LA BIOGRAFÍA: HAMBURGO (1).
¿Por qué ZP y Pepiño viajaron Hamburgo?: ¿Eran admiradores de la música de Johannes Brahms?; ¿repetían los inicios de The Beatles?; ¿pretendían admirar la Große Freiheit?; ¿deseaban morder (a) una hamburguesa?
La investigación histórica del periplo alemán de ZP y Pepiño requirió diseñar una metodología ajustada a los personajes, ya que priori no existía ninguna fuente que sirviera de referencia para comprender la decisión de ambos; pero entendí que lo que antes había sido un trabajo de documentación exhaustivo debía perfeccionarse con un nuevo elemento: la intuición por parte del autor. El primer paso fue sumergirme en la intensidad obsesiva y la tenacidad con la que ZP y Pepiño mantuvieron esas ideas fijas que constituyen la parte esencial de su biografía. La sospecha de que la estancia en Hamburgo se debió a una crisis imprevista, no manufacturada, condujo mis pasos hacia la relectura de la abundante correspondencia que Pepiño mantuvo con diferentes personas durante su época universitaria. Las dificultades fueron muchas, me enfrentaba a unas epístolas redactadas por un hombre de inteligencia de plomo fundido y cultura afónica. Sorprendentemente, encontré una carta que antes me pasó desapercibida (Doc. nº 8678/Ab./3ª). En dicha misiva, Bobby Farrell (Exuperancio Mondongo) indica a Pepiño la necesidad de que ZP perfeccione sus ideas políticas— y sobre todo la praxis— en Italia. Ése nuevo elemento distorsionó la estructura de mi investigación; además en el cruce de correspondencia percibí que faltaban dos cartas que no constaban en el archivo pero cuya existencia era innegable a tenor de las referencias que Bobby Farrell y Pepiño plasmaron en las contestaciones. ¿Quién ocultaba esas cartas y por qué? Para resolver el enigma, entendí que debía abandonar el dédalo y trazar un recorrido paralelo a la vida de Bobby Farrell. La decisión, acertada a todas luces, me permitió encontrar en los archivos vaticanos otra carta ( Secc. Mente captus- Turpis-Balbus doc. nº 2235487/82/IS). En ella, el ex jesuita recomienda a Pepiño la conveniencia de vincular la carrera de ZP a dos personas: el productor musical alemán Frank Farian (fue el productor de Bonney M) y Raffaella Carrà; casualmente ambos se encontraban en Hamburgo en esas fechas. Mi interpretación, que no se sustenta en documento alguno y entra en el campo de la hipótesis, es que ésas dos personas definen el concepto político de ZP: Farian porque tenía una especialidad adecuada a las capacidades de José Luis Rodríguez, el Puma— lanzar al estrellato a cantantes efímeros, parcos en aptitudes y dispuestos a engañar al público—, y Carrà por su capacidad para triunfar con temas frívolos, repetitivos, pasados de moda, una prosodia característica y un físico que conoció días de mayor gloria.
Sea como sea, los dos muchachos viajaron hacia Hamburgo para encontrarse con sus nuevos mentores, aunque la fortuna les fue adversa: Farian había apostado por otro dúo de embusteros (Vini-Manili) mientras que Raffaella inició un programa en la RAI. Asimismo, el viaje fue un tormento, ya que el autostop les deparó la compañía de un rebaño de borregos en el camión que les recogió; hecho éste que ZP, aconsejado por Pepiño, aprovechó para perfeccionar sus dotes oratorias. Su llegada a la «Venecia del Norte» fue, por lo tanto, desangelada: sin conocidos, enfrentados a un idioma que ni siquiera podían leer (ZP lo «escuchó muy bien») y mucho menos pronunciar, y sin medios de subsistencia. No obstante, y guiados por los anuncios publicitarios, se dirigieron hacia el barrio de St. Pauli, en concreto a la Reeperbahn (el barrio chino de Hamburgo). Es fácil de imaginar que aquellos dos intelectuales quedaron deslumbrados por lo que se ofrecía a sus ojos: prostitutas, proxenetas, burdeles, sex-shops y cabarés tronados.
