AFRANCESADOS.
AFRANCESADO: 1. adj. Que admira excesivamente o imita a los franceses. U. t. c. s.
Supongo que están atareados, meine Damen und Herren: cambiar el plato de ducha; alicatar la cocina; sustituir el bidé por un nuevo «lavafrutas»; elevar la altura del inodoro…No les envidio, estimados parroquianos, porque detesto ver gente extraña en casa. Sobre todo a esos extraños hombrecillos de tierras lejanas— intuyo que algunos son bosquimanos— que se dedican en España a las…«reformas en general»; chapuzas que diría el clásico. Me encuentro bien, queridos lectores, aún disfruto de mi retiro español, de K. y de la satisfacción que provoca finalizar…«el trabajo». No obstante, todo no es agradable, ya que de vez en cuando me encuentro inmerso en situaciones…cómo expresarlo…delicadas; sí, eso es: delicadas. El otro día, sin ir más lejos, recibí una afrenta que tardaré años en olvidar: ¡me llamaron afrancesado! Ustedes ya saben que yo soy de natural sensible, fraterno y tolerante, pero ese término aplicado a mi persona puso a prueba mi bonhomía. Me encontraba en la churrería San Ginés cuando entró una pedigüeña, una mujer que se aferraba a una hucha metálica con la misma fuerza que Pepiño Blanco y Leire Pajín emplean para domeñar el idioma español. Después de varias miradas sesgadas a la concurrencia, la mujer aferrada a la hucha escogió a su víctima: ¡yo! Les confieso que sus modales a la hora de presentarse no fueron una demostración de la politesse del ancien régime: «Tú eres extranjero». No fueron las extraordinarias habilidades perceptivas de esa mujer cuya estatura le permitiría jugar de pívot—junto a María Antonia Iglesias— en cualquier equipo de la NBA las que me sorprendieron, sino el tuteo a bocajarro y el colofón— de hecho un résumé de su imbecilidad— con los que remachó su palabrería de sablista: «Eres francés». A pesar de que contemplé a esa petardista con fría y estremecida hostilidad, no pude evitar un tierno sentimiento de misericordia hacia la ilusa capaz de creer que con un motete en el que variaba la procedencia— sólo pedía a los extranjeros— conseguiría nuestra caridad. No obstante, meine Damen und Herren, y con un forzoso interés antropológico, entré al trapo: «Soy alemán, de Berlín». Una mueca de desilusión se pintó en su retraída mandíbula al tiempo que su mirada descendió en una señal de visible pesar. Asimismo, la hucha cesó en su movimiento y adquirió la inmovilidad propia de alguien que se enfrenta a una verdad desalentadora. Con todo, y a pesar del riesgo de caer en una conversación de arte y ensayo, mi curiosidad me impelió a formular una pregunta: «¿Qué le hizo pensar que yo era francés?». Los ojos de la mujer permanecían abiertos, sin mirar a nada; y sus labios, separados por la duda. Todo su aspecto era de alguien que se siente obligado a arrostrar la cruda realidad de la vida: su propia ignorancia. Aun así, estimados parroquianos, yo esperaba una respuesta.
Ahora bien, meine Damen und Herren, si el escrito de hoy versa sobre pedigüeños, sablistas, enteraos y petardistas, no podemos dejar de referirnos a nuestro siempre admirado José Luis Rodríguez, el Puma, ese fiancé de la idiotez. Es evidente, queridos lectores, que el intelecto de Rodríguez tiene la misma consistencia que una omelette fines herbes, y que sus promesas y principios atesoran tantos dobleces como un crêpe royale. Sin embargo, es obligado reconocer la sinceridad y coherencia que demuestra Rodríguez cuando intenta reparar la economía española con algo a lo que él está abonado y conoce: ¡las chapuzas! ¿Qué será lo próximo, meine Damen und Herren?: ¿Un plan renove para las macetas de los balcones?, ¿desgravaciones fiscales para los que utilicen más papel higiénico?, ¿nuevas transferencias a Cataluña si los catalanes se comprometen a untar el tomate por las dos caras de la rebanada de pan? ¡Quién sabe, estimados parroquianos!, con un tipo cuyas ideas moran en el Hôtel des Étrangers es complicado aplicar la lógica, porque estamos ante un instructeur del cretinismo, un pincel de la bobada, un minusválido del sentido común y un farceur de la política. Rodríguez perpetúa la tradición de la picaresca española, y tras esa expresión de alelado que le caracteriza y esas bolsas bajos los ojos que no paran de hincharse, se esconde una ineptitud hors d’âge y los anhelos de un chapucero que en política internacional siempre llega tarde adonde nunca pasa nada: un parvenu en definitiva. Ignoro si Rodríguez es un afrancesado, aunque con esa facilidad innata que demuestra para practicar un «francés» o un «beso negro» a cualquier estadista y esa cabeza en la que las ideas siempre se despiden a la francesa, sólo nos queda una opción para comprender sus actos: ¡Rodríguez padece el mal francés! Les prometo, queridos lectores, que durante los próximos días reflexionaré sobre ello; necesito una respuesta.
