Dienstag, Mai 06, 2008

DIAGONALES

Hay diferentes sendas para atravesar la vida, meine Damen und Herren; pero yo siempre escojo la diagonal, además sin preocuparme en exceso del tráfico. Posiblemente se deba a ese mal que el tiempo cura y que se denomina juventud, a una cierta dosis de insensatez, o a una combinación de ambas. Sea como sea disfruto con mis diagonales, y mucho más cuando después me siento sobre el ribete resbaladizo de los recuerdos para calcular el camino recorrido. Es entonces cuando mudo la camisa de ver por la de observar, aunque sé que percibiré cosas desagradables y que provocarán que nuestras vidas cotidianas resulten rasgos ridículamente insignificantes en el consabido galimatías de la existencia humana. Sin embargo nunca renunciaré a mis diagonales, ni siquiera las maldeciré, porque al transitar por ellas mis pasos resuenan de una manera especial, tal vez incluso irreal, pero satisfactorio. A pesar de que una diagonal es el camino más largo, siempre procuré adelantar al tiempo; ahora, por el contrario, me conformo con no atrasarme: lograrlo ya es un pequeño éxito.
Durante las próximas cinco semanas deberé recorrer una diagonal ya conocida, una de ésas que siempre deja un regusto amargo porque cada escena será un reproche a gritos hacia nuestras sociedades y una paliza para nuestras conciencias. No obstante ni renuncio ni la maldigo: quiero escuchar mis pasos y no deseo hacerlo con los oídos de un huraño, ya que sería malograr el paseo. Sé que después necesitaré un tiempo para recuperar la vitalidad y la humanidad, porque nada lacera más a un alma que el padecimiento de las partes diminutas que forman ese conjunto de gestos ampulosos de las decisiones políticas.
A mediados del mes de junio nos volveremos a encontrar, meine Damen und Herren, no olviden que soy un paseante, un quídam, y que Josephsplatz es otra de mis diagonales.
Auf Wiedersehen!
Foto: La primera parte de la diagonal no la recorro solo.


Montag, Mai 05, 2008

EN LA PASTELERÍA

PASTEL: 10. m. coloq. Beneficios, económicos o de poder, especialmente cuando son susceptibles de reparto.

