Montag, Mai 30, 2011

CIRQUE DU SOLEIL (1): DE POTAJES.

POTAJE: 5. m. Conjunto de varias cosas inútiles mezcladas y confusas.

Los potajes no son de mi agrado, meine Damen und Herren; me resultan…cómo expresarlo…comistrajos carcelarios o ranchos cuarteleros. Aun así, en una ocasión cometí la temeridad de aceptar una invitación para degustar una «olla podrida» en un restaurante burgalés. Al aroma pungente de la liebre troceada que flotaba en el guisote, los trozos de oreja de cerdo y al color sanguinolento con el que las alubias pintas tiñeron el mejunje, tuve que añadir algo aún más flatulento: observar a Herr Corcuera en la mesa contigua. ¡Qué espectáculo, un auténtico potaje!; me refiero a sus modales en la mesa y su físico simiesco, claro está. Sea como sea, no tuve más remedio que pretextar un agravamiento de una inventada dolencia gástrica y meter mano a la fuente de cigalas— auténticos «monstruos» de más de un palmo— que desde mi derecha no dejaba de tentarme: el trueque me satisfizo. No obstante, estimados parroquianos, el perfume del comistrajo todavía me persigue; tan es así que esa fragancia hedionda fue el último clavo en el ataúd de los potajes: nunca más me arriesgaré; descansen en paz. Sin embargo, meine Damen und Herren, en los últimos días recuperé mi malsana curiosidad por esas bazofias; en concreto por un nuevo bodrio: ¡la potaje revolution! Sí, ya saben, ese espectáculo que unos gañanes protagonizan en la Puerta del Sol y otras plazas. Les ruego, queridos lectores, que no lo confundan con el Cirque du Soleil, aunque algo de circo, carpas, desarraigo, malabarismos y ociosidad contiene el pasatiempo. Sobre higiene, modales, cultura, porte indumentario, savoir-faire, elegancia y charme no añadiré nada, queridos lectores; aún recuerdo las palabras de uno de mis profesores: «Lo evidente ni se menciona ni se discute». Danke, Herr Professor! Con todo, estimados parroquianos, es difícil no imaginarse el olor a lana de la Mesta de tercera categoría que emana de esos ganapanes. ¿No podría Roger&Gallet regalar unos metros cúbicos de L’Homme?; aunque fuera con aspersores. No, me temo que es irrealizable.
Mi fascinación por España reside, entre otras cuestiones, en una idea que martillea mi mente: es un país donde todo lo descomunal tiene acomodo; sobre todo las mentiras descomunales. Al enterarme de la creación de ese movimiento «espontáneo y ciudadano», el impulso de viajar a España me asaltó, no necesitaba muchas cosas: una peluquería que convirtiera en rastas mi cabello; un donante de caspa y grasa; una camiseta imperio de color violeta— por las imágenes de televisión entendí que puedo prescindir de ella—; dejar que la roña bordara mi piel; calzar unas Adidas Moisés—andalias con reminiscencias bíblicas— para que el cuarteado mugriento de los talones quedara al descubierto; y atronar al personal a través de mi WhatsApp con diatribas sobre «el capital», «el sistema» y cualquier cuestión que justifique mi gandulería y el magro resultado que se obtiene después de tocarse los cojones durante años. No se escandalicen, queridos lectores, yo no soy el que reparte «los papeles» en el mundo. Comoquiera que mi sentido común venció al poco idealismo que poseo, decidí no viajar y dedicarme al noble arte de la observación televisiva: portavoces que a duras penas hilvanaban una idea coherente y comprensible; el espectáculo de los tercermundistas habituales; jubilados ociosos; una morralla vociferante que agitaba las manos ante cualquier propuesta desatinada; carteles ¿? con unos eslóganes que convertirían al cine de Buñuel en género neorrealista; y la grey de noctámbulos de fin de semana que pasaba por allí, supongo que para «levantarse» una chati sin depilar o realizar la fotografía de rigor para después decir aquello de «yo estuve allí; si te contara». Estoy convencido, estimados parroquianos, de que el candidato del PSOE explicará dentro de unos años que….estuvo allí». Una vez más, meine Damen und Herren, España genera un espectáculo impropio de un país que aspira a ser tomado en serio y que suplica credibilidad a voces. Ahora, bien, meine Damen und Herren, ya que escribo la palabra «voces», debo formularles una pregunta: ¿No existen más voces que las de esos desastrados?

