Samstag, Juni 27, 2009

OFF THE WALL (2).


IRANÍ: 1. adj. Natural de Irán. U. t. c. s.

Regresemos a Irán, queridos lectores, con Josephsplatz el viaje es barato. Lo que ocurre en Irán es un tema exclusivamente iraní, a nosotros no nos compete; siempre y cuando no seamos los paladines de la democracia en el universo, algo que sería obsceno ya que aplicamos el ojo del buen cubero ante unas dictaduras pero también el pie de rey cuando medimos a otras: American way of life en estado puro, meine Damen und Herren. La sociedad iraní no es una sociedad al uso en la zona: culta, porcentaje alto de universitarios (50% son mujeres), tecnológicamente desarrollada y en la que pervive el poso de la apertura hacia Occidente que impulsó el Sha; ya saben: ése hombre cuya fortuna le rentaba 3.000 euros cada minuto; ¡un buen americano, uno de los nuestros! Los iraníes no desean regresar a esa época en la que su país estaba sometido a una potencia extranjera — con mucho glamour, eso sí, pero sometido al fin y al cabo— y sólo aspiran a un poco más de libertad en las costumbres sociales, y si los cambios deben llegar lo harán de la mano de la crisis económica, la tasa alta de desempleo y los sueldos míseros que perciben los trabajadores. Cualquier maniobra que persiga situar en el poder a un tipo más impresentable que el que gobierna no será bien recibida porque las iraníes ya vieron los hilos de las marionetas, y a Obama los hilos se le ven hasta en una noche cerrada. Conforme el dogal de USA ciña el cuello de Irán, lo único que conseguirán será una sociedad cohesionada alrededor del malo conocido; ustedes tienen experiencia en esas cuestiones: «Si ellos tienen ONU, nosotros tenemos dos». Los que acusan de fraude electoral— conviene recordar que sin presentar ninguna prueba— primero deberían explicarnos el porqué Kennedy derrotó a Nixon ( la excusa del sudor en el debate hace aguas, y no lo digo por la cantidad de sudor que aquel tipo rezumaba), y Bush, a Al Gore. De la misma forma, meine Damen und Herren, y antes de lanzarse sobre el teclado a reclamar democracia en países que ni nos van ni nos vienen, conviene recordar que en España todavía nadie les aclaró quién es el responsable y los motivos para que 192 personas fueran asesinadas en vísperas de una elecciones: será que yo tengo un concepto diferente de la democracia. De todas maneras, estimados parroquianos, en ese tema creo que todos tienen mucho que callar, ya que de lo contrario veríamos el vídeo de Thriller, en el que los muertos salen de sus tumbas y nos asustan. No se escandalicen, queridos lectores, no frivolizo, pero los muertos son los que nos indican el éxito de determinados…proyectos. Tan es así que no me sorprendería que si las «manifestaciones espontáneas» no erosionaran al régimen iraní lo siguiente sería algún atentado en Teherán, una de esas pamemas que permiten al Gobierno actuar contra la oposición y al inductor clamar para conseguir un aislamiento internacional contra un…«régimen represor». Nada nuevo sobre la faz de la Tierra.
Yo disfrutaba mucho con los calcetines blancos y brillantes de Michael Jackson, sobre todo cuando se elevaba sobre las puntas de los pies y permanecía inmóvil unos segundos: era imposible desviar la mirada de esos calcetines, tenían luz propia. Al programa nuclear iraní también lo recubrieron de lentejuelas, su brillo nos deslumbra. Ahora bien, meine Damen und Herren, en mi ignorancia me atrevo a plantear una reflexión: No podemos negar que durante la Guerra Fría la política de disuasión cosechó buenos frutos; ya saben, algo parecido a los zapatos que Michael Jackson lucía en el vídeo de Smooth Criminal: podía inclinarse hacia delante sin caer. A lo mejor, estimados parroquianos, llegó el momento de que el poderío bélico bascule en Oriente Medio para encontrar el equilibrio o soporte que a Michael Jackson le permitía no caer y que a nosotros nos deleitaba; algo parecido a lo que dice la letra de Beat it: Don’t wanna see no blood, don’t be a macho man…
Intuyo que el declive de Michael Jackson comenzó cuando encadenó tres éxitos tan rotundos como Off the Wall, Thriller y Bad; después de algo así es imposible que uno no se plantee una pregunta: ¿Seré capaz de mejorarlo? Sea como sea, meine Damen und Herren, la muerte le llegó en el momento oportuno— si es que alguna muerte puede ser oportuna—, sospecho que el retorno hubiera sido un fiasco: un artista no puede vivir de los réditos del pasado sin hacer el ridículo. Algo así pretende Barack Obama, de hecho cree todavía que está en campaña electoral, aunque cuando la pamema se derrumbe intuyo lo que dirá: Billie Jean is not my lover, she’s just a girl who claims that I’m the one. But the kid is not my son…
No incluí ninguna fotografía que mostrara el rostro de Michael Jackson porque a los artistas sólo podemos juzgarles por sus obras, estimados parroquianos: el resto de su vida no nos compete. Por el contrario, los políticos no gozan de ese privilegio: son carne de juicio. No se preocupen, meine Damen und Herren, Obama nos obsequiará con muchos bises. In God we trust!

