CRÓNICAS DE UN BÁRBARO (5): LA REPRESENTACIÓN.
REPRESENTACIÓN: 9. f. ant. Obra dramática.
Ahora que nadie nos lee, meine Damen und Herren, les confesaré algo: ¡odio el ballet y la ópera! Sí, no se sorprendan, porque tanto un espectáculo como el otro me resultan tediosos, decadentes y más pasados de moda que la virtud del ahorro. Observar las cabriolas de un tipo enfundado en unas medias y que marca bragadura me parece hasta ridículo; incluso he pensado que los bailarines se dedican al descoyunte del cuerpo por un solo motivo: para frotarse los unos con los otros; ya saben: ¡meterse mano! Sea como sea, estimados parroquianos, K. me invitó a la primera representación y yo no pude negarme; aunque eso sí: no le miré el paquete a ningún…«maestro fallero». Con todo, queridos lectores, me gusta el trabajo de K. — en realidad una vocación— y lo que ella me explica sobre él. Es imposible no percibir su alegría ante cada nuevo paso que le permite avanzar en una profesión tan competitiva. El resultado de sus años de preparación y esfuerzos pude presenciarlo desde las bambalinas ya que me proporcionaron un pase y un consejo: «No te muevas de aquí y procura no molestar». Ahora que lo pienso, meine Damen und Herren, creo que esa frase resume mi filosofía vital. Sea como sea, estimados parroquianos, vencí mis reticencias y disfruté de las evoluciones del ballet sobre el escenario así como de los movimientos que se producían entre las bambalinas, el foso de la orquesta y detrás de los decorados.
Ahora bien, queridos lectores, para movimientos entre bastidores, fosos y decorados de cartón piedra, sólo existe un especialista: nuestro siempre admirado José Luis Rodríguez, el Puma, un babilonio del intelecto y de la chufla pomposa. Nunca antes presencié a un político tan ridículo e inepto pero sin embargo letal para el futuro de una nación. No obstante, las representaciones de Rodríguez, al margen de bochorno, nos provocan otra emoción: sentimos la pasión por la imbecilidad. Tal vez por ello, meine Damen und Herren, en cada ocasión en la que ZP decide intervenir en algún tema, padezco la misma inquietud que nos provocaría ver una actuación de Enrique y Ana. Sí, ya saben, ese dúo que…bueno…impone a nuestra imaginación una velocidad vertiginosa y malsana; ustedes ya me entienden. Rodríguez, un sansón de la inteligencia, ha reducido a España al papel de comparsa, de figurante. Por consiguiente, la alegría del bobo ante el semestre en el que España presidirá la U.E. me resulta una majadería, los delirios de un cateto. Las naciones que marcan la pauta en la escena internacional desconfían de ése donjuán de la idiotez; saben que se trata de un pelma con ínfulas que camina con el paso cambiado y cuyas decisiones no están sujetas a lógica alguna. Con todo, meine Damen und Herren, ustedes no se preocupen: Alemania (siempre en primer lugar mi patria) y Francia (sin comentarios) colocaron a ZP un bozal y una correa.
Un fantoche con los quilates de Rodríguez implica el retroceso social y económico de un país; la instauración de un doble discurso perpetuo— lo que toda la vida se denominó «hipocresía»—; y nos obliga a formularnos una pregunta: ¿Qué valores respetan los españoles, estimados parroquianos?
Durante mi estancia en España me sorprendí al percibir que nadie confía en la sinceridad de los gobernantes, y justifican con la ideología una desvergüenza que en realidad envenena la vida y la sociedad de un país. Permítanme un inciso, queridos lectores, que ratifica la idea anterior: ¿No les resulta llamativo que en Cataluña no se declaren nuevos casos de gripe A? Les explicaré el porqué, meine Damen und Herren: La Generalitat de Catalunya remitió una circular a los pediatras para que no realizaran las pruebas diagnósticas que permitirían identificar el virus. De todas formas, si el paciente exigiera esos análisis, la forma de disuasión sería explicarle que deberá pagar 120 euros. ¡Muerto el perro se acabó la rabia!; nunca mejor dicho.
