Freitag, Juni 25, 2010

EL JUEGO DE TU VIDA (2).




PROGRAMA: 9. m. Serie de las distintas unidades temáticas que constituyen una emisión de radio o de televisión.

Desde la implantación del euro, Alemania incrementó su productividad en un 13,4%. Por el contrario, España perdió un 20,2%. Asimismo, mientras que Alemania mantiene una tasa de paro que roza el 9%, España sobrepasa el 20%. Las cifras vinculadas al déficit y al crecimiento interanual es mejor olvidarlas, meine Damen und Herren; las españolas claro está. Los datos anteriores no son un regodeo, queridos lectores, sino un bosquejo para señalar la idiotez congénita con la que Rodríguez dibuja la vida; incluso algo peor: la enmarca para después apreciar el talento innato que su abuelo le transmite desde el más allá; el inconveniente es que ustedes viven en…«el más acá».
Las medidas encaminadas a frenar al derroche español no crearán empleo; de hecho no creo que sirvan para mucho. Por lo tanto, al PSOE le toca de nuevo devaluar la nación y a sus habitantes: abaratar el despido; reducir las ya de por sí míseras pensiones; alargar la vida laboral para que el trabajador pase de la nómina al recordatorio del funeral, y los que puedan (siempre hubo clases) a la esquela; incrementar los impuestos hasta extremos que rocen la requisa; cobrar de nuevo lo ya cobrado (copago); aumentar los precios. Reconozco que no es un panorama halagüeño, aunque con esos políticos que les pastorean, meine Damen und Herren, ustedes no pueden pedir mucho más: balar de vez en cuando en la barra del bar o ante las urnas y pagar a precio de oro el pienso que les dan. El cateto leonés permanecía al socaire de su lenguaje huero, sonrisa bobalicona e ideas y conocimientos de leche merengada a la espera de que «la locomotora alemana» tirase de nuevo del resto del convoy. Por el contrario, el pobre Rodríguez topó con una canciller seria, buena gestora y pragmática, que aplicó un draconiano plan de austeridad con un objetivo: ganar aún más competitividad. Desde hace varios años no dejo de vigilar el retrovisor izquierdo de mi coche porque no deseo perderme el glorioso momento en el que España, comandada por el farallón de los bobos, adelante a Alemania: me temo que deberé esperar un poco más; no se preocupen, estimados parroquianos, soy un virtuoso de la paciencia. Por más que Celestino Corbacho, un tipo cuyo físico y prosodia nos retrotrae a la épica rural de William Faulkner o a la barra de cualquier restaurante de polígono industrial, se empecine en explicar cuestiones que ni él entiende, y Elena Salgado, una avellanada a la que soy incapaz de imaginarme en plena coyunda, juegue con las cifras y datos con una alegría que convertiría a Torrebruno en un hombre ensimismado, la realidad es que el PIB español— per capita nominal— es inferior hasta el de Italia. Otra cuestión es el PIB— per capita en paridad de poder adquisitivo—, que es superior, pero semejantes encajes de bolillos ya sólo sirven para que