La investigación histórica del periplo alemán de ZP y Pepiño requirió diseñar una metodología ajustada a los personajes, ya que priori no existía ninguna fuente que sirviera de referencia para comprender la decisión de ambos; pero entendí que lo que antes había sido un trabajo de documentación exhaustivo debía perfeccionarse con un nuevo elemento: la intuición por parte del autor. El primer paso fue sumergirme en la intensidad obsesiva y la tenacidad con la que ZP y Pepiño mantuvieron esas ideas fijas que constituyen la parte esencial de su biografía. La sospecha de que la estancia en Hamburgo se debió a una crisis imprevista, no manufacturada, condujo mis pasos hacia la relectura de la abundante correspondencia que Pepiño mantuvo con diferentes personas durante su época universitaria. Las dificultades fueron muchas, me enfrentaba a unas epístolas redactadas por un hombre de inteligencia de plomo fundido y cultura afónica. Sorprendentemente, encontré una carta que antes me pasó desapercibida (Doc. nº 8678/Ab./3ª). En dicha misiva, Bobby Farrell (Exuperancio Mondongo) indica a Pepiño la necesidad de que ZP perfeccione sus ideas políticas— y sobre todo la praxis— en Italia. Ése nuevo elemento distorsionó la estructura de mi investigación; además en el cruce de correspondencia percibí que faltaban dos cartas que no constaban en el archivo pero cuya existencia era innegable a tenor de las referencias que Bobby Farrell y Pepiño plasmaron en las contestaciones. ¿Quién ocultaba esas cartas y por qué? Para resolver el enigma, entendí que debía abandonar el dédalo y trazar un recorrido paralelo a la vida de Bobby Farrell. La decisión, acertada a todas luces, me permitió encontrar en los archivos vaticanos otra carta ( Secc. Mente captus- Turpis-Balbus doc. nº 2235487/82/IS). En ella, el ex jesuita recomienda a Pepiño la conveniencia de vincular la carrera de ZP a dos personas: el productor musical alemán Frank Farian (fue el productor de Bonney M) y Raffaella Carrà; casualmente ambos se encontraban en Hamburgo en esas fechas. Mi interpretación, que no se sustenta en documento alguno y entra en el campo de la hipótesis, es que ésas dos personas definen el concepto político de ZP: Farian porque tenía una especialidad adecuada a las capacidades de José Luis Rodríguez, el Puma— lanzar al estrellato a cantantes efímeros, parcos en aptitudes y dispuestos a engañar al público—, y Carrà por su capacidad para triunfar con temas frívolos, repetitivos, pasados de moda, una prosodia característica y un físico que conoció días de mayor gloria.
Sea como sea, los dos muchachos viajaron hacia Hamburgo para encontrarse con sus nuevos mentores, aunque la fortuna les fue adversa: Farian había apostado por otro dúo de embusteros (Vini-Manili) mientras que Raffaella inició un programa en la RAI. Asimismo, el viaje fue un tormento, ya que el autostop les deparó la compañía de un rebaño de borregos en el camión que les recogió; hecho éste que ZP, aconsejado por Pepiño, aprovechó para perfeccionar sus dotes oratorias. Su llegada a la «Venecia del Norte» fue, por lo tanto, desangelada: sin conocidos, enfrentados a un idioma que ni siquiera podían leer (ZP lo «escuchó muy bien») y mucho menos pronunciar, y sin medios de subsistencia. No obstante, y guiados por los anuncios publicitarios, se dirigieron hacia el barrio de St. Pauli, en concreto a la Reeperbahn (el barrio chino de Hamburgo). Es fácil de imaginar que aquellos dos intelectuales quedaron deslumbrados por lo que se ofrecía a sus ojos: prostitutas, proxenetas, burdeles, sex-shops y cabarés tronados.
José Luis se desanimó ante el desamparo que sentía; por el contrario, la perspicacia de Pepiño le indicó que algunos de los comportamientos que presenciaban podrían ser útiles para el desempeño de la política. Aunque no es el objeto de Pienso a domicilio, es conveniente establecer comparaciones para reafirmar la importancia del viaje de ZP a Hamburgo: Un político que compra y vende «favores» y obtiene su parte de la prostitución de otros partidos; un Congreso de los Diputados convertido gracias a sus esfuerzos en un cabaret cuando no un burdel o incluso un sex-shop; y utilizar a las mujeres para que muestren pierna y carne, y así atraer a la clientela.
