Donnerstag, August 30, 2007

SUPERLATIVO


SUPERLATIVO: 1. adj. Muy grande y excelente en su línea.


En el Berlín de los años 20 y en la España de los 40, se produjo una extraña deformación del lenguaje que se denomina «superlativo comercial». Con la intención de ahorrarles farragosas explicaciones, les pondré tres ejemplos: Palacio de la lencería; esculpido a navaja al servicio del arte capilar; pastelería del mundo. Era indiferente que el pretendido palacio sólo exhibiera en su escaparate dos bragas raídas y tres sujetadores viejos, o que el escultor capilar fuera manco, tuerto, mutilado de guerra y ejerciera en una barbería de barrio; y, peor aún, que la confitería elaborase las viandas con serrín en lugar de harina y polvo de mármol por azúcar. En todos los casos sólo anidaba una intención: la exageración; que también podríamos denominar amor por lo colosal, o intención de ocultar lo mísero. En definitiva: vender la tara por perfección.
ZP, el Deprimidillo, hubiera sido un buen comerciante berlinés de la época. Si algo tiene de superlativo, al margen de la estolidez, es la capacidad para crear términos pomposos cuyo fin es traslapar las carencias. No se preocupen, meine Damen und Herren, no transcribiré ninguno. Además, una de sus últimas declaraciones me despertó una pueril ternura: «se duerme fenomenal». Después de leerlo, el desconcierto me visitó, pero no por la sinceridad sino por la sorpresa, ya que yo no tenía constancia de que ZP, el Melindro, estuviera despierto en alguna ocasión.
Sea como sea, la costumbre del superlativo comercial ha regresado a España. El último ejemplo lo tenemos en Rosa Díez y en ese sujeto de extraño frontis y más extraña filosofía, que atiende por el nombre de Fernando Savater. Ambos, que son profesionales del sufrimiento (recuerden el término porque será el título de un próximo escrito), han decidido impulsar un engendro político defectuoso. Tan es así, que han acudido al superlativo comercial para vestir con la toga de la dignidad lo que es una traca valenciana: estruendo y humo. De igual manera y fieles al superlativismo, prometen mucho, aunque harán lo de siempre: venderse al mejor postor.
Mientras escribo estas líneas, estoy convencido de que ZP, el Somnoliento, se ríe a mandíbula batiente de las predicciones que los agoreros miopes del PP han lanzado sobre la nueva formación política— sí, supongo que puede denominarse así—, ya que lo único que esconde el nuevo trile es el afán de mantener los votos que el PSOE podría perder en las próximas elecciones generales. Antes de la tramoya, las palabras de Rosa Díez me parecieron coherentes y llenas de sentido, pero ahora, al vislumbrar el nuevo derrotero, he comprendido que estamos ante lo mismo de siempre: seguir agarrado a la ubre. Es triste pero cierto, estimados lectores. No obstante, debemos ser comprensivos: las elecciones se acercan y el riesgo de quedar fuera del reparto amenaza.
Si Frau Díez y el adonis vasco pretenden luchar contra las ideas de ZP, el Sopores, ya existe un partido que lo hace; entonces…¿por qué no apoyar esos postulados? ¡Ah, meine Damen und Herren!, los socialistas españoles y su patriotismo de todo a cien. Aunque ustedes no se lo crean, la pamema perjudica más al PP que al PSOE: tiempo al tiempo.

En el escrito que les he prometido — Profesionales del sufrimiento—, entraremos al detalle. De momento, dejemos que Díez y Savater apliquen el superlativo comercial: «Zapatero no es de fiar»; «los ciudadanos son lo primero»; «al servicio de los ciudadanos»; «banderín del nuevo partido»; etc. Aunque ustedes no lo crean, ellos siempre encontrarán un comprador: ¿será que el superlativo comercial funciona?

APOSTILLA: Violeta, la fiscal que desbancará a Conde Pumpido e impulsora del blog Diario de una opositora ha tenido a bien conceder otro Thinking Blogger Award a este modesto feuilleton. Nicholas Van Orton, el lego eterno, agradece el detalle y recoge el premio con una sonrisa de satisfacción. Si ustedes me lo permiten, meine Damen und Herren, prescindiré de la transmisión del galardón, ya que las bitácoras que suelo leer ya han sido premiadas y no quiero parecerme a ZP, que todo lo repite varias veces. Por ése motivo, me permito premiar a los lectores de Josephsplatz, Das berliner Feuilleton, porque son ellos los que en muchas ocasiones, con sus comentarios, me hacen reflexionar.