distingamos a los medios de comunicación mentirosos (disculpen el pleonasmo) y que éstos nos muestren la necesidad voraz de ayudas por parte del Gobierno español. Ahora bien, meine Damen und Herren, establecer ese tipo de comparaciones carece de sentido en economías similares, aunque entiendo que el pobre Rodríguez y su grupito de chichipanes necesitan hurgar en la basura para llevarse algo a la boca: ¡qué poco charme! Asimismo, queridos lectores, me sorprenden esas voces que reclaman «cambios urgentes». Entiendo que la urgencia surge del imprevisto, o quizá de la imprevisión; aun así debemos formular una pregunta: ¿Dónde estaban antes esas voces? Sea como sea, estimados parroquianos, permítanme que sea un poco malévolo; hoy tengo el día…«toledano»: ¿Todavía mantiene Juan Carlos I, el Sencillo, la opinión con la que adornó las virtudes de Rodríguez? Echo de menos las voces y los silencios atormentan a mis oídos, meine Damen und Herren. . Con la misma estupefacción, escucho o leo las opiniones que apuntan al desgaste físico de Rodríguez o sus problemas psicológicos. No puedo quedarme impasible ante esa querencia tan carpetovetónica al…«cogérsela con papel de fumar». No le den más vueltas: el tipo nació menguado y tonto morirá. Ahora bien, el pellejo de mediocridad con el que Rodríguez recubre su joroba me fascina; incluso más que la guata con la que rellenan sus hombreras: es bien sabido que todo pelele necesita relleno. A nuestro siempre admirado José Luis Rodríguez, el Puma, le ocurre lo mismo que al concursante de El juego de tu vida: cree que sube de nivel cuando en realidad baja; se incrementa la cantidad del premio pero menguan los kilos de dignidad. Soy consciente, meine Damen und Herren: «dignidad» y «Rodríguez» son términos antitéticos, una unión tan exótica como el matrimonio de Chelo García Cortés y José Manuel Parada, observar a Néstor Kirchner con la vista fija en un punto o que la Venus de Milo nos casque una «gallarda»; una paja que diría el clásico. Sea como sea, estimados parroquianos, lo que más me entristeció de El juego de tu vida fue comprobar que algunos conocen a sus seres queridos gracias al dinero, la falta de dignidad y la ausencia de escrúpulos. La concursante siguiente dio más juego, pero no les relataré nada porque estaba emparejada con un tipo de color, de color negro, y lo que explicó me parecía…un asunto oscuro, muy oscuro: ¡sin charme! Para muestra un botón: «¿Es cierto que practicaste sexo con X (no recuerdo el nombre del…adonis de ébano) mientras amamantabas a tu hijo?». Sé que ustedes no me creerán, meine Damen und Herren, pero mientras la congoja del mancebo colorido fue sustituida por una sonrisa de ganapán, yo recordé a nuestro siempre admirado José Luis Rodríguez, el Puma; en concreto sus ruedas de prensa o sus discursos. Meine Damen und Herren, ¿se imaginan qué papel haría Rodríguez en El juego de tu vida? Supongo que no es complicado, con el intelecto de bisutería que gasta Rodríguez…

