es un político de película porno: da por el culo pero siempre vigila la cámara».
Yo me sorprendí porque Botiflard utilizó otro símil cinematográfico para describir al gran estadista; y así se lo dije. Él, no obstante, salió airoso del envite: «Nicholas, un mal día lo tiene cualquiera».

Foto: ZP pasea por Conegliano.


Montag, Oktober 20, 2008

SIDEWAYS: CONEGLIANO (1)

La ciudad de Conegliano, situada en el Véneto, es uno de mis lugares favoritos. Su paisaje está marcado por las elegantes curvas de las colinas del Prosecco y una distinguida melancolía de las grandezas del pasado. A pesar de que el Sol todavía sonríe, al amanecer una fría neblina cubre los viñedos y los convierte en líneas desdibujadas de una cuadrícula agraria. Estoy convencido de que la geografía de un país y la idiosincrasia de sus habitantes se reflejan en los pucheros y en el interior de las botellas de vino; algo que Mario y Rossana— mis anfitriones— comparten sin reticencias. Disculpen, meine Damen und Herren, no les expliqué qué hacía yo en Conegliano. Hace varias semanas recibí la invitación para la habitual cena de ex alumnos, que como siempre se celebra en Barcelona. Uno de mis mejores amigos, un español que cambió la «alegría» mediterránea por la «seriedad» centroeuropea, me propuso realizar el viaje en coche. Lo cierto es que se trata de un trayecto agradable, y eso, unido a la posibilidad de visitar a diferentes amigos o conocidos, venció mis reticencias iniciales. Asimismo, conducir es una actividad que me relaja, y dado que acumulo un cierto cansancio, asentí de buena gana. Además, en lo que fue un alarde prematuro de amabilidad, invité a una «amiga» checa a la que denominaré Y. para que ustedes no sepan que se llama Yana. Por el contrario, mi amigo me prohibió utilizar ni siquiera una inicial para identificarle, aunque propuso que me refiriera a él con el pseudónimo de Botiflard. El punto de partida fue Viena, y en la primera etapa recorreríamos los 650 Km. que nos separaban de Conegliano. Yo temía que la presencia de Y. fuera un elemento perturbador entre dos amigos que se conocen desde hace varios años, pero en seguida entendí que no sería así, aunque Botiflard, al saber que nos encontraríamos con varias amigas, mostró mediante una frase una pequeña reserva: «Nicholas, si viajases a Islandia, ¿te llevarías un kilo de bacalao?». Sea como sea, estimados parroquianos, todo transcurrió sin problemas, y cuando bordeamos Venecia por la autopista de circunvalación, nuestros estómagos añoraban la cocina de Mario y Rossana. El matrimonio reside en un viejo caserón del siglo XVIII, que con esfuerzo, tesón y dinero convirtieron en una magnífica morada. Llegamos dos horas antes de la cena, tiempo éste que invertimos en saludos, una ducha y vestirnos para el ágape.
Y. y yo nos retrasamos diez minutos, pero en mi descargo debo decir que no es lo mismo ducharse solo que acompañado; ustedes ya me entenderán, meine Damen und Herren. Mario es escritor y periodista, y durante una etapa de su vida se dedicó al putrefacto (¡y más en Italia!) arte de la política. Mientras el resto ultimamos los preparativos para la cena, él se enzarzó en una conversación con Botiflard sobre nuestro siempre admirado José Luis Rodríguez, el Puma. Yo no pude prestar atención a todo lo que decían ya que estaba absorto en traducir la charla insustancial de Y. y Rossana. Sin embargo, escuché en varias ocasiones que Mario redondeaba sus veredictos con una curiosa coletilla: «sé de lo que hablo, he tratado con imbéciles durante varios años de mi vida». Ustedes comprenderán que semejante colofón venció a mi curiosidad sin mucho esfuerzo. Con el pretexto de controlar la focaccia al romero que se cocía en el horno, abandoné a las damas para terciar en la discusión política, y lo hice con una sola palabra: sorpasso. Mario me miró como si sólo un cretino pudiera creerse semejante patraña, pero la sonrisa burlona que exhibí le hizo comprender que yo le proponía un juego: aceptó la partida. No obstante, me pidió que emitiera mi opinión en primer lugar. Mientras tanto, Y. y Rossana, ayudadas por Botiflard, dejaron sobre la mesa el antipasto: bottarga, prosciutto, copa, ensaladas varias, molecche y bresaola della Valtellina. Mario, al comprender que la cena se retrasaría, abrió la primera botella de Vigna Seré y me tocó el codo, como si de un encuentro casual se tratara, para que le acompañara junto a la chimenea. El vino era delicioso y los reflejos rubíes que emitía pugnaban con la refulgencia de las pavesas que saltaban sobre los troncos. El famoso sorpasso de la España de ZP es otra de sus mentiras, o de sus verdades biseladas. La economía española es tan cutre como siempre lo ha sido, meine Damen und Herren. Ningún político hizo nada por cambiar el ciclo productivo—la auténtica necesidad española— y todos han vivido en el corto plazo habitual, ya que para los políticos españoles los ciclos económicos equivalen a un cuatrienio: ¡los pobres no dan para más!
Tan ridícula me resulta la petición de José Mª Aznar para que España entrara a formar parte del G-7 como la pavería de ZP, il sorpasso y la memez de que adelantará a Francia y Alemania. La triste realidad, meine Damen und Herren, es que España sólo supera (de verdad) en PIB per cápita a Grecia y Portugal (obvio las «valiosísimas» últimas incorporaciones al timo piramidal de la UE). En cada ocasión en la que ZP habla sobre economía nos demuestra que es un político de fin de semana o de Pop-Art; un ignorante que decían los clásicos. Sin embargo yo lo agradezco, queridos lectores, porque ése hombre de inteligencia feng shui nos procura momentos jocosos. Botiflard se acercó para encender un cigarrillo con una brasa, y durante un momento nos escuchó en silencio hasta que Mario le pidió su parecer, que emitió en una lacónica frase: «ZP me recuerda a las películas de Alberto Sordi y Vittorio Gassmann». Si las comparaciones son odiosas, meine Damen und Herren, ésa lo fue todavía más, porque Mario se sintió ofendido y defendió el honor patrio con una restallante réplica: «Ellos eran inteligentes». Rossana nos anunció que la cena estaba preparada, y mientras nos dirigíamos a la mesa, yo intenté aliviar la desazón de Botiflard: «no te preocupes, un mal día lo tiene cualquiera».

Foto: Convento de San Francisco ( Conegliano).