Dienstag, Dezember 09, 2008

CON LA MÚSICA A OTRA PARTE.


La vida discurre con un ritmo distinto cuando viajamos, meine Damen und Herren: la rutina deja paso a la novedad y lo cotidiano se transmuta en una anécdota continua. Asimismo, la mente se muestra receptiva, hambrienta de estímulos y luce un estado de vigilia permanente que nos permite descubrir cada uno de los detalles que nos rodean y los matices que apuntalarán nuestros recuerdos. Yo me alegro de haber sido extranjero en varios lugares, estimados parroquianos, porque ello me permite mantener la mirada del que se siente foráneo hasta en su propia existencia. Quizá se deba a que de los ojos nos viene la vida— amamos, deseamos, aprendemos—, aunque en ocasiones ésta no nos permite formar parte de ella y prefiere pasar por nuestro lado sin tocarnos siquiera: lo que para unos es «la dicha de vivir» se convierte para otros en «la intrepidez de vivir». Sin embargo lo importante es mantener la mirada; mejor aun si ésta guarda la curiosidad de un chiquillo y la objetividad de un extranjero. De los ojos nos viene la vida; ellos permitirán que disfrutemos de los buenos momentos con unas pupilas esmaltadas por la alegría, aunque nosotros sabemos que esos instantes no son eternos, ya que su resistencia está vinculada a la de nuestros recuerdos, y éstos, en ocasiones, también se pierden.
Soy consciente de que nos toca vivir una época plena de verdades excesivamente tristes y deslucidas, meine Damen und Herren, un anguloso presente que nos convierte en titanes de dramas pasajeros; algo que muchos contrarrestan con una memoria plena de mentiras y una mirada tan perpleja como la de la vacas cuando observan la velocidad del tren que pasa junto al prado. Yo, por el contrario, prefiero incrementar la distancia crítica y escribir, porque eso suele atemperar nuestro pensamiento. Una vez más, queridos lectores, Josephsplatz, Das berliner Feuilleton, realiza una corta hibernación al tiempo que Nicholas van Orton se marcha con la música a otra parte: ¿qué músico no viaja? Durante la última semana de enero el feuilleton virtual retomará su actividad y su autor se dedicará a lo de siempre: perder las ideas. Sí, meine Damen und Herren, yo no considero que explique mis ideas, sino que las pierdo; aunque lo hago con la confianza de que otro vagabundo de la blogosfera las recogerá, e incluso les encontrará otra utilidad que a mí no se me ocurriría jamás: nunca fui un dechado de imaginación; lo reconozco.
De los ojos nos viene la vida, podría ser; quizá por eso yo prefiero buscar el cambio y regodearme en lo efímero: ¿no es eso la vida?
Meine Damen und Herren, les deseo una feliz Navidad. En enero nos volveremos a encontrar en el lugar prefijado: Josephsplatz, Das berliner Feuilleton. Hasta entonces reciban besos, abrazos y saludos; o lo que ustedes prefieran.
Frohe Weihnachten!


APOSTILLA: He sustituido la música del reproductor por algo…cómo decirlo…diferente; sí, eso es: diferente.

Foto: NvO se va con la música a otra parte.

Freitag, Dezember 05, 2008

OTRO GALARDÓN.

GALARDÓN: 1. m. Premio o recompensa de los méritos o servicios.

