Dienstag, September 30, 2008

BALA DE PLATA.


BARMAN: 1. com. Persona encargada de servir o preparar bebidas alcohólicas en la barra de un bar.

Ayer tuve un encuentro con una amiga, meine Damen und Herren, y durante el mismo hablamos sobre cócteles. Semejantes brebajes no son de mi agrado, yo soy un clásico, ya saben: gin-tónic o Jack Daniel’s. Ahora bien, de vez en cuando me gusta deleitarme con un Dry Martini — también conocido por Bala de Plata— o un Gimlet; pero más allá de esos dos no hago experimentos: las mezclas no me convencen. Además, en el mundo de los cócteles ocurre algo parecido al de la política: se alcanza la extravagancia para conseguir llamar la atención o se disfraza un licor infame bajo mezclas más propias de un alquimista demente. Asimismo, la parafernalia me resulta cargante: un barman que sacude la coctelera con una determinada cadencia porque de lo contrario el sabor variaría, más gesticulación que la de Sofía Loren a cámara rápida y el mismo rostro hierático que lucían los anarquistas de principio de siglo cuando preparaban nitroglicerina en el lavadero de casa. Sin embargo, sí me permito una excentricidad en mi gin-tónic: pido piel de pepino en lugar de una rodaja de limón; me gusta amargo.
Ya que tratamos sobre cócteles y amarguras, estimados parroquianos, no podemos dejar de referirnos a nuestro siempre admirado José Luis Rodríguez, el Puma, que tuvo una semana ajetreada detrás de la barra de su coctelería. Con todo y con eso creó un nuevo cóctel, que denominó en su honor Señor Don Nadie y cuyos ingredientes detallo a continuación: dos partes de idiotez; tres de ineptitud; una rodaja de desfachatez; y un golpe de ignorancia. Todos ellos se mezclan en la coctelera del ridículo y se sirve en la copa del esperpento; ¡el Señor Don Nadie está listo! Yo no me atrevo a degustar semejante pócima porque algo así envenena nuestro talento, meine Damen und Herren, pero disfruto al observar al barman.
El viaje de ZP a Nueva York no fue más que una nueva demostración de ese aire tan pintoresco que le caracteriza, aunque nos permitió observar que la inteligencia de ZP siempre habla con voz queda, casi inaudible. No obstante, reconozco que su bobería es valiosísima, ¡de muchos quilates!, pero me temo que es innecesario guardarla en una caja de caudales. Después de escucharle mentir sobre la solidez de la economía española y explicar el rosario de dislates que fue capaz de memorizar durante el vuelo, entendí que si la historia de la Humanidad es la historia del mal, la trayectoria vital de ZP es la fábula de un hazmerreír de la política, de un pobre mamarracho al que todos ignoran y evitan. Con todo y con eso, meine Damen und Herren, es lógico, porque aunque los payasos provocan risas, llega un punto en el que cansan y aburren. El hombre que llevaría a España al corazón de Europa se muestra como un alma en pena que vaga a la búsqueda de una fotografía; con poco éxito, es cierto, y yo lo lamento, queridos lectores, mucho, porque después de una carrera tan meteórica— adelantar a las economías de Italia, Francia y Alemania—, el gran estadista merece que se reconozcan sus logros, capacidades y tesón. Ustedes ya saben que mi benevolencia me impide recordar las incoherencias de ZP, que pasó de sentarse ante la bandera de USA a mendigar una fotografía con algún líder americano. Alguien debería explicar al palurdo que la Casa Blanca puede visitarse de 07:30 a 12:30 de martes a sábado; además la visita es guiada y gratis, como las aptitudes de ZP, que son gratuitas y requieren la ayuda de un lazarillo. Por el contrario, meine Damen und Herren, reconozco que ZP y sus milagros económicos —surgen de la extraña coctelera que agita— provocaron que España no esté en la Champions League; pero eso es positivo, porque es tal el éxito de ZP que ahora España necesita jugar en una liga propia, ¡no en ésa cofradía de fracasados! Supongo que debido a ello España no será invitada a la cumbre europea para tratar las repercusiones de la crisis; sin embargo ustedes no deben preocuparse, estimados parroquianos, ya que ZP imprimió tanta velocidad que adelantó a todos los países, y ahora es imposible localizarle: está más allá del horizonte; ¡eso sí es una auténtica bala de plata!
De todas formas creo que es mejor así, ya que un tipo que aprende economía en dos tardes, se ayuda de los dedos para contar los días de la semana y agita una coctelera vacía, o al menos sólo con hielo por aquello del ruido, es mejor que se dedique a la papiroflexia mental o a ejercer de barman: ZP, por favor, ¡ponme un Señor Don Nadie!, pero no lo agites mucho, que me mareas.

