Freitag, März 07, 2008

BÜCHERVERBRENNUNG

MEME: La palabra meme no está en el Diccionario.

El 10 de mayo de 1933, en la Opernplatz berlinesa, la multitud quemó miles de libros cuyos autores eran judíos, homosexuales o considerados antigermanos o degenerados. Bibliotecas públicas y privadas fueron esquilmadas para alimentar la pira que ardió durante horas en el centro de la plaza. En ocasiones paso por ése lugar— ahora denominado Bebelplatz y que se encuentra cerca de Unter den Linden—, y a pesar de que el viento de la historia ha dispersado el humo y las cenizas, no me resulta difícil sentir el calor del papel, escuchar el crepitar de las llamas y observar los saltos caprichosos de las pavesas.
Dhavar me ha pasado un meme en el que debo indicar los libros que yo quemaría. No se preocupen, meine Damen und Herren, yo no soy de esos que sienten el peso de la historia y cumplen durante toda su vida una condena ajena. Sin embargo, considero que quemar un libro es algo…cómo decirlo…cruel— sí, ésa es la expresión— ya que la responsabilidad debe recaer sobre el autor: él debe arder en la hoguera. Antes de que nos traslademos a la Opernplatz de la blogosfera para repetir la Bücherverbrennung, me gustaría hacer alguna puntualización que enlaza con mi escrito de ayer. Muchos de los considerados «grandes autores españoles», y por ende «intelectuales», son un auténtico timo literario, que en cualquier otro país no pasarían de ganar el premio de redacción de una escuela nocturna de adultos. La tan cacareada Transición fue un coladero para qué individuos de magro talento se encumbrarán a las cimas de la cultura española sin tener mérito alguno para ello. No obstante es lógico, estimados parroquianos, porque el sectarismo carpetovetónico ha ejercido una fuerza centrífuga que condenó al olvido a hombres de reconocida valía intelectual: «Josep Pla era un fatxe y un botifler»; «Ridruejo un falangista de mierda»; «Marañón un rojo aunque anticomunista»; «Ortega un republicano arrepentido; pero republicano». Además, y en un rasgo de mezquindad, se atacó a la obra para desprestigiar al autor; cuando son— y así debe ser— terrenos diferentes, aunque en ocasiones colindantes. Semejante dislate provocó un vacío cultural en la España post-franquista y una discontinuidad en el acervo, que hubo de llenarse con lo primero que se encontró; huelga decir que en el vertedero donde se agazapan los mediocres a la espera de la época de incertidumbre que sirve para medrar. Asimismo, también quiero señalar que el fuego no tiene, al menos en el tema que nos ocupa, connotaciones destructivas sino purificadoras. Sea como sea, ha llegado el momento de encender la pira.

Lucía Echeverría: Una escritora sólo apta para leer en el metro mientras se descabeza una siesta. Crea unos personajes de una simpleza que los inhabilita hasta para un cuento infantil. Novelas tópicas, desenlaces previsibles y la incoherencia por libro de estilo. Sus novelas pueden permanecer junto al inodoro, pero no para leerlas. Su virtud es el manejo de la fotocopiadora.

Almudena Grandes: Una mujer que no ha comprendido que escribir novelas es algo más que contar cosas. Demuestra una prosa pedestre, un costumbrismo obsoleto que provoca un pungente olor a migas con tocino y ajo al abrir una de sus novelas, adolece de falta de recursos expresivos, y hasta incluye laísmos en su prosa; sin duda alguna para dar credibilidad: nunca pensaremos que son errores.

Rosa Regás: Confunde la escritura con hacer el ridículo, Frau Regás es a la literatura lo que los hermanos Calatrava a la Filosofía. Demuestra un léxico misérrimo y desconocimiento de su propio idioma (me refiero al castellano); tan es así, que pensé que la amanuense escribía en esperanto.

Javier Marías: Es el escritor de cabecera de cualquier analfabeto y la demostración de que el talento no se hereda. Torpe con los adjetivos y pobre en sus ideas, su obra semeja un amasijo de divagaciones indigestas en el que las generalizaciones majaderas rezuman por todas las páginas. Sus pestiños literarios deben afrontarse junto a una buena provisión de Alka Seltzer.

