Sonntag, August 30, 2009

FOUS DE LA MER (1): DE HIGOS.


ESTAR HECHO UN HIGO: 1. loc. verb. Estar muy arrugado.

¿Siguieron mis consejos, meine Damen und Herren?: ¿Utilizaron protector solar y buscaron la ombría? Confío en que así sea, estimados parroquianos, porque los efectos de los rayos solares son demoledores, un auténtico papel de lija para nuestra salud epidérmica. Tan es así que decidí pasar los calores agosteños «a la sombra», hasta que el buen hacer de mi abogada me devolvió al otoño vital que me caracteriza. Sin embargo, queridos lectores, esos días de retiro forzoso me resultaron gratos y fructíferos, ya que conseguí en una verdulería de lance las obras completas de Pepiño Blanco y Bibiana Aido, y me sumergí en el placer agridulce de la lectura: reconozco que predominó lo agrio sobre el dulzor. Sea como sea, la prensa española me proporcionó algunos de los mejores momentos. Por lo pronto, el posado estival— tipo chufa de Beneixida— de Teresa Fdez. de la Vega asesinó a mi libido e hizo más llevadera la cadencia que el tiempo toma cuando se es huésped del Hotel Rejas: excepto yo, es un establecimiento que no tiene más estrellas. Por el contrario, una de sus ventajas es que el realizar una reserva es innecesario: siempre tienen…habitaciones libres.
Aunque a simple vista no lo parezca, meine Damen und Herren, la exhibición impúdica de ese espectro avellanado y más reseco que la el intelecto de José Luis Rodríguez, el Puma, es la mejor descripción que podemos hacer de su manera de entender la política: tetas infladas (no quiero imaginar por dónde se las hinchan); asimetría (una cadera mira hacia Antequera y la otra a Pamplona); ridículo (las gafas a lo Terminator y el rictus de mal follada, interpreten el término como ustedes quieran o su imaginación les permita); un vientre más fláccido que los principios de ZP; un cabello que conoció días de mayor gloria (quizá es mucho suponer); decrepitud (creo que es su estado natural); y el calado de una bragadura que nos inquieta (¿oculta algo que nunca llegaríamos a imaginar?: ¿una «black mamba»? Lástima, ¡con lo que a mí me gustan «las tijeras»!, y eso que no soy sastre). Puede ser que ustedes consideren que mi imaginación se coció al sol, queridos lectores, pero comprendan que después del asunto de Caster Semenya (no separen la última sílaba, bitte) — ya saben, ése estibador portuario de Ciudad del Cabo que nos hacían pasar por una damisela virginal [¡la de veces que (se) habrá corrido, y no siempre sobre el tartan!]— esa fotografía era, cuando menos, inoportuna: la carencia de charme es evidente. De cualquier manera, meine Damen und Herren, lamento que Gregor Mendel, el botánico austriaco, no pueda utilizar la imagen de Frau De la Vega para alguno de sus experimentos sobre genética, que hubieran conocido una nueva dimensión al trocar los guisantes por higos: «Del cielo cayó una breva y te quedó en el ombligo. Si te cae más pa’bajo, se junta breva con higo». Yo no opinaré, estimados parroquianos: los higos secos nunca me gustaron. Aun así, puedo reconocer que esa mujer…está hecha un higo, ¡un auténtico pan de higo! Además, queridos lectores, ignoro si ustedes se percataron de que en la prosodia de la chufa de Beneixida destaca el ceceo característico de la ancianidad mal llevada, esa pugna que los dientes mantienen para evitar el desahucio. No interpreten el presente escrito como una burla, meine Damen und Herren, yo soy un admirador ferviente de Frau De la Vega, siempre me gustaron las mujeres con las que se puede hablar…de hombre a hombre (estoy seguro de que la presidenta del Tribunal Constitucional comparte mi opinión). Tan es así que subyace en mí el convencimiento de que encontraríamos muchas cosas que nos unirían: el color de nuestra laca de unas par exemple; compartirlo sería otra cuestión: intuyo que hay juanetes de por medio (no me refiero al monarca), y eso…bueno…tira p’atrás, lo reconozco: ¡odio los pies con «seis dedos»!
El observar esa fotografía me recordó a una de las mejores novelas de la literatura universal: Últimas tardes con Teresa, de Joan Marsé. En la obra del escritor español percibimos el vínculo que existe entre el amor de Picoaparte y Teresa y el final del verano, unos meses en los que lo irreal trasciende a lo posible y lo ridículo se acepta como normal. Sea como sea, meine Damen und Herren, Frau De la Vega, con la exhibición de esa mortaja talluda, no hizo más que cambiarle los pañales a nuestro admirado José Luis Rodríguez, el Puma, y limpiarle el culito, porque al pobre se le presenta un otoño en el que se verá obligado a invitar a tutti le monde a que visite el lugar en el que moran sus capacidades: confío en que la gótica haya retirado ya el dedo.
Por éstos lares ya se respira el otoño, estimados parroquianos: el Sol se convirtió en holgazán; por las noches refresca y se echa de menos una prenda de abrigo; y yo recobro la vida. Sin embargo, sé que ustedes moran en una latitud que me obliga a sugerirles dos cuestiones: usen protector solar y busquen la ombría.