Por el contrario, meine Damen und Herren, la pedigüeña satisfizo mi curiosidad después de salir del triste silencio en el que había caído: «Tu ropa es muy…afrancesada». No soy un hombre insensible ni carezco del sentido de la estética, estimados parroquianos, pero soy práctico: pantalones de pana de color beige; zapatos de ante marrón oscuro; jersey de cuello alto, cashmere y gris perla; fular con dibujo pata de gallo en grises, marengo y negro; y un par de calcetines cuyos rombos combinan con exactitud matemática la gama de colores y tonos antes mencionados. Sobre la silla situada frente a nosotros, mi parca monty azul marino contemplaba la escena: tampoco compartía el parecer de la sablista. No obstante, dos de mis monedas abandonaron el mundo sagrado de mi bolsillo para entrar en otro profano: el de la hucha de la petardista. Mientras apuraba mi taza de café, miré cómo partía: sin dar las gracias, a la francesa, con un caminar ahorrativo y a la búsqueda de su próxima víctima; seguramente, otro…«afrancesado». Ignoro el porqué, meine Damen und Herren; pero sospecho que esa desventurada padece el mismo mal que Rodríguez: no entienden que hasta en los embustes la proporcionalidad es una virtud. ¡Qué poco charme! Sin que sirva de precedente, hoy me despido de otra manera: Madames et monsieurs, au revoir. ¿Afrancesado yo?
Foto: Churros en San Ginés. Ñam, ñam, ñam. NvO (2010)
Supongo que están atareados, meine Damen und Herren: cambiar el plato de ducha; alicatar la cocina; sustituir el bidé por un nuevo «lavafrutas»; elevar la altura del inodoro…No les envidio, estimados parroquianos, porque detesto ver gente extraña en casa. Sobre todo a esos extraños hombrecillos de tierras lejanas— intuyo que algunos son bosquimanos— que se dedican en España a las…«reformas en general»; chapuzas que diría el clásico. Me encuentro bien, queridos lectores, aún disfruto de mi retiro español, de K. y de la satisfacción que provoca finalizar…«el trabajo». No obstante, todo no es agradable, ya que de vez en cuando me encuentro inmerso en situaciones…cómo expresarlo…delicadas; sí, eso es: delicadas. El otro día, sin ir más lejos, recibí una afrenta que tardaré años en olvidar: ¡me llamaron afrancesado! Ustedes ya saben que yo soy de natural sensible, fraterno y tolerante, pero ese término aplicado a mi persona puso a prueba mi bonhomía. Me encontraba en la churrería San Ginés cuando entró una pedigüeña, una mujer que se aferraba a una hucha metálica con la misma fuerza que Pepiño Blanco y Leire Pajín emplean para domeñar el idioma español. Después de varias miradas sesgadas a la concurrencia, la mujer aferrada a la hucha escogió a su víctima: ¡yo! Les confieso que sus modales a la hora de presentarse no fueron una demostración de la politesse del ancien régime: «Tú eres extranjero». No fueron las extraordinarias habilidades perceptivas de esa mujer cuya estatura le permitiría jugar de pívot—junto a María Antonia Iglesias— en cualquier equipo de la NBA las que me sorprendieron, sino el tuteo a bocajarro y el colofón— de hecho un résumé de su imbecilidad— con los que remachó su palabrería de sablista: «Eres francés». A pesar de que contemplé a esa petardista con fría y estremecida hostilidad, no pude evitar un tierno sentimiento de misericordia hacia la ilusa capaz de creer que con un motete en el que variaba la procedencia— sólo pedía a los extranjeros— conseguiría nuestra caridad. No obstante, meine Damen und Herren, y con un forzoso interés antropológico, entré al trapo: «Soy alemán, de Berlín». Una mueca de desilusión se pintó en su retraída mandíbula al tiempo que su mirada descendió en una señal de visible pesar. Asimismo, la hucha cesó en su movimiento y adquirió la inmovilidad propia de alguien que se enfrenta a una verdad desalentadora. Con todo, y a pesar del riesgo de caer en una conversación de arte y ensayo, mi curiosidad me impelió a formular una pregunta: «¿Qué le hizo pensar que yo era francés?». Los ojos de la mujer permanecían abiertos, sin mirar a nada; y sus labios, separados por la duda. Todo su aspecto era de alguien que se siente obligado a arrostrar la cruda realidad de la vida: su propia ignorancia. Aun así, estimados parroquianos, yo esperaba una respuesta.
