FOUS DE LA MER (1): DE HIGOS.
¿Siguieron mis consejos, meine Damen und Herren?: ¿Utilizaron protector solar y buscaron la ombría? Confío en que así sea, estimados parroquianos, porque los efectos de los rayos solares son demoledores, un auténtico papel de lija para nuestra salud epidérmica. Tan es así que decidí pasar los calores agosteños «a la sombra», hasta que el buen hacer de mi abogada me devolvió al otoño vital que me caracteriza. Sin embargo, queridos lectores, esos días de retiro forzoso me resultaron gratos y fructíferos, ya que conseguí en una verdulería de lance las obras completas de Pepiño Blanco y Bibiana Aido, y me sumergí en el placer agridulce de la lectura: reconozco que predominó lo agrio sobre el dulzor. Sea como sea, la prensa española me proporcionó algunos de los mejores momentos. Por lo pronto, el posado estival— tipo chufa de Beneixida— de Teresa Fdez. de la Vega asesinó a mi libido e hizo más llevadera la cadencia que el tiempo toma cuando se es huésped del Hotel Rejas: excepto yo, es un establecimiento que no tiene más estrellas. Por el contrario, una de sus ventajas es que el realizar una reserva es innecesario: siempre tienen…habitaciones libres.
Aunque a simple vista no lo parezca, meine Damen und Herren, la exhibición impúdica de ese espectro avellanado y más reseco que la el intelecto de José Luis Rodríguez, el Puma, es la mejor descripción que podemos hacer de su manera de entender la política: tetas infladas (no quiero imaginar por dónde se las hinchan); asimetría (una cadera mira hacia Antequera y la otra a Pamplona); ridículo (las gafas a lo Terminator y el rictus de mal follada, interpreten el término como ustedes quieran o su imaginación les permita); un vientre más fláccido que los principios de ZP; un cabello que conoció días de mayor gloria (quizá es mucho suponer); decrepitud (creo que es su estado natural); y el calado de una bragadura que nos inquieta (¿oculta algo que nunca llegaríamos a imaginar?: ¿una «black mamba»? Lástima, ¡con lo que a mí me gustan «las tijeras»!, y eso que no soy sastre). Puede ser que ustedes consideren que mi imaginación se coció al sol, queridos lectores, pero comprendan que después del asunto de Caster Semenya (no separen la última sílaba, bitte) — ya saben, ése estibador portuario de Ciudad del Cabo que nos hacían pasar por una damisela virginal [¡la de veces que (se) habrá corrido, y no siempre sobre el tartan!]— esa fotografía era, cuando menos, inoportuna: la carencia de charme es evidente. De cualquier manera, meine Damen und Herren, lamento que Gregor Mendel, el botánico austriaco, no pueda utilizar la imagen de Frau De la Vega para alguno de sus experimentos sobre genética, que hubieran conocido una nueva dimensión al trocar los guisantes por higos: «Del cielo cayó una breva y te quedó en el ombligo. Si te cae más pa’bajo, se junta breva con higo». Yo no opinaré, estimados parroquianos: los higos secos nunca me gustaron. Aun así, puedo reconocer que esa mujer…está hecha un higo, ¡un auténtico pan de higo! Además, queridos lectores, ignoro si ustedes se percataron de que en la prosodia de la chufa de Beneixida destaca el ceceo característico de la ancianidad mal llevada, esa pugna que los dientes mantienen para evitar el desahucio. No interpreten el presente escrito como una burla, meine Damen und Herren, yo soy un admirador ferviente de Frau De la Vega, siempre me gustaron las mujeres con las que se puede hablar…de hombre a hombre (estoy seguro de que la presidenta del Tribunal Constitucional comparte mi opinión). Tan es así que subyace en mí el convencimiento de que encontraríamos muchas cosas que nos unirían: el color de nuestra laca de unas par exemple; compartirlo sería otra cuestión: intuyo que hay juanetes de por medio (no me refiero al monarca), y eso…bueno…tira p’atrás, lo reconozco: ¡odio los pies con «seis dedos»!
El observar esa fotografía me recordó a una de las mejores novelas de la literatura universal: Últimas tardes con Teresa, de Joan Marsé. En la obra del escritor español percibimos el vínculo que existe entre el amor de Picoaparte y Teresa y el final del verano, unos meses en los que lo irreal trasciende a lo posible y lo ridículo se acepta como normal. Sea como sea, meine Damen und Herren, Frau De la Vega, con la exhibición de esa mortaja talluda, no hizo más que cambiarle los pañales a nuestro admirado José Luis Rodríguez, el Puma, y limpiarle el culito, porque al pobre se le presenta un otoño en el que se verá obligado a invitar a tutti le monde a que visite el lugar en el que moran sus capacidades: confío en que la gótica haya retirado ya el dedo.
Por éstos lares ya se respira el otoño, estimados parroquianos: el Sol se convirtió en holgazán; por las noches refresca y se echa de menos una prenda de abrigo; y yo recobro la vida. Sin embargo, sé que ustedes moran en una latitud que me obliga a sugerirles dos cuestiones: usen protector solar y busquen la ombría.
Foto: Lo reseco siempre arde bien.