Sonntag, März 11, 2007

ESPEJISMO DEMOCRÁTICO / 1

DEMOCRACIA: 1. f. Doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno. 2. f. Predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado.

Reconozco que los cuadros de René Magritte (1898-1967), sin ser uno de mis pintores favoritos, incitan a la reflexión y a buscar los sutiles juegos que nos propone con sus temas, imágenes y títulos. Quizá el artista belga pretendía mostrarnos el débil espejismo que se forma entre las palabras y las cosas, al tiempo que en algunos de sus lienzos también percibimos una sensación difusa de maldad, traslapada con los buenos propósitos y una apariencia normal. Al tratarse de un pintor surrealista, las respuestas certeras sólo las tiene él.
Con la democracia española ocurre algo parecido: quieren, saben e intuyen; pero de nuevo una borrosa percepción distorsiona la imagen general y, por tanto, la opinión. La democracia, en un sentido puro, debería estar basada en el pueblo y su voz. Sin embargo, en España se fundamenta en partidos políticos cuya actividad y ansias son el eje de la vida política, que en muchas ocasiones se desarrolla de espaldas a las verdaderas necesidades y preocupaciones de los ciudadanos. Una mayoría de los españoles, y cada vez más europeos, piensa que el desarrollo de la política se ha convertido en un ejercicio profesional de una casta de privilegiados — los nuevos aristoi— que sólo se preocupa de atender sus propias necesidades, relegando de ese modo a los ciudadanos al papel de «vacas votantes» a las que se debe ordeñar cada cuatro años. A los súbditos no les agrada, es evidente; pero los españoles, por su histórico sectarismo y bovina concepción del sufragio, seguirán el juego y engrasarán el espurio engranaje con la docilidad del borrego. Los políticos son conscientes de ello, pero viven, gracias a la participación de los incautos, en una arcadia perfecta. ¿Por qué los partidos políticos son tan reticentes a instaurar nuevas formas de participación democrática? Tengan presente, meine Damen und Herren, que hasta en sus normas internas de funcionamiento todas las formaciones limitan las posibilidades de elegir libremente, y subordinan todo a la maquinaria del partido. Más tarde pretenderán convencerles de que todo es por el bien del país; pero no se engañen, queridos asiduos: los políticos confunden «servir» a una nación con «servirse» de una nación; y tan repudiable actitud la ejercen sin distingos en su ideología o mensaje. La prueba la tienen cuando ustedes asisten a extraños acuerdos, pactos o coaliciones, que persiguen el objetivo supremo: ostentar el poder y no renunciar jamás a él. Quizá sea España uno de los países donde más claramente se percibe dicho comportamiento.
Desde el regreso de la democracia ninguno de los presidentes de gobierno ha dejado el cargo sin haber sido sometido con anterioridad a una dura campaña de acoso y derribo donde todo vale. Ello provoca que sobre cualquier político español flote el molesto tufo de que los mensajes que se repiten hasta la extenuación obedecen más a una táctica electoralista que a razones sólidas. La sociedad española, como sujeto activo, nunca ha entendido su auténtico poder de influencia, y, de nuevo por el sectarismo mal entendido, prefiere mostrarse como un rebaño que sigue al profeta de turno. Los políticos son conscientes de ello, y por ése motivo invierten grandes esfuerzos en la manipulación, el engaño y la falsedad. Lo cierto es que la estrategia funciona, y la prueba está en que muchos españoles se muestran convencidos de que sus elegidos están en el hemiciclo por decisión de los votantes, cuando no es así. La realidad es bien diferente: los aristoi están ahí porque la plebe les mantiene y se presta al juego, y sólo tiene las opciones que los partidos políticos les quieren dar; con magnanimidad, eso sí. Yo, por costumbre, desconfío de cualquier situación en la que todos los partidos políticos estén de acuerdo. Les pongo un ejemplo: ¿Por qué todas las formaciones se oponen a un sistema de listas abiertas y defienden a ultranza la rigidez actual? ¿Tan incapaces consideran a los españoles que deben darles las opciones ya «mascadas»?
Foto: Esto no es una pipa. 1928/1929.René Magritte.