Próxima ya la pausa invernal de Josephsplatz, meine Damen und Herren, recibí una grata noticia: la concesión del premio Arte y pico por parte de Violeta, la autora del blog Comparezco y digo. Sin embargo, los laureles esconden una gran responsabilidad: traspasar el galardón. Reconozco que me gusta recibir parabienes, no lo negaré; por el contrario ejercer de crítico del trabajo de otros no me agrada. No obstante en esta ocasión me siento satisfecho porque traspasar el premio Arte y pico implica una crítica positiva al nuevo premiado, que debe cumplir algunas de las premisas del trofeo: creatividad, diseño e interés.
Sin más preámbulos, estimados parroquianos, concedo el galardón a El cuaderno de Pepe Blanco; un blo que nos demuestra que los peores personajes de cada casa se encuentran en dos lugares: internet y la política; aunque en su caso confluyen. El blo premiado apenas requiere concentración por nuestra parte para ser leído; y eso es una lástima porque su prosa descriptiva nos indica que el autor está conflicto con su obra.
La amalgama de palabras de Pepiño nos enseña la diferencia entre escribir y garabatear. Si se puede aprender una lengua a través de la literatura, ¿qué aprenderemos después de leer el blo heterodoso? Supongo que nada, ya que un rústico que utiliza semejante desparpajo prosístico sólo persigue dos cosas: aniquilar al lector o establecer una nueva forma de suicidio intelectual. Afortunadamente, meine Damen und Herren, la lectura ya no es el único consuelo de la gente, porque El cuaderno de Pepe Blanco podría utilizarse para iniciar una campaña de desmotivación de la lectura. La prosa sebácea del autor gallego nos recuerda la épica agraria de Faulkner, en tono menor lógicamente, al tiempo que huye de expresiones preciosistas y crea unos textos que invitan al desconcierto; aunque podría ser que se deba a la prosa de rigor que utiliza; de rigor mortis claro está.
El blo nos procura una lectura asequible— ¡ muy asequible!— y morbosa que en realidad nos muestra el paisaje humano del autor: un cantizal. Cada una de sus frases tiene la misma oportunidad que intentar realizar el coito con una parturienta, algo que confirma la ignorancia del escritor y también nuestras sospechas: es un adulto inmaduro que ignora en qué ocupar su tiempo. Con todo y con eso, queridos lectores, acepto que es una manera respetable de hacer y pensar, aunque desde el punto de vista del lector mejor sería dedicar el tiempo de lectura del blo hetedoroso a rascarse los huevos o el culo, o hurgarse la nariz en su defecto: las secuelas serían las mismas.
Cualquier escritor es consciente de que la primera obra es una iniciación a la madurez, ya que el uso de un idioma condiciona el pensamiento, enriquece la mente y abre una atmósfera nueva mediante las metáforas. Por el contrario, Pepiño Blanco continúa sentado en el pupitre de la batea mejillonera en la que estudió y navega a favor del viento del solecismo; algo lógico por otro lado en un peripatético juntaletras que utiliza «la prosa de cualquier cosa» para impresionar a tipos aun más garrulos que él; sí, ya lo sé: parece una pesadilla, meine Damen und Herren, pero...¡existen!
La prosodia de Pepiño Blanco, siempre fría y distante, sobre todo de cualquier lógica o normativa, cobra una nueva dimensión al transformarse en texto y nos ayuda a entender que si el bien es la superación del mal, la incultura pepiñesca emponzoña nuestros talentos y degenera la narrativa: la demostración de que su autor no goza ni de un nanogramo de inteligencia. No obstante, meine Damen und Herren, reconozco que El cuaderno de Pepe Blanco es un lugar imprescindible; pero todavía no sé para qué.
Nicholas van Orton felicita al ganador y le anima a continuar por la misma senda. Asimismo, confío en que en alguna ocasión Pepiño entienda que el idioma más universal es la belleza y la razón. Soy consciente, estimados parroquianos: ¡es mucho confiar!

Foto: Can’t Wait ( Norman Rockwell).

Donnerstag, Dezember 04, 2008

LA BIOGRAFÍA: HAMBURGO (2).