Foto: El juego de tu vida; y el de las de otros.

Donnerstag, Juni 24, 2010

EL JUEGO DE TU VIDA (1).


TELEVISIÓN: 1. f. Transmisión de imágenes a distancia mediante ondas hercianas.

Durante este periplo español, meine Damen und Herren, también encontré tiempo para hurgar en la basura y los contenedores. Disculpen, quise escribir…«para mirar la televisión». Entre toda la bazofia que rezumaba la pantalla, destaco un programa chacinero que elevaría a la carta de ajuste a la categoría de obra maestra: El juego de tu vida. Semejante comistrajo visual sólo puede emitirlo ese vertedero llamado Tele 5. Las reglas del concurso, por llamarlo de alguna manera, son claras y estrictas: el concursante vende su dignidad y sentido del ridículo a cambio de dinero. Con todo, estimados parroquianos, reconozco que algunos de los concursantes no tienen nada que vender u ofrecen mercancía averiada; auténticos saldos. Contemplé la faena que hicieron con un tipo cuyo físico me recordó al de Luis Roldán. Sí, ya saben, queridos lectores, otro de esos socialistas que nos impartió una lección magistral sobre Matemáticas: nos demostró que a los tan manidos «100 años de honradez» les sobran los ceros. Frente al sosias de Roldán estaban la madre, una hermana y un amigo que…cómo expresarlo…tenía apariencia de disfrutar cuando «se bajaba a la fuente para beber del caño»; un «maestro fallero» en definitiva. Estoy convencido de que sólo utiliza la «ganzúa» para…«abrir puertas traseras». Ustedes ya me entienden, meine Damen und Herren: ¡sin charme! Las preguntas que formulaban a bocajarro al pollo estaban aderezadas con los comentarios jocosos de la presentadora: «¿Te lo estás pasando bien?»; «Te lo tomas con alegría». Sin embargo, meine Damen und Herren, cuando transcurrió un cuarto de hora, los telespectadores y los familiares del sosias entendimos cuáles eran sus virtudes: putero redomado; ladrón (robaba dinero a su madre para gastárselo con señoritas que «fuman y cruzan las piernas»—supongo que si el precio es el adecuado también las abren—); ex presidiario; embustero; acosador de sus amigos para que se dejaran sodomizar. Sin palabras, estimados parroquianos: ¡una auténtica vida ejemplar! Ahora bien, me resultaron más agresivas las justificaciones que la sinceridad del mancebo, una probidad que su vecindario convertirá en mofa y maledicencia. No obstante, meine Damen und Herren, mientras observé cómo ese hombrecillo se hundía en la mierda y salpicaba a sus familiares, no me privé de recordar a nuestro siempre admirado José Luis Rodríguez, el Puma; un tipo que razona con el método Braille. ¿Se imaginan qué papelazo haría Rodríguez si acudiera a El juego de tu vida? Les confieso que al imaginarlo comienzo a salivar, queridos lectores. Los paseos por Tele 5 de Pepiño Blanco, ese filólogo vocacional con pinta de rucio, y de José Bono, el padre Cojonciano, demuestran el ínfimo nivel de los que les gobiernan, estimados parroquianos. Les ruego que no establezcan comparaciones con el programa de Bruno Vespa— Porta a porta— en la RAI. Resulta triste y cutre que mientras a ustedes les mienten y la economía española se precipita al averno del que nunca salió— un regreso en definitiva— Rodríguez continúe con su vuelta al día en ochenta mundos; siempre los suyos, claro está. Supongo que es el privilegio de los genios, meine Damen und Herren: reflexionaré sobre ello. Sin embargo, estimados parroquianos, y ahora que nadie nos lee, me permito compartir con ustedes una cuestión, quizá inquietud: ¿Es Rodríguez el único culpable de la situación española? No sé, no sé; pero mi intuición me indica que «el problema español» tiene más calado; tal vez el que le falta a ése pobre chichipan. Estoy convencido de que los gobernantes españoles rara vez se preocuparon por ustedes, porque si así fuera, no habrían permitido las históricas tasas de desempleo estructural ni los porcentajes abrumadores de empleo temporal y de…«parados a tiempo parcial» (economía sumergida). Asimismo, si aderezamos la ensalada española con una pizca de «productividad misérrima», añadimos dos medidas de «sistema educativo de puta pena», espolvoreamos dos cucharaditas de «modelo productivo desfasado y caro» y vertemos un chorrito de «políticos de chicha y nabo», tendremos el país idóneo para un cipayo como nuestro admirado Rodríguez y los soplagaitas que le acompañan en ese minueto para orquesta de cámara. Aunque para artistas de la cámara nadie mejor que el pollo al que la presentadora de El juego de tu vida cocía a fuego lento. Tan era así que por un momento pensé en el martirio de San Lorenzo, meine Damen und Herren; ya saben: «San Lorenzo, en la parrilla, les decía a los judíos: dadme la vuelta, jodíos, que tengo los huevos fríos». Sin embargo, para martirios el que sufrió el amigo del sosias de Roldán cuando la presentadora formuló una pregunta: «¿Es cierto que has practicado sexo anal con algún amigo?». La lividez de la cara del pollo contrastaba con el fulgor que esmaltó la mirada de la madre; un brillo que ahogó un lacónico «sí» y el gesto cabizbajo de la anciana.

Foto: Dos telespectadores hurgan en la programación de Tele 5.

Freitag, Juni 11, 2010

DE PLAYAS (3): EUROS Y CALDERILLA.