Foto: Una familia de indignados se prepara para ingresar en el cirque du soleil. Falta uno, pero ése hace tiempo que quedó…«indignado».

Donnerstag, Mai 26, 2011

EL HUERFANITO.

HUÉRFANO: 3. adj. Falto de algo, y especialmente de amparo. En aquella ocasión quedó huérfana la ciudad.

No me canso de observar a Hanna, meine Damen und Herren; aunque más bien creo que es ella la que no me quita ojo. A diario, busco en sus facciones rasgos familiares de mis ancestros, gestos que por conocidos podré imbricar en el físico de algún pariente, rasgos que me anticipen algo de su personalidad o talentos. En definitiva, estimados parroquianos, reconozco que sólo persigo satisfacer mi curiosidad, y en vista del poco éxito cosechado hasta el momento, ahora me dedico a mirar, tan sólo a mirar. Sea como sea, entiendo que la vida de un bebé nos puede resultar…cómo expresarlo…aburrida. Ahora bien, ese despertar a la vida entre pañales, baños, arrumacos y onomatopeyas deviene en un parque de atracciones si lo comparamos con la existencia de nuestro siempre admirado José Luis Rodríguez, el Puma, un hombre que se extraviaría en una escalera de caracol. Después del enésimo ridículo de ese charlatán de barraca de feria el pobre se pasea por el mundo con aspecto de huerfanito, aunque no es tan evidente como el de los que antes— organizados en una ilustre gañanía— reían los garbos de un anormal que se maceró en su propia borrachera, en su desbarre, en su sempiterno derrapar. Ni siquiera esos experimentos de «ingeniería social» con «los indignados» —¡Qué poco charme! ¿Cuándo es el entierro de la…spanish revolution?— dieron frutos; más bien nos retrotrajeron a la idiosincrasia del ajo cabañil, el cochifrito, el higate,  los torreznos, la fritanga, el burro de Torremolinos, el botijo,  el «ahí me las den todas» y el «¿qué hay de lo mío?»; en definitiva, meine Damen und Herren, un botellón con marchamo de…potaje revolution. No obstante, queridos lectores, Rodríguez, nuestro amado huerfanito, no renuncia a su gramática parda y repleta de embustes, prestidigitaciones bocazas y entusiasmo de campanario. Al contrario que ustedes, estimados parroquianos, abogo por la continuidad de Rodríguez al frente del Gobierno, ya que con un interés casi antropológico quiero averiguar hasta dónde es capaz de demoler las instituciones de una nación un mamarracho que rezuma pura mediocridad por cada uno de sus poros. No se solivianten ni desazonen por mi deseo, meine Damen und Herren, tengan presente que Frau Merkel y los tacones de Sarkozy velan por ustedes. Aun así, a nuestro amado huerfanito le espera el navajeo político de sus propias filas y una lección magistral sobre cómo hacer leña del alcornoque caído. El hacha y las albaceteñas de siete muelles las empuñarán los que antes se regodeaban en la frivolidad del ignorante con ínfulas— los que medraban en definitiva—, los que confundían las perogrulladas de un incapaz con sabiduría— el Bo(r)bón por ejemplo—, y los que justificaban por su propio interés la prostitución de la Justicia (reconozco que a esos no les cuesta mucho hacer…la carrera), la Constitución y el enfrentamiento entre españoles. Atrás quedan las toneladas de guata con las que se intentó dar forma a un pelele ridículo o a un bocazas que confunde la prosodia con el diámetro necesario para practicar la felación sin seccionar frenillos. ¡Ayyyyy, qué dolor! En fin, meine Damen und Herren, dejaremos que el huerfanito y los huérfanos[ Pajín; Pepiño; Trini, la chacha para todo; Salgado (sigo sin imaginármela en plena coyunda)]; y todo ese aquelarre de incapaces vaguen a la búsqueda de un padre adoptivo, o putativo, que es el papel que mejor representa Rubalcaba. ¡Qué pena provocan los huerfanitos, queridos lectores!, mi corazón está hecho añicos. No somos nadie.

Foto: Rodríguez, el huerfanito, muestra sus éxitos.