Freitag, Juni 01, 2007

ENDE


En esta semana postelectoral impera una cierta calma chicha. Es lógico: los municioneros deben proveernos de proyectiles; la baqueta limpiar las ánimas de los fusiles; el roquete acariciar el interior de los obuses; y las tropas fumar unos pitillos junto a los camaradas. Es lo habitual en la vanguardia. En cambio, Josephsplatz, Das berliner Feuilleton, se traslada a la retaguardia. Viajes, nuevos proyectos y otro tipo de lectores me esperan. Así y todo, este modesto espacio no se cierra; ni mucho menos. Consideren que es una primera etapa que concluye y que, a su vez, dará paso a una nueva. Quisiera agradecerles, una vez más, su fidelidad; paciencia; interés; comentarios; y sus visitas al feuilleton berlinés del espacio virtual. Asimismo les deseo los mayores éxitos en cuantos proyectos acometan: estudios, trabajo, oposiciones, etc.
Dentro de poco nos volveremos a encontrar; el lugar lo hemos fijado de antemano: Josephsplatz, Das berliner Feuilleton.
Foto: Algunos pensaron que Harry Lime, el tercer hombre, había desaparecido; pero regresó.

EXPERIMENTE? NEIN DANKE


SOUFFLÉ: 1. adj. Dicho de un alimento: Preparado de manera que quede inflado.

A la hora de escribir sobre los políticos españoles y establecer varias categorías siempre me asalta la misma duda: ¿Cuántas clases instituir? La lista podría ser larga o tediosa, pero con el ánimo de resumir creo que encontré dos tipos: químicos y cocineros. El «político químico» se caracteriza por tener una sólida formación y una acreditada experiencia: conoce los elementos, su estructura, la utilidad de cada uno de ellos, las compatibilidades y, en definitiva, intenta buscar nuevas aplicaciones o provechos a conceptos ya conocidos. Un ejemplo de lo anterior podría ser Mariano Rajoy. Por el contrario, el «político cocinero» lo ignora todo—aunque él no es consciente o no quiere serlo—, y se cree poseedor de un maravilloso don que siempre le indicará cuál es el experimento correcto. Además, hasta bautiza a su mágico instinto con un extraño nombre: baraka. Un ejemplar axiomático lo encontramos en ZP, el Marchando. Él introduce en un matraz tomates, pepinos, cebolla y pimiento; después los tritura y luego añade el resto de ingredientes y los remueve con una varilla de cristal. No contento con eso, utiliza un viscosímetro para comprobar si está al punto; se lo bebe en un vaso de precipitados; y luego enciende el cigarrillo con un mechero Bunsen. Gracias a los artilugios utilizados y a la evaporación de su criterio, todo hay que decirlo, ZP se considera químico, cuando en realidad es un cocinero. Ése pobre hombre deberá aceptar que, en muchas ocasiones, vocación y talento no caminan cogidos de la mano.
El próximo político que debe entrar en el laboratorio es Mariano Rajoy. Los experimentos que le aguardan son complicados, sobre todo por la volubilidad de algunos elementos, necesarios sin embargo (Gallardón). Otros, a pesar de haber sido útiles y positivos, es mejor que reposen en la vitrina y sirvan como ejemplo para nuevos estudiantes (Aznar). Las substancias efervescentes debe dejarlas reposar en la nevera y alejadas de otros compuestos que pueden provocar una reacción (Aguirre). Los materiales combinados (Acebes y Zaplana) deben regularse mediante la pinza Hoftman con el fin de controlar su fluir. A pesar de que Mariano Rajoy es un buen químico, el experimento puede irse al traste por la contaminación de componentes ajenos: Savater, Díez, exaltados o nacionalistas ociosos pero con ganas de utilizar la balanza de precisión. Para todos ellos sólo existe una posibilidad: la cucharilla de combustión. Si algunos de ustedes, meine Damen und Herren, asiste al experimento de Rajoy, es mejor que tomen todas las precauciones: guantes, gafas y peto. De todas formas soy optimista: Rajoy es un «político químico».
El socialismo en Europa sufre un calmoso declive, ya que los electores desean mensajes claros, políticos de brega, soluciones para sus problemas y valentía para afrontar determinadas cuestiones. La época de los vende humo toca a su fin, y a ustedes, como en otras ocasiones, les llegará un poco más tarde. Dejemos, pues, que ZP juegue en su cocinita de madera y prepare otro soufflé; aunque me temo que los platos sucios deberán fregarlos ustedes.¡Qué divertido es el mundo de los políticos cocineros! Permitan que ZP vaya de «victoria» en «victoria» hasta la hecatombe. De todas formas, si Rodríguez se queda sin algún condimento en plena cocción, Rajoy no debe darle ninguna «tacita de sal».
Que ZP sea un infame cocinero tiene disculpa, pero no que carezca de previsión. Aunque bien pensado, queridos lectores, puede ser que los manjares que prepara Rodríguez sean de esos que están desestructurados y con demasiada química en su elaboración. No, no puede ser; ésa cocina es otra: la de los caraduras. ¿Deberé ampliar las categorías?
Foto: Yo nunca hago experimentos: siempre pido gin-tónic.