Foto: Resplandor.


OFF THE WALL (1).




BIS: 1. m. Ejecución o declamación repetida, para corresponder a los aplausos del público, de una obra musical o recitada o de un fragmento de ella.

Me gustan las canciones y la música de Michael Jackson, meine Damen und Herren. Cuando alguien me regaló el disco que yo considero el último de los hermanos Jackson — Destiny—, comprendí que ese hombre estaba encorsetado en cuatro momios anodinos que lastraban su carrera. Sin embargo, él intentó explicarnos que el culpable era el boggie, cuando todos sabíamos que era el cuarteto de mediocres. Su primer disco en solitario, Off the Wall, y en mi opinión el mejor, nos permitió percibir dos cosas: la elegancia que Quincy Jones aplica al pentagrama y el talento innato de Michael Jackson. Durante los siguientes años tuve la oportunidad de verle en directo en ocho ocasiones, y nunca salí defraudado. No obstante, es innegable que los conciertos de Michael Jackson no dejaban lugar a la espontaneidad, el bis y la empatía para con el público: todo estaba milimetrado y sujeto a un guión; la esencia de un buen espectáculo. Con todo, la fuerza de su voz, la puesta en escena y el magnetismo de su cadencia de baile colmaban nuestras necesidades, y no pedíamos nada más porque sabíamos que Michael Jackson lo había dado todo. Una vez más, estimados parroquianos, la historia nos demuestra que el genio debe morir prematuramente para convertirse en leyenda: ningún decrépito entrará en el Olimpo. Sin embargo, y a pesar del fallecimiento de Michael Jackson, estoy contento, meine Damen und Herren, ya tenemos sucesor en el reino del escenario: Barack Obama; ya saben, el primer presidente judío de USA y a su vez gran muftí de Washington; ¡el gemelo de nuestro admirado José Luis Rodríguez, el Puma! Sea como sea, queridos lectores, el inicio del Obama’s Tour no resulta prometedor, me recuerda a los pasos vacilante de Michael Jackson en el vídeo Billie Jean.
La crisis iraní exhala ese tufo arbitrario y manipulador que caracteriza a la política exterior de EE.UU. Me permito hacerles una sugerencia: la carne de cañón cotiza a la baja, no formen parte de ella; el excedente es abrumador. Obama, una marioneta que dejaría en mantillas a los titiriteros checos, pretende repetir aquello de «es un hijo de puta; pero es nuestro hijo de puta» cuando se refiera a Musavi, un personaje cuyo currículo está jalonado por el asesinato de miles de presos políticos, sindicalistas, feministas y estudiantes: un hijo de puta; cierto, meine Damen und Herren, pero…¡no el nuestro! Ante las acusaciones de fraude en las elecciones celebradas en Irán siento el regurgitar de algo ya conocido: si gana mi peón, las elecciones fueron ejemplares; y si pierde mi peón, hubo fraude. En cierta manera es como el moonwalk de Michael Jackson: simple pero vistoso (yo lo hago de maravilla, deberían verme). USA, una vez más, pretende que sus guerras se libren en otros campos de batalla y con cipayos o carne de cañón de otras nacionalidades: eso nunca supone un coste electoral en EE.UU; ¡ni siquiera ocurrió durante la guerra de Vietnam en la que el 80% de los soldados de primera línea eran negros o hispanos! Uno de los problemas del gran muftí de Washington, y por extensión de USA, es que el tipo nos recuerda al sonido de Jackson Five: reminiscencias de Motown, aires de funk cuando el sonido disco agonizaba y unas melodías, así como una imagen, anticuadas: Obama no está preparado para Off the Wall y Thriller; lo suyo es Blame it on the Boggie. El sosias de ZP (no exagero, recorren la misma senda; de todas formas el color les delata) debe afrontar uno de los retos más complicados para EE.UU. desde el final de la II Guerra Mundial: la defensa del dólar. USA teme que una Europa con una moneda única y en buenas relaciones con Rusia — algo que implica también a China e Irán (existen otros países pero de momento disfrutan del letargo del cobarde) — comience a cuestionar la preponderancia del dólar. La sentencia contra Saddam Hussein se dictó el día que éste decidió vender su petróleo a cambio de otras monedas que no fueran el dólar; «costumbre perniciosa» que Irán está dispuesto a imitar. Asimismo, otros países — Japón, Arabia Saudita, Emiratos Árabes e India, por ejemplo— también verían con buenos ojos la utilización de otra moneda que no está sujeta a las depreciaciones del dólar; o al menos que no lo haga en la misma medida. El día que Europa elimine sus reticencias hacia Rusia (creo que Alemania lleva un adelanto sustancial en el tema), se desvincule de los problemas de Israel y USA con Irán y haga la vista gorda con China (en eso somos maestros), los días del dólar como moneda predominante estarán contados. De momento, EE.UU. intenta romper la cadena por el eslabón débil— Irán—; sin embargo antes ya lo intentó con Rusia: Serbia, Kosovo, Georgia, la expansión de la OTAN y el famoso…escudo antimisiles. Respecto a Europa el tema se convierte en sibilino: el ingreso de Turquía en la UE, algo que provocaría un desastre financiero para la Unión Europea y un desequilibro social que haría peligrar la cohesión de nuestras sociedades. No obstante, meine Damen und Herren, demostraré una vez más mi bonhomía y propondré una idea al atolondrado de Obama: Que convierta a Turquía en el quincuagésimo primer estado de EE.UU. y añada una media luna a la bandera de las barras y las estrellas; quedaría precioso: In God we trust! Disculpen, estimados parroquianos, unas lágrimas asoman a mis ojos: ¡soy un hombre tan sensible! Sniff, sniff…