Foto: Lo reseco siempre arde bien.

Dienstag, August 11, 2009

WOODSTOCK.


COLGADO: 4. adj. coloq. Que se encuentra bajo los efectos de una droga. U. t. c. s.
Dentro de pocos días conmemoraremos el cuadragésimo aniversario del festival de Woodstock, meine Damen und Herren. Supongo que para los nostálgicos de la roña y la guerra contra el jabón y la ducha será un magno acontecimiento que evocarán con la alegría del que no tuvo muchos más estímulos en la vida y que resumen en una frase: «cualquier tiempo pasado fue mejor. ¡Qué lástima, estimados parroquianos, con lo sugestivo que es el futuro!». Sea como sea, estoy seguro de que los medios nos recordarán las jornadas que transcurrieron entre el 15 y 17 de agosto de 1969 en la granja Bethel, en Ulser County (NY). Yo no asistí, meine Damen und Herren, mi corta edad me lo impedía; de cualquier manera y aunque mi edad hubiera sido otra no me habría atrevido a dignificar esa convención de mugrientos con mi augusta presencia: imagino el olor pungente de esa horda de grasientos y caigo desmayado; ¡qué poco charme! Todo lo que conozco de esa concierto de andrajosos, melenudos y colgados lo sé gracias a los documentales. Ellos me permitieron considerar que la liturgia de la paz y el amor no fue más que un aquelarre de gente que fumaba hierbas del mal, tomaba sustancias pecaminosas y que exhibía unas greñas y un aliento cargados de texturas macrobióticas: ¡qué horror! Respecto a los artistas…bueno, supongo que su éxito se debió a los estupefacientes que el público engullía con frenesí y que le privó del sentido del oído (el olfato más que perderlo lo acostumbraron). Sólo así puedo entender que triunfara Joan Baez, una mujer que es a la música lo que Bibiana Aido a dos de las películas de Russ Meyer: Vixen y Supervixens; la pobre es… «sorda». No obstante, entre la mugre, la sarna y las venéreas, destaco la actuación de Jefferson Airplane; quizá porque Grace Slick, la solista, sobresalía entre el sudor rancio, el pringue y los desodorantes olvidados sobre el piano. De vez en cuando disfruto con la interpretación de Frau Slick en Woodstock, meine Damen und Herren, sobre todo de la canción White Rabbit, ¡todo un himno al colgao! Ahora bien, estimados parroquianos, si el escrito de hoy versa sobre colgados y sus circunstancias musicales, no puedo dejar de referirme a nuestro siempre admirado José Luis Rodríguez, el Puma, un hippie de la inteligencia, un melenudo de la aptitud y un fumata del talento. Mientras esperamos que los servicios de propaganda de La Moncloa nos presenten el posado deportivo estival del Sansón leonés — creo que este año será «ejercicios en el potro con aros» (supongo que por lo habituado que está a pasar por él; que se lo pregunten a la gótica, Sarkozy, la banca o los nacionalistas) —, sólo nos queda elucubrar sobre la relación de ZP y el festival de Woodstock. Ignoro si en alguna de las entrevistas que concede el colgao le preguntaron sobre ello; pero si así fuera, ZP nos explicará con todo detalle cómo fue aquello: no olviden que ese pobre hombre lo que no sabe— es decir, todo— se lo inventa, y además metaboliza sus propios embustes. Sería interesante escuchar las vivencias de ZP en Woodstock. Por lo pronto nos hablaría de amor, paz y música para siempre; aunque acto seguido añadiría una explicación sobre el esfuerzo que su familia tuvo que realizar para procurarle el dinero que costaba la entrada para los tres días, una cantidad que consiguieron al empeñar el reloj del abuelo. Aun así, ZP nos transmitiría mediante uno de los potajes del farsante sus emociones al presenciar en directo las actuaciones de Joan Cocker, Janis Santana, Creedence Clearwater the Who, Crosby, Stills & Hendrix y Jefferson Satchidananda; incluso añadiría una anécdota de su propia cosecha y nos contaría que se resguardó de una tormenta bajo un ejemplar de El País mientras charlaba con un chino simpático que resultó ser Mao Tse Tung, quien le iniciaría semanas más tarde en los arcanos del kung-fu y el uso de los palillos para rascarse el culo, una nueva forma de comprobar...el nivel del aceite. Asimismo, no descarto que ZP describiera con todo lujo de detalles — algo típico del mentiroso— el amuleto hippie que llevaba colgado en el cuello: un cencerro. De la misma forma y envalentonado por sus propias patrañas, ZP explicaría con un guiño de complicidad algo sobre el porrete de maría (de maría, sí; pero de María Sarmiento, la que fue a cagar y se la llevó el viento) que se metió entre pecho y espalda. No sé si a ustedes les ocurre lo mismo, meine Damen und Herren, pero yo intuyo que ZP es de esos que una vez que coge el porro no lo suelta ni por consejo médico, hasta que alguien le avisa de que “huele a uña quemada”. Ahora bien, no es porque le guste fumar hierbas del mal, no, sino porque siempre necesita dar y vivir una imagen de la que carece, satisfacer los anhelos del palurdo gris, disfrutar a través de sus mentiras con unas vivencias ficticias que corresponden a otros; en definitiva, buscar una reafirmación constante para atenuar su inseguridad, lo canta Grace Slick: «One pill makes you larger, and one pill makes you small» (Una pastilla te hace crecer y otra te encoge).
Una vez más, estimados parroquianos, demostraré mi bonhomía y creeré la patraña de que ZP estuvo en Woodstock; es más, le animaré con preguntas a que se lance sobre el fango resbaladizo de la farsa mientras yo le escucho con una alegre displicencia. Estoy convencido de que cuando ZP concluya el relato él habrá interpretado el himno americano junto a Hendrix, acompañado a Carlos Santana con el bajo, destrozado una guitarra junto a The Who, bailado con Janis Joplin, bebido junto a Joe Cocker y ligado con Grace Slick. Sin embargo, meine Damen und Herren, la verdad es otra: ZP nunca estuvo en Woodstock; pero aunque sí hubiera asistido al concierto, habría actuado de otra manera: bordear el cercado porque no pudo entrar, escuchar la música desde la lejanía, recoger algún objeto del suelo para sustentar sus pamemas y después intentar deslumbrar a alguna ingenua o situarse junto a la puerta para ejercer la reventa; es lo habitual en alguien que vive una vida prestada, queridos lectores. «You've just had some kind of mushroom, and your mind is moving low» (Te has comido ciertas setas y la mente te funciona muy lenta).
Usen protector solar y busquen la ombría, estimados parroquianos. Paz, amor y música para siempre.