Ahora bien, meine Damen und Herren, si el escrito de hoy versa sobre pedigüeños, sablistas, enteraos y petardistas, no podemos dejar de referirnos a nuestro siempre admirado José Luis Rodríguez, el Puma, ese fiancé de la idiotez. Es evidente, queridos lectores, que el intelecto de Rodríguez tiene la misma consistencia que una omelette fines herbes, y que sus promesas y principios atesoran tantos dobleces como un crêpe royale. Sin embargo, es obligado reconocer la sinceridad y coherencia que demuestra Rodríguez cuando intenta reparar la economía española con algo a lo que él está abonado y conoce: ¡las chapuzas! ¿Qué será lo próximo, meine Damen und Herren?: ¿Un plan renove para las macetas de los balcones?, ¿desgravaciones fiscales para los que utilicen más papel higiénico?, ¿nuevas transferencias a Cataluña si los catalanes se comprometen a untar el tomate por las dos caras de la rebanada de pan? ¡Quién sabe, estimados parroquianos!, con un tipo cuyas ideas moran en el Hôtel des Étrangers es complicado aplicar la lógica, porque estamos ante un instructeur del cretinismo, un pincel de la bobada, un minusválido del sentido común y un farceur de la política. Rodríguez perpetúa la tradición de la picaresca española, y tras esa expresión de alelado que le caracteriza y esas bolsas bajos los ojos que no paran de hincharse, se esconde una ineptitud hors d’âge y los anhelos de un chapucero que en política internacional siempre llega tarde adonde nunca pasa nada: un parvenu en definitiva. Ignoro si Rodríguez es un afrancesado, aunque con esa facilidad innata que demuestra para practicar un «francés» o un «beso negro» a cualquier estadista y esa cabeza en la que las ideas siempre se despiden a la francesa, sólo nos queda una opción para comprender sus actos: ¡Rodríguez padece el mal francés! Les prometo, queridos lectores, que durante los próximos días reflexionaré sobre ello; necesito una respuesta.
Por el contrario, meine Damen und Herren, la pedigüeña satisfizo mi curiosidad después de salir del triste silencio en el que había caído: «Tu ropa es muy…afrancesada». No soy un hombre insensible ni carezco del sentido de la estética, estimados parroquianos, pero soy práctico: pantalones de pana de color beige; zapatos de ante marrón oscuro; jersey de cuello alto, cashmere y gris perla; fular con dibujo pata de gallo en grises, marengo y negro; y un par de calcetines cuyos rombos combinan con exactitud matemática la gama de colores y tonos antes mencionados. Sobre la silla situada frente a nosotros, mi parca monty azul marino contemplaba la escena: tampoco compartía el parecer de la sablista. No obstante, dos de mis monedas abandonaron el mundo sagrado de mi bolsillo para entrar en otro profano: el de la hucha de la petardista. Mientras apuraba mi taza de café, miré cómo partía: sin dar las gracias, a la francesa, con un caminar ahorrativo y a la búsqueda de su próxima víctima; seguramente, otro…«afrancesado». Ignoro el porqué, meine Damen und Herren; pero sospecho que esa desventurada padece el mismo mal que Rodríguez: no entienden que hasta en los embustes la proporcionalidad es una virtud. ¡Qué poco charme! Sin que sirva de precedente, hoy me despido de otra manera: Madames et monsieurs, au revoir. ¿Afrancesado yo?
