CIRQUE DU SOLEIL (1): DE POTAJES.
Los potajes no son de mi agrado, meine Damen und Herren; me resultan…cómo expresarlo…comistrajos carcelarios o ranchos cuarteleros. Aun así, en una ocasión cometí la temeridad de aceptar una invitación para degustar una «olla podrida» en un restaurante burgalés. Al aroma pungente de la liebre troceada que flotaba en el guisote, los trozos de oreja de cerdo y al color sanguinolento con el que las alubias pintas tiñeron el mejunje, tuve que añadir algo aún más flatulento: observar a Herr Corcuera en la mesa contigua. ¡Qué espectáculo, un auténtico potaje!; me refiero a sus modales en la mesa y su físico simiesco, claro está. Sea como sea, no tuve más remedio que pretextar un agravamiento de una inventada dolencia gástrica y meter mano a la fuente de cigalas— auténticos «monstruos» de más de un palmo— que desde mi derecha no dejaba de tentarme: el trueque me satisfizo. No obstante, estimados parroquianos, el perfume del comistrajo todavía me persigue; tan es así que esa fragancia hedionda fue el último clavo en el ataúd de los potajes: nunca más me arriesgaré; descansen en paz. Sin embargo, meine Damen und Herren, en los últimos días recuperé mi malsana curiosidad por esas bazofias; en concreto por un nuevo bodrio: ¡la potaje revolution! Sí, ya saben, ese espectáculo que unos gañanes protagonizan en la Puerta del Sol y otras plazas. Les ruego, queridos lectores, que no lo confundan con el Cirque du Soleil, aunque algo de circo, carpas, desarraigo, malabarismos y ociosidad contiene el pasatiempo. Sobre higiene, modales, cultura, porte indumentario, savoir-faire, elegancia y charme no añadiré nada, queridos lectores; aún recuerdo las palabras de uno de mis profesores: «Lo evidente ni se menciona ni se discute». Danke, Herr Professor! Con todo, estimados parroquianos, es difícil no imaginarse el olor a lana de la Mesta de tercera categoría que emana de esos ganapanes. ¿No podría Roger&Gallet regalar unos metros cúbicos de L’Homme?; aunque fuera con aspersores. No, me temo que es irrealizable.
Mi fascinación por España reside, entre otras cuestiones, en una idea que martillea mi mente: es un país donde todo lo descomunal tiene acomodo; sobre todo las mentiras descomunales. Al enterarme de la creación de ese movimiento «espontáneo y ciudadano», el impulso de viajar a España me asaltó, no necesitaba muchas cosas: una peluquería que convirtiera en rastas mi cabello; un donante de caspa y grasa; una camiseta imperio de color violeta— por las imágenes de televisión entendí que puedo prescindir de ella—; dejar que la roña bordara mi piel; calzar unas Adidas Moisés—andalias con reminiscencias bíblicas— para que el cuarteado mugriento de los talones quedara al descubierto; y atronar al personal a través de mi WhatsApp con diatribas sobre «el capital», «el sistema» y cualquier cuestión que justifique mi gandulería y el magro resultado que se obtiene después de tocarse los cojones durante años. No se escandalicen, queridos lectores, yo no soy el que reparte «los papeles» en el mundo. Comoquiera que mi sentido común venció al poco idealismo que poseo, decidí no viajar y dedicarme al noble arte de la observación televisiva: portavoces que a duras penas hilvanaban una idea coherente y comprensible; el espectáculo de los tercermundistas habituales; jubilados ociosos; una morralla vociferante que agitaba las manos ante cualquier propuesta desatinada; carteles ¿? con unos eslóganes que convertirían al cine de Buñuel en género neorrealista; y la grey de noctámbulos de fin de semana que pasaba por allí, supongo que para «levantarse» una chati sin depilar o realizar la fotografía de rigor para después decir aquello de «yo estuve allí; si te contara». Estoy convencido, estimados parroquianos, de que el candidato del PSOE explicará dentro de unos años que….estuvo allí». Una vez más, meine Damen und Herren, España genera un espectáculo impropio de un país que aspira a ser tomado en serio y que suplica credibilidad a voces. Ahora, bien, meine Damen und Herren, ya que escribo la palabra «voces», debo formularles una pregunta: ¿No existen más voces que las de esos desastrados?
Foto: Una familia de indignados se prepara para ingresar en el cirque du soleil. Falta uno, pero ése hace tiempo que quedó…«indignado».
2 Comments:
'¿No existen más voces que las de esos desastrados?'
Me da que la mayoría no puede ni hablar porque tiene los coj*nes de corbata.
No falta mucho para que los expañolitos estemos otra vez a palos.
Y pensar que hay gente que queire ver en "eso" una situación prerevolucionaria. Madre mía con estos no vamos ni a la vuelta de la esquina. Nos esperan tiempos very hard.
Otra cosa Herr Orton ya puedo decir eso de ich bin ein berliner (se dice así), no me extraña que Kennedy lo dijera, que pedazo de ciudad. Y lo más familiar: en la parada del U-Bahn del estadio olímpico un cartel anunciando la actuación de Max Raabe para agosto. Mi hijo y yo dábamos saltos de alegría y nos fotografiamos junto a él. Gracias por ponerlo en la entradilla de la página.
Saludos.
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