Foto: Bala de plata.

Samstag, September 20, 2008

DE FRASES.


FRASE: 1. f. Conjunto de palabras que basta para formar sentido, especialmente cuando no llega a constituir oración.

Las frases célebres de personajes famosos forman un apartado dentro de la historia, meine Damen und Herren. Con ellas, en muchas ocasiones, se pretende sintetizar la grandeza o inteligencia de la figura histórica y legar a las generaciones venideras un mensaje destilado de la estructura de pensamiento de un individuo, o incluso de sus logros. Asimismo, dentro de ese género subsiste un subgénero: últimas frases; es decir, las palabras postreras del moribundo. Sin embargo, creo que muchas de ellas se deben más a la ficción y al interés de los deudores en mantener la reputación del difunto incluso después del deceso. Me resulta difícil creer que las últimas palabras de Humphrey Bogart fueran las siguientes: «Nunca debí cambiar el scotch por los martinis».
Aun así, podemos interpretar que ésa frase es una muestra de arrepentimiento, que es algo aconsejable cuando se está a las puertas de la muerte. Con todo y con eso, estimados parroquianos, yo prefiero las últimas frases del que no espera morirse, porque nos llegan sin intermediarios y carecen de trampas o manipulaciones. Permítanme un par de ejemplos: «Me han dado», dijo John Lennon ante la puerta del edificio Dakota. Semejante muestra de elocuencia está en consonancia con los tostones musicales que perpetraba, podríamos decir que murió como vivió: a base de perogrulladas y simplezas. Otro caso divertido — consiéntame la expresión— fue el del guitarrista del grupo Chicago, Terry Kath, que limpiaba una pistola ante un amigo y para impresionarle se colocó el arma en la sien: «No te preocupes, no está cargada». Supongo que lo último que pasó por su cabeza, al margen de la bala, fue esa laxa sensación que precede a la muerte y acompaña al ridículo.
Pero ya que el escrito versa sobre frases célebres, mentiras y ridículos, no podemos obviar a nuestro siempre admirado José Luis Rodríguez, el Puma, que fiel al estilo que podríamos denominar Dabadaba también quiso legar su frase célebre, y lo hizo durante su caminata por los Picos de Europa: «Los picos están…donde siempre. Entonces…ahora…la reflexión que yo me hacía es si yo estoy donde siempre he estao (sic)».
Meine Damen und Herren, ¿qué reflexión existencial podemos hacer? Creo que después de esas 21 lágrimas viscosas de idiotez...ninguna, ya que la ignorancia y simpleza de ZP nos alecciona con su penuria, con su absoluta falta de sentido del ridículo, y nos muestra, a su vez, una inteligencia ermitaña y en perpetua inmolación. No me resulta descabellada la sospecha de que ZP habla como si tuviera ganas de ser un anciano con Alzheimer o quizá pretende imitar a Jaime de Marichalar; debo meditarlo. Sea como sea, el caso es que en cada ocasión en la que ZP decide ser espontáneo nos transmite el virus infalible de la majadería y nos permite observar la diferencia entre el Hombre y el hombre. La pena que nos aflige es que cuando haga tiempo que ZP desapareció nos quedará esa obra inacabada que es su biografía y logros; pero no debemos ignorar que en su vacuidad está la esencia de ZP, ése hombre que es un alpinista consumado, aunque de la imbecilidad, porque alcanza cimas tan altas de ridículo que a nosotros se nos antojan quiméricas, inalcanzables.
De todas formas, meine Damen und Herren, no me sorprende la afirmación de ZP— «los picos están donde siempre»—, incluso creo percibir un atisbo de sorpresa, ya que él es un individuo acostumbrado a moverse por decorados, con extras, claque y siempre alejado de la realidad, y sospechó que la silueta de las montañas era una imagen pintada sobre un lienzo gigantesco o un fotomontaje sobre el croma: actuar ahí siempre se la da bien; aun así nunca debe faltar el apuntador.
A pesar de la bonhomía que me caracteriza, estimados parroquianos, reconozco que los amanuenses que recopilan frases célebres para añadirlas a esas agendas que nos envían por Navidad prescindirán de las perlas que esconde la concha de estulticia que rodea a ZP. Es cierto que yo nunca las utilizo — soy fiel a mi Moleskine—; pero si así fuera, no sé qué pasaría por mi mente al leer semejante sandez al pie de una página. No obstante, meine Damen und Herren, el cretinismo que demuestra ZP nos confirma que es un individuo que tiene penas vinculadas al pasado; pero muchas más en el presente, sobre todo en su personalidad insustancial.
Respecto a cuál será su última frase no tengo ninguna duda: Buenas noches, y buena suerte. De todas formas deseo que ése momento tarde en llegar, queridos lectores, porque un hombre que nos hace reír con tanta facilidad merece reencarnarse, aunque sea en sí mismo, varias veces. Además, meine Damen und Herren, y como muestra de buena voluntad, creo que puedo resolver la duda existencial del palurdo: Se encuentra donde siempre: entre el vacío y la nada.

