SIDEWAYS: CANNETO.
Dejamos atrás Conegliano y la amabilidad de Mario y Rossana. Una distancia de 400 Km. nos separaba de nuestro siguiente destino: Turín. Sin embargo, antes de alcanzar la capital del Piamonte debíamos realizar una visita a Cremona, ya que Botiflard, por «cuestiones laborales», así lo requirió. El cansancio acumulado durante la densa jornada del día anterior menguó nuestras fuerzas, por lo que en la primera parte del trayecto no estuvimos muy locuaces; de hecho, Y. dormitaba en el asiento trasero. De vez en cuando la miré por el retrovisor, me pareció especialmente bella; sería por la luz, meine Damen und Herren. Los tres cafés del desayuno no habían logrado despabilarnos lo suficiente y Botiflard propuso conectar la radio. Lo que vomitaron los altavoces no era más que un condensado de idiosincrasia italiana: conversaciones rápidas; cuatro personas que hablaban a un tiempo (¡y eso en un programa radiofónico!); y varios cantantes italianos de esos que curten sus cuerdas vocales con gárgaras de cazalla de la sierra o lejía Alfonso, para después adobarlas con Celtas sin filtro o Ducados, y conseguir el resultado esperado: un tono de conflicto colectivo. Al final, y ya cansado del batiburrillo, clavé el dial en una emisora de noticias, ninguna de la cuáles era buena: crisis, caída de los mercados de valores, recesión, etc.
El panorama era tan sombrío que Botiflard oteó el paisaje a la búsqueda del hongo nuclear mientras yo vigilaba el cielo para observar cómo se abría y bajaban los cuatro jinetes del Apocalipsis: ZP, Pepiño, Solbes y Corbacho. Es innecesario explicarles, estimados parroquianos, que no vimos hongos ni jinetes; pero por el contrario observamos el cartel que anunciaba la llegada a la localidad en la que comeríamos: Canneto. Un conocido nos recomendó el restaurante y decidimos probarlo: Dal Pescatore Santini. Cuando descendimos del vehículo, entendí que el entorno no era más que una promesa vinculante, una promesa de mayores y exquisitos manjares; la vigilia de una fiesta gastronómica. Por otro lado, la amabilidad del propietario y la cantidad y calidad de los vinos que guardaba en la bodega nos abrumaron. Abrir esa carta de vinos equivalía a ver un mapamundi de delicadezas en el que cada nación aportaba el resultado de combinar cuatro elementos: Sol, uva, tierra y mimos. Las sugerencias del maítre allanaron el camino para escoger nuestros menús. Yo me decanté por foie sobre un timbal de setas — pedí que eliminaran la mantequilla, eso sí— y pato escabechado en vinagre balsámico: fue una buena opción, meine Damen und Herren. Por el contrario, a la hora de escoger el vino entablamos una pequeña disputa entre nosotros; algo lógico por otro lado, queridos lectores: tres nacionalidades, tres paladares, tres culturas y tres bagajes. Al final, ya cansados de argumentar, decimos fiar nuestra elección a la suerte, y el resultado también fue grato: Tenuta Nuova; un Brunello di Montalcino de la bodega Casanova di Neri.
Nuestra discrepancia vinícola, sin embargo, me hizo pensar en la UE y en la crisis económica. ¿Cómo vender a los ciudadanos una unión europea cuando es evidente que al aumentar la marejada las cuadernas del engendro crujieron? Ahora todos se esfuerzan en calafatear, aunque bien es cierto que en función de intereses propios. Por un lado, Sarko se nos muestra como el siete machos que todo pequeño lleva dentro; ZP, como el siete bobos que dirige los destinos de una nación con «la mano de mear»; Berlusconi, como el siete mercaderes que conoce la importancia del dinero y de su fluir; y Angela Merkel, como la siete raciocinios que no ha logrado comprender que Alemania necesita creer, de nuevo, en algo intangible: confianza. ¡Menuda chufla de «unión», estimados parroquianos!