Foto: Churros en San Ginés. Ñam, ñam, ñam. NvO (2010)
19 Comments:
Bienvenido Herr Orton. Comprendo que no le haya hecho gracia que le confundan con un francés, a mí tampoco me la haría. Si sigue Vd. en España ya se por qué no escribe nada: está en Cataluña y no hay luz (en Francia creo que funciona todo). No estaría mal una entrada para hablar de eso y de las nucleares con que nuestro vecino va a sembrar el norte de África. La verdad es que tenía ganas de que volviera para preguntarle por algo muy alemán: Max Raave. ¿Puede usted decirme cómo se ve a este artista en Alemania? ¿y su propia opinión?, yo acabo de descubrirlo y me parece muy interesante. Por tro lado, unas amigas van a Berlín muy pronto, en Semana Santa, y creo recordar que hubo un post en el que intercambiaba con algún parroquiano secretillos de la noche y el día Berlineses. Si Vd. lo recuerda (o algún lector) notifíquemelo para consultarlo. Gracias
#Nicholas, como se que te gustan estas cosas...
A Dagger to the CIA.
Los giliprogres que hacen un microfrancés a ZParo, acaban recibiendo un macrogriego.
Parece que no tuviste buena suerte con el establecimiento: El café parece puro robusta y está mal extractado, o como se diga, yo te aconsejaria que, en España, no pidas el café americano, aqui no sabemos hacerlo, es mejor que pidas un café corto y luego le añadas agua caliente. Las sustancias que dan el buen sabor al café salen en los diez o quince primeros segundos, insistir en que el café siga manando como si de una fuente se tratara, es estropearlo. Suponiendo que el café sea de calidad.
Si lo deseas mas cargado la operacion es la misma, lo pides doble pero corto y le añades agua caliente.
El agua parece del grifo, pasada por el grifo de cerveza y los churros parecen que estan crudos. Espero que el chocolate estuvise bueno. Tampoco faltan la maquina tragaperras y el carrito de bebé, espero que, al menos, te costase baratito.
Por cierto, ¿pudiste ver si K. miraba, de reojo, al niño?
Saludos. Y no dejes de buscar a mi dulce amiga Ada.
Olvidé decir que las tazas son del siglo pasado, o del anterior. Sin exagerar.
En Febrero de 2009 encontré lo que buscaba sobre Berlín.
Saludos
Ya era hora, Herr Van Orton, que nos tenía Vd. olvidados.
Mi abuelo, hombre del pueblo que pasó muchos apuros, comentaba que para el cuerpo existen tres medicamentos fundamentales y según las zonas del mismo, a saber:
- para la cabeza, Perborato.
- de garganta para la cintura, Bicarbonato.
- de cintura para abajo, Permanganato.
El mal francés que padece "El Puma" no se cura con Permanganato, sólo es necesario una buena patada en el culo propinada por el pueblo.
Saludos.
Helio, ese parroquiano era yo: tuve la fortuna de que Van Orton me ilustrara sobre Berlín (y no sólo sobre nocturnidad, que conste). Puede seguir con confianza sus consejos y recomendaciones.
Van Orton, la descripción afrancesada de Zapatero te ha quedado muy certera. El Presidente, ese hombre (sin atributos), anda últimamente desaparecido en Europa y su Gobierno está a la espera de que la oposición apoye sus variopintas medidas contra la crisis. Todo es disparatado pero no sorprende a estas alturas.
Por lo demás, espero que te vaya todo bien y que pronto tengamos ocasión de leer nuevos artículos. Ya hacía tiempo que hacía falta un buen repaso a Rodríguez.
Un saludo.
P.S.: Creo que la causa exacta de la confusión de la mendiga fue el jersey de cuello alto. ¿Es posible?
