BALA DE PLATA.
BARMAN: 1. com. Persona encargada de servir o preparar bebidas alcohólicas en la barra de un bar.
Ayer tuve un encuentro con una amiga, meine Damen und Herren, y durante el mismo hablamos sobre cócteles. Semejantes brebajes no son de mi agrado, yo soy un clásico, ya saben: gin-tónic o Jack Daniel’s. Ahora bien, de vez en cuando me gusta deleitarme con un Dry Martini — también conocido por Bala de Plata— o un Gimlet; pero más allá de esos dos no hago experimentos: las mezclas no me convencen. Además, en el mundo de los cócteles ocurre algo parecido al de la política: se alcanza la extravagancia para conseguir llamar la atención o se disfraza un licor infame bajo mezclas más propias de un alquimista demente. Asimismo, la parafernalia me resulta cargante: un barman que sacude la coctelera con una determinada cadencia porque de lo contrario el sabor variaría, más gesticulación que la de Sofía Loren a cámara rápida y el mismo rostro hierático que lucían los anarquistas de principio de siglo cuando preparaban nitroglicerina en el lavadero de casa. Sin embargo, sí me permito una excentricidad en mi gin-tónic: pido piel de pepino en lugar de una rodaja de limón; me gusta amargo.
Ya que tratamos sobre cócteles y amarguras, estimados parroquianos, no podemos dejar de referirnos a nuestro siempre admirado José Luis Rodríguez, el Puma, que tuvo una semana ajetreada detrás de la barra de su coctelería. Con todo y con eso creó un nuevo cóctel, que denominó en su honor Señor Don Nadie y cuyos ingredientes detallo a continuación: dos partes de idiotez; tres de ineptitud; una rodaja de desfachatez; y un golpe de ignorancia. Todos ellos se mezclan en la coctelera del ridículo y se sirve en la copa del esperpento; ¡el Señor Don Nadie está listo! Yo no me atrevo a degustar semejante pócima porque algo así envenena nuestro talento, meine Damen und Herren, pero disfruto al observar al barman.
El viaje de ZP a Nueva York no fue más que una nueva demostración de ese aire tan pintoresco que le caracteriza, aunque nos permitió observar que la inteligencia de ZP siempre habla con voz queda, casi inaudible. No obstante, reconozco que su bobería es valiosísima, ¡de muchos quilates!, pero me temo que es innecesario guardarla en una caja de caudales. Después de escucharle mentir sobre la solidez de la economía española y explicar el rosario de dislates que fue capaz de memorizar durante el vuelo, entendí que si la historia de la Humanidad es la historia del mal, la trayectoria vital de ZP es la fábula de un hazmerreír de la política, de un pobre mamarracho al que todos ignoran y evitan. Con todo y con eso, meine Damen und Herren, es lógico, porque aunque los payasos provocan risas, llega un punto en el que cansan y aburren. El hombre que llevaría a España al corazón de Europa se muestra como un alma en pena que vaga a la búsqueda de una fotografía; con poco éxito, es cierto, y yo lo lamento, queridos lectores, mucho, porque después de una carrera tan meteórica— adelantar a las economías de Italia, Francia y Alemania—, el gran estadista merece que se reconozcan sus logros, capacidades y tesón. Ustedes ya saben que mi benevolencia me impide recordar las incoherencias de ZP, que pasó de sentarse ante la bandera de USA a mendigar una fotografía con algún líder americano. Alguien debería explicar al palurdo que la Casa Blanca puede visitarse de 07:30 a 12:30 de martes a sábado; además la visita es guiada y gratis, como las aptitudes de ZP, que son gratuitas y requieren la ayuda de un lazarillo. Por el contrario, meine Damen und Herren, reconozco que ZP y sus milagros económicos —surgen de la extraña coctelera que agita— provocaron que España no esté en la Champions League; pero eso es positivo, porque es tal el éxito de ZP que ahora España necesita jugar en una liga propia, ¡no en ésa cofradía de fracasados! Supongo que debido a ello España no será invitada a la cumbre europea para tratar las repercusiones de la crisis; sin embargo ustedes no deben preocuparse, estimados parroquianos, ya que ZP imprimió tanta velocidad que adelantó a todos los países, y ahora es imposible localizarle: está más allá del horizonte; ¡eso sí es una auténtica bala de plata!
De todas formas creo que es mejor así, ya que un tipo que aprende economía en dos tardes, se ayuda de los dedos para contar los días de la semana y agita una coctelera vacía, o al menos sólo con hielo por aquello del ruido, es mejor que se dedique a la papiroflexia mental o a ejercer de barman: ZP, por favor, ¡ponme un Señor Don Nadie!, pero no lo agites mucho, que me mareas.
De todas formas creo que es mejor así, ya que un tipo que aprende economía en dos tardes, se ayuda de los dedos para contar los días de la semana y agita una coctelera vacía, o al menos sólo con hielo por aquello del ruido, es mejor que se dedique a la papiroflexia mental o a ejercer de barman: ZP, por favor, ¡ponme un Señor Don Nadie!, pero no lo agites mucho, que me mareas.
Foto: Bala de plata.