EL HUERFANITO.
HUÉRFANO: 3. adj. Falto de algo, y especialmente de amparo. En aquella ocasión quedó huérfana la ciudad.
No me canso de observar a Hanna, meine Damen und Herren; aunque más bien creo que es ella la que no me quita ojo. A diario, busco en sus facciones rasgos familiares de mis ancestros, gestos que por conocidos podré imbricar en el físico de algún pariente, rasgos que me anticipen algo de su personalidad o talentos. En definitiva, estimados parroquianos, reconozco que sólo persigo satisfacer mi curiosidad, y en vista del poco éxito cosechado hasta el momento, ahora me dedico a mirar, tan sólo a mirar. Sea como sea, entiendo que la vida de un bebé nos puede resultar…cómo expresarlo…aburrida. Ahora bien, ese despertar a la vida entre pañales, baños, arrumacos y onomatopeyas deviene en un parque de atracciones si lo comparamos con la existencia de nuestro siempre admirado José Luis Rodríguez, el Puma, un hombre que se extraviaría en una escalera de caracol. Después del enésimo ridículo de ese charlatán de barraca de feria el pobre se pasea por el mundo con aspecto de huerfanito, aunque no es tan evidente como el de los que antes— organizados en una ilustre gañanía— reían los garbos de un anormal que se maceró en su propia borrachera, en su desbarre, en su sempiterno derrapar. Ni siquiera esos experimentos de «ingeniería social» con «los indignados» —¡Qué poco charme! ¿Cuándo es el entierro de la…spanish revolution?— dieron frutos; más bien nos retrotrajeron a la idiosincrasia del ajo cabañil, el cochifrito, el higate, los torreznos, la fritanga, el burro de Torremolinos, el botijo, el «ahí me las den todas» y el «¿qué hay de lo mío?»; en definitiva, meine Damen und Herren, un botellón con marchamo de…potaje revolution. No obstante, queridos lectores, Rodríguez, nuestro amado huerfanito, no renuncia a su gramática parda y repleta de embustes, prestidigitaciones bocazas y entusiasmo de campanario. Al contrario que ustedes, estimados parroquianos, abogo por la continuidad de Rodríguez al frente del Gobierno, ya que con un interés casi antropológico quiero averiguar hasta dónde es capaz de demoler las instituciones de una nación un mamarracho que rezuma pura mediocridad por cada uno de sus poros. No se solivianten ni desazonen por mi deseo, meine Damen und Herren, tengan presente que Frau Merkel y los tacones de Sarkozy velan por ustedes. Aun así, a nuestro amado huerfanito le espera el navajeo político de sus propias filas y una lección magistral sobre cómo hacer leña del alcornoque caído. El hacha y las albaceteñas de siete muelles las empuñarán los que antes se regodeaban en la frivolidad del ignorante con ínfulas— los que medraban en definitiva—, los que confundían las perogrulladas de un incapaz con sabiduría— el Bo(r)bón por ejemplo—, y los que justificaban por su propio interés la prostitución de la Justicia (reconozco que a esos no les cuesta mucho hacer…la carrera), la Constitución y el enfrentamiento entre españoles. Atrás quedan las toneladas de guata con las que se intentó dar forma a un pelele ridículo o a un bocazas que confunde la prosodia con el diámetro necesario para practicar la felación sin seccionar frenillos. ¡Ayyyyy, qué dolor! En fin, meine Damen und Herren, dejaremos que el huerfanito y los huérfanos[ Pajín; Pepiño; Trini, la chacha para todo; Salgado (sigo sin imaginármela en plena coyunda)]; y todo ese aquelarre de incapaces vaguen a la búsqueda de un padre adoptivo, o putativo, que es el papel que mejor representa Rubalcaba. ¡Qué pena provocan los huerfanitos, queridos lectores!, mi corazón está hecho añicos. No somos nadie.
