Samstag, Dezember 10, 2011

PTHIUS PUBIS.


LADILLA: 3. f. vulg. Arg.,Cuba, Ur. y Ven. Persona o cosa muy fastidiosa.

En una ocasión, meine Damen und Herren, una amigo al que denominaré M. para que ustedes no sepan que se llama Markus contrajo ladillas: ¡Qué poco charme! M. es un mujeriego, el inconveniente es que se muestra poco exigente o carente de talento para escoger a las afortunadas. Tan es así que fue una puta rumana—disculpen el pleonasmo—la que construyó una especie de batea de centollos diminutos en el pubis de mi amigo. Lo que para mí debía ser una anécdota o tema de mofa devino en tragedia por un motivo: M. descubrió a sus parásitos mientras estaba alojado en mi casa. Para mi pasmo y asombro, estimados parroquianos, comprendí que en la cama de la habitación que cedí a M. también dormía un rebaño de seres asquerosos, minúsculos y…¡contagiosos! Les reconozco que el pobre M. estaba azorado, queridos lectores, pero yo sólo pensaba en la manera de asegurarme de que esas bestias no se convertirían en realquilados con derecho a cocina. Además, cada vez que lo veía un extraño prurito me asaltaba al imaginar la situación; así que medité cuál debía ser mi forma de actuar. Descarté quemar a M. a lo bonzo, utilizar un lanzallamas o llenar la bañera con ácido sulfúrico y después sumergir a mi amigo. Huelga decir, meine Damen und Herren, que suprimí de mis ideas fumigar con gas porque eso en Alemania aún está mal visto; quizá por eso instalé una cocina eléctrica. Sea como sea, queridos lectores, yo debía afrontar un dilema: M. todavía permanecería en mi casa cuatro días y yo ignoraba qué hacer.
Un hombrecillo que nos provoca el mismo dilema es nuestro siempre admirado José Luis Rodríguez, el Puma, un mamarracho tan resistente, pegajoso y molesto como una ladilla. No obstante, es ahora cuando percibimos en todo su esplendor lo que mejor sabe hacer Rodríguez: ¡nada! Aunque ahora que caigo, sus ministros no le van a la zaga: unos viajan, otros duermen, los que más nunca despertaron y el resto deambulan como personajes de Pirandello: van a la búsqueda de un autor. Ver a Rodríguez en las reuniones con los líderes europeos, y más aun escuchar después sus declaraciones, no es que roce el ridículo, no, ¡es que lo alcanza de pleno! Aunque para cuestiones chuscas nada mejor que mencionar el encargo que Herr Rajoy realizó a ése tonto a las tres: Conseguir que España tenga derecho a veto en la U.E. Supongo que el regreso de Rodríguez con el rabo entre las piernas obedece a cuestiones tácticas, ya que era él quien lograría adelantar a Italia, Francia y más tarde Alemania en PIB; anida en mi pensamiento la certeza de que Rodríguez tiene un plan secreto. Asimismo, tengo la esperanza de que Herr Rajoy no intente emular a José María Aznar, el último estoico, porque esos tiempos quedan tan lejanos como precarios fueron. España, una vez más y gracias al PSOE, deberá conformarse con aparentar; aún no sé el qué, pero bueno…a los españoles les encantan las apariencias. No obstante, el pobre Rodríguez, nuestra ladilla más querida, sigue con sus ínfulas de piojo resucitado, de palurdo que confunde la gestión económica de una nación con una partida de Monopoly. Él, que dilapidó miles de millones de euros en imbecilidades varias y a todo color, aún pretende que tengamos en cuenta sus dislates, que Merkel y Sarkozy— el Jean Paul Belmondo de la política— atiendan sus opiniones y que nosotros, pobres ignorantes, obviemos el eco que resuena en el interior de esa cabeza de chorlito. Es lo malo de las ladillas, meine Damen und Herren: se contagian fácilmente, nos chupan la sangre, provocan picor y depositan varios huevos por semana que después se convertirán en parásitos adultos. ¿No les sorprendió el número de votos que consiguió el PSOE? Sin embargo, estimados parroquianos, esos bichos repugnantes— me refiero a las ladillas no a los socialistas— desaparecen a los tres días con la loción adecuada; el lapso que necesitó M. para recobrar…la normalidad. Con todo, queridos lectores, tuvo que afrontar un nuevo desafío: convencer a su novia, una bávara preciosa, de que lo que «ella había contraído» pudo deberse a la utilización de un baño público; incluso la consoló. Cuando M. me lo explicó, yo actué como Rodríguez: miré al cielo y conté las nubes.


Foto: Varias ladillas se aferran al vello púb(l)ico.