PASTEL:
10. m. coloq. Beneficios, económicos o de poder, especialmente cuando son susceptibles de reparto.
Durante varios años anidó en mi pensamiento el ser pastelero; sí, meine Damen und Herren, ésa es mi vocación secreta. Mientras que mis compañeros de estudios soñaban con ser abogados, médicos o economistas, yo me imaginaba en mi pastelería— pequeña, coqueta y selecta— con las masas, cremas, harinas y azúcares. Sea como sea no pude cocer mi vocación en el horno apropiado y olvidé el asunto; ahora ejerzo el noble arte de la pastelería como un amateur, y los que degustan mis creaciones se muestran satisfechos, me dedican todo tipo de parabienes.
Uno de mis pasteleros más admirado es José Luis Rodríguez, el Puma, aunque sus obras resultan comistrajos incomibles que adorna con bazofias extrañas; siempre con la manga pastelera, eso sí. Las cremas se le agrian, los caramelos truecan el dulzor por la amargura del azúcar requemado, el chocolate de cobertura no adquiere la textura adecuada, y combina los sabores con un deformado sentido del gusto. Una de sus tartas, que se pudre en el escaparate desde hace meses, cambió el surtido de frutos del bosque por uno de mohos del encinar: el Estatut de Catalunya.
Quizá sea este tema el que nos permite comprobar el concepto que ZP y sus genuinos colegas de obrador tienen de la política: pâtisserie au marché. ¡Impagable, estimados parroquianos!,entre todos ellos elaboran una masa grumosa y sin levadura. No debemos olvidar que el pegajoso Estatut fue una necesidad de los políticos, que decidieron inaugurar una pastelería en un país de diabéticos para repartirse el poder. La situación actual del pastel es sabrosa, ya que ahora algo ridículo depende de un órgano jurídico desprestigiado por sus querellas intestinas, trapicheos y pasteleos varios. Sin embargo es lógico, meine Damen und Herren, porque comenzaron a preparar la masa sin disponer de todos los ingredientes necesarios, y las esperas y dilaciones dieron al traste con lo que tenía que ser un roscón magnífico: la corona del rey de los bobos.
En el bol ZP nos encontramos con juristas impresentables, políticos cantamañanas, nacionalistas tramposos y un país atrapado en el tamiz de sus miedos. Además, la materia prima de los ingredientes es mala, muy mala: un socialismo catalán que se hizo con las redes de corrupción del franquismo y las perpetuó; unos nacionalistas que ahora dicen sí como antes decían no, es una manera curiosa de construir una nació; un incauto Maragall que ya entonces demostró que sus neuronas tenían la consistencia del merengue; y unos clientes que decidieron no comprar la repostería de esa caterva de pelmazos enharinados. Al igual que en anteriores ocasiones, ZP pretende regenerar una crema cortada y con salmonelosis mediante sus trucos, pero esta vez el uso del almidón no le servirá de nada, porque su auténtica intención— convertir el nacionalismo catalán en un sucedáneo — es evidente. Él, no obstante, porfía en el éxito de la galleta rancia, y no duda en impulsar lo que podríamos denominar el nacionalismo charnego: Montilla, Chacón, Corbacho, etc. Algo así no es del agrado de CiU, la única que se considera con derecho a batir los huevos; pero no puede decir nada porque perdería votos y debe limitarse a dejar que las declaraciones en contra las hagan personas que ya no ocupan cargos públicos. Triste papel, queridos lectores: pasar de batir huevos a separar las yemas de las claras y después recoger las cáscaras. El pobre Artur Mas debería comprender que ZP es un turista sexual de la coherencia y la credibilidad y que sus promesas equivalen a una plaga de tuberculosis, fiebres y ardores estomacales. En la actualidad y para cocer el pastel del Estatut, los diletantes de la pastelería contrataron el horno del Tribunal Constitucional, órgano éste que hará lo de siempre: añadir serrín en lugar de harina; sustituir el azúcar por sacarina, la mantequilla por margarina y el chocolate por grasa de cacao; y utilizar con profusión la manga pastelera para decorar el comistrajo. Con independencia de la decisión de los pasteleros de negro, yo propondría que los catalanes repitan el referéndum: subiría el mousse de la abstención. Como goloso empedernido que soy, creo que es una lástima semejante derroche, porque lo que tenía que ser un pastel esponjoso se ha convertido en un bizcocho reseco y lleno de gorgojos. Así son las cosas con ZP, meine Damen und Herren, un hombre que es incapaz de limpiar alguno de los utensilios con los que elabora extraños pasteles. Una vez más no lo tendremos en cuenta porque intuimos que detrás de un mediocre siempre se erige una tapia que le impide la huída; aunque sea de una pastelería.
Foto: Pasteles, pasteleros y pasteleos.