Foto: Equilibrio.


Donnerstag, Juni 25, 2009

PELUQUERÍA.



PELUQUERÍA: 1. f. Establecimiento donde trabaja el peluquero.

Por aquello del comentario y ya que mediaban filos y navajas, decidí invitar a mi amigo A. para que ejerciera el papel de padrino; en definitiva era un duelo, estimados parroquianos; con todo, yo confiaba en que fuera a primera sangre: me equivoqué. El día de autos necesité el precario valor de un carajillo de Anís del Mono — es el mejor, la ciencia lo dijo y yo no miento— antes de entrar en Franganillo Peluqueros. A. me ayudó a despojarme de la cazadora, además lo hizo con la solemnidad que el momento requería. Yo me sentí como un torero en la capilla de la plaza; pero no tenía relicario, estampitas ni una virgen a la que encomendarme, sino la expectación de A., el escepticismo divertido de José, la mirada jocosa de algún cliente que envidiaba mi bisoñez y las opiniones de Pepe sobre la última representación operística. No tuve ocasión de decir unas últimas palabras, meine Damen und Herren, porque antes de percatarme yací sobre un sillón inclinado, bajo la mirada escrutadora de José. Así y todo, me atreví a balbucear mi deseo: «Bien apurado». A pesar de que transcurrieron tantos años, queridos lectores, todavía no he descubierto qué me dolió más: la mirada incrédula y divertida de Franganillo o su pregunta: «¡¿Dos pasadas?!».
Mi amigo A. entendió mi desconcierto y terció para indicar el jabón de afeitado: Gota de ámbar. A partir de ese momento entré en un estado letárgico, estimados parroquianos: ni cigarrillo en la comisura de los labios ni una réplica procaz; todo se redujo al cadencioso vaivén de la navaja sobre el suavizador de cuero y al inconsistente chapoteo de la brocha sobre la…gota de ámbar. Supongo que Franganillo prolongó el enjabonado porque supuso que la faena con la navaja requería poco tiempo. Después de la segunda pasada, agradecí el frescor vivificante de un pulverizador de agua sobre mi rostro, y al enfrentarme al espejo, supe que era otra persona, alguien que había dejado atrás a Paco Ureña y Leonardo from London; creo que hasta Pepe me miraba de otra manera, como sólo hace alguien que está acostumbrado a ver la vida desde las bambalinas. De cualquier modo, meine Damen und Herren, faltaba la culminación del rito iniciático: el after-shave. Franganillo me preguntó cuál prefería y yo ignoré qué contestar; todos me parecían iguales aunque con diferentes colores. Sin embargo, observé que la cara de un tipo me sonreía desde la etiqueta de una botella y cometí uno de los mayores errores de mi vida: Floïd mentolado extra fuerte. Es innecesario que les describa las lágrimas densas, gordas y pesadas que se deslizaron por mis mejillas mientras Franganillo «amasaba» mis carrillos con la vehemencia de un panadero veterano, queridos lectores. Al final, tragándome el orgullo y con la cara estragada, farfullé una súplica con el mismo ímpetu que un moribundo: «Ya está bien. Gracias, José»; el duelo había concluido, queridos lectores.
Posiblemente ustedes se pregunten el porqué les explico estas cosas, meine Damen und Herren; permítanme. Me encuentro fuera de casa y hoy necesitaba airearme un rato, buscar una excusa para perderme por ahí. ¿Existe mejor coartada que vagar a la búsqueda de una barbería? Lo cierto es que encontrar el local idóneo no resultó tan difícil como imaginaba. Ustedes saben que los recuerdos son como esas cintas mecánicas de los aeropuertos que nos conducen hacia adelante: no caminamos y no hacemos ningún esfuerzo, pero ellas nos llevan. Hoy, sin embargo, decidí bajar de la cinta de mis recuerdos y permanecer un rato en ellos. Al franquear la puerta de esa barbería ignota, el propietario se acercó y me formuló una pregunta conocida: «¿Usted es nuevo aquí?». Fruncí los labios y me despojé de la gabardina antes de responder, me había apeado de la cinta: «Usted no me recuerda, pero no es la primera vez que vengo: Dos pasadas y un after-shave fuerte». Sé que ustedes no me creerán, meine Damen und Herren, pero cuando el barbero inclinó la silla, descubrí que desde el otro lado del espejo A., Paco, Leonardo y Franganillo me contemplaban. Cerré los ojos, inhalé una profunda bocanada de mi Lucky y disfruté de la placentera sensación de abandono que el tabaco nos procura. Junto a mí, la navaja suavizaba su filo sobre el cuero. Dos pasadas y un after-shave fuerte. Recuerdos, todo son recuerdos.