Supongo que los españoles rechazan, gracias al ejemplo de Rodríguez, una realidad unívoca y sin matices, y prefieren inmensas zonas grises donde cada uno puede hacer de su capa un sayo y conceder prestigio a fantoches que en otros países sería impensable que formaran parte de un Gobierno. José Luis Rodríguez, el Puma, es la mejor imagen de la perversión de la política; aunque «los otros»— PP— no van a la zaga. Un nuevo inciso, estimados parroquianos, que nos permitirá descubrir que todos colocan sus peones sobre el tablero: los contactos—siempre muy discretos— que Caja Madrid ha iniciado para absorber (ellos son diplomáticos y utilizan el término «fusión») Caixa de Catalunya o una caja de ahorros gallega; aunque algún temerario no descarta un intento de altos vuelos: fusionar Caja Madrid con La Caixa.
Yo no dejo de sorprenderme al observar cómo triunfan en España aquellos que utilizan la mentira, el engaño y cualquier otro comportamiento éticamente reprobable. Sin embargo, después de estudiar la trayectoria de Rodríguez, debo comprenderlo, meine Damen und Herren, ya que los españoles se muestran ajenos a las secuelas que el paso de ZP, esa berroqueña de la estulticia, dejará en España. Por lo pronto, considero que nunca antes un político había conseguido que instituciones que siempre tuvieron un componente moral— Justicia, por ejemplo— sean vistas en la actualidad como algo banalizado o relativizado. Sin embargo, queridos lectores, mi sorpresa aumenta cuando los españoles rechazan en su vida privada comportamientos que aceptan en la vida pública: falsedad, mentira, hipocresía… ¡Siempre me fascinará su país, meine Damen und Herren, siempre!; ustedes son propensos a las representaciones y yo disfruto desde la platea o las bambalinas.
Cuando bajó el telón, miré a K. con unos ojos melancólicos y obsesivos: estaba preciosa; pero yo no debía molestar ni moverme. Ella permanecía erguida en el centro del escenario a la espera del próximo saludo mientras la ovación resonaba en el teatro. Por el contrario, yo sólo podía escuchar la fuerza con la que su corazón golpea las costillas cuando hacemos el amor o se emociona al verme. No me equivoqué, estimados parroquianos, ya que al pasar junto a mí me abrazó: el latido cobró ímpetu. Después de una cena frugal decidimos acercarnos a Chipen; por aquello del comentario, meine Damen und Herren, aunque lo cierto es que mi gaznate anhelaba un gin-tonic. Más tarde paseamos hasta el hotel, y lo hicimos sin prisas: nos deteníamos para besarnos, abrazar al otro, mirarle o sólo para susurrar nuestros sentimientos. Al llegar a la habitación ella se tumbó en la cama y yo abrí la ventana. Nos amamos de nuevo mientras la cortina tamizaba la luz plateada de las farolas y oscilaba al compás que marcaba la brisa, un ritmo tan moroso como nuestros movimientos. K. estaba sentada a horcajadas sobre mí; sus brazos enmarcaban mi cabeza, y sus muslos, mi pelvis. Al besarnos, dejó que su saliva esmaltara mis labios— sabe que me excita— y después separó su rostro del mío. Envuelto por la penumbra, intuí que deseaba decir algo, su mirada engastada en mis ojos era el prólogo; no me equivoqué: «Cásate conmigo». Sonreí, meine Damen und Herren; el corazón de K. palpitaba con un cadencia diferente.
