LOS MERCADERES
MERCADOTECNIA: 1. f. Conjunto de principios y prácticas que buscan el aumento del comercio, especialmente de la demanda.
En el apasionante mundo del consumo hemos presenciado de un tiempo a esta parte el auge de dos fenómenos: las marcas blancas y las segundas marcas. El primero obedece a la necesidad de que un distribuidor importante ( Carrefour, Alcampo, Corte Inglés, etc.) comercialice productos bajo su propia denominación para fidelizar a su clientela. Sin embargo, los artículos son fabricados por otras empresas prestigiosas: leche Corte Inglés, Central Lechera Asturiana; pasta Eroski, Grupo Gallo; galletas Carrefour, Cuétara. No habrá diferencia de calidad entre la marca del distribuidor y del fabricante; aunque sí en el precio, que puede abaratarse entre un 10% y un 40%.
El siguiente fenómeno— las segundas marcas— comporta algunas diferencias. En este caso es el fabricante el que decide ajustar el precio de venta para aumentar el volumen de facturación a costa de renunciar a una parte del margen. Para ello y con el fin de no quitar prestigio a la marca histórica, se crea otra. Veamos nuevos ejemplos: Phillips, Radiola; Siemens, Bosch; Miele, Liebehrr; Telefunken, Saba. En algún caso y con la finalidad de abaratar los costes estructurales, los componentes y las cadenas de montaje son los mismos. En otros, sin embargo, se diferencian. En ambos casos, el objetivo es el mismo: no perder clientes, satisfacer a todos y no dejar territorio al adversario.
No hace muchos días, Pasqual Maragall, ese hombre de arrastrado hablar y esponjoso discernir, comenzó los estudios de mercado para el lanzamiento de la segunda marca. Se nos antoja lógico: entre el PSOE y su filial catalana, el amancebamiento no siempre ha sido fácil, ya que el nacionalismo catalán, de bajo perfil en este caso, siempre se interpuso. La incomoda percepción de que los que aspiran un día a ser una nación deben someterse al diktat de Madrid no es plato de buena digestión: repite y es flatulento. Además, en muchas ocasiones, las decisiones del Gobierno español chocan de pleno con las del autonómico, cuyos miembros deben realizar auténticos malabarismos para seguir vendiendo como una primera marca lo que son excedentes. Después del gobierno de Maragall al frente de la Generalitat — que es estudiado en todas las facultades, pero de Psicología y no de Ciencias Políticas — el abismo se ha ensanchado. ZP, el Flatos, lo sabe, por ese motivo puso al frente al «mejor» cancerbero: Pepe Montilla, er Catalang. Sin embargo, la gaseosa política de Rodríguez pierde gas, y éste teme que algunos votos se disipen. Con el fin de contentar a todos, Maragall quiere crear una segunda marca, aunque también podría ser «blanca», para no dejar escapar a la clientela. La pretensión es obvia: recabar apoyos que luego se ofrecerían al PSOE en función del precio; no dejar escapar ni un solo voto; blindar la zona comercial; y no dejar nicho de mercado al adversario.
No es la primera vez que en Cataluña se pretende una operación semejante. En las Elecciones Generales de 1986 se presentó el Partido Reformista Democrático, cuyo candidato a la presidencia del Gobierno fue Miguel Roca i Junyent. El engendro político, que obtuvo la nada despreciable cifra (¡) de 194.538 votos, era un sucedáneo ideado al alimón con Jordi Pujol. Al no obtener ningún escaño, la agrupación desapareció. A mí, sin embargo, siempre me llamó la atención cómo pudieron hacer frente a los más de 12.000 millones de pesetas que se gastaron durante la campaña electoral. ¡Ah, meine Damen und Herren!, los catalanes y su facilidad para las finanzas: Correremos el impenetrable y polivalente velo del seny.
Si el próximo esperpento de Pasqual Maragall, sujeto que no desentonaría en el reparto de Luces de Bohemia, prospera, nos encontraremos ante un nuevo intento de vender lo mismo con otra etiqueta. Desde hace ya tiempo las técnicas de la mercadotecnia y del merchandising se aplican a la política. En el comercio es evidente que funcionan, ya que mientras las marcas blancas crecen a un ritmo del 15% las de los fabricantes lo hacen al 5,4%. En algún caso son una buena opción, pero en otros son un claro fraude al consumidor; como Pascual Maragall, cuyos productos no tienen garantía.
En el apasionante mundo del consumo hemos presenciado de un tiempo a esta parte el auge de dos fenómenos: las marcas blancas y las segundas marcas. El primero obedece a la necesidad de que un distribuidor importante ( Carrefour, Alcampo, Corte Inglés, etc.) comercialice productos bajo su propia denominación para fidelizar a su clientela. Sin embargo, los artículos son fabricados por otras empresas prestigiosas: leche Corte Inglés, Central Lechera Asturiana; pasta Eroski, Grupo Gallo; galletas Carrefour, Cuétara. No habrá diferencia de calidad entre la marca del distribuidor y del fabricante; aunque sí en el precio, que puede abaratarse entre un 10% y un 40%.