Foto: Con una pasada es suficiente, Nicholas.

BARBERÍA Y...


BARBERÍA: 1. f. Local donde trabaja el barbero.

Tres fueron los hombres que presenciaron mi paso de la infancia a la edad adulta: Paco, Leonardo y José. Como ustedes adivinarán, meine Damen und Herren, eran personas pacientes; no sólo por el tiempo que duró el proceso sino porque lo observaron siempre de pie mientras yo permanecía sentado: eran mis peluqueros. Paco Ureña me sentaba sobre un caballo de madera para contarme el pelo, aunque en otras ocasiones fue sobre una cebra o incluso un elefante. Yo me sentía como Napoleón cuando posaba para uno de sus retratos ecuestres, y permanecía inmóvil, hipnotizado por el tintineo metálico de las tijeras y la imagen de mi madre reflejada en el espejo. Mantenía la cabeza gacha quizá porque ignoraba qué posición debía adoptar; pero a Paco, con su experiencia, le bastaba un ligero toque para situar mi testa en la postura idónea: Napoleón mudaba la expresión del triunfador por la del caminante meditabundo de la isla de Santa Elena. Yo comprendí que dejaba atrás la infancia cuando Paco prescindió de sus indicaciones, estimados parroquianos, y decidí que desde entonces yo sería el dueño de mi cabeza: busqué otra peluquería. Uno de mis amigos, un barbián al que llamaré A. para que ustedes no sepan que se llama Alberto, me sugirió la peluquería a la que él acudía: Leonardo from London. El nombre me despertó algunos recelos, lo reconozco; sin embargo, el local estaba a un tiro de piedra de nuestro colegio y nos permitía aprovechar las horas muertas del «campanero» antes de tomar el aperitivo en el bar — Bar Yeti— que habíamos convertido en nuestra aula de estudio: obtuvimos buenas calificaciones con las bravas y las cañas, aunque con los boquerones conseguimos el sobresaliente. No obstante, la algarabía del Bar Yeti contrastaba con el muermo de Leonardo from London: conversaciones en voz queda que reflejaban una cortesía tan amanerada como los gestos del peluquero; una mímica inútil y afectada antes de cada corte de tijera; prohibición de fumar; y el aburrimiento de un lugar tan impoluto y aséptico como un quirófano. Asimismo, el espejo frente a mí era pequeño, algo que me impedía observar a Leonardo, cuya presencia en mi cogote podía percibir con la misma inquietud con la que Jean Fontaine percibe a Rebeca. Harto de ese mausoleo capilar y sin saber el porqué Leonardo añadía el «from London», deambulé sin peluquero fijo hasta que apareció el hombre que me salvó la vida: José Franganillo; de…Franganillo Peluqueros. ¡Eso sí era una peluquería para un adolescente, meine Damen und Herren!: revistas pornográficas y prensa deportiva a disposición de los clientes; el humo añil del papel basto y tabaco barato de Pepe — un ayudante que compaginaba el trabajo en la peluquería con el de tramoyista en El Liceo—; discusiones que se iniciaban sin un motivo claro; la radio conectada a todas horas; y clientes que hablaban hasta cuando la navaja de afeitar rasuraba su garganta mientras sus pitillos desafiaban a la espuma desde la comisura de los labios. ¡Esa era mi peluquería! En la primera ocasión en la que traspase la puerta, Franganillo me formuló una pregunta: «¿Tú eres nuevo aquí?». Mi amigo A. demostró su sentido común y de la amistad al dejar la «rivera del Támesis» y morar en la «Provenza». José manifestaba su habilidad con las tijeras y las personas, una destreza adquirida en el ejército: filos voraces que nunca pecaban de gula; frases cortas que exploraban el territorio de la conversación; una amabilidad que no dejaba lugar al servilismo; y un tino con la navaja que me recordaba a los besos de una tía anciana: afectivos pero sin fuerza. Gracias a Franganillo y sus clientes descubrí que existía un equipo de fútbol que se denomina Cultural Leonesa; adquirí mis rudimentarios conocimientos sobre el balompié; entendí que los «expertos» en quinielas se dividen en dos categorías: los que nunca aciertan y los que siempre se equivocan; curtí mis pulmones con Celtas y Rumbo; y me mostré como un discípulo aventajado en toda clase de malas artes para con la esposa. Buenos recuerdos, meine Damen und Herren, muy buenos. Por el contrario, también fue con Franganillo cuando descubrí que la vida tiene muchos pliegues y que no todos son agradables: había llegado el momento de mi primer afeitado en una barbería.

