BRUCE LEE.
Las películas protagonizadas por Bruce Lee y algunos de sus sosías me parecen un muermo ridículo, meine Damen und Herren: los repetitivos esquemas de sus argumentos, unos diálogos que parecen surgir del talento literario de Pepiño Blanco y la expresividad excesiva de los actores— más propia del cine mudo o del rostro de Leire Pajín— resultan un plato indigestible. Además, esas escenas en las que el protagonista debe curtir el lomo a una legión de malvados mediante hostias como templos alcanzan el grado de grotesco. Chinos, chinos y más chinos (quizá siempre es el mismo) se abalanzan sobre Bruce Lee mientras éste les propina una ración de collejas, hostias, bofetones, tabanazos y cachetes en ritmo de tres por cuatro y en clave de sol. Asimismo, la retahíla de perogrulladas que se reviste de filosofía oriental hace indispensable una buena ración de bicarbonato para soportar una de esas películas.
Ayer, sin embargo, observé que el Canal Internacional de RTVE emitía una película de chinos, o mejor dicho, de gente que engañan como a chinos, y decidí verla con mi mejor predisposición, ya que el título me atrajo: Tengo una pregunta para usted. Es evidente que me equivoqué, estimados parroquianos, porque no aparecía Bruce Lee, sino un tipo más adecuado para interpretar otro tipo de película de chinos: El mono borracho en el ojo del tigre; es decir: nuestro siempre admirado José Luis Rodríguez, el Puma.
Por lo pronto me resulta llamativo que se venda como un ejercicio de valentía— dar la cara ante los ciudadanos— lo que es una estafa al sistema democrático y una exposición de la cobardía característica de ZP, que rehuye comparecer en el parlamento con la misma vehemencia con la que el malo de la película de Bruce Lee ataca una y otra vez. Con su talento de contendor de reciclaje o de hueso de jamón mondo, ZP lanzó carnaza para aquellos majaderos que todavía estén dispuestos a creerse cualquier majadería; siempre y cuando, claro está, lo diga ZP. Aun así, meine Damen und Herren, reconozco que sus mentiras y bobadas son creíbles; lo increíble, por el contrario, es que todavía alguien le dé credibilidad. De la misma forma, el pobre inepto demostró otra vez que no es un buen actor, le resulta imposible memorizar el diálogo y las acotaciones de movimiento del guión. Debido a ello, observamos las convulsiones de un hombre espástico, cuya tensión facial, ojos apagados, labios estragados y ojeras en cuarto creciente evidencian que el infeliz no da para más: demasiados chinos para tan poco arroz.
Me sorprendió observar la decrepitud de lo que antaño fue un payaso risueño, y eso que todo estaba a su favor: preguntas conocidas de antemano; un componente emocional para ablandar nuestros corazones (cura, amas de casa con problemas económicos, pequeños empresarios con el agua al cuello, etc.); y un presentador que ejerció de cuadrilla taurina: siempre estaba al quite. Entre balbuceos, neumas, renuncias, mentiras y el amplio abanico de perogrulladas que una inteligencia tan discreta genera, ZP habló mucho para no decir nada: «Cuando salgamos de la crisis empezaremos a crear empleo»; «todo tiene un principio y un final». Supongo que esas dos frases forman parte de la filosofía oriental de ése político con talento Feng Shui aunque recubierto con el mismo lacado del pato Pekín.
La inclusión de una deficiente mental entre el público fue un truco muy ladino, estimados parroquianos; pero también rastrero y sórdido, quizá tanto como mencionarlo en el presente escrito. Supongo que en el próximos días conoceremos el puesto de trabajo que la magnanimidad de ZP— me extraña que José Bono no se haya adelantado— ha conseguido para la muchacha; lógicamente con foto ad hoc. Semejante vileza abre una peligrosa escalada, ya que en la próxima ocasión en la que ZP se vea acorralado por los acontecimientos y necesite «dar la cara», las gradas se llenarán de leprosos, tullidos, ciegos y sordos, que acudirán a escuchar el sermón del nuevo mesías para que éste les toque con su verbo y sane sus enfermedades. ¡Más cerca de ti, Señor, más cerca de ti! Incluso no descarto que alguna ninfómana se lance a la bragadura de ZP al grito de ¡hazme tuya y poséeme, riega mis entrañas con tu vigor varonil!
Con todo y con eso, meine Damen und Herren, la joven que padece síndrome de Down cometió un error, y fue cuando dijo que al mirar el hemiciclo no ve a nadie que sufra su misma enfermedad. Yo le pido que se fije más, que mire con atención, y descubrirá que hay muchos. En cualquier caso, supongo que a ella, cuando observa a los políticos en sus escaños, le ocurre lo mismo que a mí con los chinos: todos me parecen idénticos; excepto Bruce Lee, la lástima es que sus películas me desagradan.
Foto: Cartel anunciador del programa Tengo una pregunta para usted.
La inclusión de una deficiente mental entre el público fue un truco muy ladino, estimados parroquianos; pero también rastrero y sórdido, quizá tanto como mencionarlo en el presente escrito. Supongo que en el próximos días conoceremos el puesto de trabajo que la magnanimidad de ZP— me extraña que José Bono no se haya adelantado— ha conseguido para la muchacha; lógicamente con foto ad hoc. Semejante vileza abre una peligrosa escalada, ya que en la próxima ocasión en la que ZP se vea acorralado por los acontecimientos y necesite «dar la cara», las gradas se llenarán de leprosos, tullidos, ciegos y sordos, que acudirán a escuchar el sermón del nuevo mesías para que éste les toque con su verbo y sane sus enfermedades. ¡Más cerca de ti, Señor, más cerca de ti! Incluso no descarto que alguna ninfómana se lance a la bragadura de ZP al grito de ¡hazme tuya y poséeme, riega mis entrañas con tu vigor varonil!
Con todo y con eso, meine Damen und Herren, la joven que padece síndrome de Down cometió un error, y fue cuando dijo que al mirar el hemiciclo no ve a nadie que sufra su misma enfermedad. Yo le pido que se fije más, que mire con atención, y descubrirá que hay muchos. En cualquier caso, supongo que a ella, cuando observa a los políticos en sus escaños, le ocurre lo mismo que a mí con los chinos: todos me parecen idénticos; excepto Bruce Lee, la lástima es que sus películas me desagradan.
Foto: Cartel anunciador del programa Tengo una pregunta para usted.