Foto: Y Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. ( Génesis 1:26) ¿Seguro?

Dienstag, August 28, 2007

EL PREMIO




PREMIO : 1. m. Recompensa, galardón o remuneración que se da por algún mérito o servicio.


No les mentiré, meine Damen und Herren: me encanta recibir premios. En algún caso es por pura vanidad, para qué disimular, pero en otras se debe a la sinceridad del galardón y a la ausencia de intereses espurios. En esta ocasión, Samuel, el creador del blog El ojo derecho, ha considerado que este modesto feuilleton virtual merecía el Thinking Blogger Award. Nicholas Van Orton, el fiel esbirro, recoge el galardón con gusto y agradece la generosidad del otorgante, así como la fidelidad de los lectores de Josephsplatz, Das berliner Feuilleton, ya que son ellos los que dan sentido a mis escritos y aumentan el magro interés de este lugar.
Ahora, sin embargo, llega la tarea más ardua para el galardonado: traspasar el testigo. Por lo que he podido averiguar, el Thinking Blogger Award se concede a las «bitácoras» que más pensamientos generan. Después de reflexionar sobre la premisa, entendí quién debía ser el destinatario del premio. Con todo y con eso, antes de desvelar el nombre del afortunado me gustaría glosar sus virtudes.
El autor del blog que propongo nos ha demostrado que la emasculación intelectual existe y que no tiene pudor alguno en exponer en público sus incapacidades. De igual manera, con su estulticia de palurdo ha destrozado el adagio que explica que determinadas ideas envejecen en segundos, ya que las suyas nacen muertas y no deben anotarse en ningún folio, sino en el legajo de abortos. Con su pedestre prosa y arruinada prosodia, pretende iluminar facetas de la realidad que al resto de los mortales les pasan desapercibidas; pero las aborda con la bizarría del paleto, que suele ir cogida de la mano con la vacuidad, cuando no de la sandez. Sus brillantes escritos han demolido los géneros literarios y nos han hecho comprender que sólo hay talentos y textos; aunque en su caso, ambos son el síntoma de una constipación mental aguda. Su analfabetismo funcional y su majadería se asemejan a un paquete vacío de café molido: propinas un golpe y todavía cae algo. En definitiva, estimados parroquianos, todo él se parece a un hueso para el caldo: barato y con poca sustancia.
Por el contrario, es cierto que su blog heterodoxo nos provee de reflexiones que podríamos condensar en una pregunta: ¿Cómo es posible? Sí, queridos parroquianos, ¿cómo es posible? Una pregunta simple a la que corresponde una respuesta compleja, o quizá no tanto.
Llegado este punto, Josephsplatz, Das berliner Feuilleton, se complace en conceder el Thinking Blogger Award a El cuaderno de Pepe Blanco. De todas formas, debemos señalar que nunca antes un apellido había resultado tan característico de su dueño.
Nicholas Van Orton felicita al ganador y transmite su más sentido pésame a los sufridos españoles que padecen las deposiciones mentales de tan ilustre sujeto.
Ahora, meine Damen und Herren, les ruego que se incorporen, afinen sus voces y entonen con la profundidad que surge de las catedrales del saber — las universidades— el Gaudeamus Igitur en honor del laureado Herr Blanco. Consideren, sin embargo, que realizamos una obra de caridad, ya que el finado mental será la única vez en su vida que lo escuchará en su honor. En cuanto a las condiciones de transmisión del premio, creo que debemos disculparle de la lectura: comenzar con una subordinada condicional es demasiado para él y no quiero ser el causante de un colapso; no olviden que todo hombre tiene un límite. Lógicamente, el de Herr Blanco está a ras de suelo y adobado con mucha sal; en este caso gorda. Por favor, meine Damen und Herren:

Gaudeamus Igitur
Iuvenes dum sumus
Post iucundam iuventutem
Post molestam senectutem
Nos habebit humus…


Foto: A great moment. Norman Rockwell.