El siguiente fenómeno— las segundas marcas— comporta algunas diferencias. En este caso es el fabricante el que decide ajustar el precio de venta para aumentar el volumen de facturación a costa de renunciar a una parte del margen. Para ello y con el fin de no quitar prestigio a la marca histórica, se crea otra. Veamos nuevos ejemplos: Phillips, Radiola; Siemens, Bosch; Miele, Liebehrr; Telefunken, Saba. En algún caso y con la finalidad de abaratar los costes estructurales, los componentes y las cadenas de montaje son los mismos. En otros, sin embargo, se diferencian. En ambos casos, el objetivo es el mismo: no perder clientes, satisfacer a todos y no dejar territorio al adversario.
No hace muchos días, Pasqual Maragall, ese hombre de arrastrado hablar y esponjoso discernir, comenzó los estudios de mercado para el lanzamiento de la segunda marca. Se nos antoja lógico: entre el PSOE y su filial catalana, el amancebamiento no siempre ha sido fácil, ya que el nacionalismo catalán, de bajo perfil en este caso, siempre se interpuso. La incomoda percepción de que los que aspiran un día a ser una nación deben someterse al diktat de Madrid no es plato de buena digestión: repite y es flatulento. Además, en muchas ocasiones, las decisiones del Gobierno español chocan de pleno con las del autonómico, cuyos miembros deben realizar auténticos malabarismos para seguir vendiendo como una primera marca lo que son excedentes. Después del gobierno de Maragall al frente de la Generalitat — que es estudiado en todas las facultades, pero de Psicología y no de Ciencias Políticas — el abismo se ha ensanchado. ZP, el Flatos, lo sabe, por ese motivo puso al frente al «mejor» cancerbero: Pepe Montilla, er Catalang. Sin embargo, la gaseosa política de Rodríguez pierde gas, y éste teme que algunos votos se disipen. Con el fin de contentar a todos, Maragall quiere crear una segunda marca, aunque también podría ser «blanca», para no dejar escapar a la clientela. La pretensión es obvia: recabar apoyos que luego se ofrecerían al PSOE en función del precio; no dejar escapar ni un solo voto; blindar la zona comercial; y no dejar nicho de mercado al adversario.
No es la primera vez que en Cataluña se pretende una operación semejante. En las Elecciones Generales de 1986 se presentó el Partido Reformista Democrático, cuyo candidato a la presidencia del Gobierno fue Miguel Roca i Junyent. El engendro político, que obtuvo la nada despreciable cifra (¡) de 194.538 votos, era un sucedáneo ideado al alimón con Jordi Pujol. Al no obtener ningún escaño, la agrupación desapareció. A mí, sin embargo, siempre me llamó la atención cómo pudieron hacer frente a los más de 12.000 millones de pesetas que se gastaron durante la campaña electoral. ¡Ah, meine Damen und Herren!, los catalanes y su facilidad para las finanzas: Correremos el impenetrable y polivalente velo del seny.
Si el próximo esperpento de Pasqual Maragall, sujeto que no desentonaría en el reparto de Luces de Bohemia, prospera, nos encontraremos ante un nuevo intento de vender lo mismo con otra etiqueta. Desde hace ya tiempo las técnicas de la mercadotecnia y del merchandising se aplican a la política. En el comercio es evidente que funcionan, ya que mientras las marcas blancas crecen a un ritmo del 15% las de los fabricantes lo hacen al 5,4%. En algún caso son una buena opción, pero en otros son un claro fraude al consumidor; como Pascual Maragall, cuyos productos no tienen garantía.
Foto: Latino de Híspalis. Luces de Bohemia.
4 Comments:
Lo importante solo es la apariencia; nada de contenido.
si no hay contenido, es mas amoldable a todo
o sea la nada.
Sociólogos y publicistas hipnotizan al aborregado personal.
Lo de Roca se quedó en eso: en un sinónimo de retrete xD
No me extraña que en el P$o€ se lancen al apasionante mundo de la creación de segundas marcas, más ahora que tienen a los de ETA Consulting --y sus años de experiencia-- en casa.
IGNACIO:
Bien expresado. Es lo que hacen los vendedores de humo.
Saludos.
CERRAJERO:
Todos los partidos temen al mismo enemigo: la abstención. Por ese motivo actúan como las empresas tabaqueras: producto caro y de marca, y otro más barato. Lo importante es que la gente fume, no el qué fuma. Si te fijas,Cerrajero, comprobarás que el nuevo partido surgido en Cataluña - Ciutadans- repele tanto a los socialistas como a los populares. Cuota de mercado y clientes, en eso se ha convertido la política.
Saludos.
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