De la misma forma, los pocos ahorros conseguidos con su trabajo en Les Folies Bergère se esfumaban a la misma velocidad con la que las ideas de ZP se convertían en carámbanos; situación ésta que José Luis intentó aliviar con la petición a su abuelo de un préstamo: el dinero nunca llegó. No obstante, las semanas plenas de incertidumbres no fueron desaprovechadas, y la pareja entendió que la inactividad forzada formaba parte de su adiestramiento para enfrentarse al borrascoso mar de la política. A pesar de ello y para combatir el tedio, los jóvenes realizaron algunas actividades: Pepiño, después de concluir el ensayo filosófico, inició la redacción del primer libro de sus memorias — Mi padre me capó— mientras que ZP se parapetaba detrás de una sábana y simulaba ser un político que desfila en una manifestación. Angelika Puff, la casera del edificio, menciona esos detalles en un libro autobiográfico que publicó con el título de Mi vida entre ladillas como centollas. En la página 268 en concreto, Angelika alude al «desgarbado español que paseaba por la Reeperbahn detrás de una sábana mugrienta al grito de “No a cualquier cosa”».
Sea como sea y a pesar de lo estrafalarios que resultaban, el vecindario les cogió cariño y se acostumbró a la presencia de aquel par de intrépidos pensadores. Tan fue así que Manfred Gestank, propietario de una factoría de comida para gatos elaborada con pescado podrido, decide contratar a uno de ellos para enlatar la bazofia felina. Ése episodio, que para otros biógrafos puede resultar trivial aunque yo le concedo mucha importancia, deviene en el primer enfrentamiento grave entre ZP y Pepiño: ¿Quién estaba más capacitado para ocupar un cargo de tanta responsabilidad cuando ambos dominan el manejo del pescado podrido?
Pepiño intentó hacer valer su condición de gallego— por lo tanto familiarizado con las conservas—; y ZP, la de un tipo que tiene la pituitaria atrofiada y está acostumbrado a remover comistrajos. El enfrentamiento alcanzó tal virulencia que Herr Gestank, sin duda alguna por su condición cristiana, propuso una alternativa: Pepiño trabajaría en la factoría de mejunje felino mientras que ZP sería contratado por la autoridad portuaria para ejercer de hombre-boya en uno de los canales del río Elba. La propuesta no satisfizo a ZP, que esperaba un trabajo más acorde a sus indudables capacidades; sin embargo, Herr Gestank supo convencerle: «No tendrás que hacer nada excepto estar quieto sobre la boya: la corriente del río marcará tus movimientos. Lo importante es que te vean, algunos hasta te harán fotos». El razonamiento de Manfred convenció a ZP, cuya efigie sobre una boya se convirtió en familiar para los pilotos de las gabarras y de los barcos turísticos que surcaban el Elba. Por su parte, Pepiño se incorporó a la fábrica e inició uno de sus mejores períodos— antes de ostentar cargo político alguno— ya que el salario incluía la manutención: comía lo mismo que envasaba para los gatos: pescado podrido. Ahora bien, un nuevo problema asedió al gallego: el hedor que desprendía provocó que le prohibieran la entrada en el albergue y generó nuevas discusiones con ZP, que era incapaz de soportar la fetidez que expandía Pepiño. La situación, sin embargo, no amilanó al literato de Palas de Rei, aunque es cierto que mermó su capacidad creativa. Con todo y con eso, Pepiño continuó con el segundo libro de su biografía— Material de deshecho—, en el que de una manera implícita refleja en su prosa atormentada los apuros internos de aquellos días en Hamburgo. Es lógico considerar, pues, que la estancia en Alemania puso a prueba la fortaleza de la fidelidad de Pepiño y llevó a los límites la amistad de ZP; me atrevo a decir que los distanció, idea ésta que el historiador alemán Johann Frottenmiverga insinúa en un libro de próxima aparición sobre la historia del PSOE: Encurtidos y salazones.