CALDERILLA: 1. f. Conjunto de monedas de escaso valor.

La copa de cristal rezumaba el frío de la cerveza, un rocío ficticio que mis dedos enjugaban. Me acerqué a la barra para abonar las consumiciones, deseaba bañarme otra vez junto a K. Entregué un billete de veinte euros y observé la calderilla que el camarero me devolvió: encontré una moneda con el águila alemana.
Alemania necesitaba una moneda que no se viera afectada por las devaluaciones de otras; no olviden que el crecimiento de mi país está vinculado a la exportación y en mantener una situación de privilegio respecto a otras naciones cuyas monedas poseen un tipo de cambio tan artificial como artero. Si países como España, Italia, Francia y Grecia pudieran devaluar su moneda como antes, Alemania tendría dificultades para exportar. Ahora, sin embargo, ninguno de ellos controla nada. No obstante, existe una posibilidad de devaluación para un país, lo que les ocurrirá a ustedes: prolongada deflacción; pérdida de poder adquisitivo e incluso empobrecimiento; control de salarios cuando no reducción que se sostendrá gracias a las tremendas bolsas de desempleados que se enquistarán en el tejido social y económico español. Creer que naciones tan diferentes como Alemania y España pueden formar una unión económica resulta tan extravagante y dispar como las orejas de Frau Pajín. Sí, sí, meine Damen und Herren, fíjense en esa caricatura humana: la oreja izquierda es tan lisa como el intelecto de su propietaria mientras que la derecha está surcada por pliegues y recovecos. ¡Qué poco charme!, ¿estamos ante un caso de fealdad asimétrica? Me resulta extraño, estimados parroquianos, en cualquier asunto vinculado a Rodríguez podremos aplicar el término «asimétrico». Con su venia, queridos lectores, prosigo. En un comentario de respuesta expliqué que ya no se necesitan ejércitos para invadir países, bastarán una moneda única, un banco central y naciones sin potestad para fijar sus propios criterios económicos. Con todo y con eso, entiendo que gobernantes de tan baja estofa y magro intelecto como nuestro admirado José Luis Rodríguez, el Puma, son la mejor ayuda para que una nación termine convertida en una colonia. Tal y como les expliqué, la economía alemana es potente, sólida, con valor añadido en sus productos, inflación reducida, enfocada a la exportación; y nada más adecuado para redondear todas esas virtudes que una moneda que elimina la volatilidad del tipo de cambio; es decir: el euro. Asimismo, me permito recordarles que Alemania se permite el lujo de destinar casi el 3,4% del PIB a la tan manida reunificación. Aun así, hemos de destinar nuestros fondos a pagar las autovías españolas y saldar los dislates que esos griegos quincalleros— disculpen la redundancia—realizan con el dinero. Como ustedes bien saben, este es un tema que da para mucho; sobre todo cuando establecemos paralelismos entre estadistas y mamarrachos. Los españoles deben agradecer que esos dos farallones de la Economía— José Luis Rodríguez, el Puma, y Elena Salgado, la Mojama— tengan las manos y los pies atados; aunque también sería de menester que alguien les tapara la boca. Meine Damen und Herren, ¿se imaginan qué harían esos paletos si no dependieran del Banco Central Europeo y no tuvieran que plegarse a las exigencias de otras naciones? Yo no quiero ni pensarlo, prefiero hurgar en las orejas de Frau Pajín, aunque sea con la lengua, estimados parroquianos. De la misma manera, merece nuestra carcajada el boato rimbombante del palurdo con el que Rodríguez pretende impartir lecciones a otros países: ya les sugerí que deberían encerrarlo de vez en cuando. ¿No le resulta ridículo que un tipo que es incapaz de poner orden en su casa pueda decidir sobre la economía de otros países? No soy partidario de que se expulse a nadie del euro, pero sí defiendo que los mamarrachos no formen parte del grupo que toma las decisiones; aunque sea para no ver nunca más a Rodríguez con esos ridículos auriculares mientras asiente ante su incapacidad para entender: el que incumple no puede exigir.