Foto: To be, or not to be.

Donnerstag, September 18, 2008

GABARDINAS, CUELLOS Y CABEZAS.



GABARDINA: 1. f. Tela resistente de tejido diagonal. 2. f. Impermeable confeccionado de esta tela.

La gabardina es una prenda que no puede faltar en el ropero de un hombre, meine Damen und Herren: polivalente sin renunciar a la elegancia; versátil en sus combinaciones; y tan resistente a las inclemencias del clima como a los cambios de la moda: ¿Qué más se puede pedir? Ayer tuve ocasión de comprobarlo, estimados parroquianos, porque nada mejor para estrenar una nueva gabardina que el aquelarre al que me sometieron las asperezas meteorológicas: viento, frío y lluvia. Mi nueva gabardina, sin embargo, resistió los embates al tiempo que incrementó mi orgullo por lucirla. No obstante, queridos lectores, detecté un fallo en ese nuevo modelo de Burberry: la ausencia de presilla que permite ceñir el cuello de la gabardina cuando éste está levantado. Mañana acudiré a la tienda para que el sastre solvente dicha carencia. No crean que es una frivolidad por mi parte, meine Damen und Herren, ya que el cuello transmite la sensación de frío a todo el cuerpo. Algo parecido ocurre con la cabeza, que es la zona corporal por donde se pierde el 35% del calor que genera nuestro cuerpo.
Escribir sobre esos tres elementos— gabardina, cuello y cabeza— me hizo pensar en ese tipo tan curioso que atiende por el tabernario nombre de Pepiño Blanco. Sí, meine Damen und Herren, ése hombrecillo de inteligencia cavernícola, cultura de casa de putas de ínfima categoría y ojos porcinos; aunque ésa última cualidad también la aplica a sus modales: «de cerdo y señor se viene de cuna», que decían los clásicos.
El cuello de Herr Blanco me fascina, estimados parroquianos, y es así porque tiene una característica insólita: ¡mengua! Sí, sí, no se sorprendan, es un cuello menguante que cada vez me resulta más corto. Quizá sea así porque es un prólogo de lo que encontraremos más arriba: una inteligencia que también mengua y que está encerrada en una cabeza que se expande; porque la testa de Herr Blanco se infla como un globo, o al menos cada vez la veo más grande. Confío en que ello no se deba a que alguien no domina el arte de la felación, ya que nada me apenaría más que observar las secuelas de una embolia en nuestro estimado Herr Blanco. No obstante, no creo que sea la primera que sufre, y no me refiero a esa prosodia vergonzosa que le caracteriza y que nos parece uno de los jinetes del Apocalipsis o las granizadas del fin del verano. Con todo y con eso, queridos lectores, en cada ocasión en la que sé que Pepiño hablará (¿?) presto atención, y lo hago porque su lenguaje, o mejor dicho: el uso que hace de él, me retrotraerá a su pasado y me obligará a preguntarme ¿qué le pasó en la infancia? De todas formas, meine Damen und Herren, las mentes agotadas, como es la mía, agradecemos presenciar una idiotez fresca y renovada a diario y el talento de meublé que luce Pepiño en cada ocasión en la que abre la boca.
Las últimas declaraciones de Pepiño— acusaba al PP de xenofobia— fueron, una vez más, la rúbrica de su majadería. Yo no le escucho, me limito a oír, pero no dejo de encandilarme con su pose de medio perfil (carne de caricato, una mala pasada de la genética o diabólica praxis con los fórceps) y el tono que emplea, aunque eso me abre una nueva duda: ¿Dónde adquirió semejante prosodia, de dónde surge? En un principio pensé que se debía a los pinitos solistas que realizó en el coro de tartamudos del pueblo, aunque luego me convencí de que eso no era posible, estimados parroquianos, porque las ideas de alguien que atesora semejante notoriedad entre los analfabetos y que muestra sus excelencias con gallardía sólo pueden surgir de dos sitios: de las lóbregas catacumbas de la estulticia o del culo. Me temo, por eso, que en ése último lugar también radica su discernimiento; es lo que podríamos denominar un delito de lesa inteligencia. En todo caso, meine Damen und Herren, admiro la capacidad de Pepiño para devorar cualquier imbecilidad, aunque después la vomitará entre arcadas escandalosas, olores agrios, tropezones y grumos. ¡Qué poco charme! Sin embargo eso no es lo mejor, sino que el comistrajo a medio digerir volverá a ser engullido por el tragaldabas galaico para regurgitarlo de vez en cuando; normalmente cuando ZP no tiene nada serio que ofrecer, algo que sucede muy a menudo. Ustedes ya saben que soy una persona benévola por naturaleza, y lo demostraré al disculpar al rucio gallego de nuevo: nadie es lo que aparenta, sobre todo él. Ése pobre hombre tiene una cultura cerrada y bajo presión, aunque creo que está en el interior de una olla a presión, que es algo diferente.
Respecto al uso que hace Pepiño de la gabardina poco puedo decir, meine Damen und Herren: ¡nunca antes presencié semejante atentado al buen gusto! Sea como sea es lógico, porque un tipo paticorto, sin cuello y cabezón nunca debe lucir gabardina, ¡mucho menos de manga raglán!, a no ser, claro está, que pretenda ser confundido con un champiñón o una chincheta. La disentería mental de nuestro admirado Pepiño nos enseña que los tiempos de la sapiencia y la reflexión no volverán; al contrario que la gabardina, que siempre permanece junto a nosotros.