Si ustedes lo recuerdan, meine Damen und Herren, cuando el lobo de la crisis asomó las orejas— aunque sus aullidos ya nos aterrorizaban por las noches—, se gritó el…¡sálvese el que pueda! El resultado, como no podía ser de otra manera, tenía la misma solidez que la prosodia de Juan Carlos I y Pepiño Blanco. En pocos días, nos presentaron siete formas diferentes de «rescatar» la economía y cuatro estrategias distintas, que implicaban a nueve países. ¡Suerte que estamos en una unión, queridos lectores! Sea como sea, me sorprendió que los que nos venden el timo piramidal del «mercado financiero único» sean los primeros que no creen en él, y se han limitado— soy generoso en mi apreciación— a muchas reuniones para compartir su estulticia, ineptitud y mentiras. Mientras que ellos se llenan la boca con la expresión «liquidez» para justificar las inyecciones de capital, nosotros intuimos que quieren decir «solvencia». Ustedes, meine Damen und Herren, apreciarán el contraste entre ambos términos cuando escuchen el crujir de dientes de esas extrañas entidades denominadas cajas de ahorros; sí, un submundo bancario en el que conviven el mangoneo político, el nacionalismo y el desprecio absoluto a los impositores o clientes. ¡Qué maravilla!, conozco a putas que tratan con más cariño a sus asiduos. Sea como sea, estimados parroquianos, es evidente que los políticos europeos andan flojos de remos y nos prometen cosas que al día siguiente quedan en buenas intenciones. Yo ignoro si los pescadores obtienen más beneficios en aguas revueltas; de hecho nunca me interesó el agua, tan es así que bebo el Jack Daniel’s sin cubitos. No obstante, algunos de esos mequetrefes aprovecharán la coyuntura no sólo para esquilmar nuestros bolsillos sino para ascender al Olimpo de los elegidos. Tanto me preocupan las decisiones que pueda tomar nuestro estimado ZP, un hombre que se deleita con el girar de sus aspas mentales, como la premura de Nicolás Sarkozy, un sujeto que incrementa su estatura con alzas y vigila los tacones de su esposa para que no le sobrepase; ¡con lo bellas que son las mujeres altas! Alguien debería hacerle una densiometría ósea; más que nada para tener la certeza de que su tuétano mantiene la misma solidez: dormir con determinadas lobas consume mucha energía, meine Damen und Herren; y más cuando entre la ambición y las capacidades media un abismo.
La comida nos produjo una modorra pesada; por suerte Cremona estaba próxima y el tráfico era escaso. Y. optó por dormitar de nuevo mientras Botiflard daba buena cuenta de un Montecristo. Con la finalidad de vencer al sopor, conecté la búsqueda automática de la radio, en la que Fausto Leali encadenó una serie de berridos a la entrada de Cremona. Botiflard se sobresaltó: «Nicholas, me parece que has atropellado a un gato; ¡qué chillidos!». Después escupió una hebra de tabaco, aunque no percibió que el cristal de la ventanilla estaba subido. Yo no lo tuve en cuenta, meine Damen und Herren: un mal día lo tiene cualquiera.
Foto: Carta de vinos.
Nuestra discrepancia vinícola, sin embargo, me hizo pensar en la UE y en la crisis económica. ¿Cómo vender a los ciudadanos una unión europea cuando es evidente que al aumentar la marejada las cuadernas del engendro crujieron? Ahora todos se esfuerzan en calafatear, aunque bien es cierto que en función de intereses propios. Por un lado, Sarko se nos muestra como el siete machos que todo pequeño lleva dentro; ZP, como el siete bobos que dirige los destinos de una nación con «la mano de mear»; Berlusconi, como el siete mercaderes que conoce la importancia del dinero y de su fluir; y Angela Merkel, como la siete raciocinios que no ha logrado comprender que Alemania necesita creer, de nuevo, en algo intangible: confianza. ¡Menuda chufla de «unión», estimados parroquianos!