El nombre «Europa» es un término geográfico, meine Damen und Herren, no cultural. Permítanme que les señale un ejemplo: mientras que los alemanes hemos luchado, y aún lo hacemos, para unir nuestra nación, ustedes disfrutan de un zopenco que en seis años ha logrado desunir, enfrentar y dividir a su propio pueblo por los intereses bastardos que encarna el socialismo español. Asimismo, ese mequetrefe de la inteligencia y la moral no duda en discriminar a las regiones de España en función del partido que gobierna en la autonomía. ¿Unión Europea?; con semejantes mamarrachos no me interesa. De nuevo citaré al gran Aristóteles, queridos lectores: «Cada perro que se lama sus cojones».
Si el gran subnormal, para el que solicito el premio Nobel de la imbecilidad, pudiera, habría devaluado la peseta, abocaría a España a una inflación sin precedentes y conduciría a su pueblo hacia la pérdida de todo lo que ustedes ganaron durante las últimas dos décadas. De la misma forma, si España abandonara el euro, las consecuencias serían devastadoras, ya que la economía se resentiría durante varios lustros y el nivel de vida de los españoles perdería entre un 35% y un 40%. De nuevo, meine Damen und Herren, releer lo escrito me provoca una reflexión: a lo mejor es lo que desea Rodríguez, un país empobrecido, sin clase media, a lomos del burro de Torremolinos y que se abanica con las orejas de Frau Pajín. De todas formas ustedes no se preocupen, queridos lectores, porque ahora una fracasada—Angela Merkel— vela por ustedes, incluso por el gran subnormal. Soy consciente de que esa situación provocará molestias: menos botijo; dejar de tocar la pandereta; cambio en la mentalidad de los empresarios españoles; más amor al trabajo, el ahorro y la productividad; una economía diversificada; descanso para el ladrillo; eliminar subvenciones; profesionalidad; más cultura; entender que la corrupción es antitética con la política. A lo mejor confío demasiado, meine Damen und Herren, no lo sé. No obstante, es evidente que Obama, el primer presidente judío de EE.UU. y gran muftí de Washington, hace su trabajo respecto al dólar: defensa férrea de una moneda decrépita para que sea Europa la que financie las locuras de un imperio en decadencia. Por lo tanto, de los gobiernos europeos depende que el euro no se convierta en calderilla; pero no incluyo a todos los europeos, claro está, porque nuestro siempre admirado José Luis Rodríguez, el Puma, es un lacayo que sólo triunfaría más allá de las columnas de Hércules; ya saben: las quimbambas de la gansada.
K. y yo regresamos a la toalla con nuestras manos entrelazadas. No les puedo explicar el porqué, estimados parroquianos, pero antes de tumbarme y cerrar los ojos, excavé un pequeño hoyo en la arena y enterré la moneda de dos euros acuñada con el águila alemana. Un sinfín de pensamientos bullía en mi cabeza cuando K. me formuló una pregunta: « ¿En qué piensas?». Mis labios se estrecharon hasta formar una fina línea, una sonrisa breve de acuerdos silenciosos; luego llegó mi respuesta: «En lo mucho que te amo». K. se levantó, alargó su mano y me invitó a bañarnos. Sin embargo, meine Damen und Herren, no pude olvidar mientras corríamos hacia la orilla la moneda sepultada: el agua estaba fría.