Las horas de inmovilismo sobre la boya y la dieta de vísceras podridas marcaron las personalidades de José Luis y Pepiño, aunque también moldearon sus rasgos físicos: el caminar de ZP es característico de un tipo que desconfía de la resistencia del suelo que pisa mientras la expresión del rostro de Pepiño corresponde a un hombre habituado a convivir con el hedor. De igual manera, el «quietismo boyero» adquirido por ZP le resultó muy útil para permanecer sentado en un escaño sin hacer o decir algo.
La llegada de la primavera puso fin a las penalidades climáticas de la pareja, que durante el invierno alimentó la estufa de la habitación con varios ejemplares de la Constitución española comprados a peso en una librería de lance. Asimismo, sus contratos laborales finalizaron, y José Luis y Pepiño comprendieron que era el momento de retornar a España para poner en práctica los conceptos aprendidos. Ahora bien: ¿cómo realizar el viaje? Pepiño era partidario de repetir el autostop; pero ZP, siempre propenso a soluciones alocadas y dignas de un enajenado, propuso otra fórmula: regresar a España en barco. Pepiño, un marinero curtido (del mar de la imbecilidad), no rehusó el reto; es más: se mostró encantado. Ambos se mostraron de acuerdo en que un tipo que ejerció de hombre-boya estaba capacitado para elegir la nave; por lo que ZP entabló negociaciones con Manfred Gestank para que éste le vendiera un esquife. En la contabilidad de la firma Gestank&Söhne consta una factura (l.R. Nr.8565/85) que refleja la venta de un bote a José Luis Rodríguez Zapatero y José Blanco López por un importe de 500 marcos. Una vez formalizada la venta ante Kasimir Taubenschaß, notario de Hamburgo, la pareja se dirigió al muelle para rebautizar la chalupa, que acorde a una propuesta de ZP ostentó el nombre de Fitzcarraldo. Lo que Pepiño presuponía una aventura bizarra se tornó en desilusión cuando ZP le explicó su plan: acarrear una bote de 900 Kg. a través de media Europa. A tal fin, la pareja acometió una serie de reformas y mejoras en la nave: calafateo, pintura, etc. Finalmente, el 31 de abril de 1985, José Luis y Pepiño cargaron sobre sus hombros el Fitzcarraldo e iniciaron el regreso a España. Los cuatro meses de «singladura» fueron prolíficos a la hora de generar documentación — tarjetas postales, fotografías, etc. —, aunque quizá sea el libro que Pepiño escribió durante los descansos— Estampas hanseáticas: los tontos del bote— el que recoge el espíritu valeroso de aquellos dos jóvenes que recorrieron Europa con los ojos bien abiertos, los hombros desollados y el culo y el talento encogidos. En ése libro, que no es un libro de viajes al uso, Pepiño supo plasmar, de forma magistral, una historia tan amena como ridícula en la que intercala abundantes elementos para la reflexión.
Una vez que llegaron a Madrid, José Luis y Pepiño otearon el panorama político para elucidar cuál sería el partido adecuado y verter en él sus bagajes de cultura, talento, preparación e inteligencia política. El resultado, lógico y pertinente a todas luces, fue el PSOE, cuyos dirigentes supieron intuir que aquellos dos jóvenes de provincias atesoraban las cualidades necesarias que deben festonear la labor y el pensamiento de cualquier gran estadista. Una nueva etapa gloriosa comenzaba, aunque no es objeto de Pienso a domicilio reflejarla. Sin embargo, como colofón, conviene señalar que José Luis Rodríguez, el Puma, es uno de los mejores políticos del último milenio; un hombre honesto, sincero, inteligente, sagaz y dotado de una preparación sin parangón que redunda en el éxito de cualquier empresa que acometa. Su vida, forjada en el esfuerzo y la dedicación, es una historia sobrecogedora, tanto de su existencia como de la del pueblo que decidió otorgarle su confianza. Asimismo, sus logros son un documento que atestigua, en una época en la que la capacidad de esfuerzo y sacrificio está denostada, que determinados valores mantienen una vigencia intemporal y deben formar parte del acervo ético del ser humano. De igual manera, el temperamento que José Luis Rodríguez, el Puma, demuestra a la hora de enfrentarse a las dificultades actuales no es más que la herencia de un hombre en cuyas afinidades es imposible no percibir los rasgos de un estadista innato.