Foto: ZP en Woodstock: fue detenido por revender entradas a un precio inferior al de la taquilla. ¡Qué barbaridad!

Sonntag, August 02, 2009

VEO VACAS MILKA.

VACA: 1. f. Hembra del toro.

¿Cómo se encuentran, meine Damen und Herren?: ¿Bien o de vacaciones con la familia? Por si a alguno de ustedes le interesa, estimados parroquianos, yo me encuentro perfectamente, tranquilo y en pleno combate con las temperaturas estivales, que gracias a mi estimada Löwenbräu se baten en retirada y están dispuestas a firmar un armisticio. Ya les expliqué que me desagrada el verano; sin embargo aprecio y disfruto con pequeños detalles agosteños: las camisetas de tirantes de las mujeres, los escotes magnánimos, la liviandad del porte indumentario de las féminas, acercar a mi mejilla el vaso de cerveza fría y el color que adquieren las volutas de humo de mi Lucky cuando las exhalo hacia un rayo de sol. Ayer por la tarde disfruté de todo eso en una terraza magnífica junto a un amigo suizo al que denominaré P. para que ustedes no sepan que se llama Patrick. La charla de P. es amena, se trata de un hombre inteligente, culto y con sentido del humor; bueno…con todo el sentido del humor que puede tener un suizo. Siempre que me encuentro con P. me ocurre algo extraño, meine Damen und Herren: miro alrededor y veo una manada de vacas Milka; ésas que son de color violeta. De todas formas no siempre me ocurre cuando P. está conmigo, en ocasiones me encuentro solo y también veo vacas Milka; aun así no me preocupa: son pacificas y se limitan a pacer, rumiar, mugir y mover la cola. Durante un tiempo me planteé acudir a un psiquiatra para explicarle mis…visiones, pero después deseché la idea. P. llegó a la hora acordada, se sentó, encendió un Muratti y pidió una cerveza. Al poco, dos vacas violetas pacían junto a nosotros. A pesar de que intenté disimular, mi amigo percibía mi inquietud; así que realicé un esfuerzo de abstracción e intenté pensar en otro animal: nuestro siempre admirado José Luis Rodríguez, El Puma; ése hombre de inteligencia leprosa y aires de drama estático en un acto. De todas formas me equivoqué, queridos lectores: al ver a ZP, aparecieron cuatro vacas Milka.
El pobre gañán, antes de disfrutar junto a la gótica de sus vacaciones en La Mareta, representó otro de sus papelones: el del aprietamandíbulas que franquea ataúdes; creo que no se equivocó con los «sellos»: dos medallas. El peripatetismo de ZP se convierte en algo chocarrero cuando se hace verbo: «largas condenas»; «últimos atentados»; «no podrán escapar»; «serán detenidos». No me sorprende la retahíla de frases manidas, queridos lectores, sino que sea el mejor abogado que nunca tuvieron los terroristas el que se expresa de esa manera contra sus clientes: ¿Acaso no cobró la minuta?
Con todo, estimados parroquianos, son las palabras de Rubalcaba las que más me recuerdan a las vacas Milka: «Ahora sabemos que son asesinos salvajes y enloquecidos, y esto no los hace más fuertes». ¡Inconmensurable, meine Damen und Herren!: un verificador tardo y distraído. De cualquier modo tiene razón, estimados parroquianos, ya que la fortaleza de un terrorista reside en los políticos que «verifican», apoyan, mienten, biselan y disculpan por intereses electorales. Sin embargo, las palabras de Rubalcaba