Foto: Ven, dulce muerte, ven.

Sonntag, Juni 21, 2009

DE HERENCIAS.


HERENCIA: 2. f. Conjunto de bienes, derechos y obligaciones que, al morir alguien, son transmisibles a sus herederos o a sus legatarios.
En ocasiones las herencias son un arma de doble filo, meine Damen und Herren, un engranaje diabólico que moverá nuestra vida— o una porción de la misma— sin que nosotros podamos percibir el sentido del movimiento; incluso la dirección. El legado de mi abuela Hanna incluía algo que podríamos denominar «deseos»; en realidad eran obligaciones revestidas de la falsa modestia con la que mi abuela recamaba su orgullo en aquellos días en los comprendió que la muerte no era una amenaza sino algo que la acompañaba. Ella expresaba uno de esos deseos, quizá el que más le preocupaba, con una frase: «No olvides nunca las tumbas de “los nuestros”». Tal era su insistencia que en una ocasión yo quise averiguar el porqué de su intranquilidad. Al escuchar mi pregunta, en los ojos de Hanna refulgió la indignación; pero casi en el acto comprendió que el futuro y la posibilidad de cumplir sus deseos recaían en mí, sólo en mí. Extrajo un Chesterfield de la pitillera, prendió el cigarrillo con el Ronson, eliminó de la lengua una brizna de tabaco y después, cuando su altanería yacía a mis pies como uno de esos perros dóciles que aparecen en las pinturas de Velazquez, me respondió: «Porque uno pertenece al lugar en el que están enterrados sus muertos». Yo no entendí la respuesta, estimados parroquianos, ya que «los nuestros» yacen en diferentes lugares: Alemania, Austria, Francia, Grecia, Italia, Libia, Rusia, el fondo del Atlántico Norte y el Canal de la Mancha, e incluso en España. Con todo y en la medida de mis posibilidades, satisfago el mandato de mi abuela, meine Damen und Herren; bien sea directamente o a través de una organización.
Cada vez que visito alguna de esas sepulturas me acompañan unas fotografías del ancestro enterrado, ya que prefiero completar las explicaciones de Hanna con unas imágenes que sean algo más que una cruz o losa de piedra negra, un nombre y un apellido, un número de identificación, el nombre de un regimiento o una fecha. Creo que obro bien, queridos lectores, porque eso me permite descubrir en cada foto una inocencia compacta, aunque cada uno con un matiz distinto; una vitalidad insólita que rehuye la quietud de la pose; y la gama de caracteres que los jóvenes demuestran con su expresión o mirada: el pícaro, el responsable, el soñador, el inquieto…No obstante, meine Damen und Herren, también percibo en esos rostros y cruces que eran árboles marcados por la vida para que la historia comenzara la tala. Asimismo, es imposible sustraerse al hedor viscoso, agrio y pestilente de las patrias; o mejor dicho: de los gobernantes.
Señalar a estas alturas que nuestro siempre admirado José Luis Rodríguez, el Puma, es un político hediondo no tiene ningún sentido: su fetidez golpea a diario nuestras pituitarias. Su pestilencia, así como la del otro hombrecillo (un poeta en ciernes) al que ahora denominan lendakari, se incrementa cuando le escuchamos decir tres palabras: «firmeza», «determinación», «inquebrantables». Esos tres vocablos que denotan solidez devienen en gelatinosos cuando los pronuncia un sujeto que goza de la misma personalidad que el maniquí de cualquier escaparate. Todavía parece que oigo su voz — escucharle se me antoja complicado— cuando hablaba de hombres de paz, manipulaba y retorcía la Justicia a su antojo y conveniencia para no ofender a tan egregios interlocutores y realizaba unos vaticinios más propios de un beodo que de alguien en sus cabales. De la misma forma, los versos del nuevo rapsoda vasco, Herr López, nos indican que tanto él como su amo poseen una idiotez e hipocresía que disfrutan de una ubicación poética, casi bucólica: están separadas por el verdor de sus aptitudes y la lírica campestre, incluso agropecuaria, de sus mentiras y chanchullos. Sin embargo, meine Damen und Herren, el rapsoda cuellicorto tuvo un arrebato de sinceridad al anunciar que «se acabó la impunidad» (disculpen la rima, pero al escribir sobre poetas no puedo impedir una cierta musicalidad en mis palabras); es decir: ¿antes existía? Si así fuera, estimados parroquianos, ¿quiénes son los responsables?, ¿a quién debemos exigir responsabilidades? Mi caridad cristiana me impide recordar las fotografías de Herr López en plena negociación y sus descalificaciones para todos aquellos que advertían del error de tratar con determinados…«hombres de paz». Ahora toca llenarse la boca con «unidad», «no nos derrotarán», democracia y algo que denota la debilidad de una sociedad: las manifestaciones de repulsa y los minutos de silencio. Sea como sea, meine Damen und Herren, lo entiendo, porque una sociedad necesita una liturgia con la que exorcizar sus miedos, aunque es evidente que la valentía en multitud es menos valentía; además ellos hacen como los políticos: hoy gritan una frase, y mañana, otra. Esperemos que ZP no tenga una nueva genialidad, ya saben: esas bobadas con las que crea un microcosmos pero que en realidad son como las cagadas de los caballos en los desfiles: inoportunas e inútiles.
El presente es consecuencia del pasado, estimados parroquianos, y en un político todavía más, ya que las desidias anteriores siempre recaerán sobre la gestión presente y futura.
Fíjense en mí, meine Damen und Herren: coloco flores sobre tumbas de personas a las que nunca conocí porque ellas me vinculan a mi pasado, ¡a mi herencia! Aun así, todavía no he comprendido la frase de mi abuela. Herencias, todo son herencias.
Foto: Unsere Gefallenen. (NvO / 2009).