APOSTILLA: Con el presente escrito finalizo el adelanto de la biografía de ZP. Los derechos de publicación para Alemania los posee la editorial Jux und Lüge GmBH (ISBN 978-3-61-652349-0). Si no surgen contratiempos de última hora, meine Damen und Herren, Pienso a domicilio verá la luz la próxima primavera: la mejor recompensa después de un trabajo exhaustivo.

Foto: ZP en 1985, después de donar el Fitzcarraldo al estanque del Retiro.

Montag, Dezember 01, 2008

LA BIOGRAFÍA: HAMBURGO (1).

¿Por qué ZP y Pepiño viajaron Hamburgo?: ¿Eran admiradores de la música de Johannes Brahms?; ¿repetían los inicios de The Beatles?; ¿pretendían admirar la Große Freiheit?; ¿deseaban morder (a) una hamburguesa?
La investigación histórica del periplo alemán de ZP y Pepiño requirió diseñar una metodología ajustada a los personajes, ya que priori no existía ninguna fuente que sirviera de referencia para comprender la decisión de ambos; pero entendí que lo que antes había sido un trabajo de documentación exhaustivo debía perfeccionarse con un nuevo elemento: la intuición por parte del autor. El primer paso fue sumergirme en la intensidad obsesiva y la tenacidad con la que ZP y Pepiño mantuvieron esas ideas fijas que constituyen la parte esencial de su biografía. La sospecha de que la estancia en Hamburgo se debió a una crisis imprevista, no manufacturada, condujo mis pasos hacia la relectura de la abundante correspondencia que Pepiño mantuvo con diferentes personas durante su época universitaria. Las dificultades fueron muchas, me enfrentaba a unas epístolas redactadas por un hombre de inteligencia de plomo fundido y cultura afónica. Sorprendentemente, encontré una carta que antes me pasó desapercibida (Doc. nº 8678/Ab./3ª). En dicha misiva, Bobby Farrell (Exuperancio Mondongo) indica a Pepiño la necesidad de que ZP perfeccione sus ideas políticas— y sobre todo la praxis— en Italia. Ése nuevo elemento distorsionó la estructura de mi investigación; además en el cruce de correspondencia percibí que faltaban dos cartas que no constaban en el archivo pero cuya existencia era innegable a tenor de las referencias que Bobby Farrell y Pepiño plasmaron en las contestaciones. ¿Quién ocultaba esas cartas y por qué? Para resolver el enigma, entendí que debía abandonar el dédalo y trazar un recorrido paralelo a la vida de Bobby Farrell. La decisión, acertada a todas luces, me permitió encontrar en los archivos vaticanos otra carta ( Secc. Mente captus- Turpis-Balbus doc. nº 2235487/82/IS). En ella, el ex jesuita recomienda a Pepiño la conveniencia de vincular la carrera de ZP a dos personas: el productor musical alemán Frank Farian (fue el productor de Bonney M) y Raffaella Carrà; casualmente ambos se encontraban en Hamburgo en esas fechas. Mi interpretación, que no se sustenta en documento alguno y entra en el campo de la hipótesis, es que ésas dos personas definen el concepto político de ZP: Farian porque tenía una especialidad adecuada a las capacidades de José Luis Rodríguez, el Puma— lanzar al estrellato a cantantes efímeros, parcos en aptitudes y dispuestos a engañar al público—, y Carrà por su capacidad para triunfar con temas frívolos, repetitivos, pasados de moda, una prosodia característica y un físico que conoció días de mayor gloria.
Sea como sea, los dos muchachos viajaron hacia Hamburgo para encontrarse con sus nuevos mentores, aunque la fortuna les fue adversa: Farian había apostado por otro dúo de embusteros (Vini-Manili) mientras que Raffaella inició un programa en la RAI. Asimismo, el viaje fue un tormento, ya que el autostop les deparó la compañía de un rebaño de borregos en el camión que les recogió; hecho éste que ZP, aconsejado por Pepiño, aprovechó para perfeccionar sus dotes oratorias. Su llegada a la «Venecia del Norte» fue, por lo tanto, desangelada: sin conocidos, enfrentados a un idioma que ni siquiera podían leer (ZP lo «escuchó muy bien») y mucho menos pronunciar, y sin medios de subsistencia. No obstante, y guiados por los anuncios publicitarios, se dirigieron hacia el barrio de St. Pauli, en concreto a la Reeperbahn (el barrio chino de Hamburgo). Es fácil de imaginar que aquellos dos intelectuales quedaron deslumbrados por lo que se ofrecía a sus ojos: prostitutas, proxenetas, burdeles, sex-shops y cabarés tronados.
José Luis se desanimó ante el desamparo que sentía; por el contrario, la perspicacia de Pepiño le indicó que algunos de los comportamientos que presenciaban podrían ser útiles para el desempeño de la política. Aunque no es el objeto de Pienso a domicilio, es conveniente establecer comparaciones para reafirmar la importancia del viaje de ZP a Hamburgo: Un político que compra y vende «favores» y obtiene su parte de la prostitución de otros partidos; un Congreso de los Diputados convertido gracias a sus esfuerzos en un cabaret cuando no un burdel o incluso un sex-shop; y utilizar a las mujeres para que muestren pierna y carne, y así atraer a la clientela.
La inteligencia de Pepiño, que siempre está de guardia, le indicó la conveniencia de radicarse en la Reeperbahn, en la que alquilaron una modesta habitación en el nº 69 de la Muffriechenstraße. La sintonía que los jóvenes tuvieron con París no se repitió con la ciudad situada a orillas del Báltico, cuyo clima y costumbres les desconcertaban. De igual manera, el gélido invierno hamburgués contagió su frío a la convivencia de los muchachos, que se veían obligados a compartir un espacio reducido y un sobrio mobiliario: un conflicto de consecuencias imprevisibles se cernía sobre ellos.
Con la finalidad de aliviar la tensión reinante, Pepiño, que ese momento escribía un nuevo ensayo sobre filosofía aristotélica— Tengo una puncha en el culo, sácamela con los dientes—, decidió trasladar su trabajo a un albergue en el que se acogía a las prostitutas ancianas y desvalidas. El gallego, con buen criterio, consideró que unas horas de soledad diarias favorecerían a ZP, y por extensión a la convivencia común. Ahora bien, lo que para José Luis era beneficioso a Pepiño le supuso un sacrificio diario, ya que para entrar en el albergue tenía que disfrazarse. Él, no obstante, nunca dudó: su vida estaba consagrada a lograr el éxito de ZP.

Foto: Fotografía del expediente de Pepiño Blanco en el albergue.