No me canso de observar a Hanna, meine Damen und Herren; aunque más bien creo que es ella la que no me quita ojo. A diario, busco en sus facciones rasgos familiares de mis ancestros, gestos que por conocidos podré imbricar en el físico de algún pariente, rasgos que me anticipen algo de su personalidad o talentos. En definitiva, estimados parroquianos, reconozco que sólo persigo satisfacer mi curiosidad, y en vista del poco éxito cosechado hasta el momento, ahora me dedico a mirar, tan sólo a mirar. Sea como sea, entiendo que la vida de un bebé nos puede resultar…cómo expresarlo…aburrida. Ahora bien, ese despertar a la vida entre pañales, baños, arrumacos y onomatopeyas deviene en un parque de atracciones si lo comparamos con la existencia de nuestro siempre admirado José Luis Rodríguez, el Puma, un hombre que se extraviaría en una escalera de caracol. Después del enésimo ridículo de ese charlatán de barraca de feria el pobre se pasea por el mundo con aspecto de huerfanito, aunque no es tan evidente como el de los que antes— organizados en una ilustre gañanía— reían los garbos de un anormal que se maceró en su propia borrachera, en su desbarre, en su sempiterno derrapar. Ni siquiera esos experimentos de «ingeniería social» con «los indignados» —¡Qué poco charme! ¿Cuándo es el entierro de la…spanish revolution?— dieron frutos; más bien nos retrotrajeron a la idiosincrasia del ajo cabañil, el cochifrito, el higate, los torreznos, la fritanga, el burro de Torremolinos, el botijo, el «ahí me las den todas» y el «¿qué hay de lo mío?»; en definitiva, meine Damen und Herren, un botellón con marchamo de…potaje revolution. No obstante, queridos lectores, Rodríguez, nuestro amado huerfanito, no renuncia a su gramática parda y repleta de embustes, prestidigitaciones bocazas y entusiasmo de campanario. Al contrario que ustedes, estimados parroquianos, abogo por la continuidad de Rodríguez al frente del Gobierno, ya que con un interés casi antropológico quiero averiguar hasta dónde es capaz de demoler las instituciones de una nación un mamarracho que rezuma pura mediocridad por cada uno de sus poros. No se solivianten ni desazonen por mi deseo, meine Damen und Herren, tengan presente que Frau Merkel y los tacones de Sarkozy velan por ustedes. Aun así, a nuestro amado huerfanito le espera el navajeo político de sus propias filas y una lección magistral sobre cómo hacer leña del alcornoque caído. El hacha y las albaceteñas de siete muelles las empuñarán los que antes se regodeaban en la frivolidad del ignorante con ínfulas— los que medraban en definitiva—, los que confundían las perogrulladas de un incapaz con sabiduría— el Bo(r)bón por ejemplo—, y los que justificaban por su propio interés la prostitución de la Justicia (reconozco que a esos no les cuesta mucho hacer…la carrera), la Constitución y el enfrentamiento entre españoles. Atrás quedan las toneladas de guata con las que se intentó dar forma a un pelele ridículo o a un bocazas que confunde la prosodia con el diámetro necesario para practicar la felación sin seccionar frenillos. ¡Ayyyyy, qué dolor! En fin, meine Damen und Herren, dejaremos que el huerfanito y los huérfanos[ Pajín; Pepiño; Trini, la chacha para todo; Salgado (sigo sin imaginármela en plena coyunda)]; y todo ese aquelarre de incapaces vaguen a la búsqueda de un padre adoptivo, o putativo, que es el papel que mejor representa Rubalcaba. ¡Qué pena provocan los huerfanitos, queridos lectores!, mi corazón está hecho añicos. No somos nadie.
Foto: Rodríguez, el huerfanito, muestra sus éxitos.
2 Comments:
Spanish Revolution is Spanish Free Camping.
A lo mejor es la nueva campaña para reactivar el turismo, simio. Edificante, edificante...
Saludos y no te atiborres de plátanos.
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