Mittwoch, Juni 10, 2009

LA ESFINGE.

ESFINGE: 1. f. Monstruo fabuloso, generalmente con cabeza, cuello y pecho humanos y cuerpo y pies de león. Era u. t. c. m.

Es indudable que el PSOE de ZP es una fuente inagotable de buenos oradores: Pepiño, Maleni, Bermejo, Bibiana Aido, López Aguilar y Carmen Chacón, por ejemplo. Creo que nunca antes la vida política española se enriqueció tanto con esas voces profundas y cultas que hacen del lenguaje delicado y perfecto un sacramento con el que comulgar a diario. La integridad, honestidad y concreción que Juan Carlos I, el Sencillo, atribuyó a nuestro siempre admirado José Luis Rodríguez, el Puma, quedan confirmadas al observar a ese grupo de personas que con seguridad son los últimos hombres del Renacimiento: dominan todas las artes y ciencias. Asimismo, meine Damen und Herren, y fiel a la praxis del estadista— el bien general por encima del particular—, ZP entiende que esos pozos de sabiduría deben ser compartidos para que la luz del intelecto de esa miríada de ilustrados alumbre al mayor número de plebeyos. Tan es así que ZP no duda en concederles nuevos cargos y confrontarlos a otros retos. Con todo, estimados parroquianos, esas pérdidas nos provocan un vacío vital que nada puede llenar. Sin ir más lejos, reconozco que el no poder leer a diario el blo hetedoroso y los concetos de ese gran filólogo vocacional que es Pepiño Blanco me causa inquietud; pero no es un desasosiego fundamentado en mis anhelos no cumplidos, sino en la preocupación por el autor del blo, ya que cualquier escritor sabe que lo peor que le puede pasar es no poder escribir. No obstante, meine Damen und Herren, estoy convencido de que ZP intuye nuestra zozobra, y pretende cubrir esos huecos con nuevas lumbreras. La que más me impresionó fue Leire Pajín; tanto por su belleza como por su inteligencia de sopa de sobre. En cada ocasión en la que veo a Frau Pajín no puedo evitar pensar que estoy ante una esfinge, la representación pétrea de una mujer que comparte linaje con Helena de Troya, Semíramis de Babilonia o Cleopatra de Egipto. Sin embargo, queridos lectores, al escuchar sus palabras es difícil no percibir que la esfinge rasca en las sepulturas marginales de la inteligencia y que su entendimiento es similar al hueco de un ascensor: oscuro, grasiento, húmedo e invisible, a pesar de que a diario pasamos varias veces por él. Con la torpeza característica de una iletrada socialista— disculpen el pleonasmo—, Frau Pajín elabora un discurso que a pesar de ser insolente no es lúcido, ya que ella pretende mediante unas palabras «singulares» confeccionar mensajes plurales. Es en la prosodia de la rubicunda verdulera donde mejor apreciamos cuáles fueron las influencias que forjaron su capacidad oratoria: ZP y Pepiño. Del bobo imita las neumas, unas extravagantes perífrasis verbales, la gestión de los silencios y el mecenazgo por la adjetivación inexpresiva, virtud ésta que brinda a la muchacha la ocasión de explicarnos que algo es «absolutamente inaudito». De la misma forma, del rucio adoptó su amor por elaborar extraños rompecabezas con los artículos, el género de los sustantivos y la concordancia entre ambos, aunque es con la utilización de los tiempos compuestos de la conjugación donde Frau Pajín consiguió que el lema de la RAE fuera otro: Recoge, recicla y arroja al vertedero.