Foto: Gamba en gabardina.

Dienstag, September 09, 2008

¡TORERO, TORERO, TORERO!




Freitag, September 05, 2008

PUTEROS.


PUTERO: 1. adj. coloq. Dicho de un hombre: Que mantiene relaciones sexuales con prostitutas.

Ya que mi anterior escrito versaba sobre ligones, meine Damen und Herren, creo que hoy podemos continuar por ésa senda, aunque con algunos matices y diferencias importantes. Determinadas personas, quizá por gandulería, un sentido práctico de la vida o dispuestos a optimizar su capital, acuden a las putas. Yo no soy quien para juzgar ésa costumbre y mucho menos para emitir una opinión moral al respecto. He tenido la posibilidad de hablar con ambos bandos; o mejor dicho, con dos de los eslabones que forman la cadena: prostitutas y putañeros. Ambos esgrimieron razones lógicas, coherentes y pragmáticas; unos para defender su trabajo, y otros, su afición.
El ayuntamiento de Sevilla inició a finales de agosto una campaña para «desmotivar» a los puteros, cuyo lema es «¿Tan poco vales que tienes que pagar?». Algo así se me antoja algo estéril y ridículo, estimados parroquianos, porque es más fácil que Pepiño Blanco escriba algo conexo algún día o podamos entender la prosodia estropajosa de Maleni Álvarez en lugar de que un putero pierda la motivación. Asimismo, pretender desmotivar con semejante eslogan a una legión de pollas enhiestas convertidas en taladros humanos en un país que dedica más de 70 millones de euros diarios [ 50 en prostitución y 20 en negocios vinculados a la industria del sexo (películas porno, sexshops, etc.)] a «pulir el cetro», «afilar el sable», «pelar el plátano» o «sacudir la sardina» es más ingenuo que las campañas de Miguel Sebastián para fomentar el ahorro energético. Es por ello que considero, meine Damen und Herren, que dicha campaña obedece a una lucha intestina dentro del PSOE, ya que ese lema—¿Tan poco vales que tienes que pagar?— describe a la perfección la forma de actuar de nuestro siempre admirado José Luis Rodríguez, el Puma; un político tan débil, acomplejado, incapaz, inútil, mentiroso e inepto que sólo puede mantenerse en el poder si paga: meine Damen und Herren, ¿será un putañero de la política?
Con unos mensajes que ya nacen sin credibilidad, rodeado de unos ministros que entablaron una competición para demostrar quién era el más improductivo, sin rumbo, ideario, soluciones…¡o simples propuestas!, ZP sólo puede hacer algo para «mojar el churro»: echar mano de la cartera. Por ése motivo, los sindicatos y la pseudomafia que les rodea reciben cuantiosas subvenciones o reciben oportunos reintegros de patrimonio; los medios de comunicación escriben al dictado porque también hay dádivas para ellos; las formaciones políticas nacionalistas le apoyan porque le «chupan» con la vehemencia de una puta bisoña; la patronal se muestra complacida porque sabe que el PSOE es el partido que más derechos recorta a los trabajadores y que si presta vasallaje a ZP los sindicatos están controlados, las alzas salariales serán ridículas y favorecerán, una vez más, la pérdida de poder adquisitivo; y el rosario de asociaciones cívicas, ong, actores, etc. se lo «traga todo», hasta la última gota y sin solicitar sobreprecio, porque ZP es un putañero generoso con la cartera, un putero que paga siempre con la tarjeta de crédito de la empresa; es decir: con el dinero de los ciudadanos.
No obstante, la enfermedad venérea— derrumbe de la economía española— acecha a ZP, algo lógico cuando alguien se va de putas por costumbre y no toma las precauciones adecuadas: en ésa ruleta rusa tarde o temprano «se gana», estimados lectores.
Después de escribir estas líneas, meine Damen und Herren, creo que el eslogan es una biografía escueta, como todo en ZP, del insigne estadista; un tipo que vale tan poco que debe pagar.

Foto: Motivos para creer.

Donnerstag, September 04, 2008

¿TE HAN CLAVADO "EL CHORIZO"?


LICENCIA: 4. f. Abusiva libertad en decir u obrar.