Foto: Nuestra mesa en Chipen. NvO (2009)
Cuando bajó el telón, miré a K. con unos ojos melancólicos y obsesivos: estaba preciosa; pero yo no debía molestar ni moverme. Ella permanecía erguida en el centro del escenario a la espera del próximo saludo mientras la ovación resonaba en el teatro. Por el contrario, yo sólo podía escuchar la fuerza con la que su corazón golpea las costillas cuando hacemos el amor o se emociona al verme. No me equivoqué, estimados parroquianos, ya que al pasar junto a mí me abrazó: el latido cobró ímpetu. Después de una cena frugal decidimos acercarnos a Chipen; por aquello del comentario, meine Damen und Herren, aunque lo cierto es que mi gaznate anhelaba un gin-tonic. Más tarde paseamos hasta el hotel, y lo hicimos sin prisas: nos deteníamos para besarnos, abrazar al otro, mirarle o sólo para susurrar nuestros sentimientos. Al llegar a la habitación ella se tumbó en la cama y yo abrí la ventana. Nos amamos de nuevo mientras la cortina tamizaba la luz plateada de las farolas y oscilaba al compás que marcaba la brisa, un ritmo tan moroso como nuestros movimientos. K. estaba sentada a horcajadas sobre mí; sus brazos enmarcaban mi cabeza, y sus muslos, mi pelvis. Al besarnos, dejó que su saliva esmaltara mis labios— sabe que me excita— y después separó su rostro del mío. Envuelto por la penumbra, intuí que deseaba decir algo, su mirada engastada en mis ojos era el prólogo; no me equivoqué: «Cásate conmigo». Sonreí, meine Damen und Herren; el corazón de K. palpitaba con un cadencia diferente.
Foto: Nuestra mesa en Chipen. NvO (2009)
6 Comments:
Permite, Nico, el consejo de un hombre casado. Cuando estés casado no podras decir que odias, o que no te gusta el ballet. Por eso te aconsejo que borres el bello, no me refiero a la parte de Zapo, escrito de hoy, porque cuando estes casado a ella le diras que te encanta el ballet, y si este escrito cae en sus manos, descubrirá tu mentira.
Si algo enseña el matrimonio es a mentir cada vez mejor.
¡Felicidades! por adelantado.
Por cierto. Tambien te pondra a regimen y los gin tonic se convertiran en agua mineral, pero nadie te podra quitar lo ya bailado con ella.
Ah, se me olvidaba: ¿Que tal se te da hacer biberones?
Saludos
Estimado Nicholas,
Sugeriría un artículo en relación a las recientes declaraciones de "El Hijo del Viento" en la cumbre de Copenhague. Al parecer al padre de las góticas le va el rollo hippy...
Siempre Suyo,
Anónimo
Esto ya ha llegado demasiado lejos.
Que esa chica tuviera una flaqueza, pase, pero que quiera desgraciar su vida con un tipo como tu, en nombre de la humanidad no puedo permitirlo: dale mi tf, que tengo que explicarle una serie de cosas, acerca del matrimonio, la familia y los elementos como tu.
Luego hablaré urgentemente con D. Klaus.
VAN:
No creo, Van, porque ambos nos hemos pedido en varias ocasiones algo: “No cambies nunca”. Nos aceptamos tal y como somos, nos gusta mucho la personalidad del otro. No sólo nos completamos sino que nos complementamos. Me siento un hombre muy amado y al tiempo afortunado. No siempre es posible encontrar el amor de tu vida, pero yo lo logré. Saludos.
ANÓNIMO 10:26
Ya está “colgado” en Josephsplatz, anónimo: Crónicas de un bárbaro (6): Palabras. Disfrute de la lectura. Saludos.
IGNACIO:
Pues ella parece feliz, galáctico. K. sabe que “los malos chicos” son más divertidos. Jajajaja. Aunque la cierto es que la amo y me porto bien. Mi padre tenía tus mismas dudas, pero después de hablar conmigo y de escuchar mis motivos, razones y sentimientos, me dijo algo: “Así es como uno se hace mayor y responsable”. He abrazado el camino de la reforma, Ignacio. Saludos, chivato, ¡más que chivato!
Kommentar veröffentlichen
<< Home