De todas formas, meine Damen und Herren, creo que la manceba no tiene éxito, y quizá se deba a que vivimos momentos de idiotez inflacionaria: ZP y su caterva de analfabetos emite más de la que nosotros podemos tragar. Aun así, yo me sumerjo en el éxtasis al observar ese agujero negro de incultura, ordinariez y vulgaridad. El idioma de Frau Pajín es como una manta pesada pero que no abriga, el estímulo que nos obliga a beber la última copa de la madrugada para evadirnos de la soledad del idiota. Creo que Marcel Proust anduvo varios años de su vida «en busca del tiempo perdido»; pero si hubiera conocido a Leire Pajín, le habrían bastado 30 segundos para encontrarlo: la pobre no da para más.
Respecto a la indudable belleza de la esfinge poco puedo añadir, meine Damen und Herrer: un vistazo basta para enamorarse de ella. Con todo, estimados parroquianos, y ya que la apreciación de la hermosura siempre es subjetiva, bosquejaré algunos de los rasgos que me fascinan. El cabezón encajado entre unos hombros estrechos nos indica que estamos ante un nuevo modelo de «mujer cerilla», el inconveniente es que en la testa suena el eco y arde el fósforo. Sin embargo, queridos lectores, esos ojos oscuros engastados bajo un color de pelo similar al que utilizaría una fregona me inquietan; esa crueldad cromática me resulta vulgar, muy vulgar. Con todo, es el porte indumentario de Frau Pajín lo que más me angustia. Sospecho que la garduña se agazapa en las tapias de los camposantos a la espera de un entierro, para después profanar el ataúd y robar la ropa del difunto; sólo así puedo entender determinados modelos. La nariz incrustada entre unos mofletes porcinos y que sirve de altozano a una papada incipiente nos indica que Frau Pajín entablará una contienda con la obesidad (¡qué poco charme, más grasa!), una disputa que concluirá con un físico similar al de Cristina Narbona; sí, ya saben: la sílfide con la que José Borrell…«empujaba» (¡menuda imaginación hay que tener para inventar una pamema semejante!). Ahora bien, meine Damen und Herren, ya que mencioné la palabra «contienda», no puedo dejar de referirme a la que mantienen los dientes de Frau Pajín, cuya saña en el combate y animadversión les obligan a estar alejados los unos de los otros. De cualquier modo, estimados parroquianos, esa característica deviene en ventaja, ya que el día en que la muchacha abandone (¡!) la política podrá trabajar de revisora en un tren: bastará que cierre las mandíbulas para perforar los billetes de las diferentes clases, ¡y todo a un tiempo!: incisivos, primera clase; caninos, segunda clase; molares, el resguardo del equipaje. Al observar esa dentadura, entiendo la conveniencia de apellidarse Pajín: solo de imaginármelo (ustedes ya me entienden) me entran escalofríos; será porque no estoy circuncidado. Sea como sea, queridos lectores, en cada ocasión en la que aparezca la esfinge, yo prestaré atención. No me interesa lo que pueda farfullar esa iletrada, pero después yo también podré legar una frase para la posteridad: Meine Damen und Herren, ¡33 años de idiotez nos contemplan!

Foto: Reunión de la Comisión Ejecutiva del PSOE.

Montag, Juni 08, 2009

HA SIDO MUY BONITO, ME ALEGRÓ MUCHO.

KÁISER: 1. m. Título de los emperadores de Alemania y Austria.