Foto: Una playa y dos bañistas. Nvo (2010).


Donnerstag, Juni 10, 2010

DE PLAYAS (2): EL CHIRINGUITO.

CHIRINGUITO: 1. m. Quiosco o puesto de bebidas al aire libre.

Ignoro si a ustedes les ocurre lo mismo que a mí, meine Damen und Herren: disfruto más de la cerveza en un chiringuito. Sí, es una percepción curiosa, aunque supongo que se debe al frescor vivificante que calma nuestras gargantas estragadas por la sed y alivia a nuestras lenguas, que convertidas en un pedazo de cuero intentan humedecer los labios resecos por el sol y el salitre del mar. Sea como sea, estimados parroquianos, me deleito con el primer trago de una cerveza en un chiringuito hasta el punto de que rozo el éxtasis. Una de las virtudes que adorna la personalidad de K. es que también disfruta con una caña, con la visión de la espuma compacta que ejerce de prólogo a la frescura de esa mezcla ancestral del agua, la cebada y el lúpulo. En vista de que nuestro siempre admirado José Luis Rodríguez, el Puma, concluyó su…deposición— es el término obligado ante un tipo que padece disentería mental— ante los miembros del Bilderberg, nosotros nos acercamos al día siguiente a las playas de Sitges. Todo estaba tranquilo, queridos lectores, algo que no me sorprendió porque es difícil que un hombrecillo que carece hasta de sombra deje algún tipo de huella o legado; aunque ahora que reflexiono, meine Damen und Herren, creo que el rastro de idiotez que deja tras de sí podemos considerarlo una ridícula y sobria herencia, o quizá una sombra chinesca: el menguado no da para más. Nuestra intención era disfrutar del sol y la playa para después comer un arroz en Cal Pinxo, en concreto un arroz con verduras (uno de nuestros platos favoritos) bien regado con una botella de Viña Esmeralda—una auténtica delicia para el paladar— o un Moët Brut Imperial. Sin embargo, estimados parroquianos, una prematura hambre canina me asaltó por sorpresa al tiempo que una sed torturadora ejercía de cómplice. Asimismo, y para redondear la sevicia, me quedé sin tabaco, ¡sin mi añorado Lucky! Fruncí los labios en un mohín de fastidio, oteé el paraje a la búsqueda de una solución y recordé las sabias y consoladoras palabras de Aristóteles: «Cuando las ganas de joder aprietan ni los culos de los muertos se respetan». Me levanté de la toalla y anduve con el caminar ahorrativo que me caracteriza hasta mi salvación: ¡el chiringuito! Llegué casi exhausto, pero el esfuerzo mereció la pena porque sabía que la bebida y un ligero picoteo estaban asegurados. Por el contrario, tuve que conformarme con el único tabaco que el argentino lenguaraz (disculpen el pleonasmo) que regentaba el tugurio tenía: Nobel. Lo sé, meine Damen und Herren, lo sé: ¡sin charme! Con todo, el par de cervezas y unas bolsas de patatas fritas acallaron las protestas de mi estómago y coleto. Aun así, al observar el billete de diez euros que reposaba sobre la mesa no pude dejar de pensar en nuestro siempre admirado José Luis Rodríguez, el Puma, un querubín de la majadería que siempre…toca de oído; un sordo que diría el clásico. Tal vez por ello y para demostrar mi bonhomía, me permito sugerirle a Frau Pajín que le preste los dos alerones que luce por orejas ya que no deseo que a ella le ocurra como a María Sarmiento, «que fue a cagar y se la llevó el viento».
Ahora bien, para vendavales los que soplan sobre la economía española, estimados parroquianos. Me resultan incomprensibles los españoles que abogan por una salida del euro, meine Damen und Herren; es más, lo considero un dislate. Intuyo que muchos de mis lectores consideran a José María Aznar, el último estoico, el mejor presidente de la democracia. En cambio, creo que sus legislaturas fueron como las de cualquier otro político: sombras y luces; cara y cruz. La entrada en el euro, queridos lectores, encerraba muchas trampas para esos simpáticos países del sur de Europa, varios cepos en los que ustedes cayeron con esa temeridad y alegría con la que pretenden justificar los errores de esa chusma, y también los de los mismos españoles, que denominan «clase política española». España no estaba preparada para entrar en el euro, pero el señor del bigotito deseaba sus quince minutos de gloria de igual manera que Felipe González tuvo que tragar— fue una auténtica trágala— con las condiciones draconianas que Francia y Alemania le impusieron para formar parte de la U.E. Ustedes ya saben que nunca fui un europeísta convencido, meine Damen und Herren, porque es complicado crear una unión monetaria entre países cuyas economías no pueden converger jamás y que arrastran diferencias estructurales de calado. A Felipe González, el Ososelensias, le obligaron a desmantelar la industria española ya que ni Alemania ni Francia deseaban un vecino que podía convertir sus productos en competitivos gracias a las devaluaciones de la peseta (durante el virreinato del Ososelensias se llegó a devaluar hasta un 30%). Ese fue el primer gesto para colocarles a ustedes el collar; el segundo llegó con el euro. Quizá la solución a los problemas españoles sea poner a José Bono, el padre Cojonciano, al frente de la economía española: un tipo que multiplica su patrimonio con tanto talento…¡qué no hará con el de todos!
Cogí el billete de diez para observar el anverso y el reverso. Mientras tanto, K. apuraba su caña. Dejé que bebiera, después sujeté su barbilla y nos besamos. No pude resistirme, meine Damen und Herren, necesitaba que lo supiera: «Me gusta que bebas cerveza, mi amor».