Ignoro si sobre el arte del ligue existe alguna enciclopedia, «biblia», colección de fascículos semanales a todo color con dvd de regalo, algún libro de autoayuda o curso CEAC por correspondencia; ya saben, meine Damen und Herren: «Como ligar en tres horas, tomar dos copas y pegar un colchonazo»; aunque si el título fuera cierto, el siguiente curso que debería realizarse versaría sobre los trucos para evitar la eyaculación precoz: cada «música» requiere un ritmo determinado, queridos lectores. Sea como sea, es en el arte del ligoteo donde mejor se demuestra la polivalencia de una persona, porque el destino reparte las cartas con una extraña cadencia y ecuanimidad: el feo intenta ser simpático; la poco agraciada desarrollar una personalidad atrayente; el horroroso no se preocupa de nada, y así y todo siempre encuentra a alguien que se fijará en él, sea por ebriedad, interés científico o porque elabora una tesis doctoral sobre Quasimodo. De la misma forma, el escuerzo femenino también tendrá su oportunidad, ya que la percepción masculina de la belleza y los escrúpulos disminuyen conforme la noche avanza: ningún cazador desea regresar al hogar con el zurrón vacío y…«las bolsas» llenas.
El apartado de los guapos— pero…guapos, guapos— sería tan extenso que merece un escrito aparte. Durante mi época española de bachiller, tuve dos auténticos maestros en el fino estilismo del ligue: un compañero apellidado Cebollada (les prometo que es cierto, aunque a mí me impactó entonces tanto como a ustedes ahora) y otro al que identificaré, por discreción, con la inicial de su nombre X. (de Xavier, claro está). Ambos utilizaban sistemas tan antitéticos como efectivos, y yo, excepto tomar apuntes, mostré el mismo interés que un alumno aplicado. El primero siempre utilizaba el mismo truco: oteaba las presas desde el altozano de la pista de baile, se acercaba con una sonrisa descarada y después formulaba una pregunta: « ¿Te han clavado “el chorizo” alguna vez?». Meine Damen und Herren, la primera vez que escuché una declaración de amor tan romántica y tierna sentí que la sangre se me helaba en las venas, que las pupilas se me contraían en un movimiento de significado ignoto, que la Tierra detenía su rotación y que presenciaba algo que por sí solo justifica toda una existencia. Sin embargo la táctica funcionaba, estimados parroquianos, porque veinte minutos más tarde, ambos se enzarzaban en la realización de una endoscopia gástrica, a tenor del ímpetu que demostraban en introducir la lengua en la boca del otro. No obstante, meine Damen und Herren, yo sabía que lo más difícil para mi amigo estaba por llegar: decir su apellido.