Hemos sufrido una semana densa en acontecimientos, meine Damen und Herren; algo que de vez en cuando se agradece: David Carradine demostró que los sacerdotes tenían razón y que hacerse muchas «gallardas» debilita el cerebro; Herr Sarko y Frau Bruni buscan unos trajes de buzo, supongo que confeccionados por Dior y Louboutin; la economía española se asemeja a un jugador vicioso perseguido por las deudas; Barack Obama, el primer presidente judío de los EE.UU. y a su vez gran muftí de Washington, nos confirmó que a pesar de ser negro prefiere «hacer el indio»; Leire Pajín (¿«gallardita»?) exhibió una inteligencia tipo «no me siento las piernas» y digna de una cadena perpetua sin revisión; los periodistas se equivocaron y en lugar de pixelar un rostro deberían haber pixelado esa maqueta de polla; y «la fiesta democrática» quedó rebajada gracias a la abstención a un guateque de adolescentes con acné, olor de sobaco y predispuestos a la eyaculación precoz. ¡No podemos quejarnos, estimados parroquianos! Sin embargo, mi escrito de hoy versa sobre Francisco José I; sí, ya saben, meine Damen und Herren: Unser Kaiser und Herr! (Nuestro Emperador y Señor). A ése pobre hombre la vida no le ahorró ninguna putada, excepto la de observar la desmembración de su imperio y la conversión a «un pequeño país entre montañas» de lo que antaño fue un territorio que incluía varios países. Los comienzos no fueron buenos, ya que no supo ver que en su amada novia— Elisabeth Amalie Eugenie von Witttelsbach, más conocida por Sissi— anidaba la neurosis, la anorexia y la toxicomanía: más que un amor ciego fue…¡un amor tuerto!, ¡un auténtico vaginazo mental! Sea como sea, el monarca no sucumbió a los embates del destino y se arrastró por el mundo hasta los 86 años de edad. Aquellos que le conocieron— yo no me incluyo ya que nunca quiso concederme una audiencia— explican que el Káiser disimulaba su pesimismo vital (es lo que otros denominarían «hartazgo») con una frase: «Es war sehr schön es hat mich sehr gefreut». Era indiferente que hubiera presenciado un desfile militar, unas maniobras, una velada en la ópera, una representación teatral, asistido a una exposición o recibido un pastel (el Guglhupf era su favorito); la respuesta siempre era la misma: «Ha sido muy bonito, me alegró mucho». Resulta curioso el mundo de los monarcas, meine Damen und Herren; al menos para aquellos que admiran la idiotez congénita. No obstante, queridos lectores, y ya que menciono a un soberano y la estolidez, no puedo dejar de referirme a nuestro siempre admirado José Luis Rodríguez, el Puma; el emperador del «más de lo mismo» y un vareador hábil de alcornoques. Mantengo la opinión de que ZP no entiende nada y se limita a ver pasar la vida a cámara lenta y en blanco y negro— en realidad sombras chinescas— mientras repite a quien desee escucharle la frase de Francisco José I: «Ha sido muy bonito, me alegró mucho». Por lo pronto, sus mentiras sobre las cifras del paro, que no se las creería ni un Borbón, nos resultan el esfuerzo peripatético de un tipo que se hunde en las arenas movedizas de su estulticia. Tan es así que el pobre bergante necesita el refuerzo (¡) de una resistente a la inteligencia tan acreditada como Leire Pajín, que fiel al axioma de que «nadie mejor que uno mismo para sacar la última gota», pajea su mondo intelecto para salpicarnos con el hisopo de la gansada y el semen del impotente: ¡Acontecimientos históricos planetarios! Creo, meine Damen und Herren, que la inteligencia, el físico y la prosodia de Frau Pajín (¿«estimula» sus neuronas con dos dedos?) merecen un próximo escrito en Josephsplatz, Das berliner Feuilleton. No se sorprendan, ustedes ya saben que yo soy un admirador de la belleza.
Comoquiera que el bendito de ZP hace gala de un talento de «arsénico por compasión» y un intelecto poco transitado, el mamarracho en su tinta no tuvo otra ocurrencia para contrarrestar las encuestas y el derrumbe del castillo de naipes que «conceder» — interprétenlo como una metáfora— a El Magazine una «entrevista» (disculpen que abuse de las metáforas). ¿Qué pudimos leer?: orfandad de ideas, huelga de iniciativas y el erial del palurdo como libro de estilo. Por el contrario y una vez más, nuestros ojos rebosaron con la historia del abuelo, la familia feliz, el poeta diletante, el hablar mucho para no decir nada y una serie de fotografías que rompen el tópico de que una imagen vale más que mil palabras. En definitiva, meine Damen und Herren: Ha sido muy bonito, me alegró mucho.
Respecto a los resultados de la pamema de ayer no merece la pena perder ni un solo segundo; ustedes ya saben que las estadísticas son a los políticos lo que Maleni Álvarez a Demóstenes o la prosa de Pepiño Blanco a la de Evelyn Waugh. Sin embargo, estoy seguro de que a ZP no le preocupa en demasía la derrota, ya que él sabe que es un pobre inepto al que nadie tomará en serio; en cierta manera acepta el papel de segundón en la escena internacional. La trayectoria de ZP por los diferentes foros resulta tan llamativa como el paso de un japonesa patizamba — disculpen el pleonasmo— sobre unos zapatos de tacón por una calle adoquinada. A ZP sólo le interesa conseguir una foto en cualquier reunión a la que asistan estadistas, y poco más. Ahora bien, cuando regrese a la corrala y alguien le pregunte, él se entusiasmará al expresar su opinión: Ha sido muy bonito, me alegró mucho. ¡Menuda semana!

Foto: ZP se entrena para…«el encuentro planetario»: ¡mujeres y niños primero!