Durante varios años anidó en mi pensamiento el ser pastelero; sí, meine Damen und Herren, ésa es mi vocación secreta. Mientras que mis compañeros de estudios soñaban con ser abogados, médicos o economistas, yo me imaginaba en mi pastelería— pequeña, coqueta y selecta— con las masas, cremas, harinas y azúcares. Sea como sea no pude cocer mi vocación en el horno apropiado y olvidé el asunto; ahora ejerzo el noble arte de la pastelería como un amateur, y los que degustan mis creaciones se muestran satisfechos, me dedican todo tipo de parabienes.
Uno de mis pasteleros más admirado es José Luis Rodríguez, el Puma, aunque sus obras resultan comistrajos incomibles que adorna con bazofias extrañas; siempre con la manga pastelera, eso sí. Las cremas se le agrian, los caramelos truecan el dulzor por la amargura del azúcar requemado, el chocolate de cobertura no adquiere la textura adecuada, y combina los sabores con un deformado sentido del gusto. Una de sus tartas, que se pudre en el escaparate desde hace meses, cambió el surtido de frutos del bosque por uno de mohos del encinar: el Estatut de Catalunya.
Quizá sea este tema el que nos permite comprobar el concepto que ZP y sus genuinos colegas de obrador tienen de la política: pâtisserie au marché. ¡Impagable, estimados parroquianos!,entre todos ellos elaboran una masa grumosa y sin levadura. No debemos olvidar que el pegajoso Estatut fue una necesidad de los políticos, que decidieron inaugurar una pastelería en un país de diabéticos para repartirse el poder. La situación actual del pastel es sabrosa, ya que ahora algo ridículo depende de un órgano jurídico desprestigiado por sus querellas intestinas, trapicheos y pasteleos varios. Sin embargo es lógico, meine Damen und Herren, porque comenzaron a preparar la masa sin disponer de todos los ingredientes necesarios, y las esperas y dilaciones dieron al traste con lo que tenía que ser un roscón magnífico: la corona del rey de los bobos.
En el bol ZP nos encontramos con juristas impresentables, políticos cantamañanas, nacionalistas tramposos y un país atrapado en el tamiz de sus miedos. Además, la materia prima de los ingredientes es mala, muy mala: un socialismo catalán que se hizo con las redes de corrupción del franquismo y las perpetuó; unos nacionalistas que ahora dicen sí como antes decían no, es una manera curiosa de construir una nació; un incauto Maragall que ya entonces demostró que sus neuronas tenían la consistencia del merengue; y unos clientes que decidieron no comprar la repostería de esa caterva de pelmazos enharinados. Al igual que en anteriores ocasiones, ZP pretende regenerar una crema cortada y con salmonelosis mediante sus trucos, pero esta vez el uso del almidón no le servirá de nada, porque su auténtica intención— convertir el nacionalismo catalán en un sucedáneo — es evidente. Él, no obstante, porfía en el éxito de la galleta rancia, y no duda en impulsar lo que podríamos denominar el nacionalismo charnego: Montilla, Chacón, Corbacho, etc. Algo así no es del agrado de CiU, la única que se considera con derecho a batir los huevos; pero no puede decir nada porque perdería votos y debe limitarse a dejar que las declaraciones en contra las hagan personas que ya no ocupan cargos públicos. Triste papel, queridos lectores: pasar de batir huevos a separar las yemas de las claras y después recoger las cáscaras. El pobre Artur Mas debería comprender que ZP es un turista sexual de la coherencia y la credibilidad y que sus promesas equivalen a una plaga de tuberculosis, fiebres y ardores estomacales. En la actualidad y para cocer el pastel del Estatut, los diletantes de la pastelería contrataron el horno del Tribunal Constitucional, órgano éste que hará lo de siempre: añadir serrín en lugar de harina; sustituir el azúcar por sacarina, la mantequilla por margarina y el chocolate por grasa de cacao; y utilizar con profusión la manga pastelera para decorar el comistrajo. Con independencia de la decisión de los pasteleros de negro, yo propondría que los catalanes repitan el referéndum: subiría el mousse de la abstención. Como goloso empedernido que soy, creo que es una lástima semejante derroche, porque lo que tenía que ser un pastel esponjoso se ha convertido en un bizcocho reseco y lleno de gorgojos. Así son las cosas con ZP, meine Damen und Herren, un hombre que es incapaz de limpiar alguno de los utensilios con los que elabora extraños pasteles. Una vez más no lo tendremos en cuenta porque intuimos que detrás de un mediocre siempre se erige una tapia que le impide la huída; aunque sea de una pastelería.

Foto: Pasteles, pasteleros y pasteleos.

Freitag, Mai 02, 2008

UNÍOS PARIAS DE LA TIERRA



SINDICATO: 1. m. Asociación de trabajadores para la defensa y promoción de sus intereses.