X., por el contrario, utilizaba otro sistema: entablar una conversación casual— pedir fuego, un equívoco (¿tú eres la amiga de…?), etc. — seguida de cháchara, para después, como el que no quiere la cosa, colocar una bola sobre desgracias propias que despertaba la compasión de la escogida. El resultado, una vez más, era el mismo: endoscopia gástrica. Creo que fue en ésa época cuando descubrí la lentitud con la que puede fumarse un pitillo, la importancia de la meditación y lo que debió sentir Cristo en la cruz, porque así me sentía yo, meine Damen und Herren: «colgado» entre dos ladrones. Con todo y con eso, en una ocasión, impelido por las coñas de mis amigos, decidí probar fortuna, y opté por la fórmula del ahora Dr.Cebollada. Me acerqué a una chica, más pendiente de las risas maliciosas de mis amigos que de mis propios pasos, y cuando estuve ante ella sólo pude balbucear: «A ti…a ti…». Ella me observó con una de esas miradas femeninas que desgarran más que un latigazo y permaneció callada. Transcurridos unos segundos que se me hicieron eternos, rompió su mutismo: «Eres el más tonto de los tres, tú no necesitas decir groserías ni mentir». Rebuscó en su bolso hasta encontrar un bolígrafo y escribió en el anverso de mi mano su nombre— Beatriz— y su número de teléfono. No lo he olvidado, meine Damen und Herren, es más: miro mi mano y parece que las cifras brotan de nuevo; quizá se debe a que los buenos recuerdos son el mejor tatuaje: nuestra relación duro sólo un año, pero fue algo intenso.
Cuando regresé junto a mis amigos tuve que soportar sus chanzas («¿te ha puesto una multa por tonto?»), aunque ellos no se percataron de un detalle: yo escondía la mano derecha en el bolsillo.
Hoy no hay zarpazo, meine Damen und Herren: hasta las mejores partituras incluyen silencios. Ayer, al filo del amanecer, recibí un sms del Dr. Cebollada en el que me comunicaba el nacimiento de su tercera hija, ¡la tercera niña! Quizás se deba a lo que les expliqué antes: la extraña cadencia y ecuanimidad del destino.
Me consta que él lee Josephsplatz y sabe que mañana, en el hospital donde está ingresada su esposa, recibirán dos ramos de flores; como en anteriores ocasiones: uno para cada uno de ellos. Mientras que en la tarjeta del ramo de la madre consta la típica fórmula de enhorabuena, mi amigo deberá leer por tercera vez la misma pregunta: «¿Te han clavado «el chorizo» alguna vez?»

APOSTILLA.- José Luis Rodríguez, el Puma, es el mismo inepto de siempre. Ustedes ya saben que con los tontos debemos ejercer la caridad y ser pacientes; por ése motivo Josephsplatz se permitió una pequeña licencia. Gracias, meine Damen und Herren.

Foto: Sí, en varias ocasiones. ¿No se nota?

Dienstag, September 02, 2008

CARAMILLOS.

CARAMILLO: 1. m. Flautilla de caña, madera o hueso, con sonido muy agudo. 2. m. Chisme, enredo, embuste. Armar, levantar un caramillo.