Foto: Cervezas en el chiringuito. NvO (2010).


Montag, Juni 07, 2010

DE PLAYAS (1): UN CRETINO EN EL CLUB.

PLAYA: 1. f. Ribera del mar o de un río grande, formada de arenales en superficie casi plana.

Chiriviriví, popompom, chiriviriví, popompom…
El canje nos favoreció a K. y a mí: Sitges por Sa Boadella. En vista de que el clima acompañaba, meine Damen und Herren, decidimos «ligar bronce» sobre la arena de la playa. Nuestra intención era acudir a Sitges, pero al enterarme de la celebración del Corpus y de la reunión del club Bilderberg, decidimos conducir hacia el norte, hacia la Costa Brava. Con todo, estimados parroquianos, les confieso que fue el conocimiento de la presencia de nuestro siempre admirado José Luis Rodríguez, el Puma, en Sitges lo que me provocó un pavor irracional. Al imaginar a ése experto en derribos y demoliciones mi imaginación se tornó tan truculenta como desbocada y recreó una serie de plagas sobre la localidad costera barcelonesa. Tal vez por ello, cuando K. y yo nos tumbamos en las toallas, mis labios esbozaron una sonrisa tranquila: el Puma quedaba atrás, 100 Km. nos separaban de él. Asimismo, queridos lectores, prefiero la arena gruesa de la Costa Brava a ese polvillo pegajoso del litoral sureño catalán. Disfruté mucho de esa jornada playera junto a K., meine Damen und Herren, sobre todo de la mirada explícita de K. cuando se encara al mar y al sol. Al socaire de la crema protectora y del sopor que nos invadía después de cada baño, dejamos que nuestros ojos se engarzaran en los del otro. Sin embargo, yo esperaba que ella los cerrara para besarla. Sus labios se encogían como un niño estremecido cuando sentía el roce de los míos mientras yo saboreaba la humedad salobre que recamaba las comisuras de K. En una concomitancia sonora, el batir de las olas solapaba nuestros susurros. Transcurridos unos minutos, ella me pidió que aplicase más crema sobre su espalda. Así lo hice, queridos lectores, aunque les reconozco que me…«apliqué» con especial énfasis en sus hombros, muslos y nuca. Aun así, meine Damen und Herren, de vez en cuando yo desviaba la mirada hacia el sur, a ese lugar en el que los miembros del club Bilderberg disfrutaban con la actuación de uno de los mejores cómicos: José Luis Rodríguez, el Puma. Sé que muchos de ustedes se preguntarán cuál era el motivo de la presencia entre la crème de la crème de ese experto en no dejar nunca un negocio ruinoso a medias. No creo que peque de temerario si les explico mi intuición, estimados parroquianos: Rodríguez llegó al Hotel Dolce; abrió una escalerilla portátil y subió a ella a «las góticas»; dio el tono a la diva del bel canto, que interpretó varias arias de la ópera Toccarsi i Coglioni, compuesta por Giuseppe Cornuto; y después pasó el platillo mientras mantenía la sonrisa alelada que le caracteriza. Como pueden comprobar, meine Damen und Herren, todo transcurrió acorde a ese estilo tan cutre, casposo, de medio pelo y adobado con sal gorda que caracteriza a nuestro siempre admirado Rodríguez. No obstante, no logro comprender el esfuerzo de esa extraña familia por hacer el ridículo: ¿será