SIDEWAYS: MARSELLA (2).
Las anchoas estaban a mi gusto: carne prieta, generosa y firme; y dóciles a la hora de desprenderse de la sal que las había conservado en el tonel. Asimismo, logré ligar una compacta salsa Rouille — creo que me excedí con el azafrán—; tan era así que la mano del mortero permanecía enhiesta y desafiante. Y. y Botiflard regresaron de la exposición del «tío desorejado» con tres botellas de vino y unas valoraciones que para alguien carente de sensibilidad artística, como soy yo, resultaban una jerigonza incomprensible. El vino, no obstante, me gustó: Château d’Oupia. De la misma forma, la frescura del pescado que Ahmed había comprado mostró todo su esplendor en la bullabesa.A Jörg Haider le acusaban de populista y demagogo; ahora bien, ¿quiénes eran los acusadores?: Los políticos monaguillos europeos que no tienen valor para afrontar y solucionar los problemas. Estimados parroquianos, ¿me creerán si les explico que José Luis Rodríguez, el Puma, es el presidente de la cofradía? Supongo que sí, porque tanto a ZP como a Rajoy sólo les interesan los inmigrantes (si son negros mejor) para hacerse una fotografía durante la campaña electoral. De cada muerto en el Estrecho o en las costas africanas, de cada puta que es explotada por una mafia y de cada ser humano que debe aceptar condiciones intolerables de trabajo, responsabilizo a ZP. Así debe ser, meine Damen und Herren, porque los políticos no están exentos de responsabilidades; otra cuestión es que los ciudadanos las exijan. Podrán observar que la esclavitud también tiene grados, no todos los que lucen grilletes poseen la tez morena.
La prematura muerte de Jörg Haider nos impide observar la madurez que había adquirido el político austriaco y el valioso papel que podría haber jugado tanto en la política del país alpino como en la europea. Sólo tengo una duda, meine Damen und Herren: ¿qué hubieran pretextado los cobardes e hipócritas políticos europeos? Nunca lo sabremos, determinadas muertes resultan más dolorosas no por el deceso en sí sino por la inoportunidad; aunque no creo que haya ninguna muerte oportuna, excepto para los adversarios, claro está.
Disfruté mucho de mi estancia en Marsella y de la compañía de Ahmed, no creo que peque de exagerado si les explico que fue una de mis mejores experiencias vitales; si es que ése término puede utilizarse cuando el tiempo se comparte con un moribundo. El día de nuestra partida, Ahmed nos ayudó a bajar el equipaje. Yo estaba sentado al volante y él junto a la ventanilla. Ambos nos miramos con la certeza de que estaríamos un largo tiempo sin vernos, muy largo. Después, Ahmed se llevó la mano al pecho, a los labios, la frente y la elevó al cielo. De nuevo yo no supe qué decir, meine Damen und Herren, y le planteé la misma pregunta: «¿Recuerdas la faena de Luis Francisco Esplá en Nimes?». Él sonrió, sabía que yo respetaba nuestro código no escrito de comportamiento, y mientras Botiflard introducía los bultos en el maletero, Ahmed encendió un Gitanes y emitió su parecer: «No fue la mejor, Nico, y eso que es un buen torero; pero…un mal día lo tiene cualquiera».
Foto: Otra cajetilla de Gitanes.