He condenado a las llamas de la crítica sólo a los escritores españoles cuyas obras tuve la desgracia de leer. De todas formas, meine Damen und Herren, comprobar la combustión de un libro tiene mala fama; de ahí que yo opte por la venta a las librerías de lance. No sé, me siento incómodo al contemplar los rescoldos. Quizá sea al recordar las palabras de Heinrich Heine: «Dort, wo man Bücher verbrennt, verbrennt man am Ende auch Menschen. (Allí donde queman libros, finalmente también se queman personas)». Lo hecho, hecho está, queridos lectores; y nos consolaremos con la frase que pronunció Sigmund Freud cuando se enteró de que sus libros habían ardido: «Welch Fortschritte hat die Menschheit gemacht: Im Mittelalter hätten sie mich verbrannt. (Cómo ha avanzado la humanidad: en la Edad Media me hubieran quemado a mí)».
Ha sido la constatación: soy un hombre del medievo.

APOSTILLA: Traspaso el meme a Espantapájaros y Violeta. ¡Que Dios reparta suerte y a mí me lo perdone!

Foto: ¡Ahí van cuatro de Suso!

8 Comments:

Blogger Váitovek said...

Magnífica elección, sin duda.Sin embargo resultas-permíteme el tuteo, ahora que somos cofrades de las llamas- completamente moderno en sentir lástima por los textos y mucha menos por las personas.Los medievales quemaban gente porque sentían que la gente, y no los libros, era lo importante siempre.
Con los escritores creo que bastaría con untarlos de brea , emplumarlos y darles una vuelta por el pueblo en un burro.
Además, la gente arde fatal, y los libros en cambio muy bien.

10:29 AM  
Blogger Luis Amézaga said...

Menudo elenco has recolectado. En efecto; redactan, no siempre bien y lo confunden con la literatura.

11:29 AM  
Blogger El Cerrajero said...

La verdad es que yo no me siento cómodo quemando libros, por muy bodrios que sean, prefiero reciclarlos y así, aunque indirectamente, sacar algo bueno de tanto escritor mindundi como hay.

11:58 AM  
Anonymous Anonym said...

Creo que el "bló heterodoso" debería ser el primero en ir a la hoguera.

5:37 PM  
Blogger Nicholas Van Orton said...

DHAVAR:

¡Qué triste es el panorama literario español! Leo pocas novelas, pero ninguna de un autor español; siempre es lo mismo: costumbrismo, conceptos mal entendidos, dramas familiares que nacen en la Guerra Civil y modernidad casposa. Además, el rumbo no es el adecuado, ya que la generación beat ha sido superada y ahora parece que se descubre en España, aunque bajo otro nombre: generación Nocilla. Si quiero leer en español prefiero los autores del siglo pasado. Pienso de la misma manera que los medievales: el autor a la hoguera. Un libro es algo indefenso que sólo refleja la incapacidad de un mal escritor, él no es el culpable. La lista hubiera sido más larga — Gala, Pradas y Pérez Reverte—, pero no quise extenderme.
No creas, la gente también arde bien; al menos los que bebemos.
Saludos.

7:01 PM  
Blogger Nicholas Van Orton said...

LUIS AMÉZAGA:

Son amanuenses que se encumbraron por intereses de grupos editoriales. La pena es que España ha tenido magníficos escritores, ahora, sin embargo, predomina la mediocridad. Será el signo de los tiempos. No obstante, Luis, me gustaría señalar que leo pocas obras en español, y las que sí leo suelen ser libros de historia o ensayos. Lo que no soporto es la literatura sudamericana.
Saludos.

7:02 PM  
Blogger Nicholas Van Orton said...

CERRAJERO:

A mí me ocurre lo mismo y prefiero revenderlos. Por malo que sea un libro entiendo que sus páginas guardan el trabajo e ilusiones de un escritor, y…no sé…me cuesta avivar llamas con libros.
Saludos.

7:03 PM  
Blogger Nicholas Van Orton said...

KENWAY:

Hace tiempo que no sabía de ti, Kenway: espero que todo marche bien. Discrepo de tu opinión: el blo heterodoso debería ser encuadernado y mostrado al público para que la gente entienda cuáles son los soportes de ZP y el tremendo nivel de los sujetos que rigen los destinos de un partido político. No escribiré que Pepiño es un analfabeto funcional porque éso sería darle categoría. Además del negro que escribe, Pepiño debería contratar un corrector de estilo y otro ortográfico; aunque fuera para dar otra imagen. De todas formas, si alguien debe ir a la hoguera de los malos escritores, aunque a él le califico de juntaletras, es el autor: él ardería bien, cada vez está más lustroso.
Saludos.

7:04 PM  

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