La inteligencia de Pepiño, que siempre está de guardia, le indicó la conveniencia de radicarse en la Reeperbahn, en la que alquilaron una modesta habitación en el nº 69 de la Muffriechenstraße. La sintonía que los jóvenes tuvieron con París no se repitió con la ciudad situada a orillas del Báltico, cuyo clima y costumbres les desconcertaban. De igual manera, el gélido invierno hamburgués contagió su frío a la convivencia de los muchachos, que se veían obligados a compartir un espacio reducido y un sobrio mobiliario: un conflicto de consecuencias imprevisibles se cernía sobre ellos.
Con la finalidad de aliviar la tensión reinante, Pepiño, que ese momento escribía un nuevo ensayo sobre filosofía aristotélica— Tengo una puncha en el culo, sácamela con los dientes—, decidió trasladar su trabajo a un albergue en el que se acogía a las prostitutas ancianas y desvalidas. El gallego, con buen criterio, consideró que unas horas de soledad diarias favorecerían a ZP, y por extensión a la convivencia común. Ahora bien, lo que para José Luis era beneficioso a Pepiño le supuso un sacrificio diario, ya que para entrar en el albergue tenía que disfrazarse. Él, no obstante, nunca dudó: su vida estaba consagrada a lograr el éxito de ZP.
Foto: Fotografía del expediente de Pepiño Blanco en el albergue.
La inteligencia de Pepiño, que siempre está de guardia, le indicó la conveniencia de radicarse en la Reeperbahn, en la que alquilaron una modesta habitación en el nº 69 de la Muffriechenstraße. La sintonía que los jóvenes tuvieron con París no se repitió con la ciudad situada a orillas del Báltico, cuyo clima y costumbres les desconcertaban. De igual manera, el gélido invierno hamburgués contagió su frío a la convivencia de los muchachos, que se veían obligados a compartir un espacio reducido y un sobrio mobiliario: un conflicto de consecuencias imprevisibles se cernía sobre ellos.
Con la finalidad de aliviar la tensión reinante, Pepiño, que ese momento escribía un nuevo ensayo sobre filosofía aristotélica— Tengo una puncha en el culo, sácamela con los dientes—, decidió trasladar su trabajo a un albergue en el que se acogía a las prostitutas ancianas y desvalidas. El gallego, con buen criterio, consideró que unas horas de soledad diarias favorecerían a ZP, y por extensión a la convivencia común. Ahora bien, lo que para José Luis era beneficioso a Pepiño le supuso un sacrificio diario, ya que para entrar en el albergue tenía que disfrazarse. Él, no obstante, nunca dudó: su vida estaba consagrada a lograr el éxito de ZP.
Foto: Fotografía del expediente de Pepiño Blanco en el albergue.
8 Comments:
Pepiño, que ese momento escribía un nuevo ensayo sobre filosofía aristotélica— Tengo una puncha en el culo, sácamela con los dientes—,
esto, te consagra.
Simplemente genial, as always!!!
Magnífico el archivo gráfico. Estas fotos pasarán a los anales de la historia como verdaderos iconos de la izquierda, dejando en un segundo plano la manida imagen del Che.
Sigo esperando la llamada de una amiga que ya no es mi amiga, estaré loco?
Un dia, mi dulce amiga Ada, me dijo: "Estas loco, completamente loco, como todos los genios" y yo me lo creí.
Todos somos sensibles a los halagos.
IGNACIO:
Ignoro el porqué Pepiño escogió ese nombre, Ignacio: soy un profano en la materia.
Gracias y saludos, galáctico.
VIOLETA:
Gracias, bella flor. Besos.
ANÓNIMO:
La recopilación de los documentos fotográficos fue la parte más ardua del trabajo de documentación, anónimo. Ello requirió innumerables consultas a hemerotecas, archivos (no siempre mantenidos en condiciones), etc. Al tratarse de un adelanto incluí unas pocas, pero en el libro aparecen más de 200 fotografías.
Saludos.
VAN:
No puedo responder a tu pregunta, Van: tú sabrás. Recibir halagos es algo agradable, siempre que no distorsione nuestro sentido de la crítica.
Saludos
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