Yo nunca me creí esa versión, meine Damen und Herren, estoy seguro de que un asesinato tan brutal obedece a otros motivos. Es cierto que hasta la fecha la investigación no avanzó mucho más: sin nuevos indicios, con el arma del crimen perdida y sin testigos que puedan aportar datos fiables; será difícil resolver el caso. Sin embargo, intuyo que una cuestión económica fue el móvil del crimen; sí, no se sorprendan, estimados parroquianos. Los informes policiales aportaron poco al sumario; es más, diría que se cometieron muchas negligencias y que alguien quiso tapar el asunto rápidamente para no generar alarma social. Asimismo, la versión que nos explicaron no soportaría un análisis riguroso, mucho menos una reconstrucción de los hechos del día de autos: alguien miente, queridos lectores, alguien miente. ¿Quién oculta la trascripción de los interrogatorios?, ¿dispuso el sospechoso de asistencia letrada?, ¿actuó por encargo?, ¿quiso tirar de la manta y se lo impidieron mediante la «oportuna» desaparición? No sé, da que pensar.
Disculpen, meine Damen und Herren, me refería al asesinato de Abel a manos de su hermano Caín. Sí, es un tema que me generó más curiosidad que los crímenes de Whitechapel y la siniestra historia de Jack el Destripador. No obstante, intuyo que mi zozobra llega a su fin, ya que si el jefe de los justicieros galácticos —Baltasar Garzón— decide retrotraerse en el tiempo para ganar notoriedad, alimentar su insaciable afán de protagonismo y vivir al calor de los focos (y de otras cuestiones), deberá iniciar una investigación seria — tan seria como los sumarios que «instruye» y quedan en nada— y explicarnos qué pasó aquella mañana de primavera en el trigal entre Caín y Abel. Dado que estamos ante un magistrado que actúa tan rápido como moldea la justicia a su conveniencia, no me sorprendería que después investigase si Cristóbal Colón malversó los fondos de la Corona de España durante el viaje. ¿Qué pasó a bordo de la Santa María, meine Damen und Herren?, ¿de verdad los hermanos Pinzones eran unos…mari…neros?, ¿era Cristóbal Colón otro…mari…nero? Baltasar Garzón, siempre juez instructor pero nunca magistrado de Sala, lo averiguará; y lo que no sepa…¡pues se lo inventará! Él sólo busca restañar el protagonismo perdido en los medios, mantener el caché y cebar su egolatría.
En realidad, estimados parroquianos, estamos ante más de lo mismo: Al Gobierno le van mal las cosas —no podía ser de otra manera con José Luis Rodríguez, el Puma, al frente— y necesita que alguien distraiga a la plebe; es algo parecido a lo que hacían los antiguos bufones. ¿No perciben el ruido de cascabeles y la música de los caramillos, meine Damen und Herren? Baltasar Garzón todavía no ha entendido, aunque nosotros sí, la diferencia entre impartir justicia y utilizarla para sus propios fines; algo, por otro lado, muy habitual en España. No obstante, él no es el culpable, ya que la culpabilidad radica en aquellos que le consienten el rosario de dislates al que Su Señoría nos tiene acostumbrados. Supongo que a todos ellos les resulta indiferente el daño que actuaciones tan chuscas infieren a la Justicia o la judicatura, la Audiencia Nacional y a la percepción que los españoles tienen de uno de los pilares básicos de la democracia. De la misma forma, resulta llamativo que el Consejo General del Poder Judicial consienta una y otra vez los caramillos de Baltasar Garzón, sus deleznables resoluciones judiciales, sus innumerables errores, desidias y negligencias; aunque es más llamativo todavía que sus compañeros de la Audiencia Nacional cierren filas ante las críticas a Su Señoría. Meine Damen und Herren, creo que ha llegado el momento de cerrar ése «tribunal especial»: creo que nunca un adjetivo dañó tanto a un sustantivo. Creo innecesario mencionar la lentitud histórica de la justicia española, los millones de expedientes atrasados, la carencia de medios, tanto humanos como materiales, o el mangoneo político que siempre acompaña a las togas y las puñetas.
Con todo y con eso, queridos lectores, seguiré con atención la nueva lucha del justiciero galáctico contra los molinos, porque en realidad se trata de eso: de hacer girar las aspas aunque sea a soplidos.

Foto: Imagen tomada por una cámara de seguridad: nunca se incorporó al sumario.