siempre desprenden un tufo exculpatorio: «En la medida en que no ha habido víctimas mortales es fallido [el atentado]». Después de escuchar algo semejante ya no sólo veo vacas Milka sino que también escucho sus mugidos y hasta las veo volar; como si fueran…«faisanes»: ¡qué bucólico y campestre! Aunque para aires agropecuarios los de Patxi López, un rapsoda cuellicorto cuyo segundo poemario esperamos con sumo interés, y más después de escuchar las primeras estrofas: «No vamos a ceder nunca al chantaje del terror»; «No vamos a permitir que haya un solo espacio de impunidad para la propaganda del terrorismo». Bobadas y mentiras de tal calibre provocaron que yo viera que las vacas Milka habían formado un cuarteto de cámara con instrumentos de cuerda para interpretar obras de Bach y Haydn, incluso alguna de Telemann. Herr López posiblemente haya olvidado su papel de ordeñador; o mejor dicho: de acariciador de ubres. Sólo así podemos entender que ese hombre con aspecto de empleado de funeraria se permita mentir con semejante descaro, ya que todavía recuerdo sus fotografías sentado frente a los mozos del establo de los terroristas, sus desplantes y descalificaciones a los que no creían en «los hombres de paz» e intuían la superchería que tanto los terroristas como el Gobierno vendían a los españoles, y su pose de doncel doliente cuando los nuevos amigos soltaron un coletazo en el rostro de Herr López mientras éste aún tenía las manos en las ubres y permanecía sentado en un taburete. Claro está que eran otros tiempos, meine Damen und Herren: verificaciones, disculpas, disimulos, policías que también observaban a las vacas Milka, jueces que ejercían la política y políticos que impartían justicia.
Es lógico que donde pastan vacas haya bosta, y la boñiga, una vez más, nos llega a través del verbo calido y sencillo del monarca: «Hay que seguir y seguir golpeando en la cabeza hasta acabar con ellos». ¡Qué talento, estimados parroquianos! Al escuchar ese destilado de sabiduría, las vacas Milka acudieron de nuevo a mis ojos; en concreto mientras interpretaban la escena primera del ballet de Prokofiev, Romeo y Julieta.
Yo no tengo reparo en reconocer que veo vacas Milka, meine Damen und Herren, porque creo que a otros les ocurre lo mismo, aunque ellos nunca lo explicarán. Esas concentraciones silenciosas de repulsa carecen de sentido ya que una sociedad nunca podrá defenderse mediante el silencio, un silencio que los mudos aprovecharon para observar las vacas Milka y contar las moscas que pululan a su alrededor. Sea como sea, demostraré mi generosidad y consideraré que los aplausos con los que termina la convención de muditos y fieles súbditos es una expresión surrealista de coraje social: ¡Loa a los valientes silenciosos!
Transcurridas un par de horas, decidí marchar. P. apuró su cerveza, se levantó, estrechó mi mano y me formuló una pregunta: «¿Tú también ves vacas Milka, Nicholas?». A pesar de que tenemos confianza el uno en el otro, estimados parroquianos, mentí: «No, Patrick: yo veo cerdos de todos los colores». Nunca tendré la confirmación, pero creo que me creyó. Usen protector solar y busquen la ombría, meine Damen und Herren, ustedes ya saben cuál es el primer síntoma de una insolación: ver vacas Milka.

Foto: Muuuuu, muuuuuu, muuuuuu…