Las manifestaciones sindicales del 1 de mayo me recuerdan a la música de Ray Conniff: casposa, grotesca, rancia y mala, muy mala: ¡un auténtico pestiño, meine Damen und Herren! Los deleznables arreglos de Herr Conniff, cuyos coros tan almibarados situarían a las comedias de Rock Hudson y Doris Day en el cine neorrealista italiano, se adueñaron de los ascensores, salas de espera y ejercieron de hortera señor feudal en la música de ambiente; es decir: la que se oye pero no se escucha. No obstante, el perpetrador de melodías vendió más de 70 millones de discos. Ello nos demuestra que todo producto, con independencia de su calidad, tiene un público determinado.
Los sindicatos españoles son a los movimientos sociales lo que Ray Conniff fue a la historia de la música: una mala copia. Sin embargo me alegro de sus manifestaciones, porque el primer día de mayo es la única jornada en la que veo a un sindicalista trabajar. Sí, estimados parroquianos, resulta enternecedor verles parapetados detrás del burladero de la pancarta, aunque si ustedes miran por debajo de la misma, observarán que todos los que desfilan en la cabecera llevan los pantalones en los tobillos: quizá por eso escogen pancartas grandes. Si antes eran los empresarios los que vivían a costa de la clase obrera ahora son los sindicalistas, que se erigieron en una nueva categoría de funcionario. Todos ellos lucen sus tripas bien cebadas, su poca persuasión y nulo poder de convocatoria. Además no dudan en lanzar unas soflamas manidas, sin interés alguno para el auténtico trabajador y muy ajenas a la auténtica problemática que aflige a la clase obrera. Por ello, creo que ha llegado el momento de preguntarse ¿a quién representan los sindicatos? Sospecho que no es a los trabajadores, porque es difícil imaginarlo cuando consienten, o incluso defienden, una inmigración descontrolada que ha significado una contención salarial disimulada o una reducción de estipendios en determinados sectores. Asimismo, resulta curioso que siempre estén junto al PSOE, cuando fue dicho partido el que introdujo los contratos temporales, que permitían que un trabajador pudiera estar hasta siete años con esa nueva forma de esclavitud; o el mismo que modificó las bases reguladoras para el cálculo de la pensión, que pasó de los dos último años de vida laboral a los quince actuales; o que cambió la normativa para que las percepciones por desempleo estuvieran sujetas al IRPF. ¡Tierno, queridos lectores, muy tierno!, ¿a quién representan los sindicatos? Muy sencillo: al que los mantiene a golpe de subvención. Con todo y con eso debemos disculparlo, meine Damen und Herren, porque la alternativa para ellos es dura: mantenerse con las cuotas de los afiliados. ¿Pueden imaginar algo así?, yo soy incapaz de hacerlo.
En el colmo del esperpento, algo a lo que la izquierda española está abonada, el líder de CC.OO. advirtió que las pensiones no se podrían pagar en la siguiente década; pero…¿no eran los inmigrantes los que aseguraban el pago de dichas prestaciones? Supongo que ocurre lo de siempre: todo timo piramidal acaba por descubrirse. Les propongo un experimento: observen sus nóminas, y sumen la cantidad que les deducen como aportación a la Seguridad Social a la que su empresa cotiza por ustedes. ¿Se imaginan el rendimiento de la cantidad resultante en un plan de pensiones privado? No creo pecar de temerario si escribo que supondría el 40% de su salario mensual; y eso todos los meses, además con una gestión correcta del capital. ¿Firmarían?
Esos sindicalistas tan plebeyos y populacheros— un auténtico atentado al charme— no son más que una prolongación del PSOE en el ámbito laboral, una nueva versión de la carne de cañón que será lanzada cuando el adversario gobierne para dificultar su acción. ¡Tiernos mancebos, son tan dóciles! Sin embargo, la mansedumbre no se consigue con el látigo, sino con prebendas, patrimonios históricos, nepotismo, chanchullos varios con la formación de desempleados y extraños cometidos que desarrollan unas fundaciones aun más extrañas. ¡El capital corrompe, meine Damen und Herren!, de eso saben mucho los sindicatos, lo que ocurre es que a ellos les encanta ser corrompidos: toda puta tiene un precio.
Estoy seguro de que en los próximos meses serán los sindicatos los que aboguen por conceder el derecho de voto a los inmigrantes, que éstos sean explotados es lo de menos, lo importante es pagar los tributos al señor feudal o situarse debajo del somier para empujar cuando éste quiera ejercer el derecho de pernada.
Posiblemente haya llegado el momento de actuar de la misma manera que con la música de Ray Conniff: oír pero no escuchar. De todas formas me temo que es imposible: todo producto tiene su clientela.

APOSTILLA: Disculpen mi descortesía por añadir una perpetración musical de Ray Conniff, meine Damen und Herren; aunque a lo mejor descubren algo nuevo en sus gustos.

Foto: ¡Viva el fin de la opresión!