una nueva terapia para unir a sus miembros? Sea como sea, queridos lectores, me apiado de ese farallón de la estulticia porque del pobre emana un tufo a cadáver que tumbaría de espaldas al más curtido entomólogo forense. De la misma forma, observar sus resuellos agónicos nos hace partícipes de ese rico mundo interior que presuponemos en un intelecto de tantos quilates, aunque el inconveniente es que debemos contemplar el resultado de su trabajo; incluso sufrirlo. Por más que Rodríguez se empecine en mantener la superchería nadie le tomará en serio, meine Damen und Herren, ya que un palurdo que se encarama al gobierno de una nación gracias a una pirámide de cadáveres, mutilados y desgracias nunca despertará confianza; al menos entre los países serios, claro está. Ahora que menciono el primer éxito político de Rodríguez, queridos lectores, les confesaré una inquietud: me extraña que ETA aún no haya acudido en auxilio de Rodríguez. Es evidente que el piernas se ahoga a cada día que transcurre, sería el momento oportuno para que un atentado distrajera al personal, cohesionara a la sociedad española y calentara más aun el clima político. Espero equivocarme, estimados parroquianos. Lo que ese mamarracho en su tinta haya explicado en la reunión del Bilderberg me la trae al fresco. Sí, sí, no se sorprendan, todos saben que el talento de Rodríguez semeja un calcetín con tomate, un calzoncillo con palominos al que se le da la vuelta a diario, un tocino de cielo en una montaña rusa o un eructo cargado de mixturas de ajo y expelido a bocajarro. ¡Qué poco charme, meine Damen und Herren!
Por otro lado, estimados lectores, carece de sentido señalar el innato talento que Rodríguez demostró para la Economía, algo tan descompensado como los pechos, el tronco y las piernas de Ana Obregón. Lo entienda o no nuestro estadista de chicha y nabo, Alemania necesita un euro fuerte—tengan presente que casi el 80% del valor del euro lo aporta mi país—. Por el contrario, España necesita regresar a las épocas del burro de Torremolinos, a convertirse en un país barato en el que la falta de productividad se supla con abaratamiento, tanto de productos como de servicios. Me temo que Rodríguez y el siguiente mancebo lo tendrán crudo, muy crudo; aunque los que tendrán que masticar esa carne astillosa serán ustedes.
Terminé de embadurnar con crema el cuerpo de K., besé su cuello y le susurré al oído la importancia que tiene su presencia en mi vida. Luego me levanté y me acerqué a la orilla, necesitaba refrescarme. Nadé unas brazadas mar adentro, a ratos me sumergía para bucear y disfrutar de la atonía que el agua procura a los sonidos. No puedo asegurarlo, meine Damen und Herren, pero aun así creí escuchar un carcajeo que provenía del sur, del club Bilderberg. Dos patadas vigorosas me acercaron a la superficie y me dejé flotar a merced del moroso oleaje. No puedo asegurarlo, pero el carcajeo se incrementó. Decidí regresar junto a K., en la toalla. El sur quedaba lejos, meine Damen und Herren, ¿para qué pensar? Chiriviriví, popompom, chiriviriví, popompom…

Foto: Las deportivas de NvO en Sa Boadella (NvO 2010).