Y lo peor de todo es que Rajoy estará dispuesto a echarle una manita para tapar su propia vacuidad al tiempo que ordena "silencio" a los suyos...
Saludos,
Aguador.
acomplia acetylcholine [url=http://www1.chaffey.edu/news2/index.php?option=com_content&task=view&id=146&Itemid=63]cheap acomplia 20mgs [/url] fda approval of acomplia
http://www1.chaffey.edu/news2/index.php?option=com_content&task=view&id=146&Itemid=63
HELIO:
La política francesa respecto a España sigue el mismo patrón: tenaza o pinza. Acostúmbrese, estimado Helio, porque en esos gañanes que ustedes tienen por gobernantes nada cambiará; aunque si lo intentan, Francia nunca lo permitirá. Antes en el reproductor de Josephsplatz sonaban canciones de Max Raabe; uno de mis cantantes favoritos. En cuanto regrese retomaré tan sana costumbre y repondré las melodías. Herr Raabe es un cantante muy apreciado y valorado, pero no sólo en Alemania y Austria, sino en otras partes del mundo. De hecho, las giras que realiza siempre se saldan con gran éxito de público y crítica. Recuperó canciones y el estilo del cabaret de entre guerras, con buen talento por cierto. Es un hombre de una sólida formación musical y polifacético. Nunca me pierdo sus conciertos ya que la puesta en escena, el repertorio, etc. son magníficos. Es muy elegante en sus canciones y un maestro con los juegos de palabras y el doble sentido; pero siempre elegante. Creo que sólo actuó en una ocasión en España, en Mallorca. Me resulta incomprensible que no le hayan contratado nunca en Madrid o Barcelona; supongo que se debe al idioma. Le adjunto el enlace a su página web, Helio. Celebro que encontrara la información que proporcioné sobre Berlín.
Saludos.
http://www.palastorchester.de/
SIGO POR LAS RAMAS:
Gracias por la información, estimado simio. Por cierto: ¿cuándo bajarás? Saludos.
VAN:
Respecto al café que se sirve en España hago lo puedo, Van. De todas formas, siempre me acompaña mi lata de café turco y el utensilio para obtener una taza de mi café favorito: Mehmet Efendi. Sea como sea, te agradezco tus consejos: los seguiré al pie de la letra. El precio fue ajustado: 4 euros más o menos, entre café y churros. Buena intuición, Van, muy buena: ¡ K. hasta jugó con la criatura! Algo hemos comentado sobre el tema y…bueno…supongo que habrá novedades al respecto. Saludos.
JOSE:
Sabios consejos los de su abuelo, Jose. Sin embargo, con el Puma todo se complica, porque no veo a los españoles con el suficiente sentido común para comprender que ese mamarracho es uno de los políticos más nefastos de la historia española. Sea como sea, también son responsables todos los aprovechados que por intereses propios, y no siempre lícitos, le sustentan. Por lo tanto, Jose, la patada en el culo…tardará en llegar; por lo menos mientras los españoles demuestren esa necesidad de comer demagogia para después cagar enfrentamientos. Saludos.
ESPANTAPÁJAROS:
Disfruto mucho al ser testigo del dislate continuo en el que Rodríguez convirtió a España; aun así me desagrada, ya conoces mi estima por vuestro país. Sin embargo, Rodríguez obró bien al “desaparecer” de Europa: todos se descojonan de él. Ya comenté que Merkel y Sarko le ataron corto desde el principio; era lo obligado con un cateto a babor. No quise entrar al detalle con la petardista porque era una pelma. De todas formas, el jersey de cuello alto no es patrimonio de los gabachos. En invierno, por ejemplo, suelo vestirlo a menudo. Saludos, látigo de alondras famélicas.
AGUADOR:
Rajoy tiene los problemas de siempre: su mensaje no llega con claridad; debe modular su ideario hasta un extremo que lo desvirtúa: ¿estamos antes los complejos históricos de la derecha en España? El líder del PP no debe olvidar lago, Aguador: en política, la prudencia excesiva se convierte en un defecto. Ya veremos. Saludos.
#Nicholas, desde aquí arriba se ve mejor que afilados tienen los cuernos la chuZma.
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