Si ustedes lo recuerdan, meine Damen und Herren, cuando el lobo de la crisis asomó las orejas— aunque sus aullidos ya nos aterrorizaban por las noches—, se gritó el…¡sálvese el que pueda! El resultado, como no podía ser de otra manera, tenía la misma solidez que la prosodia de Juan Carlos I y Pepiño Blanco. En pocos días, nos presentaron siete formas diferentes de «rescatar» la economía y cuatro estrategias distintas, que implicaban a nueve países. ¡Suerte que estamos en una unión, queridos lectores! Sea como sea, me sorprendió que los que nos venden el timo piramidal del «mercado financiero único» sean los primeros que no creen en él, y se han limitado— soy generoso en mi apreciación— a muchas reuniones para compartir su estulticia, ineptitud y mentiras. Mientras que ellos se llenan la boca con la expresión «liquidez» para justificar las inyecciones de capital, nosotros intuimos que quieren decir «solvencia». Ustedes, meine Damen und Herren, apreciarán el contraste entre ambos términos cuando escuchen el crujir de dientes de esas extrañas entidades denominadas cajas de ahorros; sí, un submundo bancario en el que conviven el mangoneo político, el nacionalismo y el desprecio absoluto a los impositores o clientes. ¡Qué maravilla!, conozco a putas que tratan con más cariño a sus asiduos. Sea como sea, estimados parroquianos, es evidente que los políticos europeos andan flojos de remos y nos prometen cosas que al día siguiente quedan en buenas intenciones. Yo ignoro si los pescadores obtienen más beneficios en aguas revueltas; de hecho nunca me interesó el agua, tan es así que bebo el Jack Daniel’s sin cubitos. No obstante, algunos de esos mequetrefes aprovecharán la coyuntura no sólo para esquilmar nuestros bolsillos sino para ascender al Olimpo de los elegidos. Tanto me preocupan las decisiones que pueda tomar nuestro estimado ZP, un hombre que se deleita con el girar de sus aspas mentales, como la premura de Nicolás Sarkozy, un sujeto que incrementa su estatura con alzas y vigila los tacones de su esposa para que no le sobrepase; ¡con lo bellas que son las mujeres altas! Alguien debería hacerle una densiometría ósea; más que nada para tener la certeza de que su tuétano mantiene la misma solidez: dormir con determinadas lobas consume mucha energía, meine Damen und Herren; y más cuando entre la ambición y las capacidades media un abismo.
La comida nos produjo una modorra pesada; por suerte Cremona estaba próxima y el tráfico era escaso. Y. optó por dormitar de nuevo mientras Botiflard daba buena cuenta de un Montecristo. Con la finalidad de vencer al sopor, conecté la búsqueda automática de la radio, en la que Fausto Leali encadenó una serie de berridos a la entrada de Cremona. Botiflard se sobresaltó: «Nicholas, me parece que has atropellado a un gato; ¡qué chillidos!». Después escupió una hebra de tabaco, aunque no percibió que el cristal de la ventanilla estaba subido. Yo no lo tuve en cuenta, meine Damen und Herren: un mal día lo tiene cualquiera.
Foto: Carta de vinos.
2 Comments:
¿Fausto Leali? ¡Qué horror!
Recuerda las palabras de nuestro ZP... la crisis vino de Estados Unidos y la resolverá la Unión Europea... ¡qué afortunados somos!
MARY WHITE:
¡Una orgía de berridos, Mary White, una orgía de berridos!, ¡qué afición tienen los italianos por las voces roncas!
Es evidente que algo debe hacerse, pero la actitud de los políticos europeos nos ha demostrado, de nuevo, que la «unión» no hace la fuerza, sino que es la excusa para esquilmar nuestros bolsillos: no dieron un buen ejemplo. Espero que en el futuro cambie algo. Quizá es mucho esperar, lo sé.
Saludos.
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